Tras la debacle ha llegado la sorpresa de todas esas personas que no se explican cómo es posible que las personas no voten a la izquierda y concedan más de setenta escaños a las derechas en Andalucía. El movimiento hacia una sociedad conservadora es uno de los apuntes leídos; la estupidez de alegrarse porque el PP no meta en el gobierno a Vox también ha circulado libremente –con Adriana Lastra como mayor portavoz de tal estolidez-; el tópico de que las personas votan mal ha salido de las filas moradas (cuando menos de sus adalides en redes sociales); y, por último, la famosa abstención (da igual versión se han quedado en la playa o se han quedado en casa porque están a gusto con la derecha).

Nadie parece pensar que igual la culpa es las propias izquierdas. Acusar de todo a uno de los aparatos ideológicos del Estado, la prensa, es la salida fácil. Mirar que las cuatro campañas avisando del peligro de la ultraderecha, lo que podría mover el voto hacia el partido mayoritario, han fracasado ni se valora. Y pensar que el Gobierno nacional pueda hacer las cosas mal es ya utópico. Excepto en la parte podemita que siempre es culpa todo del PSOE porque es una derecha disfrazada. Ya se advirtió ayer que si las personas de izquierdas se abstienen,