Si se piensa seriamente, la democracia española como sistema no está pudiendo generar políticos a la altura de la propia sociedad. Incluso aceptando la premisa de la derecha mediática sobre la mediocridad de Pedro Sánchez –aquella proclamación de una derrota terrible para el PSOE en 2015 con “unos resultados históricos” marca el nivel- como nivel medio, es obvio para cualquier persona que no esté abducida por el fanatismo que el presidente del PP es una desgracia para España.

Es de suponer que los militantes de cada partido, especialmente PP y PSOE, desearían que su partido venciese en todas y cada una de las elecciones que haya e impongan su hegemonía política. Pero esto, además de muy complicado, no es deseable en términos democráticos. Por imperfecta que sea la democracia liberal representativa –en realidad una poliarquía siguiendo la conceptualización de Robert Dahl o mero intercambio de oligarquías según algunos críticos del sistema- es necesario que la oposición pase a ser gobierno, y viceversa, con cierta regularidad. Ciertas hegemonías –especialmente donde los gobiernos de coalición no son lo habitual y no son los mismos partidos- inducen a los sistemas democráticos a su perversión, a la corrupción institucional (véanse los casos de las comunidades de Madrid, Valencia o Andalucía), a la pobreza del debate público. De ahí que sea necesario, para el buen funcionamiento, que existan buenos gobiernos y buenas oposiciones.

La existencia de un buen gobierno y una mala oposición no sólo perjudica el debate, sino la posibilidad de alternativas para la ciudadanía. La existencia de un mal gobierno y una mala oposición perjudica a la sociedad y el sistema político en general. Pero la existencia de un mal gobierno y una buena oposición permite una salida a la mala gestión o el mero espectáculo sin ningún tipo de escrúpulo. Si se acepta que el gobierno, de coalición, es mediocre como dicen en la derecha (algunos medios van más allá pero tampoco hay que hacer caso de los poco lúcidos), la existencia de una buena oposición serviría al sistema –más cuando las alternativas antisistema dan más miedo que el propio mal sistema-. Incluso una oposición de la misma mediocridad estabilizaría las fuerzas. Pero lo que existe en España es Pablo Casado, un verdadero inculto que hace gala de su incultura y su estulticia.

No puede ser que, cada vez que acuda al parlamento, sus intervenciones sean carne de chistes, de demostración de una completa carencia de conocimientos y de un discurso que ni un tradicionalista aceptaría. La visión de España, como una perpetua división entre buenos y malos, de la España y la anti-España –similar al de las derechas más viscerales de la II república-; la utilización de la Constitución para arrojársela a los demás a la cabeza haciendo un uso torticero de la misma; la absoluta carencia de una visión, mínima aunque sea, alternativa a la supuesta mala gestión gubernamental, más allá de ciertos lugares comunes (bajar impuestos, libertad fantasmal, egoísmo personal, privatizaciones encubiertas, etc.); la negación de lo que se supone es un dirigente del principal partido de la oposición.

La retroalimentación del espectáculo produce monstruos

Casado es un producto de la sociedad espectáculo, la cual abarca hasta el sistema político. Hoy en día importan más las emociones, el aspaviento, la búsqueda del titular constante y el completo abandono de cualquier discurso argumentado y sin contradicciones evidentes. Les pasa a todos los políticos en general, pero en el caso del presidente pepero llega a lo extravagante y funesto. La frase que dijo ayer refiriéndose a las motivaciones de los contendientes en la Guerra Civil es para ponerle con los brazos en cruz en cualquier esquina del Congreso con dos libros de historia en cada mano. Si bien es cierto que las dictaduras modernas son “leyes sin democracia” –por arbitrarias y obscenas que sean son leyes que se aplican-, la primera parte es estúpida completamente. No hay democracia sin ley porque para que exista la democracia, aunque sea en una asamblea ciudadana, es dotarse de una ley mínima que permita comenzar el debate y vivir en sociedad.

