Son tantos los que citan al autor alemán sin haberle leído (y en algún caso comprendido) que es más que patente la pertinencia de este libro: Oswald Spengler. El destino de la civilización occidental (Renacimiento). No esperen encontrar una biografía al uso, J. Rafael Hernández Arias elude muchos aspectos biográficos, se queda con aquellos que son pertinentes para el discurrir narrativo. Es una biografía intelectual y por ello se centra en las ideas y la evolución del pensamiento spengleriano.

Tras unos primeros apuntes biográficos, por mucho que se eludan en gran parte es necesario conocer de dónde viene el autor, sus estudios biológicos o su doctorado en filosofía, el autor se detiene en un asunto necesario y previo al estudio en sí: la muy lejana, lejanísima, relación de Spengler con el nazismo. Ante todo el autor alemán fue un conservador y de ahí sus análisis políticos. No se puede entender un libro como Prusianidad y socialismo (hay edición también en la editorial Renacimiento) desde una perspectiva nazi. Tampoco se puede entender, como se explica perfectamente, la Decadencia de Occidente como un escrito pre-nazi. Hitler nunca le cayó bien a Spengler, como se muestra, y su visión de Alemania dista bastante de lo que pretendían los nazis. Una acotación de Hernández Arias muy necesaria a la vista de las interpretaciones posteriores, algunas intencionadas, y los prejuicios existentes sobre una vinculación inexistente.

En el texto podrán descubrir todas las inspiraciones intelectuales que tuvo Spengler y todo lo que tomó de ellas. Sin duda la más importante fue Johann Wolfgang von Goethe y tras él Friedrich Nietzsche. Como dice en el prólogo al segundo volumen de su magna obra: “De Goethe es el método; de Nietzsche, los problemas”. El método le lleva comprender que las culturas nacen por azar y solo pueden ser comprendidas mediante la intuición, nunca por un proceso de racionalización. La decadencia sería propia de culturas que han dado el paso a la civilización, la cual es la última fase antes de la desaparición. De Goethe toma el organicismo (sin olvidar sus estudios de biología), el cual desemboca en la teoría morfológica de Spengler o el avance evolutivo hasta la realización interna. Nietzsche le proporciona el instrumental para analizar el relativismo (eso que tan de moda está en estos días), el cual ya era patente en aquellos tiempos de entreguerras respecto a los valores y el materialismo cultural.

El libro continua exponiendo la teoría decadente de Spengler a la par que rastrea esta o aquella influencia. De Georg Willhem Friedrich Hegel el historicismo. La predestinación tiene varios padres (aunque no aparezca la influencia religiosa de la misma). Una predestinación que acaba conformando una concepción de la libertad muy particular: “El hombre es libre cuando conoce que pertenece a orden que le corresponde” (p. 95). Existen similitudes con Walther Rathenau, con Nikolái Danilevski y con Leo Frobenius que son perfectamente analizadas.

Toda cultura acaba irremediablemente en una civilización la cual es “el estado externo y más artificioso a que puede llegar una especie superior de hombres, es un colofón” (p. 114). Un colofón marcado por el dinero (una forma de poder) y la sustitución del pueblo por una masa amorfa. Todo ello se analiza in extenso igual que la caída en el ateísmo y el relativismo moral, lo que permite la llegada y expansión de cultos exóticos o la adhesión a sectas (para que vean que lo actual no es muy diferente), pues el ser humano siempre tiene necesidad de trascendencia.

Como en todo pensador sucede, Spengler fue evolucionando sus propias teorías. Si bien el cuerpo central persistiría, sus conversaciones con otros intelectuales de la época y nuevas lecturas le hicieron modificar algunos aspectos metodológicos y metafísicos de su teoría general. No dejo nunca de pensar en el marco de decadencia-cultura-civilización pero sí sus análisis de las propias culturas fueron variando con el tiempo respecto a su obra primigenia.

Como persona inserta en una época, y ¡qué época!, Hernández Arias nos muestra lo que Spengler opinaba respecto a todo lo que acontecía alrededor suyo. El verdadero socialismo, que solo podía ser conservador; el significado de nación y pueblo; el significado del Estado para la sociedad; el cesarismo político; o la existencia de ciertos “pueblos blancos” que podrían ser los siguientes en tomar el relevo respecto a ser la cultura predominante.  De esto último se han valido numerosos autores orientales actuales para lanzar sus propias teorías como el nacional-bolchevique Aleksandr Dugin. No pudo Spengler terminar la que esperaba su siguiente gran obra, la metafísica de la historia pues la muerte le llamó en 1936. Pero algunos de sus apuntes pueden leerse en el libro.

Termina el texto con la influencia de Spengler en numerosos autores internacionales –lástima que no haya un pequeño apartado sobre España, pues existen intelectuales muy influidos por el alemán– y lo que aún puede aportar al pensamiento actual. El decadentismo de algunos autores contemporáneos no es nuevo, ni original, la sombra de Spengler sigue siendo larga y nada mejor que este texto de Hernández Arias para conocer con rigurosidad y claridad el pensamiento de un autor muy citado y, tal vez, poco leído. Ahora ya podrán citar con cierto conocimiento de causa.

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