Existe en el seno de la Iglesia católica un numeroso grupo de carcas a los que nada les parece bien. No son tradicionalistas en sí, grupo que suele ser más que respetuoso siempre que les dejen seguir con sus cosas tradicionales; no son progresistas, grupo que desea adaptar completamente la Iglesia a la sociedad postmoderna; no son católicos comunes, ese grupo que en ocasiones no entiende algunas decisiones que se toman pero que tampoco hacen demasiado por entender o reaccionar. Son carcas. Personas a las que el Vaticano I ya les parecía malísimo, imaginen el Vaticano II.
Todo está mal y si los jóvenes católicos tienen una forma de divertirse que no entienden o no quieren entender pues les señalan como herejes o blasfemos. Se quedaron en Trento y no han sabido avanzar. No se sabe si gustan del cilicio u otras formas de mortificación del cuerpo para la purificación del alma, pero dan la impresión de que sí. A estas personas habría que ponerles en la situación de lo que dirían los primeros cristianos si viesen en lo que ha devenido la Iglesia que comenzaron a construir, incluso pagando con sus vidas.
La Jornada Mundial de la Juventud, acto que en su forma actual fue creado por san Juan Pablo II, es un festival, sí un festival, donde la Iglesia católica se reúne con sus fieles más jóvenes no solo para rezar sino para convivir durante unos días, aprender unos de otros y reafirmar (mediante charlas, reuniones o conferencias) las convicciones. No pocas vocaciones sacerdotales han surgido de ella como no pocos matrimonios. Siempre ha habido música, juegos, felicidad y momentos más sacros y doctrinales. Ha sucedido con Juan Pablo II, con Benedicto XVI (la de Madrid es buen ejemplo) y sucede con Francisco I.
Pues a este grupo de carcas les parece mal que la Iglesia, sin perder sus momentos de espiritualidad católica, abogue por una juventud sana y divertida. En los años 1990s no eran pocos los que acudían al Happening de la Asociación Atlántida en diversas universidades españolas y no pasaba nada. Incluso contaba con el apoyo de la Conferencia Episcopal Española, que nunca ha sido tenida por “progre”. Ahora los jóvenes se divierten con música techno, se sienten cercanos a lo que representa Hakuna y no por ello van a dejar de ser menos católicos. Pues a ese grupo no les gusta.
No les gustaban las canciones en las misas, la verdad es que en esto hay que darles la razón no por lo musical sino por los destrozos que se suelen cometer, salvo que fuese canto gregoriano. Canciones que en cada vez menos parroquias hay porque los fieles ya no acuden o no existen. Si con festivales como la JMJ se logra que haya fieles igual es bueno para la Iglesia. En el Evangelio no dice nada de no bailar techno, ni de no reir, ni de no compartir, todo lo contrario (mejor que lean el libro de Enrique García-Máiquez, Gracia de Cristo, Ediciones Monóculo), pero parecen empeñados en solo reconocer la caída de Sodoma y Gomorra y el Apocalipsis.
Lo importante de la JMJ lo ha dicho el padre Manuel Navarro, un cura joven, en Twitter (o X que ya no se sabe): “Acabada la JMJ vuelta a la realidad. Tendrás a tu cura, con quien confesaste en la JMJ en el confesionario de tu parroquia; la misa Misa a la que ibas en la JMJ todos los días y el Rosario en tu parroquia; la adoración del Santísimo en silencio todas las semanas. Desaparecerán todos los fuegos de artificio y quedará lo nuclear. Todos los días tu parroquia abierta. ¿Te vienes?”. Esto es lo importante, que la chavalada se anime no solo a acudir a una fiesta católica esporádica sino acudir a la fiesta católica de todos los días.
En verdad los jóvenes sí hacen Iglesia ayudando al necesitado, trabajando gratis en Cáritas, etcétera. Lo que no es tan obvio es que sigan haciéndolo si los carcas y los envidiosos les señalan como menos cristianos. En Introducción al Cristianismo (Sígueme) Joseph Ratzinger, justo tras el Vaticano II (al que siempre apoyó), afirmaba que veía el catolicismo como pequeñas comunidades de fieles luchando contra el desencatamiento del mundo. Luego vendrían Alasdair McIntyre y Rob Dreher con algo parecido. El alemán no lo decía por ver bien que los jóvenes disfrutasen con Led Zeppelin, Eric Clapton o los Pop Tops sino por el proceso global que ya se vislumbraba en esos tiempos (si se hace caso a Romano Guardini, desde el final de la II GM).
Los carcas, sin embargo, están empeñados en que esas comunidades sean pequeñas no por carencia de doctrina sino por tristeza, amargura y una religión oscura y oscurantista. Es curioso como estos mismos carcas luego se olvidan de partes doctrinales porque les interesan menos, pero ahí siguen en el empeño de que todo se haga como a ellos les gusta o si no se llevan el juguete. Y si, además, les apoyan algunos envidiosillos que, no se sabe por qué, pensaban que eran el centro teológico o doctrinal del catolicismo, los guías, peor porque se crecen. En el centro del catolicismo está Cristo (por ende Dios y el Espíritu Santo), a partir de ahí ¿por qué no van los chiquillos a disfrutar de una forma más actual? No dejan de ser hijos de su época. Unos hijos que por católicos serán señalados o mirados de mala forma. ¿Tienen que aguantar el señalamiento de los que deberían abrirles las puertas de par en par?
LaBanca, Los Grandes empresarios, Los uniformes, las sotanas y los hábitos forman la mayoria de la derecha fascistoide y antidemocrática en España.