En la vida profesional y política de Florentino Pérez (apodado ahora FlorenTimo) no todo han sido victorias, no todo ha sido oropel y grandeza. También ha tenido sus momentos de derrota, de catástrofe, de humillación que, contando con buenos esbirros en los medios, han sido opacados y ocultados para no dañar su imagen de hombre de éxito. El golpetazo para su reputación con el fracaso de la Superliga, empero, ha dejado bien a las claras que es un mero hombre con fallas y vicios, a la par que un chapucero que si no tiene detrás al poder político para cubrirle las espaldas es incapaz de hacer algo bien. Aquí veremos sus tres Waterloo, sus tres grandes fracasos en la historia.
Primer Waterloo: PRD
En 1983, tras haber comprado por un euro una empresa de construcción para quedarse con la estructura y comenzar en el mundo de las obras públicas, Florentino sabía que estar cerca del mundo político le reportaría beneficios empresariales o, cuando menos, contactos al más alto nivel. Lo había aprendido como concejal en Madrid de la, en ese momento, casi extinta UCD. Así, se unió al Partido Reformista Democrático de Antonio Garrigues Walker para lanzar un proyecto que se situaría entre el socialismo arrasador de Felipe González y la derecha con olor a azufre autoritario de Manuel Fraga. La famosa “Operación Roca” tuvo a Pérez como uno de los principales instigadores con el apoyo destacado en los medios de comunicación de Pedro J. Ramírez –en esos años director de Diario 16-, en lo financiero con la CEOE y algún apoyo judicial (como el ex-presidente del CGPJ Federico Carlos Sainz de Robles). Una unión entre varios partidos regionalistas (CiU, Coalición Galega, Unión Mallorquina…) y el partido donde Pérez era secretario general.
Hicieron el cálculo de que en 1986 González perdería la mayoría absoluta (lo que suponía pasar de 202 diputados a 170 como poco) y ellos serían clave en el gobierno de España. Allí se apuntaron María Dolores Cospedal, Rafael Arias Salgado, Gabriel Elorriaga, Pilar del Castillo… Personas que al cabo de una década serían importantes en la gobernación de España que coincidió, mera casualidad, con el despegue de OCP y la conformación de ACS. Se gastaron 16.000 millones de euros en la campaña electoral y obtuvieron 0 diputados fuera de los obtenidos por CiU con Miquel Roca en Cataluña. 16.000 millones que perdieron empresarios y banqueros en la mayor catástrofe electoral que se recuerda. Pero Pérez ya había hecho los contactos, las amistades y si se fijan esa conexión mallorquina le vendría bien para cuestiones personales y en cierto director de periódico siempre ha tenido un claro defensor. Poder político, empresarial y mediático en su pubertad pública.
Segundo Waterloo: Albert Rivera y Ciudadanos
Poco se ha comentado en estos años el decidido apoyo de Pérez al proyecto que pidió con pavor el presidente del banco de Sabadell Josep Oliu. Los dos grandes medios (no deportivos) cercanos al florentinato no sólo auparon al estrellato a Albert Rivera sino que dentro de ellos, como han contado desde dentro mismo, había una clara consigna dada desde las oficinas de la avenida de Pío XII: no criticar a Ciudadanos hiciesen lo que hiciesen, dijesen lo que dijesen. Luego alguno que salió corriendo como roedor en cuanto se hundía el barco y que ahora escribe en ABC se da golpes de pecho hablando del poder económico. Los mismos que estuvieron detrás de la Operación Roca, exceptuando cierto empresariado catalán, repitieron pero ahora con el control de numerosos medios de comunicación y lograron colocar a sus peones en el congreso de los diputados.
