En esta ocasión tenemos la enorme suerte de poder charlar con Pablo Matínez-Botello, quien ha publicado hace pocas fechas Psicología del mal (Sine Qua Non-Ediciones B). Un enorme estudio sobre las condiciones de vida en los campos de concentración de la Alemania nazi. Un estudio que no se centra en la virulencia, o al menos no se centra solo, de las SS y demás guardianes nazis, sino que investiga y analiza el papel desarrollado por los kapos, esos presos que ejercían, a veces con mayor crueldad, el control y castigo de los encerrados. Gracias a diversos testimonios, personales o literarios, logra trazar una psicología del Lager, aterradora pero necesaria para conocer qué pasó en aquellos campos de destrucción del ser humano.

P.- Esta obra es fruto de un esfuerzo continuado de años, ¿va a ser el culmen de todas esas investigaciones o no es más que un punto y seguido?

PMB.- Es más bien un punto y seguido. Cuando te documentas para trabajos como estos sueles encontrarte con otras vías de investigación igualmente interesantes y sugestivas. Ya me ocurrió en el proceso de documentación que desembocó en el año 2002 con la publicación de Un viaje a la muerte. La deportación y exterminio de españoles durante la Segunda Guerra Mundial. En ese momento me hice con algunas informaciones que serían el germen de Psicología del mal. Víctimas y verdugos: aspectos psicosociales de los campos nazis. Precisamente en estos momentos estoy con otro proyecto de escritura sobre las mujeres en los campos de concentración nazis, si bien es cierto que desde una perspectiva algo distinta de los libros de memorias que hay sobre este asunto. Con este nuevo trabajo pretendo analizar como la violencia sexuada de la que fueron objeto fue utilizada por los nazis como una herramienta del terror. Espero que dentro de un tiempo este nuevo trabajo también pueda ver la luz.

P.- Ya que al comienzo del libro habla sobre la Conferencia de Wannsee, he recordado que existen dos películas excelentes sobre Adolf Eichmann (La caza de Eichmann con Robert Duvall en el papel del malvado y Eichmann con Thomas Kretschmann), ambas basadas en hechos y diálogos reales y mostrando al personaje hierático, sin dudas respecto al mal infligido y ejerciendo el papel de burócrata eficaz. ¿No es este el mejor ejemplo de esa psicología del mal que se muestra en el hecho concentracionario?

PMB.- En efecto, es un ejemplo perfecto de la psicología del mal analizada desde el punto de vista de la teoría de la banalidad del mal de Hanna Arendt, según la cual los miembros de una determinada sociedad pueden exterminar seres humanos si el Estado al que pertenecen trivializa sobre esa cuestión y los encargados de hacerlo lo llevan a cabo dentro de un procedimiento burocrático y amparándose en que solo cumplen órdenes, situándose, según ellos, fuera del engranaje del terror. Pero hay otros ejemplos, si caben, más diabólicos. Como puede ser el que tiene que ver con la zona gris. Donde se confunden las figuras del opresor y el oprimido. Esa relación asimétrica que se da entre verdugo y víctima, en las que estas últimas, si quieren sobrevivir, no tienen más remedio que aceptar, aunque sea de forma tácita, los códigos impuestos por los opresores desde la brutalidad y el desprecio a la vida humana en el proceso de animalización al que son sometidas. Los prisioneros si querían sobrevivir unos días más debían aceptar la códigos inmorales del lager; como por ejemplo los miembros de los Sonderkommandos (también prisioneros)de la cámara de gas y del crematorio, que acompañaban a familias enteras a las falsas duchas haciéndolas creer que solo iban a ser desinfectadas y que al final les darían una taza de café o comida. A los miembros de estas escuadras especiales la lucha por la supervivencia les robo el alma. Algunos de ellos, tiempo después de haber sido liberados se quitaron la vida.

P.- Salvo rebeliones en algún momento, todavía hay personas que se sorprenden de la pasividad mostrada por los judíos al ser arrastrados a los campos y las cámaras de gas. ¿Tiene esto algo que ver con haber sido deshumanizados antes de la llegada a los campos de exterminio o usted le encuentra alguna otra explicación?

PMB.- A mi juicio, más bien tuvo que ver con lo organizado de la sociedad judía y el controvertido papel de los Consejos Judíos de los ghettos, los cuales eran los encargados de elaborar las listas de deportación. Las familias no hacían más que confiar en sus líderes. Precisamente, este aspecto lo trato en el primer capítulo del libro, cuando me refiero a cómo Adolf Eichmann, en el juicio al que fue sometido en Jerusalén en 1961, de forma cínica, intento eludir su responsabilidad en las matanzas arguyendo que los judíos de los ghettos no hicieron más que seguir la indicaciones de sus rabinos. La propia Hanna Arendt, también se hace referencia en el libro, consideró que si el pueblo judío hubiera estado verdaderamente desorganizado y sin líderes, habría habido caos y sufrimiento, pero el total del víctimas no habría alcanzado los cuatro y seis millones. En cualquier caso, los verdaderos responsables del Holocausto del pueblo judío y del asesinato de resto de colectivos deportados a los campos fueron los nacionalsocialistas.

P.- Tanto en su libro como en las memorias de supervivientes el papel de los Kapos es el que mayor asco moral produce. De hecho muchos fueron liquidados tras la liberación de los campos. ¿Ha llegado usted a averiguar qué mecanismos psicológicos les llevaron a esa completa deshumanización?