Parte de esa política espectáculo es que en el Congreso se sigan con debates sobre la guerra civil y la dictadura franquista. Mientras millones de personas las pasan canutas, ellas y ellos a la tontería sin muchos conocimientos históricos, por cierto. Porque Adriana Lastra se vistió de antifascista pero olvidó que el PSOE, en unión con otras organizaciones, organizó una huelga revolucionaria en 1934 que en realidad fue un intento de golpe de Estado armado. Ponerle lo de revolucionario como adjetivo no significa que fuese no un movimiento subversivo contra la república, el cual fracasó y fue aprovechado por los catalanes para intentar la secesión. Conociendo la historia, con sólo leer a Santos Juliá o Richard Gillespie (autores nada sospechosos de derechistas) sobre lo sucedido en el PSOE de aquellos años, se puede cualquiera tapar un poco. Que Francisco Largo Caballero se las traía. Lo que vino después con la dictadura fue peor, sin duda, pero carácter democrático en aquellos años no eran tantos los que lo poseían. Esto que es una nimiedad, muestra perfectamente que el nivel del debate es rayano lo estulto.

La retroalimentación constante de los mecanismos espectaculares daña la democracia como sistema. Si existen los adanistas que se dedican a sorber y soplar a la vez (Unidas Podemos), tienen su contrapeso en los reaccionarios en lo cultural de Vox (en lo económico son liberales libertarios). Si existe un presidente lleno de contradicciones y de pose sentimental –el camarlengo monclovita Iván Redondo olvida que lo sentimental es un fantasma (que diría Lacan) que tiene una base material y otra de deseo cuya pulsión puede volverse en contra-, al otro lado hay un machaca de partido falto de conocimientos y con nulas capacidades para la política, incluso en su versión espectacular.

Casado, un peligro para la democracia

Todos los asesores se han leído, incluso alguno se habrá tocado en la intimidad, el famoso libro de Christian Salmon sobre el storytelling (relato en español, si Toni Cantó está de acuerdo ahora que se dedica al tema sin estudio alguno), pero jamás han estudiado historia, ni lo que ha movido realmente a las masas a lo largo de la historia. No sólo han sido sentimientos sino visiones certeras de la realidad y lo futurible. Ahora nos venden un discurso globalista, verde, capitalista, emprendedor, diverso, resiliente… con matices a uno y otro lado del espectro político pero en consonancia con la ideología dominante. Desde los wokes a los populistas españoles, ni uno se sale de ese discurso general, ni se piensan y expresan discursos que contenga algo de esperanza. Por eso se enzarzan en cosas de la guerra civil, porque algo remueve aún, mientras dan patadas a la constitución y lo que han supuestos estos años de democracia. En nada de esto participa Casado, salvo en la parte estúpida.

Muchas personas tienden a no creerse las encuestas si no apoyan sus deseos, pero es evidente (hasta el extraño CIS lo señala) la tendencia que muestra al PP como fuerte aspirante a vencer en las próximas elecciones. Además con mayoría suficiente en coalición con los reaccionarios de Vox. Si hubiese una persona normal, aunque no gustase, al frente del PP el problema sería ideológico y de posición personal de cada cual, el problema es que al frente está Casado. Una persona tan falta de todo que se convierte en sumamente peligrosa para la democracia. Y más cuando desde ambos lados del espectro se está, por cuestiones pecuniarias de los medios de comunicación, exaltando lo peor que habita en el ser humano. Existe una clara confrontación visceral a nivel político y mediático que en numerosos casos lo que provoca no es la conformación de bloques a nivel social sino el abandono. La abstención del 68% en las regionales francesas es buena muestra de lo que podría suceder en España a no mucho tardar. Y sin esa mínima participación ciudadana, las democracias se mueren. Si Sánchez es un presidente mediocre, como afirman numerosos especialistas, no tener nada al otro lado salvo bocas llenas de espuma es mucho más peligroso que lo primero. Más tal y como está la tendencia electoral a día de hoy.

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