¿Qué hay de cierto en esa opinión comúnmente extendida de que el político corrupto, tras cumplir una pena más bien breve y benigna, sale de la prisión con un buen pellizco bajo el brazo (producto de años de robo y saqueo) para gozar holgadamente de un retiro dorado? Lamentablemente, la experiencia nos dice que no nos faltan razones para desconfiar y hasta para pensar mal. Luis Roldán jamás devolvió el dinero que robó a la Guardia Civil; el banquero Mario Conde consiguió ocultar un buen remanente del Banesto (hasta 14 millones) con el que fue tirando durante un tiempo; y ahora la nueva hornada de presuntos corruptos del PP que nos llega, los Bárcenas, González, Granados, Matas o Rato, parecen seguir los mismos pasos que sus antecesores en la ocultación de un patrimonio amasado ilegalmente y que no les pertenece. Quizá por ello, al ciudadano ya no le basta con que los detenidos acaben en cárceles de alta seguridad que más bien parecen hoteles de lujo con piscina y gimnasio, sino que exige saber qué ha sido de su dinero y la restitución de lo robado a las arcas públicas.
Lamentablemente, esta exigencia ciudadana rara vez se ve satisfecha, ya que los prebostes del Gobierno popular implicados en los últimos escándalos, esos mismos gobernantes que van de fervorosos patriotas pero que tienen el dinero bien amasado en Suiza o en las Caimán, disponen de los mejores abogados, de buenos contactos en el extranjero, de fieles testaferros, de sociedades offshore que se pierden en refugios caribeños y de suficientes herramientas financieras como para poner a buen recaudo su botín hasta que, una vez saldada su deuda con la Justicia, llegue el día de salir de prisión y gozar de su ilícita fortuna.
Hasta el momento las medidas que se están adoptando para tratar de restituir los fondos sustraídos al erario público, como la puesta en marcha de la Oficina de Recuperación de Activos –un organismo dependiente del Ministerio de Justicia, pero escasamente dotado de personal, ya que hasta hace poco solo contaba con un empleado a media jornada– no parece que vayan a dar los resultados esperados, al menos a corto plazo. Lo cual resulta alarmante, ya que si repasamos uno por uno cada caso de corrupción del PP que se ha enjuiciado a lo largo de 2017 llegaremos a la conclusión de que, por desgracia, los malos casi siempre ganan y terminan saliéndose con la suya en su ambición desmedida por quedarse con una parte del tesoro que robaron en su día.
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