Entre los muchos títulos honoríficos y medallas que ostenta Felipe de Borbón y Grecia llama la atención que también se le llame “Rey de Jerusalén”. Curioso ¿verdad? Aunque parezca un poco rebuscado el que se le atribuya este honor tiene un por qué. Para saberlo hemos de viajar al pasado, a la época de las Cruzadas y fijarnos en la figura del último monarca que llevó este título: el emperador germánico Federico II (1194 – 1250).
Además de ser rey de Jerusalén, este monarca era igualmente rey de Sicilia, y cuando años después, en el siglo XIII, la siciliana Constanza II se casó con el aragonés Pedro el Grande, éste se llevó de rebote el título de rey de Jerusalén. Y como los años no se detienen, cuando los Reyes Católicos unieron dinásticamente los reinos de Castilla y Aragón, ambos monarcas heredaron el susodicho título. Pero entonces llegó el siglo XVIII y con él la Guerra de Sucesión (1700 – 1714), y al producirse la pérdida del reino de Sicilia se originó una fuerte polémica acerca de si los Borbones deberían seguir siendo reyes de Jerusalén después de haber perdido la isla. Todo quedó solventado cuando Carlos III regresó a España trayéndose con él título en disputa. Desde ese día esta mención honorífica pasa de rey en rey español hasta Juan Carlos I, y posteriormente a su hijo, el actual Felipe VI.