Estos días atrás leía un interesante libro de William T. Cavanaugh, Ser consumidos de la editorial Nuevo Inicio. En él se hace un análisis muy curioso, por la perspectiva, de lo que sucede dentro del capitalismo. Ese materialismo que todo lo copa llegando a considerar cada elemento del sistema como pura mercancía, tiene un aspecto pseudoespiritual. En la tradición cristiana materia y espíritu poseen un entrelazamiento particular. El cristiano no rechaza la materia, lo material, sino que lo pone en relación con lo espiritual. Por tanto, no se reniega del consumo-producción (como algunos místicos quieren hacer ver) sino que se pone en relación con el Tú, con el todos, con el bien común, con lo propiamente espiritual.

A ello hay que sumar que el capitalismo acaba generando una especie de espiritualidad, no en aquella forma espiritual de la autoayuda y demás falsas religiones, propiamente capitalista. El deseo de cosas nuevas viene promovido por la constante insatisfacción con los bienes materiales adquiridos, como dice Cavanaugh «el consumismo no tiene tanto que ver con tener más, sino con tener algo distinto». Existe, por tanto, un placer en el desear más que en el poseer. El capitalismo, dice el autor estadounidense, no es moralmente neutro sino que acaba educando al mundo en su relación con el mundo material mediante una disciplina del espíritu. Si desean saber cómo salir de ello, compren el libro y léanlo que les va a venir bien.

Lo interesante es que por un lado se desean más cosas a la par que se desean otras más porque ya hay desapego con las anteriores, aunque, por decirlo en castizo, se farda de lo que mucho que se tiene. Con ello el alma acaba “materializándose” y sufriendo si no se puede alcanzar el nivel de acopio anterior. Y como el cerebro es muy suyo y hace relaciones que, en muchas ocasiones, parecen raras o inconexas, surgió la visión del Real Madrid y su presidente ante mis ojos. La bombilla encendida en el cerebro decía: «¡Ahí tienes el mejor ejemplo de una consumición mediante el deseo que acaba vaciando el alma!».

Son miles los aficionados del equipo blanco que se preguntan cómo es posible que haya personas que sean de otros equipos cuando no han ganado nada. Les asombra mucho más cuando esos equipos que ganan menos son vecinos de ciudad. No es posible que sean de otro equipo no teniendo catorce Champions. Los tontos-las-champions son llamados en redes sociales. No teniendo a los mejores jugadores —en esto hay una enorme subjetividad que muchas veces está afectada por la prensa al servicio de una causa (es su línea editorial)—.

Los otros, paradójicamente, son equipos con alma, equipos donde lo importante no es tener más o tener menos —en el mundo del deporte es evidente que ganar es lo propio—, sino que están constituidos por lazos no materialistas, lazos no mercantilizables y cuyos deseos están perfectamente sincronizados con lo espiritual. No todo en esta vida es tener más sino poder disfrutar de lo mucho o poco que se tenga con los demás. Critican, entonces, que se celebren victorias contundentes y eliminaciones. Critican que se pueda llenar el estadio pese a no vencer constantemente. Critican que los demás tengan alma mientras que ellos la han vendido al diablo.

El FC Barcelona llegó a ganar mucho porque tenía alma. Aquello del més que un club, de la Masía, del buen fútbol era el espíritu que les proporcionó el camino al triunfo. En los últimos tiempos parece que ese alma se está perdiendo en favor del materialismo del tener una copa más, un título más… que el otro. Han caído en las redes del mal y así les va. No les vale nada de lo conseguido. Ese decir “tengo todo lo necesario para vivir” ya no es suficiente. Hay un completo desapego por todo lo obtenido y ese deseo les ennegrece el espíritu buscando algo más.

Algo que le sucede al Real Madrid. Cada vez que caen eliminados de Champions, porque ya se desprecia la liga y la copa como menores (a tal desasosiego ha llegado su alma), se enfadan, protestan, buscan culpables y exigen un punto más para sumar otra copa. El deseo constante les hace estar insatisfechos a todas horas. Cuando se les critica por algo, entonces sí, aparecen las 14 Champions como medida espiritual. Y esas copas son la nada más absoluta si no hay alma detrás. Si solo tienen para ofrecer chatarra ¿qué hay dentro de sus corazones? ¿De qué está hecha su alma? Son puro materialismo. ¿Qué sucedería si pasasen muchos años sin ganar absolutamente nada? ¿Seguirían siendo de su equipo o se pasarían al que ganase?

Cuando muera Florentino Pérez ¿qué van a hacer? Porque dejarán de tener a un poderoso manejando tras los visillos el tinglado del fútbol, con amenazas (ahí tienen los audios) o publicidad desde sus empresas. Todo ese deseo por otra más ¿acabará consumiendo lo poco que queda en sus almas? Son del Real Madrid porque gana Champions, no como los otros equipos que son de su equipo por todo aquello que les aporta espiritualmente. Claro que les gustaría ganar pero no es lo único, hay otros aspectos que son tan valorados como la victoria. El formar parte de una comunidad de almas. El sentirse vivo con las victorias y las derrotas. El ser humano sin más. Cosas que el dinero no puede (al menos de momento) conquistar. El Real Madrid es pura esencia capitalista (capitalismo de amiguetes para más inri), los otros son la reacción romántica a un mundo que no nos gusta.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here