Ustedes se preguntarán ¿dónde está el fracaso si lograron llevar a Ciudadanos a la casi gloria? Muy sencillo. Cuando llegó a la presidencia del Gobierno Pedro Sánchez, el primer empresario español que acogió en Moncloa fue Florentino Pérez. Mientras estuvo gobernando el solitario José Luis Ábalos le hizo un trabajo fino con las autopistas de peaje –ahora quieren privatizar las autovías que pasarían a depender de ustedes ya saben quién- y otras obras importantes. Tenía controlada esa parte gubernamental pero sin mayoría todo quedaba en el aire y el nuevo PP de Pablo Casado no le hacía mucho caso. Sólo quedaba su gran sueño húmedo (y el de otros empresarios y banqueros como Ana Botín), un gobierno entre su “criatura política” y Sánchez. Rivera, se creyó el papel y dijo no a un gobierno con mayoría absoluta como le pidieron por tierra, mar y aire. Pedro J., nuevamente, utilizó todo su poder mediático en que hubiese un gobierno PSOE-Ciudadanos. Le llamaron los interesados por teléfono, a él y a alguno de sus peones en la operación, pero el nene catalán se pensó que él llegaría a gobernar como presidente y no como vicepresidente.
No hubo gobierno, llegaron nuevas elecciones y surgió un gobierno de coalición entre socialistas y populistas de izquierdas. En el ínterin, los medios que apoyaban y que son tan cercanos a su florentineza cambiaron la estrategia y se lanzaron a la caza de Rivera y sus adláteres. Al viudo con gafas le traicionaban los suyos (¿por primera vez?) y perder no le gusta, así que donde antes había sonrisas luego hubo crítica y apagón informativo. Cierto que el grupo Planeta siguió apoyando, pero ya había encontrado otro elemento político con el que jugar (Vox). Ciudadanos era prescindible y mucho más sin el apoyo en la sombra del tito Floren. ¿Por qué Rivera no ha acabado en uno de los grandes despachos profesionales y está arrastrándose para que le den carguitos en el PP? Roma no paga traidores. Arruinó lo que podría haber sido el logro político mayor del presidente de ACS (un gobierno florentino en su totalidad), le llevó a su segundo Waterloo.
Tercer Waterloo: Superliga
Como habrán adivinado el tercer Waterloo, posiblemente el verdadero Waterloo para la gran mayoría de los españoles, es el fracaso de la Superliga. Todas las personas tenían la imagen de Pérez como un señor que había logrado la perfección empresarial, tanto en sus negocios como en su equipo de fútbol. También había cierto resquemor por su carácter mafioso por controlar gobiernos, juzgados y medios de comunicación. Aunque ambas cuestiones son suponían una contradicción sino un sumatorio. Y resulta que esa imagen de “control mafioso” y efectividad empresarial se ha venido al suelo en tan sólo dos días. Por muchos lametones fálicos que reciba ahora su imagen de los de siempre, para la gran mayoría será un impostor, un fraude.
Ni controlaba el negocio del fútbol como nos hacían creer, ni el negocio de la Superliga era algo estructurado, diseñado y atado como vendían sus secuaces mediáticos. Ni había dinero –sólo un crédito apalabrado por uno de sus banqueros principales J. P. Morgan-, ni había equipos, ni forma de acceso, ni nada. En realidad huele a que era un mecanismo para hacer doblar el brazo a Alexander Čeferin, presidente de la UEFA, y que le entregase un montón de millones de euros para pagar las utopías de la afición madridista (ya saben los Mbappé, Haaland y demás). Y le ha salido mal no, peor. Ha quedado retratado –como gustan rotular en su programa de televisión- como un chapucero que si no es por el control político y la salvaguarda de sus contactos, es incapaz de gestionar algo con solvencia. Pensaba que todos se postrarían a sus pies como el nuevo mesías del fútbol y resulta que ha quedado marcado como lo que es. Para que no lo haya visto claro Gil Marín, la cosa debe ser espeluznante.
Al dañar su imagen de la forma en la que lo ha hecho, perjudicando a su equipo el Real Madrid –veremos si no le pasan factura un par de años en Liga y UEFA, como recado-, es plausible que desde el ámbito político incluso se atrevan a enfrentarle. Igual Isabel Díaz Ayuso ya no le pasa contratos para salvar las cuentas, o Ábalos las autovías de peaje. Igual en los juzgados se comienzan a rechazar las invitaciones. Igual nada cambia, pero todo aquello que toque el viudo con gafas quedará bajo la sombra de la sospecha. Seguirán riéndole las gracias porque los madridistas son muchos y compran lo que les echen en los medios; seguirán ciertos medios bajo su control económico; pero nada volverá a ser igual. Después de Napoleón llegó el bonapartismo; después de Florentino no vendrá nada porque ha arrasado todo en este su último Waterloo.