Usted que se levanta cuando las calles aún no están puestas. Usted que echa horas como un desgraciado sin que se las paguen. Usted que se desloma limpiando hospitales, oficinas o poniendo ladrillos de sol a sol. Usted que aguanta gritos de un jefe o una jefa (que en esto no hay diferencias sexuales, ni de género) por una miseria porque tiene que llevar un jornal a casa. Usted que a sus treinta y tantos sigue compartiendo piso porque con la miseria que gana no le da para vivir en soledad. Usted que es periodista y sabe que no tiene horarios, ni casi vida. Usted, sí, usted que pertenece a las clases populares (trabajadora, media, autónoma, pequeña empresa) no tiene tiempo para quejarse, no tiene vida para cuidarse, no tiene respaldo para tocarse los huevos o los ovarios a dos manos mientras le dan un sueldo. Usted ¿qué piensa cuando personajes del mundo de la política dicen que deben parar porque no dan más de sí?

Estamos ante unas generaciones de políticos, asesores, mangurrianes y demás fauna que rodea el poder que son verdaderos mierdecillas. No unos mierdas, que sería una calificación distinta. Sino mierdecillas. Personas sin capacidad de aguante, sin capacidad de esfuerzo, sin capacidad de entregarse a un monipodio con solvencia. No todos son así. De hecho muchísimas personas que forman parte de la fauna hacen esfuerzos encomiables, no para mejorar las cosas que también, sino para aguantar en los cargos matando a quien sea, pisando a los demás o aparentando ser popualres o muy comprometidos… Bien es cierto que suelen ser personas sin un lugar donde caerse muertos o con un trabajo precario, pero no todos suelen ser unos mierdecillas. Aunque haberlos haylos como Noelia Vera e Iván Redondo.

A descansar para ir a la tele

La ex-secretario de Estado de Igualdad (o algo por el estilo) solicitó el cese de su cargo a la ministra del ramo, Irene Montero, porque el cuerpo le había dicho basta. Porque estaba agotada de trabajar en un ministerio con casi todas las competencias transferidas y que básicamente tiene un trabajo de muchas reuniones y de tomar té rooibos. No es el ministerio de Interior en la época sangrienta de ETA. Ni el de defensa en tiempos de guerra. Ni nada parecido a una ingeniería cuando el tiempo de entrega de un proyecto se acerca peligrosamente. Ni una auditoría. Ni nada que suponga un estrés particular. Es un ministerio para tumbarse a la bartola y hacer muchos contactos sociales. Pues eso parece que acaba pasando factura y por ello hay que pedir el cese (para cobrar algún tiempo el “paro político”, 6.000 eurazos a la buchaca).

Se podría entender que enfadar a todas las feministas de España con la ley transgenerista lleva mucho desgaste, pero en verdad eso no es tan complejo cuando se vive en el mundo de las identidades sentidas. El brilli-brilli por lo que parece desgasta mucho. Y luego las lágrimas de la amiga ministra, como si se estuviese muriendo o se hubiese muerto. ¡Joder que se ha dado cuenta que el trabajo cansa! Salvo enfermedad grave, que no es lo que han comunicado, seguramente se largue del ministerio no tanto por cansancio sino porque están montando teleMesías y necesitan a la chupipandi para llevarlo a cabo.

Redondo, el ego débil

Caso distinto es el de Redondo. Trabajar al lado de un enfermo del trabajo como Pedro Sánchez (se cuenta que las jornadas en Moncloa pueden durar hasta las cuatro de la mañana) puede desgastar. Son muchas las horas que hay que dedicar a que aprenda de esto o aquello y que todo salga a la perfección. Ahí puede haber mucho desgaste físico, pero en este caso no parece que haya sido lo físico lo que ha primado sobre lo psicológico. Resulta que Redondo dice que asumió que debía parar porque, esto se tiene que sonsacar de las entrevistas, realmente no mandaba todo lo que quería en el seno del PSOE. Esa queja respecto a Félix Bolaños dice mucho de su psique. Acostumbrado al PP de la periferia donde se calla y consiente lo que sea, verse frente a un partido de verdad y una parte de la militancia que no se calla algunas cosas (y a la que no pueden ajusticiar como le gustaría), le debió molestar mucho. ÉL que había ganado las primarias… ¡Perdón! No tiene cara ni nada el gachó. No va y se apunta la victoria. Igual la militancia tiene algo que opinar (y algún día se contará la historia de Redondo malmetiendo en las primarias).

Era curioso entrar en el despacho de Redondo en Moncloa y ver un ejemplar de las memorias de Julio Feo (Aquellos años), el que fuera jefe de gabinete de Felipe González. Bien, pues Feo no se queja jamás de cansancio psíquico o físico (que seguro lo sufrió) y eso que tuvieron que modernizar la jefatura de gobierno para adecuarla a los estándares occidentales. Incluso cuando deja espacio a las “cosas del partido”, lo hace con sarcasmo y comprensión. Redondo no parece que haga eso, se quita de en medio en las derrotas (ahora parece que ÉL no tuvo nada que ver en la campaña de la Comunidad de Madrid), y señala al partido como un lastre. Cuando le comparaban con Richelieu se equivocaban, el cardenal fue un valido como otros tantos, el malvado y totalitario avant la lettre fue Mazarino. Y Redondo quería ser Mazarino y controlar todos los aspectos y que todos se rindieran a los deseos de Sánchez, siendo ÉL el intérprete de esos deseos.

Tampoco entendió que todo lo que ha copiado de EEUU y otros lugares en lo que respecto a la mala comunicación política es válido en sistemas presidencialistas. En Europa el peso de los partidos en los sistemas parlamentarios no se puede obviar. Y eso que España es bastante fulanista, bastante personalista, pero aun así queda esa estructura mental del partido. Además hay que contar que Sánchez carece de “carisma” y capacidad discursiva arrebatadora, lo que supone un contratiempo para activar ciertos mecanismos no racionales que no son simplemente emotivos. Aquella frase de “primero me emociono y luego pienso” le perseguirá toda su vida como mal jefe de gabinete. Se retira por cansancio psicológico como un mierdecilla incapaz de aguantar lo que es la política al más alto nivel. O igual es que es verdad que le echaron. Porque decir que le ofrecieron un ministerio y que lo rechazó es para pensar que es mentira, ya que de ser verdad Sánchez hubiese provocado una guerra civil en su propio partido. Y esto lo saben Sánchez y Bolaños perfectamente.

Ahora ya tiene lugar donde vivir del cuento en La Vanguardia a la espera de que le llamen desde EEUU para dar conferencias o llevar campañas electorales. O no, porque ese salirse del plano del poder es indicativo de aguantar poco la presión y eso en el país del exceso no es bien visto. También es verdad que la entrevista del domingo viene enlazada con la presentación del libro de Toni Bolaño, una hagiografía en la que ha participado gustoso el interfecto, esta misma semana. Darse autobombo y venderse como una persona que es más de lo que es y que ha hecho menos de lo que dice haber hecho. Ahora será articulista y podrá emocionar a quien tenga ganas de leerle. También podría dedicarse a estudiar y aprender sobre el ser humano, igual así no se cansa psicológicamente tanto. Vamos que no es el trabajo más duro del mundo. A la política se llega llorado, cagado, comido y con una muda por si las moscas, el trabajo duro es en otra puerta.

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