Estamos ante una de las elecciones más competidas en el arco de la derecha española y con mayor volatilidad a la hora de decidir a qué partido votar. En el espectro diestro hay mayor cantidad de personas que aún no han decidido su opción entre las tres que tienen a elegir. Cerca de un 40% de los votantes de derechas no tienen claro (o no quieren confirmarlo, que es otra posibilidad) y están a la espera de la campaña y las propuestas para terminar de conformar su decisión. Otra cuestión a tener en cuenta es que una campaña electoral puede, si se dan una serie de condicionantes, cambiar hasta un 5% del voto. Dentro de este contexto hay que seguir muy de cerca la evolución que pueden llegar a tomar los neofascistas de Vox.
Santiago Abascal, sin necesidad de grandes alharacas, está llenado allí donde acude. En Leganés (Madrid) es sencillo encontrar a 8.000 personas que llenen la plaza de toros, por densidad poblacional es factible, pero que suceda lo mismo en todos aquellos lugares donde acuden es para pensar que hay algo más que un apoyo tibio como reflejan las encuestas. Es muy posible que gran parte del voto oculto, que antes era PP o Cs, hoy esté decidido en favor de la formación neofascista. Las visitas por la España Vacía que está haciendo el candidato dan muestra de ese fervor que parecen haber despertado entre la población. Muchas personas que quieren mano dura y menos inmigración, por mucho que sean bulos y todo lo que ustedes quieran, han encontrado en los neofascistas esa derecha “con cojones” que echan de menos. No es que los votantes sean neofascistas, para nada lo son, pero sí tienen un sentimiento conservador y patriótico acentuado que entronca con las propuestas de Vox.
Los neofascistas de Vox han conseguido, porque su estrategia se basa en el control de lo digital como contamos hace meses, ir inoculando en la población potencialmente favorable sus mensajes xenófobos, patrióticos, antielitistas e iliberales. El goteo de mensajes contundentes, basados en bulos y falsedades sí, pero con visos de ser sentidos como reales, está haciendo la campaña por ellos. No necesitan entrevistas en televisión, ni en prensa escrita, basta con lanzar un argumento por peregrino que sea en una web sin casi audiencia para que el establishment mediático se lance a hacerlo tema del día o la semana, caso las armas. Esto va sumando adeptos poco a poco, pero con la clara conciencia de estar ante una derecha valiente que frene todas las cosas malas de los rojos y los independentistas. Y nada mejor que hacerlo en España, ese país que diría Larra, que suele autodestruirse una y otra vez.
Abascal, como ha dejado claro en el libro con Sánchez Dragó y con Zenda Libros, tiene una estructura de pensamiento que se basa en la teoría de los grandes hombres de Carlyle, en el honor patrio y personal del hombre, en lo patriótico, en todos los mitologemas típicos de la derecha española. No ha inventado nada, no tiene esa capacidad ni lo ha buscado, sino que ha tomado esa corriente intrahistórica que está ahí desde hace muchos años en el inconsciente colectivo de buena parte de la población española. Cuando afirma que el momento histórico más importante de España es la Reconquista está ofreciendo una señal clara de sus pensamientos. No es la Guerra de Independencia que es cuando surge la nación española realmente, sino cuando se expulsa a los mahometanos. Una España limpia y cristiana. No busquen más pies al gato.
Lo paradójico es que a esa colectividad patriótica y moral le añaden lo que es su verdadero programa, un neoliberalismo individualista que quiere plegar a la población completamente. Que les apoyen desde el establishment no es extraño, Griso, Quintana o Ferreras trabajan para el poder económico como enmascaradores y putrefactores de las mentes de las personas. Y ahora les toca poner a Vox a todas horas. Ya dijo Otto Bauer en 1936 que “los capitalistas y terratenientes no confiaron a las hordas fascistas el poder del Estado con el fin de protegerse de una amenazante revolución proletaria, sino con el fin de reducir los salarios, destruir los logros sociales de la clase trabajadora, suprimir los sindicatos y las posiciones de poder logradas por la clase trabajadora; no para aniquilar el socialismo revolucionario, sino para destruir los logros de socialismo reformista”. Curiosamente hoy pasa lo mismo. Sólo hay que ver quiénes están detrás de los neofascistas. Un establishment que quiere sangrar completamente a los españoles y que tiene a un grupo autoritario para virar todo el escenario político a la derecha y poder quitar derechos sociales, laborales y políticos.
Todo esto no empece para señalar que sí que llenan por donde van y eso es indicativo de que no es un fenómeno peregrino o minoritario. Entre votar a alguien que parece estúpido como Casado o a alguien que lanza mensajes cortos, sencillos e incrustados en un mitologema patriótico parece que la decisión es sencilla. Y no, no piensen que los votantes de Vox son todos memos e incultos. Habrá muchos de esos, pero también hay mucho cabreado y mucho pequeño y mediano empresario que ha sido acosado y hostigado por el poder financiero y al que abandonó el PP hace muchos años, salvo para poner el cazo. Por ello ¡ojo con los neofascistas!, no vaya a ser que el voto oculto esté ahí precisamente.