Fuente: La sexta

Tras un tiempo de asueto, por no decir que escondido, el vicepresidente segundo del gobierno de España acordó una entrevista con la cadena amiga La sexta. En ella Pablo Iglesias tuvo la oportunidad de mostrar al pueblo lo mucho que sufre en el poder y todas las intrigas que existen alrededor del gobierno. Lo hizo con un matiz de sorpresa que es lo más destacado, junto a una irreparable metedura de pata respecto a los exiliados españoles, de su discurso pues se supone que ÉL había estudiado Ciencias Políticas, llegando incluso a doctorarse en la materia. Algo que tras sus palabras hay que poner en duda porque cualquier licenciado, anteriormente, o graduado, actualmente, sabe perfectamente que lo que ha asombrado a Iglesias no tiene un porqué si ha estudiado aquella carrera.

Cierto es que el vicepresidente segundo estudió primero Derecho, con lo cual al pasar a Ciencias Políticas no se cursa la carrera al completo sino que se convalidan unas cuantas asignaturas (algunas de forma extraña como Teoría del Estado) y se quita de encima numerosas optativas relacionadas con el mundo jurídico. Así se llega a comprender que tenga las lagunas que tiene respecto a graduados o licenciados que sí cursaron al completo la carrera (en el caso de los licenciados, muy especialmente la diferencia respecto a quienes cursaron las especialidades de Ciencia Política o Ciencia de la Administración). No es lo mismo cursar, aunque en la actualidad la carrera de Ciencias Políticas es un batiburrillo de políticas públicas y comunicación política en su mayoría, toda la carrera que sólo una parte. A ello súmenle que hizo el doctorado en un departamento dedicado en buena parte a la historia política y la geografía, no en los más puros de la Ciencia Política o el de historia del pensamiento. Esto en realidad puede ser banal si se ha seguido formando de la forma correcta, como debería hacer alguien que aspira a ser profesor, pero sus palabras dejan cierto rastro sobre los superconocimientos de amado líder tal y como venden en Podemos.

Antes de hablar de la boutade de los exiliados –para dar una visión que no han reflejado los análisis de los que se han atrevido a comentarlo-, cabe destacar que Iglesias ha afirmado que no se esperaba que la presión de la coalición dominante fuese tan brutal como ha podido comprobar. Bueno, no ha dicho coalición dominante –ello hubiese indicado que ya sabía en qué terreno jugaba-, ha dicho empresarios porque es el antagonista que necesita en su discurso maniqueísta. Desde fuera, dice, advertían que había un grupo que mandaba mucho y que ahora se ha dado cuenta que en el gobierno no tiene poder. Otra boutade porque el gobierno tiene algún poder, especialmente el represivo en todas sus manifestaciones y el simbólico, y puede legislar para cambiar las cosas, siempre y cuando cuente con el consenso de las fuerzas políticas que están en el legislativo. Lo que no tiene el ejecutivo, nunca, es el poder absoluto como puede tener Él en su partido. Absolutismo no existe en los gobiernos y no sólo hay empresarios que pueden presionar, sino otro tipo de colectivos no vinculados al poder económico (ejemplo: sindicatos, al menos cuando eran sindicatos).

Existen límites al poder y presiones de la coalición dominante. Sí coalición dominante que es un concepto que no utiliza el vicepresidente segundo por serle poco útil en su dialéctica del amigo-enemigo. Es un concepto más complejo pero mucho más real. Así no se sorprendería que un empresario pueda tener un holding empresarial donde se incluya un periódico. Parece desconocer los medios medianos o pequeños que pueblan España y los empresarios, con distintos intereses, que hay detrás de ellos. Esto lo explicó muy bien Robert Dahl, cuando describió a los sistemas actuales como poliarquías y no como democracias porque hay distintos núcleos de poder. Eso de “democracia muy limitada” no es nuevo. Si hubiese leído a Dahl lo habría entendido. No sólo a Dahl, también a Louis Althusser, Nicos Poulantzas o Göran Therborn, escritores marxistas que se dedicaron a las formas de control en el Estado. Y diciendo que proviene de la escuela marxista, aunque se haya decantado por Ernesto Laclau y su populismo de añadir todas las luchas que sirvan al amado líder, parece que ha olvidado aquello de la determinación en última instancia de lo económico. En el gobierno ha descubierto lo de “última instancia”.

