Tras la debacle ha llegado la sorpresa de todas esas personas que no se explican cómo es posible que las personas no voten a la izquierda y concedan más de setenta escaños a las derechas en Andalucía. El movimiento hacia una sociedad conservadora es uno de los apuntes leídos; la estupidez de alegrarse porque el PP no meta en el gobierno a Vox también ha circulado libremente –con Adriana Lastra como mayor portavoz de tal estolidez-; el tópico de que las personas votan mal ha salido de las filas moradas (cuando menos de sus adalides en redes sociales); y, por último, la famosa abstención (da igual versión se han quedado en la playa o se han quedado en casa porque están a gusto con la derecha).
Nadie parece pensar que igual la culpa es las propias izquierdas. Acusar de todo a uno de los aparatos ideológicos del Estado, la prensa, es la salida fácil. Mirar que las cuatro campañas avisando del peligro de la ultraderecha, lo que podría mover el voto hacia el partido mayoritario, han fracasado ni se valora. Y pensar que el Gobierno nacional pueda hacer las cosas mal es ya utópico. Excepto en la parte podemita que siempre es culpa todo del PSOE porque es una derecha disfrazada. Ya se advirtió ayer que si las personas de izquierdas se abstienen, votan en blanco o cambian su voto es principalmente culpa de las izquierdas. Más cuando la acción gubernamental no parece cuajar entre la población.
Entender a las personas
En toda disputa política intervienen, cuando menos, cuatro factores: la situación personal de cada uno; la práctica política de los partidos (en gobierno u oposición); la influencia de los aparatos ideológicos en el Estado; y los aspectos éticos/morales. La situación personal de cada uno es, como pueden entender, sumamente diversa, pero los otros puntos están entrelazados y pueden existir compensaciones entre los perjuicios y los beneficios de la acción de cada partido. Por ejemplo, el PP puede estar destrozando la sanidad y la educación públicas en la práctica, pero su acción queda compensada por el trabajo de los aparatos ideológicos y la concordancia entre los valores que dicen defender y la acción. Si alguien piensa que votando al PP va a apoyar lo público es que está engañado desde antes. A esto habría que sumar lo que hacen o han hecho los demás cuando han gobernado, si la diferencia no es muy grande el voto puede cambiar, si hay choque puede cambiar siempre y cuando la alternativa sea creíble y responsable.
El problema viene cuando la alternativa ni es creíble, ni es responsable, ni tiene una práctica en consonancia con los valores que dicen representar, ni su componente ideológico es comprensible o aceptable para la mayoría. ¿Ustedes piensan que se puede ganar en Andalucía pensando que el andalucismo (como identificación regionalista y dual con el españolismo) debe pasar por el califato Omeya o por los vestidos de gitana? Un ejemplo de un proyecto incomprensible cuando, además, se dicen defensores de la clase trabajadora. Y así pueden sacar ejemplos para cada región o ciudad, especialmente donde las izquierdas no son regionalistas sino nacionalistas, léase Valencia, Euskadi, Cataluña o Galicia.
La práctica política
Dicen que el Gobierno ha hecho muchas cosas “chulísimas” por la clase trabajadora: como subir el SMI o los contratos indefinidos para acabar con la precariedad. Subir el salario mínimo siempre es beneficioso si el sistema económico lo aguanta. Si ustedes piensan en grandes empresas y muchas medianas, no hay duda que se puede subir; si piensan en autónomos y pequeñas empresas las cotizaciones (porque Hacienda no baja un euro) comienzan a asfixiar al empresario que tiene que subir los precios. No se habla de empresarios millonarios, ni nada por el estilo, sino personas con una tienda, una peluquería, un bar modesto, etc. El problema no es el salario para el trabajador, sino todo lo que hay detrás que normalmente no se ve. Más en una situación de crisis económica a causa de la pandemia.
¿Qué acaba ocurriendo? Que se dispara la inflación (cabe recordar que, mucho antes de la guerra en Ucrania, ya estaba entre el 5 y el 8%) y la subida salarial acaba engullida. No es que no haya que subir el SMI es que hay que saber cuándo hacerlo y no en vistas a marcarse un tanto en un momento dado. Esto provoca enfado en las personas que ven cómo lo que era un beneficio queda en nada. Y si cuentan como un enorme éxito el que los contratos sean indefinidos y no por obra y servicio es que llevan sin pisar un trabajo privado muchos años. Con lo sencillo que es despedir, reconociendo que es improcedente o acogiéndose a un generoso ERE, tener un tipo de contrato u otro no mejora la precariedad.
¿Qué ocurre en España? Que las personas de izquierdas no son idiotas (tampoco las de derechas por mucho que usted lo piense) y observan que la práctica del Gobierno otorgando un beneficio por un lado pero que queda en nada por la inflación, la subida de los productos energéticos, los costes de vivienda, los costes de transporte (RENFE, empresa pública, ha subido sus precios de forma desorbitada y ha quitado frecuencias horarias en la España periférica) y demás costes festivos (las personas necesitan disfrutar de la vida), lo normal es decidir no votar o cambiar el voto. Cuando te pueden despedir fácilmente, ningún papel firmado es un alivio. Y esto no es lo peor.
