Cuando cualquier político tiene que gobernar mediante pactos suele acometer aquellos con los grupos que le son más cercanos (por los motivos que el contexto marque). Puede darse el caso de pactar con un antagonista por motivos de urgencia o extrema necesidad (como el Compromiso Histórico entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista en Italia), pero son pactos de mínimos y breves. Ahora bien, lo que cualquier gobernante hace cuando pacta es evitar que los socios, por minoritarios que sean, converjan en sus posiciones. Se evita así que los demás pacten entre ellos y le impidan llevar a cabo su propio programa.

En el caso español actual lo anterior no se ha producido. Pedro Sánchez no ha pactado la investidura y legislatura con partidos que sean cercanos a sus propuestas. Se puede pensar que Sumar ha quedado como una sucursal pija, woke o como quieran llamarla del PSOE, pero no hay que ser tan incrédulos. Algunos aspectos son similares, especialmente respecto a la postración ante las élites globalistas, pero en otros, que son esenciales según el contexto, no. Sumar está más cerca de ERC y de EH Bildu en temas esenciales a la igualdad entre españoles que del PSOE sanchista.

Por mucho que saquen a colación el eslogan, porque es mero eslogan, del progresismo (ese significante vacío) como hilo conductor de la amplia coalición, la realidad es que el PNV y Junts son de derechas. Conservadores, libertarios, liberales, tradicionalistas o lo que quieran utilizar esos partidos según el momento electoral o político que les convenga. Sánchez debe pactar a izquierdas y derechas cuestiones que pueden llegar a ser antagónicas. ¿Logrará sacar adelante sus apuestas “sociales”? ¿A qué coste, pues necesita todos los votos, no unos sí y otros no como en la anterior legislatura?

A más, a más, lo normal es que le acaben haciendo la envolvente desde los dos sectores. Los independentistas, como su calificativo indica, tienen algo en común muy importante. Da igual el gradualismo de la consecución de la independencia que tangan los distintos grupos, todos la quieren y a ello van a poner su empeño. Todos apoyarían un referéndum catalán, el cual podría aplicarse también en el País Vasco (en esto Sumar está muy de acuerdo). Tendría a todos los grupos del acuerdo contra él en esta u otras cuestiones similares en mayor o menor grado. Pero es que ya han avisado de la posible envolvente a diestra y siniestra.

ERC y EH Bildu se han reunido y han participado en jolgorios independentistas (donde se han alabado a los terroristas etarras). Ya están coaligados por la izquierda del independentismo con propuestas y objetivos comunes. Una envolvente. PNV y Junts también se han reunido por el otro lado con las mismas aviesas intenciones. Tiene, entonces, Sánchez dos frente unidos a izquierda y derecha. Los normal es que EH Bildu-ERC hostiguen por un lado (con el añadido de Sumar que está presto a sumarse a este lado del tablero), mientras que Junts-PNV lo haga por el otro. Y todos juntos en lo referente a sus cosas de independentistas.

Sánchez, pese a su presidencia y su grupo mayoritario, se verá acogotado por ambos frentes de la coalición y tendrá que tragar con todo lo que le pidan, salvo que acabe pactando siempre con el PP. Cosa harto difícil por como están las cosas. Lo harán, sin duda, respecto a alguna cuestión, pero Sánchez en lo que es la rutina legislativa estará completamente condicionado por la envolvente de aquellos que sí tienen entre ellos cosas en común. Lo que pidan algunos muy por la izquierda será vetado por la derecha y viceversa. Y así, no hay nadie que pueda gobernar, no ya con placidez sino con solvencia. Lo pagarán todos los españoles.

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