El resquemor que dejaron las primarias del PSOE sigue vivo, especialmente, porque desde un lado del antagonismo parecen dispuestos a persistir en el error. De nada sirvieron las fotos impostadas en la Feria de Abril sevillana entre el secretario general Pedro Sánchez y su rival Susana Díaz. Independientemente de lo hortera que pueda parecer acudir al recinto ferial sevillano (al menos para los que no son sevillanos), las declaraciones de correspondencia política parecen haber durado lo justo. Lo que ha tardado Díaz en verse en primera plana estatal.
Recluida en su feudo andaluz, lleva ya un tiempo hablando casi más de lo que sucede allende las fronteras de su región que de los problemas reales de los andaluces. Y, en su batalla populista por la financiación andaluza (“¿Qué hay de lo mío?”), frente a M. Rajoy ha sacado su andalucismo a pasear por encima del sentimiento de partido. Y esto ha provocado el malestar en las bases socialistas. Después de conseguir el compromiso del presidente del Gobierno de convocar el Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) para abordar la reforma del modelo de financiación autonómica, se ha venido arriba. Así ha afirmado, en un corte de sonido que se ha distribuido profusamente en los círculos del PSOE, que estaría dispuesta a apoyar los PGE 2018 si se recogen las demandas andaluzas y que “la posición del PSOE en España la marca la dirección federal y la posición del gobierno de Andalucía, es evidente, que la marca el gobierno y su presidenta”. Fuego por los ojos en las bases socialistas con estas palabras, que han tornado en rayos vengativos, más poderosos que los de Zeus, cuando a continuación ha remarcado que “yo sé perfectamente distinguir la labor institucional de la militancia en el PSOE”. O lo que es lo mismo, en Andalucía se hace lo que yo quiero. O eso han entendido los sanchistas y demás socialistas de arriba Despeñaperros.
Entienden las bases, y algunos dirigentes regionales, que esto está pasando de castaño oscuro, que Susana Díaz está tensando la cuerda demasiado con Ferraz y que, de seguir así, incluso habría que expedientarla o echarla del PSOE, como dicen las bases. Después de su cambio al andalucismo demagógico del final de año, en algunos sectores del partido se la empieza a ver más cercana a las posiciones de Ciudadanos que a las del PSOE, como se comenta en foros y conversaciones privadas. No la aguantan y se lamentan que Sánchez sea tan condescendiente con ella. En Ferraz saben que los diputados andaluces son necesarios para ganar las elecciones y por ello están aguantando los desplantes, pero como no logre ganar las elecciones en Andalucía, tal y como le gusta a ella indican, pedirán su cabeza sin dudarlo un minuto.
En algún foro se ha podido leer que por encima de ella, como creyente, sólo está dios y que tapa sus carencias con la verdiblanca. Otras personas hablan de ella como una dictadura que piensa que Andalucía es su cortijo. Eso por no hablar de los insultos y groserías típicas de las personas que se enajenan transitoriamente cuando escuchan su voz y/o su nombre. Lo que es evidente es que ha caído en las redes del populismo, o del bonapartismo si se quiere desde una perspectiva más marxista, y va a resistir en Andalucía hasta que pueda hacerse con el control total del PSOE. Lo que pasa es que ella, por muchos amigos que tenga en el establishment, no sabe que ya no es apoyada por ese establishment. Está muerta más allá de Jaén y no se ha dado cuenta. Que ya tienen pensada otra persona si Sánchez se da el golpe en las elecciones generales.
Claro que sería cuando menos curioso que la presidenta de la Junta de Andalucía explicase cómo va a apoyar los PGE del PP sin saltarse la disciplina de partido, esa misma que ella impone en Andalucía e impuso durante el tiempo de la Gestora. Institucionalmente puede hasta recitar coplas, pero políticamente ¿piensa pedir a los diputados andaluces que voten a favor o se abstengan? Por si no lo recuerda, el reglamento ese que no quiso votar, permite en última instancia hacer las listas a la Ejecutiva Federal y la mayoría de diputados “suyos” no repetirían. O ¿se apuntará la abstención de Pedro Quevedo de Nueva Canarias como suya? Sabiendo distinguir entre la Junta y el PSOE, parece que no se acuerda del reglamento y las normas internas (que igual ni las ha leído). El caso es que, una vez, más la presidenta de la Junta de Andalucía ha puesto furiosas a las bases socialistas.