No podemos permitir que se trate de amenaza lo que es justicia social. Eso es inconcebible en una democracia, salvo que planteemos los valores democráticos en las armas de destrucción masiva que nunca hubo en Irak. Nuestro sistema de libertades no está en peligro porque, a priori, el Gobierno de Pedro Sánchez representará la justicia social, la democracia constitucional orientada al pueblo, el reconocimiento de una España federal asimétrica. España no está en peligro porque desde la legitimidad se haya producido un cambio de gobierno, como no lo estará si el pueblo español decide, de una vez en libertad y sin imposiciones, si quiere un modelo de Estado monárquico o republicano.
Aquellos que quieren salvar la «patria», los diabólicos y las diabólicas, que se queden en su casa y permitan al pueblo soñar con una España viva, una España donde la justicia social, la igualdad de género, la solidaridad y la ética sean las que presidan nuestra sociedad.
El presidente Pedro Sánchez está legitimado para gobernar porque ha llegado a la Moncloa utilizando los canales legales que dicta la Constitución. No ha dado ningún golpe de Estado, como dicen los resentidos de la caverna. Sin embargo, de cara al pueblo, la legitimidad legal que ya tiene la tiene que alimentar con la que otorga el pueblo cuando se gobierna en libertad democrática. Si lo hace, y todo parece indicar que tiene buena predisposición a ello, se habrá ganado a los ciudadanos.
Señor Sánchez, le voy a recordar un hecho histórico que se le puede aplicar a usted. El primer gobierno de Adolfo Suárez fue muy criticado por muchas razones. Sin embargo, en el primer Consejo de Ministros, el Jefe del Estado les dio una indicación muy clara de cómo debían actuar a la hora de dirigir el proceso de transición de la dictadura franquista a la democracia: «Obrad sin miedo». Esto mismo le está pidiendo el pueblo después de 7 años de gobiernos conservadores que adoptaron medidas que fueron en contra de los intereses de los ciudadanos. Señor presidente, en estos momentos usted tiene la obligación moral de, precisamente, obrar sin ningún tipo de miedo hacia nada ni nadie. Sea ético, marque su línea de gobierno honesto para que los dictadores, públicos y privados, no confundan al pueblo. Si usted dudara de sus principios, España se hundirá en lo más profundo de la injusticia y de las miserables y traidoras conciencias. No se olvide de una cosa muy importante: «los náufragos no eligen puerto». Si usted abandona al pueblo se ahogará para siempre en la esclavitud de los miserables.