A estas horas deben estar haciéndose cruces más de dos y más de tres en Ciudadanos. En especial todos aquellos que recibieron algún tipo de oferta, más o menos directa, para pasarse al PP antes de la conformación de las listas. Muchos que llevan años viviendo gustosamente con el salario público y poco esfuerzo ahora comienzan a pensar en volver a sus antiguos empleos, el estrés cotidiano y la inestabilidad propia de la pandemia. Otros más avispados ya hicieron el camino en busca del calor de la mamandurria política y unos cuantos más (véase lo que sucede en Andalucía) ya lo tienen apalabrado.
Convencer a Edmundo Bal, un pobre hombre bienintencionado, para ser el candidato de Ciudadanos le debió costar algún esfuerzo a Inés Arrimadas –de niña repipi a enterradora en pocos años- y asegurarle que se quedaría con el escaño en el parlamento, ha debido suponer una enorme esfuerzo porque nadie, por muy íntegro que se crea, se lanza a pasearse cual zombi por la Comunidad de Madrid dando pena. Mucho más cuando se sabía, más allá de los cuatro optimistas vitales, que la desaparición estaba a la vuelta de la esquina si la campaña era mala… y la campaña está siendo peor.
Habrá que preguntar, entre las mentes de esos que llegaron a la política diciendo que eran los más listos de sus oficios, a quién se le ha ocurrido la idea de que el candidato Bal haya dicho por activa y pasiva que Ciudadanos sólo pactaría con Díaz para hacerla presidenta. Porque una cosa es lo que se tenga pensado hacer pase lo que pase (pactar con la presidenta en funciones) y otra lo que debe decirse en campaña cuando se deben conseguir votos, no regalarlos. Tampoco los madrileños son tan estúpidos como para no saber que harían eso, pues es de todo el mundo conocido que al PSOE le hacen un cordón sanitario (sea sanchista o no), pero cuando menos hay que disimularlo cuando se quiere tener representación en la Asamblea.
Lo primero porque diciendo que van a hacer a Díaz presidenta ya dan por supuesto un resultado vencedor para uno de sus grandes rivales en la derecha por los votos. Si das por vencedor al partido contra el que compites y señalas como apestado al partido del que podrías rascar algo lo normal, vamos, algo que entiende cualquiera con dos dedos de frente, es que ni sumes, ni restes. A todo ello, en una campaña que se ha polarizado desde el principio, si dices que los votos que te entreguen, a pesar de las diferencias de forma y fondo, serán para el PP, cualquier votante de derechas que tenga dudas entre uno y otro acaba apostando por el probable vencedor. Aún más si cabe una mínima posibilidad de que los contrarios puedan sumar mayoría o el PP esté cerca de la mayoría absoluta (especialmente si da repugnancia Vox al votante moderado). Y Bal ha ido por todos sitios diciendo a sus potenciales votantes, de forma indirecta, que mejor votar al PP que a él.
Comenzar la campaña admitiendo que se va a ser el edecán, por no decir el mamporrero, de tu adversario no es buena idea jamás, pero en Ciudadanos no han debido pensar en ello. Ya lo dijo Ignacio Aguado, tras ser humillado cual bestia parda, cuando aún aspiraba a ser candidato y por la misma senda ha continuado Bal. Decía Forrest Gump que son tontos los que dicen tonterías, eso mismo habría que aplicarles en el terreno político a la banda naranja. No se sabe si quien lo ha pensado ha sido alguno de los gurús esos de los que presumen, o ha salido de la fábrica de malas ideas de César Zafra. El caso es que da igual lo que digan o hagan porque están muertos y si no están enterrados es porque aún pueden prestar algún servicio. Pero en la Comunidad de Madrid, más con el posible caso de corrupción en Valdemoro –que ya hay que tener pocas meninges para darles de nuevo la alcaldía tras quebrarlo-, pasarán a la historia como los últimos tontos útiles del PP. Lo fueron con Cifuentes y lo han sido con Díaz.
Ciudadanos tenía sentido como fuerza equilibrante que podría pactar con PP o PSOE, lo que ha pasado con otros partidos liberales en Europa. Albert Rivera y su tropa pensaron que podían ser el califa en lugar del califa y se empotraron contra la pared. No vieron que en el mejor momento del PP no le superaban y decidieron entregar a Sánchez a Podemos con la ilusión de ser la verdadera derecha. Hoy ninguno de aquellos grandes estrategas está en política directamente –aunque andan revoloteando a PP y Vox para ver si consiguen paguita porque parece que eso de volver a sus antiguos trabajos no era opción (mejor mamar de la teta del Estado para vivir en la riqueza que ser emprendedor)-, como van a dejar de estarlo estos pocos que aún siguen cual muertos vivientes. Mientras eso ocurre dan vergüenza ajena y cada cual se pregunta si no existe un alma caritativa que les diga que están muertos y que lo mejor es irse a la tumba de manera digna.