La imagen que ilustra este análisis es clara, como lo han sido las imágenes de La Sexta cuando Juan Manuel Moreno Bonilla ha estado “comiéndole la oreja” a Pablo Casado durante dos o tres minutos impidiendo que le felicitasen otros compromisarios al finalizar el 19° Congreso del PP. Parecía ese amigo que cuando se emborracha se pone cansino y te coge del cuello para decirte lo bueno que eres, lo buena que es la vida, o cualquier otra tontería de borrachera. La derrota de “la chiquitilla” ha sido como una puñalada en el corazón del PP andaluz. Más bien una puñalada en buena parte del aparato de ese PP que sigue de derrota en derrota hasta la derrota final. Un golpe tremendo para ese PP del pasado que ya no volverá, al menos con esas personas que lo han tenido secuestrado años. Comenzando con el gran derrotado del Congreso al decir de todo el mundo, Javier Arenas Bocanegra.
Esa escena de Moreno Bonilla, que fue puesto en la presidencia por Soraya utilizando el dedazo en su batalla particular con Cospedal, es el resultado de un patetismo enorme. De un saberse fuera de todo, de verse en la miseria y venderse de mala forma al vencedor. Juanma no ha sabido ni perder y eso que tiene práctica en Andalucía. Es evidente que Casado contará con gente de Andalucía, los que les comente Juan Ignacio Zoido o Francisco de la Torre o Gabriel Amat, o muchas otras personas que se mojaron cuando había que hacerlo, pero el actual presidente del PP andaluz, que no es más que el senescal de Arenas, ha dejado la imagen de un ser vil y arrastrado. Algo que nunca había mostrado. Ni Arenas se ha rebajado a ello y eso que se olía la tostada, según nos cuentan fuentes internas, durante los discursos de ambos candidatos.
Arenas sabe que no le darán la patada, que un puesto en el Senado le tendrán, porque en el PP saben cuidar de los suyos, y más si saben lo que sabe el veterano dirigente andaluz. Pero de ahí no pasará. Unos años en el Senado o Europa (para que conozca mundo) y a su casa jubilado. En esta ocasión eso de jugar a las dos orillas no le ha salido bien. El nuevo sistema de elección no se lo ha permitido, le ha pasado por encima a él que es un apparatchik. Al menos ha tenido la dignidad de no rebajarse como Moreno Bonilla. Arenas tenía una cara que era un poema como los de su amigo Burgos, pero le queda algo de dignidad. Como han tenido otros destacados dirigentes del PP andaluz.
Elías Bendodo, presidente malagueño, se ha llevado también una buena colleja frente a Francisco de la Torre que ha salido vencedor. Celia Villalobos y Arriola también se han dado un buen golpe en lo que ha sido una derrota de Málaga en el congreso. Virginia Pérez, la presidenta sevillana, también tenía carita de angustia porque a ella sí que le toca más de cerca la victoria de Zoido. Antonio Sanz, el fontanero de Arenas, ha sufrido una enorme derrota porque no ha sabido mover los hilos del aparato. Pues según nos cuentan algún trasvase de votos en Andalucía ha habido. Fátima Báñez, que cae muy mal en la mayoría de España, también se ha quedado compuesta y sin secretaría general. Debe ser que no ha rezado suficiente a la virgen esta vez.
Moreno Bonilla, a diferencia de Arenas que se le respetarán las canas senatoriales, se la juega en las próximas andaluzas. Después de pasarse cuatro años de descanso, según muestran las encuestas, y pensar que con sólo su cara y dos o tres chuscadas en el Parlamento le valían para vencer a Susana Díaz. Ha estado haciendo el Rajoy a la espera de que caiga ella sola, pero la sevillana sabe más que los ratones colorados y ahí sigue, además con la sartén cogida por el mango. Casado no le sustituirá porque lo suyo es que se queme solito. Eso sí, se cuidará de confeccionar unas listas sin todo el equipo de Arenas y con gente que pueda ser alternativa dentro de otros cuatro años. Salvo que gane Moreno Bonilla… Sí, igual eso es pasarse.
Aunque parezca mentira ya no podremos parafrasear a Augusto Monterroso y su microrrelato: “Cuando despertó, Arenas todavía estaba allí”. Porque ya no está, aunque no hay que atreverse a enterrarle tan rápido. Por una vez Arenas no puede subirse al atril y hacer el signo de la victoria.