Más allá de rencillas coyunturales y estériles producidas por la tormenta perfecta que remueve el mundo en el ámbito de materias primas, transporte y energía, el Gobierno de España e Iberdrola están condenados a entenderse.
De hecho España, a través de la compañía que lidera Ignacio Sánchez Galán, se presenta hoy en Glasgow en el inicio de la Cumbre del Clima COP 26 como de los principales países activistas y defensores de la transición energética.
Esta imagen “verde” de nuestro país va necesariamente unida a la internalización exitosa de la centenaria Iberdrola, convertida hoy en la empresa líder mundial de energías renovables en el mundo. Según los datos que ofrece la compañía, en las dos últimas décadas se han invertido 120.000 millones de euros en renovables.
Lo que nació de una fortuita unión de la antigua Hidroeléctrica Española e Iberduero es hoy un emporio internacional que suministra energía a más de cien millones de clientes, con un negocio en un 70 por ciento procedente fuera de nuestras fronteras.
Ciertamente, la crisis energética mundial está suponiendo una coyuntura adversa que se manifiesta en una subida de precios, pero que tiene unas raíces más profundas tanto estructurales como geopolíticas. Resulta obvio que la subida de los precios de las últimas semanas de la energía eléctrica – pese a que mañana la luz tendrá el precio más barato desde el 7 de agosto – ha irritado a una opinión pública desconcertada sobre los vaivenes del Mercado.
En los últimos días hemos leído como países prósperos de la Unión Europea han puesto el semáforo en ámbar sobre los poco probables, pero sí posibles, apagones en el suministro. Otros países cercanos, como Francia, han reabierto un debate sobre la reutilización generalizada de la energía nuclear.
Mientras Iberdrola demolía hace solo unos días la central térmica de carbón de Velilla del Río Cabrión, no hay que irse muy lejos para observar como Endesa, por ejemplo, ha reabierto en As Pontes – Galicia una de las grandes plantas de producción que se abastece con este mineral. Repsol, de igual modo, esta semana hacía un guiño al uso de esa fuente de energía. Alineado con estas posiciones, alguna autonomía española, Valencia en este caso, recomendaba hacer reflexiones al respecto.
Ese horizonte “verde” que más de doscientas empresas y naciones del mundo dibujarán en Glasgow los próximos doce días, como se ve, tiene amenazas y nubarrones ciertos y cercanos.
La COP tendrá que hacer una reflexión al respecto ¿Es necesario dar pasos atrás en el horizonte verde que se fijó en la cumbre de París? ¿Qué hacer con los países, especialmente las superpotencias, que reniegan de la economía verde por sus mayores costes de inicio? ¿Cómo acomodar estas ambiciosas exigencias a los países más pobres?
Con sus claroscuros, la COP 21 (París 2015) alcanzó un acuerdo en el que todos los países firmantes se comprometían a reducir sus emisiones y a comenzar a tomar medidas necesarias para que la temperatura media mundial no aumentara en más de dos grados centígrados. Combatir, en definitiva, el calentamiento global de la tierra, calmando con ello sus gravísimas consecuencias tiene un precio.
Por ello, en esta COP que hoy se inicia se volverá abrir el melón de las acciones a tomar con un horizonte más ambicioso y necesario, el de restringir ese aumento de temperatura a 1,5 grados centígrados. Las opciones son limitadas: seguir en la misma dirección o hacernos trampas en el solitario. En esta respuesta, y volviendo al inicio, el gobierno de España, y con él el buque insignia que preside Galán, tendrán un protagonismo especial.