Después del revuelo causado en las filas socialistas que ayer se publicasen artículos señalando la traición de Pedro Sánchez a las feministas o los problemas que se provocan en los intersticios de la ley –ya saben que todos los que opinan distinto son fascistas-, cabe hacer un análisis más pausado y que explique a los socialistas del PSOE qué supone la ley trans-generista (que no transexual, diferencia enorme) para las mujeres y los transexuales que padecen disforia. Porque, cuando menos, les tiene que resultar extraño que Carmen Calvo, y otras feministas del PSOE, se opusiese con fiereza a la legislación proveniente del mundo podemita y ahora parezca que todo es perfecto y garantista. Tal y como contó ayer Manuel Domínguez en Diario 16, todo ello llevándose por delante a la vicepresidenta.

El mayor problema se encuentra en la posibilidad de cambiar de sexo registral con sólo la manifestación de la voluntad y el deseo. Sin más. Como garantía han elucubrado que deba ratificarse a los tres meses en el mismo registro. Así cualquier persona podrá optar por un sexo u otro sin más que expresar su voluntad. Se elimina de la ley del PSOE de José Luis Rodríguez la necesidad de una prueba psicológica y de hormonarse durante dos años para obtener el cambio registral. Respecto a la hormonación, al menos, se ha impedido lo que querían desde Unidas Podemos como era hormonar a niñas y niños así sus padres no quisiesen. El cambio registral se podrá realiza desde los 12 a los 14 años con demanda judicial; de 14 a 16 años con la aprobación de los tutores legales de las personas; y a partir de los 16 años libremente.

Leído así parece que no ocurre nada malo, al fin y al cabo la liberalidad de la sociedad española es mayor que la de cierta parte de sus élites. El problema es que las garantías jurídicas son tan nimias que cualquiera puede utilizar torticeramente la ley en beneficio propio u otro tipo de fines más abyectos. Si cualquier persona para cambiar su nombre (por ejemplo pasar de llamarse Carlos a Sebastián) necesita demostrar que ese cambio es real con testigos y otro tipo de pruebas que den fe de que el nombre que se quiere utilizar es utilizado de forma normal y habitual por la persona. No se diga si lo que hay que demostrar es una minusvalía como una sordera o una ceguera. Calvo había propuesto que acudiesen testigos a la petición y la ratificación, al menos, para que hubiese una garantía mayor del cambio de sexo. Algo que ha sido desestimado porque sería transfóbico. De hecho las pruebas psicológicas han sido eliminadas porque se trataba al transexual como una persona enferma de disforia, esto es, estar en desacuerdo con su cuerpo y/o sexo y desear cambiar al contrario. Era aportar hechos y razones empíricas a todo lo subjetivo que conllevan estos procesos. Si la hormonación es comprensible que se elimine (así como las operaciones de cambio de sexo), desde el feminismo entienden que el factor empírico, el hecho factible no.

Teoría queer

¿Por qué dejarlo todo a la subjetividad de la persona? Aquí intervienen doctrinas del subjetivismo como la teoría queer y el egoísmo neoliberal. Respecto a lo queer (raro en inglés) cabe decir que es de las pocas ocasiones en que un debate académico de postestructuralista, foucaultianos y contrarios al socialismo acaba haciéndose legislación. Como dice la doctora y feminista Alicia Miyares: “Lo queer/transgénero básicamente cuestiona la teoría feminista. Lo queer es una teoría de las identidades y el deseo, el feminismo no es una teoría de las identidades, rechaza de plano la identidad biológica ser mujer como la construcción cultural hacerse mujer. […]Lo podríamos describir incluso como imperialismo cultural y también podemos afirmar que de EEUU procede la fabricación de entelequias”. Una teoría contraria a lo que ha venido defendiendo el feminismo y el socialismo desde hace décadas es la que implanta la identidad (tan diversa como la existencia de cada persona) como mecanismo de autodeterminación (género) frente al feminismo que se basa en lo material y lo ideológico (sexo y género). Mientras lo queer reafirma el género –la construcción social que ha servido de sometimiento a la mujer desde el patriarcado (el rosa es de chicas, ciertos ademanes son de chicas, jugar al fútbol o a las guerras es de chicos, etc., “Tanto Vox como el generismo queer defienden posiciones identitarias” afirma Miyares)-, el feminismo y, hasta hace un momento, el socialismo eran propensos a la eliminación del género y las diferencias basadas en el sexo.

