Leonel Fernández se ha convertido en lo que se ha dado en llamar «un todólogo». Él pretende presentarse ante el pueblo dominicano como el hombre que lo sabe todo, que tiene todas las soluciones para resolver los problemas de la ciudadanía. Sin embargo, esa estrategia de trumpismo radical se cae en el momento en el que no hace propuestas constructivas.
El expresidente dominicano habla del pueblo como si el pueblo fuera un ente extemporáneo a la realidad del día a día. Habla de los supuestos errores del gobierno de Luis Abinader pero jamás incide en lo que él haría si fuese nuevamente presidente del país. Todo lo más, hace referencia a lo que él hizo cuando gobernó y, evidentemente, ahí sus palabras le desenmascaran.
La oposición que está ejerciendo Fuerza del Pueblo es verdadero humo, nieblas que se deshacen en el aire con la brisa que emana de los efectos del gobierno de Luis Abinader.
El ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, y dirigente del PRM, Franklin García Fermín, hizo en estos días un análisis muy certero de lo que está haciendo Leonel: «Hay una oposición desacreditada, que no tiene credibilidad en el país y quiere aprovecharse de las circunstancias para hacerle daño a un Gobierno y un presidente que es decente y que trabaja sin desmayo».
El análisis de García Fermín es muy certero porque muestra en pocas palabras lo que el populismo de Leonel Fernández pretende: aprovecharse de la situación de crisis global para culpar a Luis Abinader de algo en lo que no tiene responsabilidad ninguna. El ansia de poder puede convertir a los hombres en seres obtusos que harán lo que haga falta por conseguir sus objetivos. Caiga quien caiga.
Por esta razón, a Leonel le dan igual las dificultades que están soportando las familias por la inflación importada de la que Abinader no es responsable, sino que es un elemento que se está dando en todos los países del mundo, y que está provocando, por ejemplo, en la Unión Europea o Estados Unidos, que se apliquen políticas monetarias que van en contra de los intereses de las clases medias y trabajadoras con tal de frenar esa inflación. La Administración Abinader no ha hecho eso, sino que está buscando y aplicando todas las herramientas posibles para que el impacto sobre la ciudadanía sea el menor posible, dentro de las posibilidades del Estado.
En una situación de crisis internacional las formas de gobierno demuestran qué es lo eficaz y lo que no. El Fondo Monetario Internacional (FMI) da las claves para que el pueblo dominicano pueda comprender que Leonel Fernández no es más que un producto de sí mismo.
En un escenario similar, tras la quiebra de Lehman Brothers en el año 2008, el PIB de República Dominicana, bajo el gobierno de Leonel Fernández, descendió 6,5 puntos básicos y se situó en 2009 en un pírrico crecimiento del 0,9%.
Sin embargo, Luis Abinader asumió la presidencia con una ratio de crecimiento de -6,7% por la mala gestión de Danilo Medina de la pandemia y en sólo un año llevó el crecimiento económico al 12,3%, es decir, un 19% total positivo. Con la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania y las dificultades globales, Abinader, según los datos del FMI, ha logrado que República Dominicana sea uno de los países de Latinoamérica con un crecimiento más elevado, en concreto, con un 5,3%, tendencia que, en base a lo indicado por el Fondo, se mantendrá hasta 2024.
Esto son hechos y no palabras huecas, como las que llenan las interminables prédicas de Leonel Fernández, a quien le interesa que la guerra de Ucrania se alargue, si es posible, hasta 2024. Sin crisis energética, sin inflación importada, Leonel no es nadie porque no tiene credibilidad de ningún tipo.
Negar lo evidente, como hace el líder de Fuerza del Pueblo, es hacer una oposición vacía basada en la manipulación, la opacidad y la falta de transparencia. Por eso, Leonel es un peligro para el pueblo, mucho más que la situación económica mundial porque, Dios no lo quiera, si regresara al Palacio Nacional, no tendría forma de cumplir nada de lo que prometa porque el humo jamás se transformará en hechos y las mentiras nunca podrán ser verdad.