A los tontos hay que darles siempre la razón. No hay que entrar a discutir con ellos porque, en la tontería, van a ganar siempre. Aquí en España, sin embargo, a los tontos les tienen en un trono. Bien porque, otros tan tontos como ellos, les ofrecen todo su apoyo o desprecio; bien porque, habrá que dudar de la inteligencia de los que no parecían tontos, se entra al trapo con suma facilidad. Normal que personajes inilustrados acaben ocupando posiciones de poder, hay demasiados “listos” que les dan cancha porque creen que, al ser tan “listos”, acabarán derrotando a los tontos. Da igual que miren a su izquierda o a su derecha, siempre hay un tonto encumbrado.

En España algunos que van de listos han creído ver en Javier Milei, un tipo con graves problemas mentales (esto se debe reconocer), al ídolo que no encuentran en su propia patria. Ese turboliberal que acabe de una vez por todas con cualquier movimiento de izquierdas —da igual liberales sociales, socialdemócratas, socialistas, comunistas, alterados o radicales— para “recuperar” lo que entienden que es suyo y de nadie más. Se ponen la bandera de España hasta en la cinturilla de los calzoncillos, pero en realidad no quieren a España sino a “su” España. Un invento que jamás ha existido y jamás existirá. Ni aunque lleguen a acabar materialmente, mediante un genocidio, con los que no piensan igual. Ya se pelearían entre ellos por las comas y los puntos y seguidos. Estos están repartidos por partidos políticos y medios de comunicación, algunos son ineptos, otros lo aparentan y otros se creen muy listos y no lo son. Acaban acallando a quienes, en su mismo bando, son racionales, conocen la historia y entienden que el camino no siempre es una línea recta.

Luego están los que, creyéndose los más listos, en realidad son los más tontos. Son todos esos que hablan de combatir el fascismo —Milei puede ser muchas cosas pero no fascista— y salen en tromba a discutir cada coma que dice cualquiera de los politicastros de la derecha. Mientras tanto, aplauden como focas a cualquier zangolotino de izquierdas —no vayan a pensar que son de estar quietos, son tan babosos en la prokynesis como en la derecha—. Hacen caso de provocaciones programadas porque, en realidad, contra quienes están “combatiendo” no tienen más argumentos que eso, lo estrafalario. En España el mejor ejemplo es Isabel Díaz Ayuso que suelta perlas, bien apoyadas por los medios a los que tiene “comprados” con publicidad institucional, y a las que todos hacen caso. Lo mismo podría decirse por el lado de la derecha, entran al trapo de todas las tontadas de los iluminados de izquierdas (que haberlos haylos).

Son todos muy listos porque es lo que hay que hacer: dividir; olvidar el diálogo; olvidar el debate (que no es lo mismo que el diálogo); olvidar que sus decisiones tienen consecuencias para los seres humanos; olvidar utilizar eso que distingue de los animales, el raciocinio. O ¿son muy tontos? Parece que sí porque no hay que entrar al trapo de las provocaciones. Que dice Milei que el socialismo ha generado 150 millones de muertos, se le da la razón o se sube la apuesta hasta 300 millones. Que dice que el socialismo solo trae muerte, se le da la razón. Que dice que se quieren destruir los valores occidentales, se calla uno y no le hace caso de ningún modo. Porque lo que busca es que hablen mal de él a quien señala como enemigo y, por tanto, elemento a destruir.

No se puede debatir con estúpidos o engreídos. Olvíndenlo. Ni con los datos en la mano, ni con la historia. Que la socialdemocracia y la democracia cristiana han sido los grandes consolidadores de los derechos humanos, el Estado de bienestar y el gran crecimiento económico es un hecho. En Argentina no han tenido de eso por lo que no puede hablar. Que jamás ha existido el “libre comercio”, en ningún momento de la Historia, no lo van a aceptar los liberalios porque eso supondría ponerles en el mismo nivel de utopismo y escatología que el comunismo. Eso solo se puede hacer en ciertos ámbitos culturales y con personas racionales. Ahora califican de rojeras a Juan Manuel de Prada por explicar la Doctrina Social de la Iglesia —anterior a la socialdemocracia, por cierto— o el distributismo de Hilaire Belloc (aunque les sonará más por G. K. Chesterton). Nada, no hay que hacerles caso jamás. A un lado y a otro.

Ni cuando un tipejo mal encarado como Milei llama corrupta a la mujer del presidente del Gobierno. Desde luego no sabe lo que viene pasando pero si Óscar Puente, mininistro del gobierno español, no hubiese dicho que el presidente argentino consume drogas esto no pasaría. O sí, pero tendría razones más que suficientes para llamar a consultas al embajador, pedir el pago de las deudas cuantiosas del Estado argentino con España o cualquier otra acción que se estime conveniente. El problema es que tontos hay en todos lados y lo demuestran constantemente. No hay que crear polémica, más cuando en el otro lado están ofreciendo su peor cara. Cuando los que se ponen la etiqueta de “católicos” repudian la doctrina y se ve. Cuando el capitalismo de amiguetes que aparece por todos lados. La derecha cuando la izquierda comienza con sus típicas peleas y purgas suele callar y observar cómo se desangran. Eso la izquierda no lo ha aprendido.

Mientras tanto el ciudadano español es el que paga los platos rotos de esta tropa. El problema es que, a este nivel, no se puede no hacer caso. Ahora que vienen las elecciones europeas igual se pueda dar un susto gordo a quienes se creen los poseedores únicos de la soberanía. Igual.

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