Las imágenes han sido claras. El músculo facial resaltaba en tan circunspecta cara. Cuando eso sucede, malo. Alguien pagará esa falta de sumisión al “más grande presidente que han conocido los tiempos”. No tiene problemas en esperar a que llegue el tiempo de la venganza, la cual intentará que sea crudelísima. Son desde ya inimicísimos del “elegido”. Después de haber aceptado hasta el más vil sometimiento una serie de disposiciones que le dejan como un gran traidor a España, ahora le dejan con las posaderas al aire porque hay que ampliar los casos en que pueden ser encausados y enchironados los delincuentes. Esto lo van a pagar porque al presidente solo le vale el enfeudamiento.

Pedro Sánchez, una vez más, se muestra entregado a los deseos y ocurrencias de Carles Puigdemont, ese personaje oscuro que tiene sometido al gobierno a sus antojos. Junts no le da respiro al presidente del Gobierno. Si dice que gracias a la Amnistía se consigue la imbricación del secesionismo en la democracia española, rápidamente surge un lazi a afirmar que no, que su hoja de ruta sigue siendo la independencia y que las cosas de España les interesan poco.

Pensaba Pedrito que tenía en el bolsillo a Miriam Nogueras, pero los “ojitos” de la catalana no eran/son más que una argucia para someter aún más al macho progresista. Cada vez que puede se lo demuestra desde la tribuna del Congreso de los Diputados.

Los españoles, salvo que sean muy fanáticos de Sánchez (que haberlos haylos), asisten pasmados a esta tragedia —no griega porque de serlo tendría algo épico— a la que no se ve desenlace. Cada día se añade un requisito más, una bajada de pantalones más. Mientras tanto todos los partícipes de la coalición gubernamental tratan a los españoles como idiotas. Ora dicen que no ha habido violencia durante el procés (las patrullas de la Guardia Civil se autodestruyeron, por ejemplo), ora dicen que todo está dentro de la Constitución sin percatarse que están haciendo tan amplio lo subjetivo constitucional que puede caber hasta la anexión a Estados Unidos sin necesidad de referéndum. O todo puede ser una genialidad de Sánchez.

Las elecciones gallegas se producirán el 18 de febrero del corriente. Esto es, en apenas tres semanas. Con la devolución de la ley de Amnistía a la comisión de Justicia del Congreso, Sánchez podría haber ideado una estrategia sutil para no perjudicar, más, al candidato del PSOE. Sin una ley de Amnistía aprobada, las posibilidades de vencer al PP debe pensar que aumentan. Y no es porque el candidato sanchista (pues ha sido designado digitalmente), José Ramón Gómez Besteiro, sea la esperanza roja, que no lo va a ser y ya se verá si no empeora resultados, sino porque podrá pactar con el BNG de Ana Pontón.

Haberse negado a ceder en la sesión de hoy a ciertas enmiendas puede haber sido esa luz estratégica que le permitiría decir en campaña que no se pliega a todo lo que le piden los secesionistas. Que aún tiene algo de vergüenza. Que él es el que manda. No es que sea un argumento muy eficaz, pero lo puede haber pensado. Total, nunca ha mentido, ni ha cambiado de opinión, ni ha hecho justo lo contrario de lo que decía que iba a hacer. ¿Por qué no creerle y poder derribar a Alfonso Rueda? Porque la cara que tenía en el hemiciclo no presume una estrategia tan diseñada. De hecho, ahora van a ser tres semanas donde se va a hablar de la Amnistía con mayor gravedad y donde se verá que el presidente no hace más que bajarse los pantalones frente a los secesionistas.

Si hay algo claro es que los presuntos delincuentes son los que están diseñando la ley que permitirá quitar esa presunción y liberarles de cualquier paso por sede judicial. Y así durante cuatro años. De momento le ha salvado la buena fotografía económica (aunque la radiografía, como ha dicho el director de Diario 16+, no sea buena), pero nadie garantiza que seguirán así las cosas. Y que la oposición es medio lela.

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