En la política espectáculo actual existe un elemento que tiene importancia vital para el propio funcionamiento del sistema político y social: la victimización. Existe un vídeo que se mueve en las redes sociales donde se ve a un muchacho que, según la década de nacimiento, se choca con el marco de una puerta y actúa según el momento. La gentes de los años 1970s ni miran; la de los años 1980s se encara con el marco; la de los 1990s se queja y se va agarrando el brazo; los milenarios se tiran al suelo, se revuelcan y se hacen un selfie. Lo mismo ocurre con la política, hace años las estupideces que pasan hoy ni se mirarían, los zapateristas y rajoyistas se quejan, pero es que la tropa actual se hace la víctima por cualquier memez.

En este juego de victimizaciones, siempre para sacar algo a cambio —piensan que todas las fobias que existen (gordofobia, tontofobia, cristianofobia, sanchismofobia, homo fobia) ¿no tienen un interés detrás? Y no precisamente ético—, el PSOE y Vox tienen una correlación propia. Si Vox cae el PSOE también pues se queda sin el elemento que le permite recurrir a la victimización y al shock antifascista. Lo mismo le ocurre a Vox, sin el sanchismo no sería nada más que un grupo de asalvajados sin representación política. Suben y bajan ambos a la vez (de ahí la correlación, si fuesen distintas serían relación sin más, ergo decir cosas como “analizar la correlación de fuerzas” está mal dicho pues son dispares los movimientos).

Como se explicó ayer, Santiago Abascal parece estar siendo pagado por algo o alguien a fin de destruir Vox. El resto de apesebrados son como marionetas que cumplen diversas funciones en según qué momento. Es Abascal el que importa y cuando dice lo que dice y hace lo que hace —bueno, hacer poco porque ya saben que es un poco vago— acaba dañando a su propio partido. En esos momentos de disminución de su apoyo por errores propios siempre aparece el PSOE para salvarle. Es casi instantáneo. Sin ir más lejos Patxi López, otro que necesita enemigos aunque sea inventados para que no se les vean los déficits, afirmó que denunciarían a la Fiscalía las palabras en Argentina de Abascal y los ataques a las sedes del PSOE para encalomárselo a Vox.

Cualquier con dos dedos jurídicos de frente sabe que o bien no se tienen en cuenta pues se realizaron en un país extranjero y debería tener un delito similar, o bien, lo más probable, se aceptará como libertad de expresión (lo que es) y no delito de odio. Lo de atacar las sedes, salvo pintadas más o menos groseras, no ha habido nada que destacar. La libertad de reunión y la de manifestación están por encima de aguantar a gentes frente a las sedes y señalamientos en las agrupaciones del PSOE. Nada de odio, ni cosas por el estilo. Pero López y sus comancheros sanchistas saben que eso permitirá a Vox hacerse la víctima y no perder terreno.

Mientras el PSOE, y especialmente Pedro Sánchez, tendrán la carta de la “víctima del fascismo” para usar tantas veces como quiera. Ayer mismo en el debate de la proposición de ley de la Amnistía el chusquero de Ferraz ya afirmó que los “querían colgar”. A la par, los voxeros clamaban contra el intento del sanchismo malvado de ilegalizarlos. ¿Ven? Una correlación casi perfecta. Y como el sanchismo se ha construido sobre la victimización total (me persiguen los de la clase económica, me persiguen los barones, me persiguen los medios, me persiguen los que son de derechas por ser izquierdista —cuando el tipo es un liberal de manual—, me persigue todo el mundo y los fachas más), miel sobre hojuelas para seguir justificando todo con el victima argumentum.

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