Cara, toda la del mundo. Eso le ha mantenido en política durante tantos años. Carente de un mínimo de vergüenza, Pedro Sánchez vuelve a las andadas. ¿Recuerdan cuando en famosa entrevista lloraba porque le presionó Telefónica para que pactase con el PP? Por cierto, hoy Telefónica va a caer en manos del Estado, al menos la parte necesaria para mangonear dentro de la empresa, y parece que nadie ha recordado aquello. Lloraba cuando, según él, le obligaron a dimitir tras esconder las urnas tras las cortinas para perpetrar algún tipo de pucherazo a sus propios compañeros de partido. En la carrera política de Sánchez hay más lloros que alegrías.

La autovictimización para, por un lado, tapar sus propias incompetencias —¿recuerdan cuando perdía y perdía elecciones y por eso le pedían dimitir? Con Sánchez el PSOE ha tocado su mínimo histórico en apoyo electoral. Ni Joaquín Almunia cayó tan bajo—, por otro lado, para recabar apoyo de los seres que suelen utilizar el cerebro para poco más que sobrevivir. No busca más que un refrendo hacia su persona y así poder tomar algún tipo de decisión que, seguro, no pasa por la dimisión. ¿Han visto dimitir a Sánchez? Por mucho que diga, en 2016 le echaron a patadas con los estatutos de su partido en la mano.

No tiene dídimos. En la etapa previa a las primarias que ganaría frente a Susana Díaz, no optó por ser candidato hasta que tuvo la gran mayoría de los apoyos necesarios para vencer. De hecho dentro de los grupos de militantes se valoraron otros dos nombres como posibles candidatos de la militancia. Por cierto, dos de ellos están muy lejos del PSOE hoy en día. Ha mentido, como es habitual, en sus libros, pero todavía hay personas que vivieron aquello en primera persona y pueden dejar constancia de ello.

Como constancia se puede dejar de su intento de llevarse por delante a dos periodistas que explicaron las primeras conversaciones entre el PSOE y Podemos para presentar una moción de censura que se produciría poco tiempo después. Este hombre que tan digno se muestra quiso dejar sin trabajo a dos trabajadores. Recuerda a los contratos superbasura de su esposa en la consultora de la que era copropietaria. Progreso por fuera, señoritos por dentro. No engaña a nadie y mucho menos porque cualquiera sabe que la denuncia de Manos Libres no tiene ningún tipo de recorrido judicial, más allá de la apertura de diligencias. Entonces ¿por qué dejar caer que cabe la posibilidad de la dimisión? Para desviar la atención o ¿para frenar alguna información más sustanciosa sobre los trapicheos de su esposa?

La esposa del César no solo tiene que serlo sino aparentarlo. La señora Begoña Gómez podría no haber firmado cartas de recomendación para concursos públicos y la excusa era obvia y comprensible. Cuando luego algunas de esas empresas financian tus proyectos, comienza a ser sospechoso. Poder probar que ha habido tráfico de influencias es complicado porque, de haberlas directamente, tendría que hablar el alto cargo que ejerció la presión para que se concediesen. Es curioso como muchos socialistas griten como posesos en redes sociales cuando muchos de ellos gritaban contra Alfonso Guerra cuando lo del tráfico de influencias de su hermano Juan. ¿Saben cómo acabó aquello? En nada. Absuelto. ¿Lo de Juan es malo y lo de Begoña bueno? Hipocresía.

También podría ser que esto no tenga nada que ver con su esposa, aunque queda muy bien como argumento lacrimógeno, y se trate de algún judiada que le tienen preparada por el tema Pegasus. ¿Será que quienes tienen la información están dispuestos a desvelar algo? No sería descartable toda vez que lo de su esposa tiene poco recorrido. Sin embargo, la hipocresía de Sánchez, su caradura, su carencia de ética, su capacidad para rebozarse en el fango es increíble.

Afirma que atacan a su esposa para atacarle a él indirectamente. Es más que posible. Pero él fue el primero que comenzó a utilizar a familiares de políticos o antiguas amistades para deslegitimar a contrincantes. Cuando surgió aquello de “me gusta la fruta” ¿a quién estaba señalando Sánchez conociendo que no había proceso judicial, que se había desestimado? ¿A quién intenta hacer daño cuando su Gobierno filtra constantemente las informaciones hacendísticas de la pareja de una política? Así que contra una pepera se puede nombrar hasta al padre muerto, pero a él nadie le puede mentar la esposa. Ya.

Más gracioso es la otra frase para la historia. Habla de la máquina del fango cuando él ha sido uno de los mayores generadores de fango, primero en el interior del partido, y posteriormente fuera. Habría que contar a quienes dieron cierta documentación, sobre casos sobreseídos, a qué periodistas para enfangar la campaña de primarias y deslegitimar a Susana Díaz. O contar cómo intentó acabar con Emiliano García Page utilizando al hermano gemelo. Que igual hay que contarlo con pruebas, que haberlas haylas.

Pero lo de quejarse de deshumanizar al contrario en una carta donde se califica al resto de los que no son los suyos de ultraderecha, derechistas y conceptos similares ¿qué es? Cualquiera sabe que si desde un lado se califica a alguien de comunista o extrema izquierda lo que se busca no es confrontar ideas o proyectos sino excitar las bajas pasiones para deshumanizar a las personas. Lo mismo sucede, y lo hace constantemente Sánchez, en el otro lado. Cuando él habla de ultraderecha no lo hace por una subjetiva posición política sino para deshumanizar y deslegitimar a quienes señala como tales. Mientras se encama con los herederos de los terroristas, que tiene pelendengues.

No se dejen engañar. Todo esto de Sánchez es puro teatro. ¿Qué puede hacer? Cualquier tontería en la que él salga bien parado. Porque con Sánchez lo primero, siempre, siempre, es Sánchez. Y eso de salir bien parado incluye hasta negociar con quien haga falta que no se desvelen pruebas a cambio de saber qué. Ya se ha bajado los pantalones con Marruecos, Puigdemont y vascos de todo pelaje… ¿qué no haría por asegurarse sus buenos dineros a futuro? Porque estos dos, con el salario mínimo no viven, ni quieren vivir. La izquierda caviar es poco pija para esta pareja.

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