Lo ideológico y cultural
Cuando Ana Iris Simón alabó, desde la izquierda, las tradiciones del común saltaron como con un resorte todos los “ideólogos” de la izquierda patria. No se puede ser de izquierdas y salir con la procesión de “tu” santo o virgen. No se puede ser de izquierdas y querer tener una familia con dos o tres críos. No se puede ser de izquierdas y sentirse español. No se puede ser de izquierdas y querer mantener un sentido de comunidad. Hay que ser de izquierdas como cinco o seis majaretas, hasta arriba de LSD u otras sustancias psicotrópicas, han decidido en una universidad norteamericana, francesa o española. Y sus coletazos en las columnas de los periódicos “progres”. Esa desconexión entre la práctica habitual y lo ideológico es parte del problema de la izquierda.
Todo debe ser gayfriendly, transfriendly, inmigrantfriendly y demás zarandajas. En realidad a casi nadie le importa con quien se acuesta cada persona, ni si son del mismo o diferente sexo, pero hay que tragarse toda una agenda y una serie de leyes que son “políticamente correctas” y punitivas. Esto es algo extendido en casi todos los partidos, el problema es cuando aparecen todos esos gays haciendo campaña, incluso dentro del PSOE, por los vientres de alquiler. ¿Piensan que una persona trabajadora va a aceptar que su hija acabe siendo (potencialmente) la vasija de una pareja de burgueses? ¿Piensan que la clase trabajadora va a permitir la explotación de una mujer a manos del capitalismo reproductivo? Y otro tanto sucede con la prostitución, esa que apoya tan felizmente Podemos y amiges. Por no hablar de toda la agenda transgenerista que es un ataque a la mujer con bastantes toques de misoginia. ¿Cuántas mujeres no habrán dejado de votar por esto?
¿A quién pretenden engañar?
Los cambios en el lenguaje, la performatividad, las cadenas de significado, la decolonización, la agenda 2030 y demás postulados de la izquierda echan para atrás a cualquier persona sensata de clase trabajadora. ¿Ser de izquierdas supone aceptar la globalización (deslocalización) de tal forma que en España ya ni se fabrican los orinales? ¿Ser de izquierdas supone no poder desplazarse en la España periférica porque no se tiene dinero para un coche eléctrico? ¿Ser de izquierdas supone que hay que hacer todo por interné, destruyendo empleos, perjudicando a los mayores y a aquellos con menos recursos? ¿Ser de izquierdas es tragarse que las élites hagan y deshagan a su antojo mientras el pueblo cada vez está más reprimido? ¿Ser de izquierdas es aguantar este Estado de excepción en que el capitalismo financiero y globalizado ha llevado a Occidente?
Que llegue a haber una revolución es complicado pero igual las personas de izquierdas están cansadas de que les digan que hacen todo mal; que piensan mal; que sentirse españoles es mal, que hay que ser nacionalista para que la élite del lugar te explote en el propio idioma; que la fraternidad es tragar con una mezcolanza cultural que nadie quiere (la interculturalidad es un invento como se ha visto en la práctica), ni entiende (esas batucadas reivindicativas son mortíferas); que los buenos y los malos ya los han elegido por ustedes; que lo espectacular es una realidad… Normal que acaben todas esas personas en su casa o votando al contrario para evitarse cantinelas completamente ajenas al día a día de cada uno. Y lo peor, cuando se les reprocha cualquier aspecto material acaban recurriendo a que todo es complejo –dicho por Yolanda Díaz y Rafael Simancas-. Compleja es la teoría de sistemas de Niklas Luhmann, no bajarse los pantalones frente a los poderosos.
Esto es solamente una muestra de muchos más aspectos y podredumbres de las izquierdas políticas. Fíjense que la unión de toda la izquierda francesa (Insumisos, socialistas, verdes y comunistas) ha logrado 147 escaños en el parlamento y Le Pen 90. Un indicador de que las personas acaban buscando alternativas más cercanas a su forma de ser como contestación. ¿Por qué? Porque las instituciones intermedias (principalmente partidos y sindicatos) ya no ejercen su labor tradicional reivindicativa, formativa y contrainformativa. Hoy cualquier partido no es más que una plataforma de cargos políticos, con un dirigente máximo al que ni se le rechista y con el número suficiente de pagacuotas y tuiteros a tiempo parcial para explicar lo que el jefe decide que hay que explicar. Y los sindicatos de clase pues…
¿Qué es la izquierda? Un posicionamiento geográfico respeto a un centro. Ahora bien, ¿cuál es su contenido económico-social? Esto es lo real-concreto, si defiende la propiedad privada y el saqueo del trabajo a través del beneficio, ¿en que se diferencia de los reaccionarios? Solamente en la teatralidad. Sus intereses económicos profundos son idénticos, salvo sus posicionamientos sobre algunas libertades civiles; ej: aborto, eutanasia, el sexo,… Una pregunta: ¿Donde están los 40.000 millones entregados a la banca por no saber trabajar? ¿Y sus intereses? En el fondo del mar, materile, materile…
Como denominar a estos partidos que predican como los clérigos para los necios pero actúan en defensa de los oligarcas.