Fuente: Pablo Casado

Según pasan las fechas y se va viendo la luz al túnel de la salida, con cautela, de la reclusión forzosa por el coronavirus, se puede ir analizando con cierta tranquilidad la actuación de la oposición de derechas durante estos casi dos meses. Toda la caverna mediática no ha parado de atizar el látigo de la palabra escrita contra el Gobierno. Alentada por los propios partidos políticos de la extrema y ultraderecha española o motu proprio, pues menudos son para servir a su amo, no ha habido día en que no inventasen una terrible conspiración, una pelea por hacerse con el poder dentro del Consejo de Ministros o, directamente, el paso a un sistema dictatorial. Partidos y medios de ¿comunicación? han hablado sin detenerse por un minuto a pensar lo que publicaban pero con una clara intención derrocar al Gobierno en algún momento no muy lejano. En todos sus vaticinios, como se verá, han errado. En todas las críticas han fallado, no porque el Gobierno no se haya equivocado, que lo ha hecho tanto como los gobiernos autonómicos gobernados por el trifachito, sino porque han hecho de la distorsión un arma de tal desinformación que se pierden lo errores en un maremágnum de bulos, medias verdades. Intentando provocar reacciones, incluso violentas, en la ciudadanía, han conseguido justo lo contrario que el PSOE y Podemos suban en las encuestas por ellos mismos pagadas.

Golpe de Estado. El primer mantra que salió a la palestra mediática allá por marzo, es que el Gobierno con la aplicación del estado de alarma, realmente, estaba intentando cambiar la base del sistema democrático. Una dictadura chavista, bolivariana, populista, socialcomunista o, se ha llegado a leer, nazi-bolchevique era lo que llegaba a España de manos del Gobierno. Se impedía salir a las personas porque Pedro Sánchez y Pablo Iglesias de esa forma podrían, controlando al aparato represivo del Estado, crear su sistema autoritario o totalitario. Curiosamente ha sido desde la tribuna de la ultraderecha neofascista desde donde han alentado al Ejército a hacer caer al Gobierno e imponer uno de concentración con Felipe González y José María Aznar al frente. Han pasado las semanas y no se ven los soviets, los círculos bolivarianos, ni nada por el estilo. Es más, es curioso que se haya hecho más control al Gobierno del Estado del que se hace a los presidentes regionales del PP, que es casi nulo. ¿Dónde hay dictaduras entonces?

Control de los medios de comunicación y censura. Otro de los mantras de la derecha, especialmente de la mediática, es la pérdida de libertades, se supone que de expresión e información, por el abuso perpetrado desde el Gobierno contra las principales cabeceras y cadenas de este país. ¿De dónde venía la queja? Del sentido elitista del periodismo. O lo que es lo mismo, de creer que algunos medios tienen más derecho a preguntar al Gobierno que otros (como éste que están leyendo ustedes). Del derecho de pernada periodística en todo lo que sea control al poder. No les gusta que medios más pequeños, como los que firmaron un manifiesto pidiendo al Gobierno proporcionalidad en el reparto de la publicidad y que no se mangonee mediante dos o tres agencias  de publicidad (vinculadas con algunos grupos mediáticos por cierto), puedan hacer labor periodística. Quieren su protagonismo, con interpelaciones larguísimas antes de realizar la pregunta, para sostener el sistema elitista y de reparto de publicidad. Porque no es que les moleste que pregunte uno u otro medio (conchaban las preguntas entre ellos y todos contentos) sino que voces críticas tengan espacio. Realmente no defienden la democracia sino su estatus de privilegio. ¿Hay censura del Gobierno? No. Es más se dicen auténticas burradas en algunas columnas de todólogos, en editoriales y en artículos que aparentan ser noticia. Muchas incumpliendo el mínimo de la ética democrática. Porque los periodistas, por mucho que digan, lo de la ética, salvo raras excepciones, lo tienen olvidado. Dicen lo que quieren a todas horas sin que les hayan censurado o expropiado.

Quitar las casas a los españoles. Si recuerdan, un grupo de periodistas de la extrema derecha tuvo unos días en los que clamaban al cielo porque el Gobierno socialcomunista iba a expropiar las casas a los españoles para dárselas a mujeres maltratadas o pobres. Ya se contó que era un bulo más, pero se confirma que aquello era mentira. Ni los españoles han perdido las casas por no poder pagarlas (gracias al Gobierno), ni se han realizado expropiaciones a nadie. Es cierto que algunos columnistas en España dan lo justo para juntar palabras con toda la bilis que llevan dentro, que es mucha, pero jamás para entender el contexto, las circunstancias o los motivos reales. Van con el piloto automático contra la izquierda siempre y les da igual que sea verdad o mentira. Y como la mayoría se juntan en unos pocos medios, televisiones y radios se retroalimentan con su misma mendacidad y estupidez agigantando en su cabezas la mentira que pasa a ser verdad incuestionable. Ni principio de falsación, ni nada por el estilo, fanatismo. Por eso les molestan las empresas de verificación, porque no pueden mentir libremente. Curiosamente ha habido algo que sí se ha confirmado en estos tiempos pandémicos, que Casado es un completo incompetente y un mitomaníaco con trazas de necrofilia. Todas las cuestiones que se han comentado más arriba han sido asumidas por el presidente del PP. Una a una las ha difundido y ha animado a sus correligionarios a difundirlas en las redes sociales. Todo ello intentando aparentar ser una persona que no es (como la pose de intelectual en una silla de 1.000 euros o su imitación), subiendo imágenes a sus redes sociales que más que ayudar han sido un constante ridículo (en la última que acompaña este artículo parece estreñido). De la persona que estando en Andalucía para promocionarla acude a cenar con la familia a un restaurante de comida rápida estadounidense se puede esperar cualquier estupidez. En el caso de Casado es una constante diaria, con muchos muertos eso sí. Porque le encantan tanto los muertos como carencias intelectuales tiene. La realidad es que con no hacer le valdría pues Ana Botín y Aznar le respaldan… de momento. Cualquier esfuerzo por aparentar duelo no es más que postureo y en postureo eficaz le gana José Luis Martínez Almeida, quien igual le acaba quitando la silla de jefe de Génova.

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