Hoy es Jueves Santo. Tenemos un presidente que se llama Pedro. Para qué poner un titular a algo tan obvio. Bueno, lo de obvio igual es apresurarse demasiado en las propias percepciones porque, hasta el momento, no es que haya muchos doxósofos, opinólogos, juristas o listillas prepotentes que hayan unido el nombre del sujeto, porque es simplemente un sujeto, y la efemérides del día. Y eso que lo tienen bastante fácil. Pedro Sánchez no es la persona que tenga la palabra más fiable de la historia, más bien al contrario.

En esta fecha se consumó aquello que Jesús de Nazaret dijo a Simón Pedro durante la llamada última cena. Además de la traición de Judas —otro nombre que tiene muchos sujetos políticos a los que adherirse—, confiesa la traición de aquel sobre el que edificará su iglesia. Tres veces le acabaría negando antes de que el gallo cantase mientras era interrogado en la casa del Sumo Sacerdote, Caifás. ¿Cuántas veces no ha negado Sánchez, que ni de santo, ni de apóstol tiene algo, aunque él crea que sí (el apóstol del progresismo mundial), algo que había dicho que jamás se produciría. Ha engañado a militantes y españoles por igual.

Primera negación: jamás alcanzaría acuerdo alguno con EH Bildu. Hasta fotos con ellos se ha hecho. En dos Comités Federales, antiguo máximo órgano entre congresos de su partido, lo afirmó con rotundidad. La misma que mostró a la prensa. Hoy ha concedido, entre otras cuestiones, la alcaldía de Pamplona a ese grupo político.

Segunda negación: jamás incluiría a Podemos en el Gobierno. De hecho pensaba que con ellos en el Gobierno no podría ni dormir por las noches. «Ese gobierno sería un gobierno de coalición donde el problema sería que debería haber aceptado, por ejemplo que, el ministro de Hacienda, o de política energética, o el ministro que se encarga de las pensiones en nuestro país, de la Seguridad Social fuera una persona del círculo cercano y de confianza del señor Iglesias con poca experiencia política o de gestión pública». Allí que los ha tenido para desgracia de España.

Tercera negación: jamás aprobaría un ley de amnistía. Y ya ha pasado el trámite del Congreso, además adaptándola a los deseos de Carles Puigdemont. Todo en pos de la concordia estatal, la cual ya han dicho los secesionistas que se la pasarán por el arco del triunfo.

¿Es necesario el titular, en un día como hoy, con un tipo que no le dice la verdad ni a su médico? Prometió a sus militantes más democracia interna y ha conseguido que cualquier centralismo democrático de carácter leninista parezca una oda al anarquismo. De hecho, por poner un ejemplo, antes con presentar listas podían ir a los congresos cualquier grupo de militantes obteniendo más del 20% de los votos, ahora les exige la recogida de firmas antes de poder presentarse. Por no hablar de las listas hechas a dedo desde Ferraz o el mamoneo con las sedes de los partidos y los dineros internos.

A diferencia de san Pedro, Sánchez jamás se ha arrepentido. Miren los libros que le han escrito y verán que se enorgullece de todas sus negaciones. El apóstol cristiano, cuando menos, tras la mirada de Jesús, se marchó a esconderse para llorar arrepentido. Este hombre no solo no llora, ni se arrepiente sino que amenaza con nuevas negaciones como el referéndum de autodeterminación, la guerra o el Estado libre asociado vasco.

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