Si comenzamos el artículo diciendo “Marx, Tréveris y Comité Central” lo más probable es que piensen que tratará sobre la reunión de la AIT (o primera internacional), pero no, se trata de un posible nuevo cisma en la Iglesia católica. Pero quédense con los nombres citados que aparecerán de forma sorprendente. Un cisma que se produciría donde siempre, Alemania. Ya Martin Lutero, que se puso a clavar papeles en las puertas de una iglesia, lió una buena, ahora son algunos obispos alemanes los que quieren transformar la Iglesia a su gusto y el de sus amigos. Lutero hizo del cristianismo algo individual, los neocismáticos quieren hacer de la Iglesia una especie de comuna hippy.

¿Por qué un cisma? La Conferencia Episcopal Alemana, con monseñor Georg Bätzing al frente, han ideado un sistema de administración de la Iglesia alemana basado en diversos comités sinodales. O lo que es lo mismo, comités mixtos donde el obispo se reuniría con laicos y presbíteros elegidos “democráticamente” para gestionar la diócesis. A nivel alemán también habría otro comité sinodal mixto (obispos-laicos) para gestionar toda la Iglesia alemana. Visto así, como lo observan algunos wokes católicos, parecería que es un avance democrático en una institución con miles de años de funcionamiento. El problema es que ni las constituciones eclesiales, ni la tradición permiten algo así. Además del peligro de infiltración o de control por agentes externos o algunos círculos católicos (integristas o no).

Según Lumen Gentium deben ser los obispos, que para eso les nombran y les pagan, los que gobiernen y administren el magisterio en cada diócesis. La Iglesia no es un partido político, ni una asociación de amigos del tipo de la cruz. La sinodalidad es, o eso pretendía el Vaticano, un proceso de escucha y diálogo entre laicos y ordenados para una mejor gestión y avance doctrinal. Pero ya. La gestión debía seguir su camino normal. En Alemania, sin embargo, llevan tiempo pensando que la Iglesia puede ser como la “casa de tócame Roque” porque se van a quedar sin fieles y sin dineros. Da igual la doctrina o el magisterio, lo importante es tener muchas personas apuntadas.

Esto lo defienden desde, ¡atención!, el Comité Central de los Católicos Alemanes. Su presidenta, Irme Stetter-Karp —para que se hagan una idea una especie de catequista o directora del grupo de canciones que piensa que la Parroquia es suya—, y su vicepresidente, Thomas Söndig —el típico controlador mandón de los ejercicios espirituales—, han pedido a los obispos alemanes que obvien las negativas del vaticano y sigan adelante con la constitución del camino sinodal alemán. Los laicos, como es previsible dentro de las miserias personales de los seres humanos, quieren meter mano en la Iglesia aunque solo sea para cubrir alguna parte de su ego. Y para justificarse dicen que ya el papa Bergoglio les ha dado voz en el Sínodo de la sinodalidad.

Nuevamente una idea del jesuita pontífice se le va de las manos. Con Fiducia supplicans se hace creer que se van a bendecir matrimonios homosexuales (eso dicen desde algunos grupos de prensión LGTBi+), con el Sínodo de la sinodalidad se hace creer, como sucede en Alemania, que los laicos van a ocupar el poder eclesial. ¡Imaginen controlar un poderoso aparato ideológico como es la Iglesia católica a nivel mundial! Normal que acaben celebrándose funerales trans en catedrales, la confusión francisquita lleva a estas cosas. Y todo por no explicar las cosas y por no parar los pies a los madamases de algunos sitios, como Alemania.

Allí, desde hace tiempo, el cardenal Reinhard Marx, antiguo obispo de Tréveris (ya va cuadrando todo) y posible electo en un próximo cónclave (¿el papa Carlos?), ya ha celebrado misas en favor de los LGTBi+ y es firme defensor del camino sinodal. Lo mismo que el obispo Herwig Gössi. No es algo nuevo la deriva hacia el cisma y hasta el momento desde el Vaticano se han dedicado a enviar cartas. En esta ocasión, no como sucede con otras propuestas, tienen el apoyo de teólogos y obispos alemanes, los cuales llevan años quejándose del camino que iban tomando las cosas.

El cardenal Walter Kaspers ha advertido de las consecuencias: «Un Consejo sinodal de ese tipo, sin duda, interferiría en la estructura sacramental y limitaría o incluso anularía la autoridad del liderazgo del obispo. Tendría más poderes que la Conferencia Episcopal que, según el actual código de Derecho Canónigo, salvo algunas excepciones, es un órgano consultivo». Y el defenestrado Georg Gänswein también ha advertido de la situación. De momento el Vaticano, mediante carta, ha logrado parar la votación sobre los estatutos del Comité Sinodal, pero la situación es preocupante porque no se han tomado medidas de otro tipo y estos días se reúne la Asamblea General. Los alemanes han sido muy tercos cuando se les metía una idea entre ceja y ceja ¿logrará el papa Francisco para todo esto que, al final, es casi culpa suya? ¿Habrá un nuevo cisma? ¿Dónde queda, como ha dicho el Vaticano, la evangelización? Entre curas traficantes de viagras y cismas, es un no parar el pontificado jesuítico.

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