Así lo explica Miyares: “Ésta es la definición de identidad de género que se elabora en Yogyakarta en 2006. «La vivencia interna e individual del género, tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras expresiones del género como la vestimenta, el modo de hablar y los modales». Así pues, la identidad de género deriva de una creencia interna que niega la existencia del sexo, de un lado y que a la vez se construye forzando designaciones como cismujer, esto es, imposiciones normativas. La propuesta de reconocimiento jurídico de la identidad de género es contraria a la propuesta feminista de abatir las identidades. Por otra parte, si yo me encuentro con expresiones como «vivencia interna», «vivencia personal del cuerpo», «vestimenta» o «modo de hablar y los modales», se parece y mucho a lo que se define como personalidad. El reconocimiento de la «identidad de género» es de por sí conflictiva, ¿por qué ese tipo de identidad y no otras? Más aún, si la identidad de género se construye negando cualquier evidencia sobre el sexo biológico, afirmando, además, que las creencias sobre el género definen el sexo, se procede al borrado no sólo de las mujeres, sino de la propia lucha feminista”.

Egoísmo neoliberal

A esos postulados queer hay que añadir el egoísmo inoculado por la ideología dominante: la neoliberal. Egoísmo que es distinto de individualismo. La persona egoísta sólo mira por su persona sin tener en cuenta a quienes le rodean. Debe hacer cumplir su voluntad y deseo a costa de lo que sea y de quien sea. El individualismo (al menos el moral-ético que viene de la tradición de Émile Durkheim) reafirma a la persona, su conciencia pero dentro de los límites que supone vivir en sociedad y compartir mundo con otras personas. El generismo (que surge de lo queer) es hijo del egoísmo neoliberal porque no sólo impone su voluntad y deseo a los demás, sin importar los perjuicios que pudiesen haber (como la entrada de una mujer lesbiana con cuerpo de hombre, incluyendo barba en algún caso, en los baños o vestuarios de mujeres), sino que amenaza a todo el que cuestione su voluntad, tenga o no razón. De hecho en numerosísimas legislaciones sobre odio calificar a una mujer generista de hombre por su aspecto está penado con multas administrativas (como se pretende hacer en España).

Identitarismo y neoliberalismo juntos nunca ha sido una buena idea –otros casos de identitarismo son conocidos de sobra y los problemas que han causado-, por ello el PP, por ejemplo, ha comentado que le preocupan de la legislación las garantías jurídicas, lo de acabar con el feminismo de un plumazo eso le importa poco porque le favorece al haber ahí un sujeto político de cambio. De hecho una de las legislaciones más duras a nivel autonómico fue impulsada por Cristina Cifuentes. El feminismo envuelto en subjetivismos como quieren en Unidas Podemos, y a lo que se ha negado una parte del PSOE –cuando les digan que hubo una propuesta de partido socialista parecida, lean también lo que dijeron las feministas por esos años-, acaba desapareciendo porque si ser mujer u hombre es un simple deseo o producto de la voluntad –sin llegar a la salvajada de la Conferencia episcopal de llamarlo voluntad de poder à la Nietzsche– ¿cabe quejarse de la brecha salarial, los techos de cristal o la encerrona en los cuidados? Con cambiar de sexo en el registro se soluciona todo ¿o no? Evidentemente no.

El socialismo materialista

El socialismo, más allá de adoptarlo con más o menos doctrinarismo, ha sido siempre un referente del análisis material (más o menos histórico) con un aporte idealista/subjetivista de esperanza hacia el futuro. O lo que es lo mismo, siempre ha defendido los derechos más materiales, los que implicaban una mejora para toda la sociedad, los que impedían la salvaje explotación laboral (ahora se han olvidado de la ley maldita del PP), los del movimiento feminista, los que impedían la igualdad (al menos la de oportunidades como la sanidad universal, la educación gratuita, etc.) y todo ello con la esperanza de una sociedad mejor, más igualitaria y fraternal. Por eso apoyó el matrimonio homosexual y el cambio de sexo con garantías de las personas transexuales. Hoy apoyando el generismo, que es puro subjetivismo tal y como plantea la ley presentada, se aparta de la tradición materialista para entregarse a otra cosa que pone en riesgo la materialidad de las mujeres.