PMB.- Con respecto a los Kapos de los primeros tiempos, no hay que olvidar que se trataba de criminales. Hombres y mujeres alemanes y austriacos sacados de la cárceles austriacas y alemanas para convertirse en los primeros moradores de los lager y desempeñar esta misión. Por lo tanto, se trataba de individuos ya de por si violentos, entre los que había asesinos y psicópatas, que al no tener un límite por arriba a la hora de ejercer la violencia, el campo de concentración se convirtió en el escenario ideal para poner en práctica sus instintos asesinos. Como se explica en el libro, con el paso del tiempo accedieron a estos puestos de Kapos, sobre todo, deportados políticos con el triángulo rojo que se comportaba más humanamente. Sin embargo, entre estos últimos también los hubo depravados psíquicos y otros a los que el miedo y el instinto de supervivencia saco lo peor de su ser.

P.- Como muestra en su libro Primo Levi decidió escribir el horror para que no se olvidase y acabó sus días de mala manera (se supone que suicidio). Jorge Semprún escogió la vida (en un primer momento y bajo la máscara de Federico Sánchez un tiempo) y falleció de causas naturales. Hay un aspecto de la escritura en ambos autores que es paradójico cuanto menos. Mientras Levi ofrecía en sus escritos la completa crudeza, Semprún (sin desestimar el hecho cruel) ofrecía vías de escape para la mente (encontrar la libertad en los pensamientos sobre Goethe y la biblioteca, por ejemplo). ¿Pueden ser los dos ejemplos de afrontar en y después del Lager?

PMB.- En efecto, son dos formas de afrontar una misma realidad. Quizás, la crudeza y a la vez elegante escritura de Levi tiene que ver con los fantasmas del pasado que le llevaron a no poder soportar esa realidad que revivía en sus pesadillas y que le llevó a quitarse la vida. Como hombre de ciencia su mente, quizás era demasiado realista. Sin embargo, la escritura de Semprún podía tener que ver más con su periplo como estudiante de Filosofía en la Sorbona de París. Como hombre de letras puras, quizás contaba con más recursos para hacer que su mente “volara”.

P.- Todavía hoy sorprende que, bajo las condiciones que se vivían en los campos, hayan llegado a sobrevivir todas esas personas (un porcentaje mínimo respecto a los que murieron). ¿Qué explicación le encuentra o ha encontrado en los testimonios a ese pasar por los sufrimientos más extremos físicos y psicológicos?

PMB.- Como decía Primo Levi, la suerte tenía mucho que ver con las posibilidades de supervivencia. Según estuviera el campo de poblado cuando llegaba tu transporte podías vivir y morir. También dependía de si en el momento de tu llegada al lager había demanda de mano de obra. Precisamente, las personas con un trabajo especializado tenían más posibilidades de sobrevivir que los intelectuales. Si eras útil al Reich tenías más posibilidades de supervivencia. Los que se dominaban presos prominenten o privilegiados, los que trabajaban como médicos o enfermeros en la enfermería, los cocineros, los carpinteros, en definitiva los que realizaban trabajos especializados, menos duros y a cubierto fueron lo que sobrevivieron, pues eran lo que tenían acceso a raciones extras de comida y mejores condiciones de vida.

P.- Utilizando el concepto de Hanna Arendt ¿no cree usted que estamos en una fase de banalización del mal, respecto a lo sucedido, y por eso hay que insistir en la educación?

PMB.- Sin duda. El Holocausto o el genocidio podrían volver a suceder. De hecho, si recorremos la historia posterior a la Segunda Guerra Mundial nos encontramos con genocidios regionales o locales; como por ejemplo el Gulag soviético, los campos de la muerte de Camboya o los asesinatos masivos en Ruanda o la antigua Yugoeslavia, entre otros. Por eso es importe la educación y el mantenimiento de la memoria. Como dice el Dr. en Psiquiatría José Miguel Gaona, una civilización pasa de la cultura a la barbarie en horas. A lo que yo añadiría: y para regresar a la cultura tienen que transcurrir años.

P.- Existen pocos testimonios de lo acontecido en los gulags, los campos de reeducación chinos o los campos de los Jemeres rojos. Todo parece indicar que ha habido procesos similares, ¿ha investigado el asunto para hacer personalmente una especie de psicología concentracionaria?

PMB.- Es una asignatura que tengo pendiente y que en un futuro me gustaría abordar, aunque soy consciente de que no debe haber tantos materiales a los que acceder como en el caso de los campos nazis.

P.- Como siempre hacemos, más que pregunta, esta parte se la dejamos al autor para que muestre el interés que tiene su obra. Todo suyo.

PMB.- Psicología del mal pone a disposición del lector una perspectiva algo diferente a la ofrecida hasta la fecha sobre los campos de concentración. Propone al lector el conocer el microcosmos de los campos de concentración y exterminio nazis. Sus actores, sus roles, las jerarquías de los grupos y sus complejas interacciones. También aborda los estados mentales de los prisioneros según la etapa de deportación en que se encontrasen y los efectos psicosomáticos que padecieron. Rastrea los espacios más oscuros del alma humana y la relación asimétrica que se dan entre los verdugos y las víctimas, donde estas últimas si quieren sobrevivir no tienen más remedio que olvidarse de los códigos morales de las sociedades de las que proceden para verse obligado a aceptar las despiadas reglas del lager.

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