Cabe saber si se han repartido bocadillos de mortadela como tiempo ha se hacía en la plaza de Oriente, pero lo de ayer no ha sido más que un acto de exaltación del presidente del Gobierno. Motivos reales no había para tal acto. Los acuerdos con los partidos independentistas (porque todos los regionales son independentistas, no hay que olvidarlo) tienen a más de media España con la mosca tras la oreja; los dineros que se prometen mover de un lado a otro no se sabe de dónde saldrán; existe una amenaza implacable con la reducción de gastos; la economía va lenta y con una inflación de los productos primarios que destruye los salarios de la clase trabajadora; y, para más inri, la posición internacional está en permanente equilibrio. Eso sí, no gobierna la derecha. Quien no se consuela es porque no quiere.

Un PSOE que no conoce ni la madre que lo parió

La llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE ha sido una verdadera lacra. Si antes las bases se quejaban de poca democracia interna, lo que hoy existe es una tiranía sin más. Todas las listas se hacen en Ferraz. Las críticas son perseguidas (salvo en el caso de algún presidente de Comunidad que se salva por eso), tanto por la dirigencia como por los palmeros irracionales. Se ponen y quitan cargos a capricho. Se criminaliza al disidente. Se coloca a los amigos o a los pelotas. No hay debate alguno. Muchísimas agrupaciones permanecen cerradas la mayoría del tiempo. Y así hasta conformar un partido unipersonal. Todo depende de los deseos del tirano. Por no hablar de los “magníficos resultados” obtenidos elección por elección. Ni Almunia cayó tan bajo.

Ahora se le suma el teleñeco contador de nubes, José Luis Rodríguez Zapatero, otro que ya dejó al PSOE tocado, aunque lo hiciese con talante. Un embaucador al servicio del tirano que hace mucha gracia entre la masa de adoctrinados del sanchismo pero que exaspera a cualquiera que tenga dos dedos de frente. Como buen relativista, por buenista (el buenismo es relativismo aunque no lo parezca y no, no tiene nada que ver con el humanismo), siempre acude presto a justificar esta o aquella política. Da igual si es una amnistía (¿no estaban bien ya las cosas en Cataluña?), si es una transferencia injusta de dineros o permitir los vientres de alquiler (sí, gracias a Zapatero las mujeres pueden ser explotadas para satisfacer los deseos genéticos de ricos). De contar nubes a contar patrañas. Algunas tienen gracia. Algunas tienen algún viso de realidad. Pero no se dejen engañar, el taimado siempre confabula para colar algo. En especial algo de la clase dominante, sector globalista.

El tirano

Y si les parece que tirano es un adjetivo muy fuerte para Sánchez cabe acudir al significado. La segunda acepción de la RAE dice: «Dicho de una persona: que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario». Lo que ha hecho dentro del PSOE es precisamente eso, tiranía. Abuso de poder. La Enciclopedia de los Ilustrados entendía que el tirano convierte sus súbditos en «víctimas de sus pasiones y deseos injustos, que sustituye por leyes». ¿Son la Amnistía y los acuerdos injustos? Sí ¿Son su capricho? Sí, porque su pleno deseo era mantenerse a toda costa en el poder. ¿Cambia las leyes para adecuarlas a sus deseos y/o pasiones? Sí. Y no solo con la Amnistía.

Un tirano en toda regla. Como los antiguos gobernantes que, si bien tenían leyes de aplicación mayoritaria para los demás, gobernaban presos de sus pasiones y voliciones. Es curioso que mientras está todo el día con el tema del cambio climático no se baje del Falcon ni para ir al baño. En una capítulo de la serie El ala oeste de la Casa Blanca, Josh Lyman presenta la paradoja de que las estrellas de Hollywood iban a todos lados en sus coches eléctricos, especialmente, desde su muy lujosa casa hasta su avión privado. Lo mismo ocurre con el tirano español.

Retomando lo que algunos clásicos de la teoría política han dejado por escrito sobre los tiranos, los absolutistas, se pueden destacar como características las siguientes: manipulación para obtener el poder (no se iba a amnistiar a nadie por inconstitucional y ahora…); mentir sobre instituciones para desacreditarlas (si hablan bien de ÉL todo es perfecto, si no lo hacen son fascistas o malas); ausencia de debate (presentar una proposición de ley por vía urgente es acabar con el debate, por ejemplo, cuando no hay urgencia en sí); empobrecer el ámbito público para someter al pueblo; presentarse como el elegido (de dios, de la historia o del progreso) para llegar a cumplir la escatología del momento; y acabar con los contrarios o disidentes directamente o por medio de la criminalización, defenestración o señalación (no son pocos los periodistas vetados, despedidos o señalados, por ejemplo, y no, no se habla de los tontainas de Quiles, Negre y demás patulea).

El tirano postmoderno

El tirano postmoderno no necesita de una dictadura, al menos en su concepción clásica, para serlo. Le basta con no tener en contra a la fracción dominante del bloque en el poder, en este caso los financieros y las empresas transnacionales, y lograr controlar el poder judicial. No directa sino indirectamente incluso. ¿Por qué esa obsesión con el Poder Judicial, pese a tener cierta razón en la postura del PP? Controla la parte de los medios que “su gente” (cada vez menos) lee y lo que digan los “medios fascistas” no es verdad. Ni aunque digan que dos más dos son cuatro y no cinco como él afirma. De hecho cabría preguntarse, en este caso, aquello de Pasolini y el fascismo de los antifascistas.

El tirano postmoderno, o iliberal que dicen algunos politólogos, necesita que la sociedad esté dividida, nada más. Mientras existan los buenos y los malos, él seguirá gobernando según sus apetencias y deseos (o los deseos de una fracción la clase dominante). El progreso, ese significante vacío y flotante que puede ser todo y nada a la vez, es su máscara para justificar la destrucción de los salarios de la clase trabajadora o para definir que las placas solares son la salvación industrial de España. Allí cabe todo en la mente de Sánchez. Claro que, siendo su mente, tampoco es que quepa mucho como demostró en su doctorado. Según elimina cosas, añade otras para no saturar, por eso cambia tanto de opinión porque en realidad el vaciamiento mental le impide recordar nada anterior a la nueva idea.

El problema es que en la postmodernidad y la sociedad del espectáculo a los cortos, a los que tienen una capacidad intelectual nula o baja, se les nota (y triunfan en otros lares) y el tirano español acaba señalado por los propios. Santos Cerdán reconociendo que él mismo, se supone que con el consentimiento del jefe, estuvo negociando la Amnistía mucho antes de las elecciones municipales. Ergo no es algo improvisado. El mininistro Óscar Puente afirmando que si no hubiese sido por los siete votos no se habría negociado lo que se ha negociado. ¿Dónde dejan la justificación del bien común? En el apartado de mentiras y falsedades del tirano. Por unas más no sucede nada ya se difuminarán con peleas con Israel o con algo de fascistas. Desde luego los suyos, cuya memoria es similar a la de un pez, no se lo reprocharán. Mientras no gobierne la derecha como si no comen, les quitan una pierna (brazos no porque deben aplaudir) o les ponen el nombre de Sánchez con hierro candente. Cualquier tirano necesita tontainas que no piensen y solo digan «¡Sánchez, Sánchez, Sánchez!».

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