Evidentemente han puesto como garantías que los delitos cometidos siendo hombre o mujer (especialmente para evitar que los maltratadores, violadores y pederastas tomen escapatorias) se juzgarán siendo hombre o mujer, pero la pena sí la cumplirían de acuerdo a sus deseos y voluntad. El problema es que esos delitos se cometan haciendo un fraude de ley, algo sencillo de hacer pues es sólo la voluntad de la persona la que sirve como acto jurídico, después de haber cambiado de sexo. En ese caso se juzgará como mujer u hombre con el problema que conlleva. En virtud de una subjetividad, algo que el derecho penal no lleva muy bien, podrá producirse un tipo de sentencia u otra, un tipo de penalidad u otra. Ahí no hay materialismo. Lo curioso es que se abandona cierta subjetividad asociada a la conformación de la clase trabajadora o las clases populares (que siguen teniendo base material) y se apuesta por la pura subjetividad y el egoísmo neoliberal. Una gran contradicción que nadie ha sabido explicar.

Las diputadas del PSOE que han sido interpeladas en público han afirmado que habrá que esperar a la tramitación de la ley para ver qué modificaciones se incluyen. Lo que se ha negociado en Moncloa es el cambio de sexo por la propia voluntad, el verdadero quid de lo terrible de la ley, y es de suponer que ninguna de las diputadas (mucho menos los diputados) modificarán lo que Sánchez y el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo han dejado cerrado. Valentía hubo de algunos (tres diputados) para negarse a votar la modificación de la Constitución por la puerta trasera con el artículo 135 que condenaba a España a comerse la deuda bancaria y trajo consigo el desmantelamiento de la legislación laboral, ahora se duda que vayan a tener esa valentía muchos o muchas.

Como advierte la feminista Amelia Valcárcel –todas las citadas son afines al PSOE-, y se espera se elimine, las consecuencias penales que hay en el anteproyecto de ley acabarían siendo una nueva ley mordaza pues nadie podría poner en duda la subjetividad de otra persona. Porque esto no es cuestión de los transexuales a los que se puede estar acostumbrado social y culturalmente (véase Bibiana Fernández o Kim)a más allá, así lo explica Valcárcel junto a otras feministas: “No puede hablarse de personas trans, pues se trata de un término indefinido en el que se incluyen realidades tan dispares como transexuales, transgéneros, travestis o el neo-concepto de personas de género fluido o no binario. No es, perdonen la expresión, el travesti del barrio, las personas transgénero pueden aparentar ser hombres (porque lo son biológicamente) pero ser mujeres lesbianas; pueden aparentar ser mujeres y ser hombres heterosexuales; o pueden ser de ningún sexo. Estos últimos han quedado fuera del anteproyecto pero no los anteriores. No es tan sencillo.

¿Qué implicaciones habría en contra de las mujeres (y los transexuales)?

Si lo piensan y ven lo que ha sucedido en otros países, un hombre relativamente fuerte (no un debilucho) podría solicitar el cambio de sexo para ser mujer y beneficiarse de las pruebas de acceso a un cuerpo de seguridad del Estado más suaves que las correspondientes a un hombre. Una vez superadas, a los dos o tres años que no hay prisa, podría volver a cambiar de sexo y a seguir haciendo su vida como hombre pero con una plaza ganada ilegítimamente. Es complicado legislar sobre esto porque al ser la voluntad y el deseo el único motivo fundante nadie, aunque se sepa que hizo fraude de ley en su momento, nadie puede negar que era su deseo tres años antes y que su deseo es otro tres años después.

