Lo que la ciudadanía española se juega hoy ejerciendo el voto no es la elección de un gobierno escorado a la izquierda o a la derecha, hay algo más: podemos perder la libertad. Parafraseando a José Saramago parecerá democrática pero será una dictadura. Invisible, sofisticada, porosa, pero dictadura al fin y al cabo. Si el trifachito acaba ganando, con todo el odio a los otros que llevan acumulando en sus cuerpos, la rabia de la victoria se convertirá en rabia de gobierno. Se creerán tocados por los dioses de la Historia para hacer y deshacer a su antojo. Más si cabe cuando, como han dicho en más de una ocasión, piensan incorporar a los neofascistas en el poder político.
Este escrito no es una paranoia, ni una hipérbole buscando cambiar dos votos, sino una advertencia seria sobre cuestiones que igual usted que lee estas líneas no había pensado. No es que vaya a llegar una dictadura como las del siglo XX, sino que será una dictadura nueva donde las libertades individuales y colectivas se verán mermadas y, en algunos casos, destruidas completamente. Aún está activa en España la Ley mordaza esa que prohíbe algunos derechos fundamentales como el de reunión y protesta cívica. Esto puede quedarse pequeño ante la actuación de los tres del trifachito. Las mujeres verán que su derecho a una vida digna se evapora frente al machismo inilustrado de estas cabezas huecas.
A los liberales les gusta la libertad negativa, esa que postula que el individuo cuanto menos cortapisas del Estado y la Sociedad tenga mejor se puede desarrollar. Por eso hablan de reducir la administración del Estado, sus competencias y dejar solamente las funciones judiciales, policiales/militares y las mínimas gubernamentales. Sólo así, entienden, la persona puede vivir en libertad. Algo que, paradójicamente, lleva a la ley del más fuerte y convertir las sociedades en una película de Spaghetti Western llenas de muertos. Quien más fuerza tiene, siempre y cuando no cometa un delito eso sí, se impondrá sobre los demás en todos los ámbitos de la vida. Pero los liberales piensan que así son más libres. En caso de conflicto acudir a la Judicatura y que allí se dirima el problema, sin contar con que quien es más fuerte puede, como se ha demostrado a lo largo de la Historia, vencer hacia su lado a la justicia.
Partiendo de esta premisa, que está en el núcleo ideológico de los partidos del trifachito, todas las libertades que tengan que ver con algo que vaya más allá del individuo y la convivencia mínima desaparecerán. Nada de derecho a la huelga, a manifestarse o a reclamar derechos como grupo. Los grupos no existen y carecen de derechos así que los colectivos LGTB, de Mujeres, de grupos étnicos, de grupos lingüísticos, etcétera verán como sus derechos desaparecen en nombre de una falsa libertad. Porque tampoco el individuo en sí gozará de mayor libertad, ni de mayor autonomía.
Si algo hemos aprendido a lo largo de la Historia es que los poderosos de cada época son los que realmente acaban mandando y controlando a la sociedad. Hoy en día, la clase dominante no sólo domina por un control de los medios de producción sino, también, por el control de todo el proceso de las relaciones sociales, incluidas las relaciones Estado-Sociedad. La ideología dominante es gestionada y financiada desde el bloque en el poder mediante sus medios de comunicación, mediante las sentencias judiciales o mediante el control del proceso político. La sociedad del espectáculo promovida por el establishment oculta la realidad de lo que acontece en muchos aspectos, principalmente en lo económico-social, generando una anomia social. Cuando existe una rebelión, ese ser rebelde que niega la realidad para transformarla, no dudan de ejercer el poder contra esa rebelión. Y el trifachito español llega para ejecutar esas órdenes de la clase dominante.
A estas órdenes hay que añadir que los tres candidatos tienen una personalidad claramente autoritaria. En el caso del neofascista mucho más aparente que la de los otros dos. Pero el candidato naranja, con esa pretensión de prohibir a los que no piensan igual que él, con esos cordones sanitarios que establece, con esa energía y aceleración, lo que demuestra es que, de poder, sería feliz como gran César. El candidato de la reacción azul no sólo sufre de mitomanía sino que es obvio que su personalidad es autoritaria. Sólo hay que ver el odio con el que habla de las personas de izquierdas; cómo quiere imponer la realidad que habita en su cabeza (que no deja de ser producto de su propia deriva mental) a todas las personas; cómo cosifica al enemigo para deshumanizarlo y, desde esa cosificación, poder destruirlo empleando todo el poder a su disposición. La muerte social, la censura y la transformación del disidente a sus ideas en un no-ser es el camino más rápido para eliminar la libertad y a la persona.
Alentados por una clase dominante que no desea ni por asomo un giro a la izquierda en las políticas implementadas en España, los del trifachito han llegado a exagerar tanto sus posturas que están más cerca de la dictadura que de la democracia. Catalanes y vascos perseguidos por pensarse identitariamente de forma distinta; mujeres sometidas al albur de los deseos del patriarcado sin posibilidad de llevar una vida autónoma; gentes de izquierdas perseguidas en listas negras por pensar distinto; negación de la autonomía personal como forma de alcanzar la libertad; y una explotación laboral como si se viviese en una dictadura bananera. No sólo quieren quitar la libertad, sino explotar a la clase trabajadora hasta someterla completamente. En cuanto ha asomado la cabeza, la clase dominante ha sacado de la manga al pseudoliberalismo populista naranja y al neofascismo.
El ser humano para ser libre debe tener autonomía personal y eso no lo ofrecen los partidos del trifachito. Ni quieren que tenga una protección sanitaria, ni quieren que haya igualdad de oportunidades, ni quieren que protesten, ni quieren que decidan hacer su vida sobre sus propios parámetros. De hecho, siendo tan españoles, no permiten que las personas sean españolas, patriotas, de la forma que hayan decidido, sólo se puede ser español tal y como ellos han decidido. Y si a una mujer la dan una paliza volveremos a ver aquello de “algo habrá hecho”. Cuando la violencia no es machista sino doméstica, como postula el sinsorgo azul, eso significa que debe arreglarse en la oscuridad de lo íntimo, lo que genera la muerte social y la pérdida de autonomía de la mujer. Por cosas así hoy podemos perder la libertad por un voto.