Cuando hace unos días se advertía en estas mismas páginas que la jugada de Pedro Sánchez con el ministro de Sanidad como candidato del PSC era de auténtica maestría, no se podía prever el escocimiento de las distintas partes nobles que iba a provocar. Había logrado tapar el enésimo intento de egolatría de su vicepresidente segundo pero es que además ha provocado una urticaria política sin precedentes. Sin precedentes no porque no se haya hecho con anterioridad, que el PP hizo lo mismo con Miguel Arias Cañete en unas europeas, sino por la extensión del escozor provocado, el cual ha llegado hasta sus propios socios de gobierno –algo que demuestra poca lealtad como se verá-.

Salvador Illa ha logrado que toda la campaña electoral de las enésimas elecciones catalanas en los últimos años gire en torno a su persona. Los independentistas están rabiando porque, nunca se sabe, podría disputarles cómodamente la presidencia de la Generalitat y dejarles sin el único sustento que tienen para toda esa red de paniaguados del secesionismo. Normal que chillen, berreen y digan improperios, son miles de personas que viven del cuento nacionalista que ven peligrar su puesto de trabajo… sin otro lugar donde ir pues la burguesía catalana que les apoya, como buena burguesía, controla y aporta, pero no contrata a tanto pazguato. Sudores fríos en los cuarteles de