Lo mismo sucede con las personas transexuales que deciden hormonarse (y demás acciones parte del proceso) porque su disforia les apremia a ello –porque para recibir las hormonas y que las cubra la Seguridad Social se debe seguir teniendo un informe sanitario-. Con el proceso sufren cambios tremendos en el interior del cuerpo y no siempre acaban sin efectos secundarios y psicológicos. Estas personas en pruebas de fuerza estarán penalizadas, pero quienes sólo expresen su voluntad conseguirán ganar campeonatos devaluando el esfuerzo de las mujeres y el proceso de las personas con disforia (que siguen existiendo y parecen olvidarse con el generismo). Ahí tienen ejemplos de sobra en los medios de comunicación. La atleta Caster Semenya, no hace tanto, fue obligada a retirarse del atletismo femenino (siendo su sexo femenino) por generar más testosterona de la habitual que las mujeres. Se le pidió reducir esos niveles con medicación. Sin embargo, a hombres que transicionan a mujeres se les permite competir con esa ventaja.

EL PSOE en la encrucijada

Ustedes dirán, esto sucede poco, hasta el momento porque el generismo no está implantado en todo el mundo. Igual que los casos en que depravados o cazadores sexuales se cambiarán de sexo para sus fechorías, pero el dejar todo en manos del deseo y la voluntad tiene estas consecuencias. Las cuales afectan a las mujeres en general y a otros colectivos. ¿No lo creen? Si se fijan perfectamente en el mensaje anterior que ha lanzó el PSOE en sus redes sociales hace un año verán lo que supone lo queer que denuncian muchas personas incluso dentro del partido: “Las mujeres lesbianas, bisexuales y transexuales deben poder acudir a la atención ginecológica con las mismas garantías que cualquier mujer”. Es puro generismo crear la identidad sobre las apetencias sexuales de cada cual. ¿En qué momento una mujer, se hetero, bi o lesbiana, tiene que expresar con quién le gusta encamarse para acudir al ginecólogo con garantías? Cualquier mujer, biológicamente mujer, no tiene por qué decir si se acuesta con ésta o con aquel porque eso no es ni mínimamente importante para recibir la atención (sí lo puede ser en caso de enfermedad de transmisión sexual). Y lo de las mujeres trans ¿a qué se refiere? Si habían sido hombre y mantienen el pene lo suyo es visitar al urólogo, porque los pechos deben ser revisados por un cirujano al no tener cáncer de mama genéticamente. En una parte del PSOE está instalado el generismo, no es precisamente en el feminismo, y como ven se acaba perjudicando a las mujeres (bisexuales o lesbianas) al pretender guiarlas según sus apetitos sexuales y no su materialidad biológica. Una muestra de misoginia y de vuelta a la protección de la mujer muy patriarcal.

Cualquier legislación, algo muy estudiado en la Ciencia Política, acaba teniendo no sólo derivadas legales sino sociales. El generismo que pretende aprobar el gobierno de coalición, cuyo máximo responsable es Pedro Sánchez pues es quien nombra y cesa, tiene también sus derivas culturales y sociales. No sólo se aprecia un buenismo más propio de la izquierda caviar, esa misma que pierde elección tras elección y no sabe por qué, sino que implica una serie de cambios sociales –esos que niegan en el consejo de ministros- a corto y medio plazo que atentan contra las mujeres (independientemente de su condición afectivo-sexual), contra los transexuales y contra otros colectivos, sino que supone insertar dentro de la sociedad valores egoístas, irracionales y contrarios al materialismo que siempre han defendido los partidos socialistas.

Mientras la clase trabajadora pena en la precariedad; mientras las personas tienen problemas para pagar los servicios básicos; mientras el sistema de pensiones se acerca a los deseos de la clase dominante (soportarlo mediante planes de pensiones privados que no todas las personas pueden permitirse por la precariedad); mientras el imperialismo capitalista campa a sus anchas; mientras a las peluquerías (considerado servicio esencial durante la pandemia) se les impone un IVA del 21% o a las personas de la España periférica le suben los carburantes; mientras las cosas materiales quedan en un segundo plano, los partidos socialistas, el PSOE entre ellos, están a cosas subjetivas, a identidades, a cuestiones que no ponen en riesgo a la clase dominante, ni a la ideología que la sostiene. Hasta los sindicatos de clase se han entregado al generismo con la misma alegría con la que tragan con la patronal. ¡Que así se pierden las próximas elecciones!

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