En el PP, desde los tiempos de Alianza Popular, han creído ser los depositarios de las esencias inmemoriales de España. Tanto como para pensar que España era suya. Cualquiera que quisiese hablar de España, del futuro de España, del significado de España, de España en sí y para sí, debía pasar por debajo del futbolín de la calle Génova como mecanismo de reconocimiento de su tenencia. Pasó con Ciudadanos, que fueron los primeros que les disputaron España. Felipe González jamás lo necesitó porque explicaba mejor que ellos España. José Luis Rodríguez Zapatero no entendió (ni entiende) España y está más centrado en las identidades por una mala comprensión de la Escuela de Frankfurt. Pasó con Vox, los segundos en disputarles España.
La diferencia con Ciudadanos y Vox es que estos, cuando menos, han intentado explicar qué significa España para ellos. Mal que les pese en el PP, Ciudadanos y Vox, guste más o guste menos su explicación, tienen una noción de España clara. Los peperos eran propietarios de España, con exclusividad desde los tiempos de José María Aznar, y no debían explicar qué es España y qué quieren para España. Es mía y me la quedo poniendo banderas de España en todos los pueblos donde gobernamos (igual algún día habría que investigar tanta bandera y qué empresa/s las venden). España era poner banderas. Era llevar una bandera en la muñeca. Era escuchar este o aquel músico (como si el arte pudiese tener nacionalidad). Era lo que le salía de sus partes a quien estuviese al mando. Igual con Mariano Rajoy no, entre otras cuestiones, porque no se sabía si subía o bajaba. Básicamente, para el PP, España es decir que se es muy mucho español, aunque sus actos acaben siendo perjudiciales a España.
Ayer convocaron una manifestación contra la Amnistía y en favor de ¿su? España. Decenas de miles de personas se unieron en Madrid para clamar contra la más que posible medida en favor de los secesionistas prófugos de la justicia española del presidente en funciones, Pedro Sánchez. Allí hablaron Alberto Núñez Feijoo, con sus problemas de discurso habituales; Aznar, Rajoy e Isabel Díaz Ayuso, que no se sabe si estaba por deméritos del primero o para segarle la hierba a la altura de los tobillos (¡Qué rápido han salido sus voceros a decir que mostró un firme apoyo a su dirigente máximo!). El caso es que estaban peperos en un acto del PP, el cual intentan vender como un acto de patriotas de todo tipo. Lo intentan vender los medios de comunicación que se ven regados con los dineros de las autonomías azules, hay que explicar.
El 8 de octubre tendrá lugar una manifestación similar en Barcelona convocada por Sociedad Civil Catalana. Una organización social, a la que se puede tachar como ustedes quieran porque hay libertad de expresión todavía, que no está vinculada a partido alguno. Igual reúnen menos participantes, igual reúnen muchos más. Pero seguro que será una manifestación de españoles y no de una parte de los españoles. Es posible que personas de Vox, de Ciudadanos, del PP, del PSOE (que no del PSC), del PSUC, de ninguno y de todos acudan a defender que la amnistía no es posible ante una banda de mangurrianes que, además de hacerse con un buen botín y dar un golpe de Estado, metieron a los catalanes en una guerra que ni merecían, ni querían.
El PP convocó un acto de partido (cientos de autobuses fletados para llenar la avenida de Felipe II) porque sigue pensando que España es suya. Pero justo, a causa de ese acto, ha perdido la propiedad (conseguida como los vikingos o algunos nobles de vieja estirpe) del país que dice tanto amar. Les han podido las prisas. Aznar siempre fue un chapuzas con los pies encima de la mesa. No han querido compartir el país con los demás. Y así ha ocurrido que millones de personas que podrían compartir lo que allí se defendía no han acudido. La interpelación social canalizada por un partido político acaba por expulsar a aquellos que no se ven reflejados en ese mismo partido. Siempre les ha pasado a los partidos comunistas que hablaban por todo el proletariado y no les votaban. Ahora le ocurre al PP. Creyéndose poseedor de España, o único interpelador acreditado (con su ISO y todo), al final consigue que nadie le siga.
Si el PSOE se propusiese (más si se junta con Sumar y otros partidos) hacer un acto en favor de la concordia en España (un eufemismo de la amnistía) seguramente convocaría tantas personas como el PP. No es una cuestión cuantitativa, como les gusta a los amanuenses de partido, sino cualitativa. Cuando hay consideraciones éticas, históricas y sociales, más allá de las meramente políticas, la asistencia aumenta siempre y cuando alguien no pretenda sacar tajada particular de ello. ¿Cuántos votantes de Vox no habrán acudido por un tema partidista? ¿Cuántos votantes del PSOE (recuerdan que las encuestas dicen que casi un 50% de los votantes socialistas no desean la Amnistía)? ¿Cuántos españoles, en general, no han acudido porque no desean mezclar lo justo con lo particular?
Han vuelto a interpelar a los españoles pensando que la única forma de ver España es la suya (que tampoco es que se sepa bien qué España defienden) y de esta forma ha quedado claro que no es de su propiedad. Por muchas pulseras, banderas y aspavientos españolistas que hagan España no es suya, ni lo que es España lo determinan en la calle Génova. Han fracasado por lo de siempre, primar lo partidista a lo patriótico. Y no era tan difícil convocar, no desde el partido, sino desde cualquiera de las miles de asociaciones que existen en defensa de la sociedad civil. Pueden haber vencido en lo cuantitativo pero en lo cualitativo han provocado que la defensa de lo Justo, como es no conceder amnistías a golpistas y malversadores de dinero público, hay quedado difuminado. Incluso habrán generado asco en muchas personas que pueden compartir esos mismos postulados. Son chapuceros hasta decir basta y todo porque Aznar y Ayuso son dos ansias de la vida. Y el ansia no es buena compañera de viaje… nunca.