Mientras Pablo Casado intenta no parecer más incapaz de lo que es en realidad, está el PSOE preparando sus congresos (a nivel nacional, regional y provincial) para afrontar el siguiente año político con todo más o menos claro, no vaya a ser que la mala suerte provoque nuevas elecciones generales. Ese es el deseo expreso de Pedro Sánchez, el cual ha manifestado en privado a su círculo más cercano y a algún que otro barón regional. En la mayoría de las regiones está todo el pescado vendido, salvo donde los anteriores secretarios generales no volverán a repetir, donde han dimitido por incapacidad (Madrid) o donde hay un importante jaleo producto del cainismo propio de la región (Galicia). Estas renovaciones se han realizado mediante eso que catalogan de primarias y como el mecanismo más democrático del mundo. En realidad son caucus porque no están abiertos los procesos a la población en general, pero tampoco hay necesidad de confundir a las personas con tecnicismos… de momento.
Las famosas primarias (que el PP no se ha atrevido a realizar, cabe recordar) no son más que un producto que encaja perfectamente en la sociedad del espectáculo actual. Individualismo, búsqueda de ídolos pop o influyentes, laminación del discurso político en favor de relatos emocionales y todo aquello que a ustedes les acaba apestando de la política. Esto no es culpa del PSOE en sí, es más bien culpa de pensadores de tres al cuarto que importan mecanismos de elección del extranjero sin tener en cuenta, uno, la cultura política del país receptor y, dos, el sistema político propio. Así se importa un mecanismo perfecto para elecciones uninominales (fíjense que en EEUU siempre hay un dúo de personas en la elección presidencial y por algo es) por parte de la ciudadanía a un sistema parlamentario y un sistema congresual de debate, negociación (pluralismo) y elección militante. ¿Qué podía salir mal? Pues está claro, un exceso de divinización, un exceso de poder sin contrapoderes, la entrega de la política común a una sola persona y la laminación real de la militancia que queda para elegir a una persona de la que tendrá que aceptar ejecutiva, programa y acción política sin rechistar. La personalización de la política.
Seguramente muchos de los que leen estos párrafos estuvieron presentes en las elecciones primarias que llevaron a la victoria de Pedro Sánchez sobre Susana Díaz. Muchos de ustedes se dejarían el alma en aquella pelea. También muchos de ustedes verían a personas que viajaron por toda España, que impulsaron plataformas, que se dejaron sueldos por la causa y que luego desaparecieron de la faz de la tierra socialista sin caber en una mísera ejecutiva de una cincuentena de personas. Se asombrarían al descubrir a personajes que no hicieron nada pero son de algún lobby que debe aparecer para aparentar, o al descubrir cómo una vez conseguido el poder se trabajó para desmontar el poder militante. Hoy ni eso les queda. Por lógica, siendo presidente del Gobierno, no cabe montarle a Sánchez unas primarias, pero…
En Madrid, por utilizar un ejemplo de la realidad, hay unas primarias entre Juan Lobato y Francisco Javier Ayala, principalmente (los otros dos candidatos no cuentan con respaldo suficiente). Ahora se está conociendo lo que proponen como futuros secretarios generales del PSOE de Madrid (otra cuestión es que no les ilusionen, pero eso no es culpa de quien escribe). Hablan en primera persona, comentan lo que desean en primera persona y hacen alusión a la formación de un equipo que llevará la ilusión a la ciudadanía. ¿Qué equipo? Ustedes o los militantes madrileños pueden intuir quién podrá estar al lado de Lobato o de Ayala (en algún caso también se pueden asustar con ello), pero no es nada seguro. Cuando vote la militancia madrileña le estará entregando una carta en blanco (más con el reglamento perpetrado por Félix Bolaños y compañía) a una persona para que haga y deshaga. En el posterior Congreso, por no llamarlo convención que sería más apropiado, quien venza elegirá con total libertad su ejecutiva y la militancia no podrá decir nada. Chitón. Peor es casi a niveles provinciales más pequeños donde el futuro secretario general no tiene que mojarse con este o aquel alcalde o diputada. Ahí está el engaño y la quiebra democrática.
Dado que el sistema español no es de elección unipersonal, las primarias del PSOE deberían ser, para tener un sentido democrático acorde a la deliberación y el consenso del sistema, mediante la elección de Ejecutivas al completo. Lo primero, cada militante sabría perfectamente quiénes son los que acompañan al futuro secretario general (en nuestro caso quién está detrás de Lobato o Ayala realmente). Quien, por otra parte, tendría que hacer un ejercicio de diálogo y acuerdo real (no un promesas que se llevará el viento) con militantes y dirigentes para conformar su candidatura. De esta forma se sabría con anterioridad si éste o aquél que cae bien o cae mal, o lleva toda la vida mamando del cargo, y lo mismo en las demás candidaturas va en una candidatura u otra. Se tendría una amplitud de perspectiva política práctica muy clara. No es lo mismo que esté dentro de la ejecutiva una feminista o una transgenerista, por ejemplo. Esto sería más democrático porque, además, se elegiría directamente a una ejecutiva que, gracias al reglamento, está blindada sin razón. Se votaría a los responsables de la política del partido como equipo. La soberanía no se cedería una sola persona sino que sería compartida y todas las personas de la candidatura electa tendrían una legitimidad de origen basada en el voto democrático y no el dedo pontificio del secretario general.
En muchas provincias esos caciques locales que siempre acaban en las ejecutivas directa o indirectamente tendrían que mojarse. Esos que dan los sobres de votación a la entrada de la agrupación o lugar de votación tendrían que poner la cara y arriesgarse a que se la partan, claro. Ya se ha probado, en estos últimos días, que delegados y delegadas de casi todas las provincias ni eran conocidos cuando se les eligió y eso es un menosprecio populista, individualista y democrático. Lo mismo sucede con las primarias tal y como están planteadas desde hace años. Si no se pueden elegir las ejecutivas, ni los delegados, la democracia interna se resiente. En este 40° Congreso realmente van a ir delegadas y delegados que ya estaban elegidos antes del simulacro de votación de la lista única (lo que ha hecho el PP toda su vida, por cierto). ¿Es esta la democracia por la que pelearon las plataformas? ¿Es este un mecanismo democrático? ¿Para qué convocar congresos si una persona decide por todos y en realidad la ponencia resultante tiene el mismo valor que el plástico exterior de un helado? Las primarias tal y como están diseñadas son una estafa democrática. Luego se preguntarán por la ausencia de juventud en el PSOE (¿ven todas esas fotos de actos repletas de canas?). Si la obligan al trapicheo desde el partido (sin contar JJSS que es un grupo de formación de silloneros) para poder tener una voz ¿qué esperan recibir? Por no hablar de la laminación de la pluralidad ideológica que queda expulsada prácticamente en todo el territorio. Porque lo que Sánchez puede hacer a nivel nacional, lo hacen los demás a nivel regional o provincial.