Haciendo la gira de contraprogramación de Rodríguez y Maíllo, y también de Ciudadanos, ha acudido Susana Díaz a Málaga. La invitación de Diario Sur para que ofreciese una charla era la mejor excusa para intentar reducir la presencia de sus principales adversarios políticos (no, Juanma tú ya eres “ná” para ella). Tenía alguna cuenta pendiente con el alcalde De la Torre que se quería cobrar a causa del metro malagueño, pero en su ambiente andaluz no podía dejar la social-liberal de lanzar alguna que otra puya al gobierno de su “archienemigo” Pedro Sánchez. Porque para Díaz da igual que sean del mismo partido. El día que le pintaron la cara las bases del PSOE perdió el sentido de partido que tanto solicitaba durante las primarias. Claro que el presidente tampoco ha tenido mano izquierda con algunos nombramientos. Alguno de los cuales han provocado algún que otro enfrentamiento interno (como el mantenido con Guillermo Fernández Vara).
El caso es que no queriendo hablar del gobierno del Estado se ha lanzado a mandar toques y puyas al presidente del Gobierno, incluyendo un “recadito” para quien fuese su consejera de Hacienda, María José Montero, a la que ha pedido “sensibilidad” con Andalucía. Vamos, en román paladino que quiere 1.000 millones más para financiarse. Se espera que no sea para hacerlo tan mal como con la Sanidad, pero justificando esa crítica al gobierno estatal ha reconocido que no han sido capaces en todos estos años de subir la renta per cápita de los andaluces, ya que ha pedido que “a las regiones que tenemos una renta per cápita menor, no se nos condene o a tener servicios de peor calidad o a renunciar a ese horizonte competitivo que nosotros estamos en condiciones de protagonizar”.
Necesita ese dinero para el salto cualitativo que va a dar Andalucía porque el crecimiento actual es fruto de “una planificación conjunta del tejido productivo, del Gobierno y las instituciones, también de nuestras universidades y de la capacidad de emprender”. Eso sí, fomenta la precariedad entre los empresarios como ya se contó en estas páginas. Un dinero para infraestructuras que no podrán ser “subastadas” en el Congreso de los Diputados, sino que deben corresponder a las necesidades que decidan los gobiernos regionales, es decir, ella. Si M. Rajoy la hubiese hecho caso el Corredor Mediterráneo no existiría en Andalucía porque en San Telmo se apostaba por Algeciras-Madrid. De todas formas esas infraestructuras no piensa pagarlas la Junta, deberán ser otros las que abonen las cantidades ¡y nada de detraer de los 1.000 millones solicitados! Pero por pedir que no quede.
El caso es que salvo su postura con la financiación, no ha tenido ningún tipo de escrúpulos en lanzar puyas a Sánchez. Respecto a la Memoria Histórica ha pedido que sea una memoria que no mire al pasado sino al futuro. Aparte de la boutade que significa hablar de una memoria hacia el futuro (no se lo tomemos en cuenta que tardó mucho en sacarse la carrera porque estaba de “botellonas”), se posiciona con la derecha más rancia. Aunque lo curioso es que, quitando lo que comparten de exhumar las cunetas, la Memoria Democrática de Díaz trata temas más recientes que la ley que impulsa el gobierno de Sánchez. Lo que ocurre es que tocar la tumba de Queipo Llano en “su” Macarena no le gusta. Por eso no quiere mirar al pasado.
La presidenta de la Junta ya advertido al presidente del Gobierno que piensa acudir a Moncloa a apretarle las tuercas, nada de “hacerse una foto”. Dinero, reforma constitucional donde quepan todos no unos pocos (como si fuera posible lo contrario) y más dinero. Porque ella si tiene un gobierno estable, no como Sánchez que sólo tiene 84 diputados y con eso no se puede gobernar. A diferencia de España, Andalucía es una región “fiable y que genera confianza” porque tiene una presidenta con muchos diputados. Sánchez está en la inestabilidad, en la volatilidad de las cosas y no como ella que tiene en un guantelete de hierro a Andalucía.
Eso sí, como les pasa a Ciudadanos habla más de la cuenta y ha dicho que esta inestabilidad y esas cosas del gobierno de Sánchez impide que se tome en serio “la inmigración, el cambio climático, un sistema público de pensiones sostenibles, el uso de las energías renovables o los cambios demográficos y su impacto en asuntos como el mercado laboral”. Justo, precisamente en lo que está trabajando el gobierno estatal. Y que Sánchez se apriete los machos porque será igual de reivindicativa contra él como lo fue contra Rajoy. Se envolverá en la verdiblanca y llegará a Madrid a apretar las clavijas a todo el mundo, con los mismos resultados que con Rajoy… CERO.