Si ayer se comentaba en estas páginas lo mal que sienta al común que cualquier chisgarabís dedicado a la política se meta en debates y peleas que tienen un componente social pero alejado de las sucias manos de los cargos públicos, hoy toca hablar del asco que producen los políticos que hablan de un tema el cual desconocen. Cuando esto sucede, el político lo que hace es proyectar sus prejuicios sobre un aspecto social o empresarial enmierdando la situación o imaginando mundos fantásticos donde habitan las hadas y nada tienen que ver con la vida real.

Esto le ha pasado ayer a la mininistra de Trabajo y vicepresidente del Gobierno en funciones. Con tal de aparentar, de incluir sus prejuicios en la vida de los demás y aportar una solución que nadie ha solicitado a un problema inexistente, habló más de la cuenta… metiendo la pata por completo desconocimiento. Mientras hizo la rueda de prensa Yolanda Díaz, más conocida como la desbrozadora por su afición a desbrozar personas de sus círculos políticos, habló con cierta coherencia. Seguramente le habría pasado un guion alguna persona con dos dedos de frente, que incluso se habría tomado la molestia de ver qué sucede en federaciones como la estadounidense, y proclamo que a nivel selecciones habría que pagar lo mismo a hombres y mujeres. En otros deportes sucede a nivel federativo. Hasta aquí bien si no se tiene en cuenta que la RFEF es un ente privado.

Lo peor es que, toda vez que le han quitado el guion de las manos y ha hecho el ridículo en la rueda de prensa por no saber inglés (¡Ojo! Un periodista que viene a España a hacer su trabajo debería conocer como mínimo el idioma, que existe mucho imperialismo lingüístico), pues ha pensado que como lo dicho en rueda de prensa no había sentado mal, nada mejor que extenderlo a todo lo que a ella le apeteciera. Como por ejemplo a todo el fútbol. Aprovechando que el caso Rubiales colea y parece tener visitas, Díaz ha decidido que va a enviar a la inspección de Trabajo (por cierto, ¿no sería prevaricación o algún otro delito el uso personal de un cuerpo funcionarial?) a los equipos de fútbol para que los salarios de hombres y mujeres se igualen.

Así, para empezar, si le hiciesen caso el fútbol femenino (como han recordado en redes sociales) desaparecería. Nadie podría sostener los equipos. ¿Por qué? Porque no generan los mismos ingresos. ¿Por qué (pregunta el/la estúpido/a político/a)? Porque aunque parezca que juegan al mismo deporte, lo hacen en dos ramas distintas. Como dice entender de cosas de la industria el ejemplo de un soldador podría servir. Un soldador y una soldadora, él de ferralla, ella de intercambiadores de calor ¿deben cobrar lo mismo? No. En este caso él debería ganar menos porque la pericia y las capacidades son distintas. Sueldan, sí. En industria similar, sí. Pero en distintas ramas. Pudiendo, ambos, incluso, trabajar para la misma empresa.

Lo mismo ocurre con el fútbol masculino y femenino (donde no caben los trans como le gusta a la mininistra). Pueden ser equipos de la misma empresa pero son dos ramas distintas. Uno genera muchos millones de ingresos y muchos millones de gastos y la otra rama no genera casi nada (Real Madrid y Barça tiran de los dineros de los chicos para pagar los “sueldazos”). De hecho, entre los hombres no existe la igualdad salarial. Dependiendo de las capacidades de cada cual y su valor en el equipo, unos ganan más y otros menos. Quienes más generan (por motivos distintos) suelen ganar más que los que generan menos. Entre las mujeres sucede lo mismo. La subjetividad es un factor importante para los ingresos, algo que no se puede controlar racionalmente (como puede sucede en otros trabajos), por tanto los sueldos varían intrasexual e intersexualmente.

Vamos, que lo que ha dicho es una estupidez como un piano de grande. Y es, como otros lugares de la sociedad, un sitio de donde los políticos deberían quitar sus sucias manos. Porque, como se comentó ayer, son los políticos los que han provocado que el caso Rubiales sea un estercolero ahora. Salvo la decisión del CSD de actuar según la reglamentación, el resto comienza a provocar vómitos en la mayoría de personas (de distintas afiliaciones) que apoyó a las jugadoras contra el presidente federativo. Si se fijan, en la manifestación o concentración de los políticos de ayer solo han acudido ellas y sus palmeras (por dar las palmas). Nadie en su sano juicio quiere mancharse con gentes que ni conocen los nombres de las jugadoras, ni las reglas del juego. Son tan patéticos como la madre del interfecto haciendo una huelga de hambre. Aunque en el caso de la señora se pueda entender porque se les acaba el chollo (tras perder el sueldazo del Ayuntamiento y el trinque de los ERE andaluces).

Y no se olviden de Isabel Díaz Ayuso. Otra que ha estado callada hasta que ha saltado para hablar de los violadores liberados (llega tarde porque eso llevan diciéndolo los mononeuronales desde el primer día para justificar la actitud de Rubiales) y para criticar a la prensa extranjera que no habla de los CDR y su presión sobre la Vuelta a España. Con todo lo liberal que se dice y es incapaz de ver que los periódicos hablan de lo que quieren. Como hicieron los radiocaspa de los deportes que tan extensamente hay distribuidos por distintos canales. Tal vez está acostumbrada, desde los tiempos de Esperanza Aguirre, que como se da dinero (publicidad) hay que decir lo que el pagador quiera. Un debate, por cierto, que siempre está presente dentro del periodismo y la ética profesional. Para no decir nada coherente, es mejor callarse que parecer idiota.

Paradójicamente, como han contado numerosas fuentes a lo largo del tiempo, es de las que mejor entenderían por lo que ha pasado la jugadora. Pero ella a lo suyo. A que le jaleen los fachamonguers (que nada tienen que ver con las personas de derechas… normales) y le adulen todos aquellos que mañana, de caer los ingresos por publicidad institucional o cambiar la fuente, la ejecutarían sin dudarlo. Al final no deja de ser el comportamiento típico del político que carece de principios en los que apoyarse y discurso con el que convencer. Muy extendido entre la clase política. Se podría decir que es la ideología de la clase política en sí.

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