Como no podía ser menos, Juan Carlos Monedero ha salido en ayuda de Iglesias, afirmando que en la carrera de políticas se estudian cosas muy teóricas y que la realidad es algo distinta. Manuel Pastor, catedrático de Ciencia Política, solía explicar en primero de carrera que presentaba en sus clases –en Introducción a la Ciencia Política– modelos ideales que sirven para el análisis de la realidad. También recordaba que más adelante se llenarían esos modelos con más partes teóricas y realidades concretas. El catedrático de Historia de las Ideas, Dalmacio Negro, era más concreto y catalogaba la historia como lucha entre oligarquías, en el caso actual entre oligarquías políticas y económicas o sociales. Incluso Jorge Verstrynge, que tuvo que explicar Teoría del Estado y Sistemas Políticos, explicaba en sus clases la realidad de lo que se cuece en el Estado y la fórmula de los movimientos antisistémicos (que en aquellos años catalogó como nuevos bárbaros) que se llaman populistas. Lo mismo se podría decir de Juan Maldonado, el recientemente fallecido Julián Santamaría, Ramón Cotarelo, Blanca Olías y demás profesores que eran de la misma facultad en que estudió Iglesias. Falta de realismo no ha habido en las clases de Ciencia Política. No cuela la excusa del realismo. El problema es que se le ve las carencias o la demagogia.

El malo es el PSOE.

Siguiendo con el maniqueísmo propio de su discurso vital –Él es siempre el ser de luz de los maniqueos gnósticos-, ha culpado al PSOE de todo lo que no sale adelante pero que a Él le gustaría. Como la empresa de energía para bajar el coste de la luz, sin detallar los costes de producción, ni de distribución. Inmanentemente sabe que con una empresa de energía bajarían los precios sí o sí. No sólo eso, sino que ha afirmado que no se fía de sus socios, que sabe perfectamente que está en el gobierno con los malos, con los que pactarían con el PP si no estuviese ÉL para impedirlo. Como le ha respondido Emiliano García-Page –porque en el gobierno están callados para no alborotar el gallinero- “basta ya de culpar al PSOE de todo lo malo y ponerse las medallas de todo lo bueno”, en un gobierno el que decide es el gobierno al completo. Y es cierto, si el resto del gobierno se opusiese a ciertas medidas no saldrían adelante.

Los malos son los del PSOE que, por cierto, son los que reciben y aceptan –esto último lo cuela de manera sibilina- las presiones de la coalición dominante. Él no, pese a que está haciendo todo lo que desde el lobby queer le piden para acabar con el feminismo (especialmente el de raigambre socialista), o lo que le piden de parte del lobby gay respecto a los vientres de alquiler, a los que prestan voz en el ministerio de Igual-dá o las diversas intentonas para legalizar la prostitución. Claro pero esas presiones son de supuestos “amigos” que le proporcionarán votos y apoyos contra los otros, los malos. Nuevamente el recurso a lo agonístico para evitar reconocer que también tienen presión de ciertos grupos y colectivos en busca de subvención. Y todavía se permite recomendar una película de Costa Gavras a Nadia Calviño. En respuesta podría la ministra recomendarle un libro de uno de sus amigos y guionistas, Jorge Semprún, especialmente las dos biografías de Federico Sánchez.

