Una vez más la presidenta de la Comunidad de Madrid hace gala del populismo que le es innato. Asume para su autonomía, que no lo sería de no haberla separado por la fuerza de Castilla (el verdadero hecho histórico), la representación de toda España. Más allá de la falsedad de que Madrid aporta el 70% de los gastos de las demás Comunidades, se le acaba viendo la patita “española” en cuanto se baja a la gestión real. No a esa inventada en su cabeza, o por Miguel Ángel Rodríguez, o por la prensa amancebada por la publicidad institucional. La gestión del día a día. Ahí ya no existe la españolidad madrileña.
La semana pasada los amanuenses ayuseros advirtieron que la presidenta, vamos ella misma con un boli en la mano (la realidad ha sido que fue hace meses el Canal de Isabel II), había interpuesto una demanda en el Tribunal Supremo contra la ley que establece la hidrología del río Tajo. Exagerando y mintiendo, como hace siempre, dijo que no permitiría a Pedro Sánchez dejar sin agua a Madrid. Madrid es España, muy España, y eso sería imposible. Estaría casi dispuesta a montar una como la de mayo de 1808. Como quien paga manda, todos los medios bocabajos, sin comprobar la verdad, se lanzaron a glorificar a su musa (Feijoo está jodido) como verdadero ariete contra el sanchismo.
¡Hete aquí que no contaba con el otro lado del tablero! Emiliano García-Page, más conocido en su región como “el de los huevos gordos” por sus peleas contra Sánchez y contra aquellos que quieren convertir La Mancha en un desierto. La gran pelea del toledano por el río Tajo ha sido el cumplimiento de lo que establece la ley. Tanto la española como la europea. Porque esto no viene de un “¡Quítame allá esas pajas!” sino del desastre hídrico que se estaba cometiendo con el río. Nada de ecología, aunque también tenga algo que ver, sino de no tragarse la mierda de los madrileños.
Los madrileños tienen garantizado el suministro de agua, cuando menos el del Tajo (el de otros lados igual no), pues la capacidad de los embalses es muy superior al consumo real de los madrileños (900 Hm3 por 560 Hm3). Por tanto nada de tener que restringir el agua de los madrileños (salvo que sea culpa de otros embalses, no por el de Estremera) y más cuando el consumo humano es prioritario. Lo que se impide es que se gaste el agua como si lloviese todos los días (en especial para el Levante) y que la mierda de los madrileños se la coman los madrileños y no la tiren al río como vienen haciendo.
El año pasado el Tajo sufrió por la bajada en el caudal, produciéndose una infección de algas verdes que podría derivar en otro tipo de enfermedades. Si a eso se le suma que las depuradoras madrileñas no deben depurar bien y sueltan toda la mierda al río Jarama para desembocar en el Tajo, la mierda acaba en La Mancha. ¿Qué dice la ley? Que Madrid depure bien sus aguas antes de llenar España con su mierda. Al menos la España que está un poco más abajo de la España-Madrid. Porque españoles muy españoles son todos los ayuseros. Los más solidarios hasta que se trata de la mierda propia. En ese momento se deja de ser solidario y español para mandar toda la porquería río abajo.
Como ha manifestado el vicepresidente segundo de la Junta, José Manuel Caballero, la ley establece que se reparta el esfuerzo de limpiar. Los manchegos limpiarán su parte de la escalera hídrica, lo que no puede ser es que los madrileños tiren la porquería para abajo esperando que otros limpien sus mierdas. En vez de dar dinero a los medios de comunicación amigos, o gastarlo en viajes faraónicos a Nueva York, o en contratos con amigos y familiares, que lo inviertan en depuración de aguas. Porque, para los manchegos, Isabel Díaz Ayuso es bastante guarra (de suciedad). Si se quiere pelear con Sánchez, bien, pero la mierda de los madrileños para los madrileños.