Cuando los medios de comunicación de un lado y otro atacan a los mismos, con la misma saña y casi la misma alegría, ya supone un aviso de que algo raro está pasando. Es obvio que los medios más a la izquierda, dentro del sistema no se crean, piensan que dañándose Vox se pierde en España la posibilidad de un partido populista e identitario que arrase entre las capas trabajadoras españolas. Desde el lado más a la derecha del sistema se alegran porque eso de que pudiese haber un partido conservador (temen uno identitario tanto como sus amigos del otro lado) que pusiese al PP en su sitio no gusta nada. Desean el partido único dentro del espectro político de ese lado como a nivel estatal. Lo del pluralismo está bien si siempre ganan los de siempre.
Las razones económicas de financiación vía publicidad de los chiringuitos estatales, autonómicos y locales influyen en unos y otros, pero tienen menos que ver con algo que parece más sistémico. No se quiere, ni por asomo, una Meloni o una Le Pen a la española. Y es casi herético que pudiese surgir algo tipo oriental, como los distintos presidentes que existen en los países de la antigua URSS. Con la salida de Iván Espinosa de los Monteros, quien nunca ha recibido tantos elogios de la prensa, han estallado las críticas contra El Yunque, la camarilla de Kiko Méndez, los kikos, el Opus y el falangismo. Algunas tibias hubo cuando quitaron de las listas a unos cuantos lib-lib à la Kaiser, aunque en algún caso habría que dar la razón a la dirigencia porque le faltaba oxígeno en el cerebro.
Lo de El Yunque es un tema que, con razón (si la tiene hay que dársela), ha venido criticando Federico Jiménez Losantos. Un grupo evangélico y paramasónico que tiene unas ideas que ni los reaccionarios españoles que quedan por ahí sueltos. Un grupo, por cierto, que bien inserto que estaba en el PP de José María Aznar y, especialmente, de Esperanza Aguirre. Sería Mariano Rajoy quien les incitase a buscarse la vida en otros sitios, y no porque luchase el gallego contra ellos, más bien por pasotismo y repelús. Pero de ahí a que El Yunque esté controlando a Vox hay un trecho largo. Su influencia es innegable pero la salida de algunos señala que el partido rechaza los postulados, especialmente los económicos, de esa secta. De apostar por algún grupo religioso, igual un 45-45 Opus-Kikos.
El Opus sí mantiene una presencia notable, ninguno de los que siguen la Obra lo han negado (busquen entrevistas), así como las gentes del Camino Neocatecumenal. Nada extraño viendo las posiciones sociales y culturales del PP. A Jorge Buxadé, verdadero demonio con cuernos, de falangista eso sí, siempre se le ha vinculado con el Opus y si le han leído y escuchado en alguna entrevista más personal no encaja (aunque algunos buscan à la Maestre algún resquicio de unión, esto es, el típico “ha dicho esto y esto es parecido a lo que dicen aquellos”, así hasta Pol-Pot podría ser candidato al Nobel de la Paz).
Respecto al giro falangista que quieren ver de derechas a izquierdas pues que quieren, va a ser que no. En España hay unos miles de personas que desearían que eso pasase, incluso muchas personas de izquierdas. Porque hoy en día las propuestas falangistas, tanto se ha movido el sistema, son casi de extrema izquierda. En la batalla mediática vale todo, incluso insultar a la inteligencia de los lectores, pero bueno, vale. Así la pseudoizquierda se siente en una lucha antifascista. Y el PP se puede vender como el muro ante el extremismo peligroso y sectario. Muy bien, todo en favor del capitalismo de amiguetes.
Y, lo último, es que ahora en Vox son iliberales o antiliberales. ¿Se dan cuenta ahora? El problema es que se ha querido meter con forzador al conservadurismo en un tipo de liberalismo con más valores o valores más tradicionales, pero para cualquier conservador el liberalismo, mejor dicho los liberalismos son siempre sospechosos. Un tradicionalista reniega directamente de todo lo que huela a liberalismo. Los identitarios también. Es curioso que el padre del fin de la historia y la victoria sin igual del liberalismo, Francis Fukuyama, escribiera un libro (Identidad, Deusto) observando que estaba equivocado, mientras en España todos siguen por la senda de los elefantes del liberalismo. Si quieren saber más, lean esta entrevista que le hicimos a Alain de Benoist hace pocas fechas.
¿Qué será lo que pase en Vox? No parece que la verdad sea la que reflejan los medios. ¿Alguno se ha enfadado porque no va a pillar sillón ministerial? Es posible. ¿Alguno se ha enfadado porque no va a ser el Milei español? Es posible. ¿Es una batalla típica dentro de un partido por poder y canonjías? Es posible. ¿Tiene algo que ver con sectas u organizaciones religiosas? Es menos posible. ¿Tiene que ver con un cambio hacia el conservadurismo o el identitarismo? Es posible. ¿Está relacionado con las leches que les han dado desde los medios de derechas y que les pueden haber hecho perder votos y las personas que debían controlar esos medios no lo han hecho? Es posible. ¿Habrán ofrecido algo a futuro a alguno de los que “han salido de najas”? Es posible.
Cualquier elucubración puede tener una parte de verdad. En esto como en todo habría que seguir el dinero, el actual y el futuro, pero es tomar por estúpidos a los lectores decir que la influencia de El Yunque es tremenda cuando es conocido que han tenido sus diferencias con Santiago Abascal y Buxadé. Tampoco acusar a Méndez de secuestro del dirigente máximo cuando lleva mucho tiempo asesorándole. Respecto al aborto y la eutanasia, a la defensa de la familia tradicional, la patria y el temor a que España sufra lo que sucede en las banlieues francesas, llevan diciéndolo desde el principio. Es todo raro, raro… o no. Igual la clase dominante se ha cansado y quiere eliminarlos. Auparon a Podemos y ya ni existe (Sumar es un artefacto puramente sistémico). Auparon a Vox y quieren hacerlo desaparecer. Un partido, un pueblo, una oligarquía.