Más graciosa es la afirmación de que los debates más interesantes en España se están produciendo en el Consejo de ministros. No en el Congreso donde la oposición se dedica a insultar. Una pena que esos debates no sean de dominio público, ni lo vayan a ser nunca por el secreto de las deliberaciones. Por tanto nadie podrá valorar si son los más interesantes o no. Inconscientemente ha querido expresar que son los debates más interesantes porque está ÉL (defendiendo los intereses del pueblo, cabría apostillar), en los demás como hay más personas y Él no habla tanto, pues son menores. Ya que tiene ganas de debate tiene un mecanismo parlamentario que pueden utilizar los miembros de Unidas Podemos: la comparecencia parlamentaria. Si quiere debatir con los demás grupos que pidan una comparecencia a petición  propia y lleva el debate, sobre cuestiones concretas, al parlamento. Corre el riesgo de que se entere todo el mundo y de que les venzan en buena lid parlamentaria. Por eso no lo harán, es mejor fardar.

Los exiliados.

Lo que más ha destacado en términos espectaculares es la comparación de la huida de la justicia de Carles Puigdemont con el escape de los exiliados tras la guerra civil española. Igualar ambos casos es de una mezquindad asombrosa y de una pobreza intelectual suprema. Pero no hay que verlo desde una perspectiva moral o histórica esa comparación, sino desde un mecanismo estratégico. Amado líder se ha autoelegido como único interlocutor válido entre el Gobierno y los grupos independentistas que tienen representación en el parlamento. Es ÉL quien habla por ellos a nivel estatal y quien les representa frente “a las amenazas del Estado represivo” –en el cual amado líder está en el pelotón de cabeza (gobierno)-. Dentro de la lógica populista, esa que elimina cualquier intermediación entre el pueblo y el líder, convocar un referéndum es lo más democrático que existe. No importa que no se atenga a la ley, que sea un engaño (como lo es su firma en la suspensión de las elecciones catalanas porque le vienen mal a ÉL) o que los independentistas sean racistas y carezcan de valores democráticos para con “el otro”. La estupidez de Iglesias tiene una finalidad estratégica de poder frente a Pedro Sánchez, no busquen más.

Que en el parlamento proclamasen la república catalana de los dos minutos, saltándose el mínimo democrático, tampoco le parece mal porque ÉL haría lo mismo si pudiese. De hecho las últimas, y fracasadas, campañas desde las redes podemitas pidiendo más votos para tener todos los diputados posibles apuntan en esa dirección. Tener la capacidad suficiente para hacer y deshacer como es norma dentro de su partido. En democracia cuando no se tiene la mayoría sólo cabe el acuerdo y el debate con unos u otros y a ser posible sin insultar. Pareciera que Iglesias más que El capital haya leído El Corán, porque sigue al pie de la letra las aleyas y azoras “dictadas” por el profeta. De hecho, hasta ese hacerse siempre la víctima de las recomendaciones para la yihad encajan a la perfección en su estrategia. Ese engaño constante y ese envío de las gentes del PSOE y a los ricos a la gehena son muy mahometanas.

Sigue teniendo en la mente el estatalismo soviético, más que un conocimiento real y teórico del Estado, por eso se asombra de que el ejecutivo no pueda hacer lo que le da la gana. Es cansado tener que rendir cuentas en el parlamento (no hay el debate que le gusta). Es cansado tener que hacer leyes según los procedimientos constitucionales (ÉL querría hacer sin impedimento). Es cansado tener que guardar lealtad a los socios o a la Unión Europea (ÉL sabe todo lo necesario). No como sucedía en el Buró Político del Comité Central de la URSS. Esos tics totalitarios le delatan constantemente y no soporta un Estado como el actual. Si hubiese leído a los autores citados anteriormente o a liberales como Bertrand de Jouvenel o Raymond Aron entendería lo que es el Estado y no se quejaría haciéndose la víctima. Y de esa entendería que Puigdemont es un prófugo de la Justicia, no un exiliado. Pero amado líder siempre tiene la razón y los demás sólo son amenazas a la verdad revelada que representa día a día. Y la representa porque carece de la valentía de presentarla de tú a tú en el parlamento. A engañar al engañadero.

3 Comentarios

  1. Pues yo creo que ha dicho «empresarios» porque los empresarios (aka oligarcas no elegidos democráticamente por el pueblo soberano) son precisamente los que realmente tienen el poder en este país.

    Lo tuyo con PI y UP es obsesión, madre mía…

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