En este tiempo de mentiras prefabricadas, de estupideces de los políticos, de meapilas wagnerianos, de llegada de los neofascismos y de dominio de todas las actividades humanas por la bioideología capitalista parece que los principios se han olvidado. Al menos aquellos principios democráticos que surten los valores comunes que deberían sustentar esta democracia liberal imperfecta. Algo que escandalizaría y haría temblar los cimientos de cualquier régimen político occidental parece que en España es tomado como un simple suceso, como algo chusco, como algo sin importancia. Y la verdad es que, pensándolo bien, lo que se ha producido con la conspiración contra Podemos es un verdadero golpe de Estado. Un intento de subvertir la voluntad popular en beneficio de unos pocos, en este caso el PP, Ciudadanos y la clase dominante, y limitar la democracia.

Explica en su último libro Francis Fukuyama (Identidad, Deusto), un pensador del establishment y liberal por lo que no es sospechoso, que los dos pilares de la democracia liberal están vinculados a la dignidad de las personas mediante la libertad y la igualdad. Libertad del poder estatal y para poder elegir libremente la participación política mediante el voto a uno u otro partido (una visión simplista que nos sirve para