Es de esos misterios de la prensa patria y el Atlético de Madrid. De repente, un día, sin saber bien cómo y por qué aparece la noticia de la lesión de un jugador. Con los sospechosos habituales no hay sorpresa, pero resulta que en algún caso el jugador acaba jugando mermado en sus facultades o con una leve lesión y tampoco se dice nada. Al final el aficionado que sabe poco le señala por no rendir, por irse de los partidos, por lo que se le ocurra en ese momento. Al cabo del tiempo, como por arte de magia, se sabrá que estaba al borde la muerte y todos harán como si no hubiese ido con ellos.

En el caso del marido de Érika, tarde, se supo que estaba lesionado del tobillo. Se sabe que viene jugando con esa dolencia y por debajo de sus capacidades físicas porque, gracias a Miguel Ángel Gil, no queda casi nadie en la plantilla para jugar con un mínimo de calidad en momentos en los que se juegan las habichuelas. Las suyas. Las de Gil. No vayan a pensar en algo que pueda beneficiar al Atleti. Lo curioso es que se silencian estos hándicaps del jugador de mayor calidad justo cuando se comienza a difundir que se está negociando una