Por desconocimiento de la Historia, muchas personas acaban creyendo que lo actual jamás ha sucedido. Que hoy todo sucede por primera vez. Si a ello se le suma que los dispositivos móviles están derritiendo los cerebros, especialmente de las personas con menos recursos intelectuales, normal que un “mierdecilla” como Pedro Sánchez acabe siendo comparado con Charles De Gaulle o haya muestras de solidaridad lastimera con él. Nada, todo ha pasado alguna vez y cómo afrontaron hechos similares esas personas demuestran a las claras la talla humana y política de las personas.

Sánchez tiene un claro ejemplo dentro de su propio partido. Cuando salió a la luz el caso Filesa, Felipe González no se retiró a llorar cual Magdalena, reunió a la Ejecutiva del PSOE y les comentó si era necesario dimitir en bloque y que el propio partido dictaminase si debían seguir o no. Al final decidieron que no era lo mejor y que había que dar la cara y aguantar el tirón. Hoy como el PSOE es una plataforma personalista, de hipercentralismo democrático —para los que no lo sepan el término leninista (centralismo democrático) siempre ha sido un eufemismo de lo que diga el jefe— no cabe ese tipo de resolución. Añádase que también existen más vividores de la política que en aquellos años.

No solo aguantó González ese primer empujón, sino que se mantuvo firme con todos los casos de corrupción que salían casi a diario. ¿Personales? También. Quizá no recuerden el caso Palomino referido al cuñado del presidente del Gobierno. Un invento de la prensa sobre unos supuestos contratos que habría obtenido la empresa del familiar mediante tráfico de influencias. Nada, no había nada, pero el señor Palomino estuvo a punto de matarse en un accidente de tráfico, en una comarcal, porque como le seguían de vez en cuando, quiso ver que sucedía lo mismo y maniobró mal con el coche por puro nerviosismo. ¿Lloró González? No. ¿Se retiró en Moncloa? No. Seguramente se encabronaría (dicho en plata), pero puso los intereses de España por delante.

Lo que aguantó aquel gobierno con decenas de casos inventados o sin fundamento —¿podrían decir ustedes cuantos de aquellos casos quedaron en nada?— no tiene punto de comparación con el caso Koldo o con las cartas de recomendación de Begoña Gómez. Hasta el fallecido alcalde de Alcorcón, Jesús Salvador Bedmar, tuvo que aguantar situaciones más graves (su hija estuvo amenazada por imbéciles) y no dejo el cargo, ni nada por el estilo. Aguantó hasta que se lo cargaron en una batalla interna. ¿le probaron algo deshonesto? Nada. Otros que hoy son más sanchistas y estaban en aquella confabulación tienen más trapos sucios detrás.

¿Ha dado la cara el señor Sánchez? Porque si bien hay algún que otro bulo, o información a lo loco sin verificar, lo cierto es que otras informaciones no son falsas. Cuestión distinta es que puedan tener recorrido legal, que no lo tendrán. Sobre el caso Koldo, donde el señor Koldo García era amiguísimo y núcleo sanchista —de hecho participó en algunas conversaciones en oscuros restaurantes de carretera para conseguir favores hacia su jefe—, ¿dirá algo como responsable único del PSOE? Se atreverá a dar explicaciones, al menos, a sus compañeros de partido en el Comité Federal próximo o se dedicará a llorar?

Cualquier político digno, ante una campaña de supuestas mentiras, lo primero que haría es dar una rueda de prensa con los papeles por delante. Si nada hay, el temor es teatro. Claro que en Sánchez todo es puro teatro. ¿Qué es eso de utilizar a la abogacía del Estado para defender a una ciudadana, sin cargo alguno, sin aforamiento y sin militancia? Por ahí sí habría delito. ¿Lo han pensado en Moncloa antes de lanzar comunicados o son así de tontos? En todo caso ¿por qué no se ha demandado a los medios que supuestamente han lanzado bulos? Ese es el camino más rápido si es cierto que han mentido. Pedro J. Ramírez sabe mucho de pagar por bulos, le podría haber consultado.

Tampoco es que la derecha mediática y política esté llena de grandes hombres y mujeres. Ahí tienen a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, impartiendo cátedra en programas de televisión. En otros lares ni aparecería, aunque sí hubiese sacado algún libro superventas del tipo “Mis problemas con la cleptomanía”. Subtítulo, “No dejes un boli cerca que te lo mango”. Si en tu Gobierno la mayoría han caído por corrupción, no intentes dar lecciones de ética: léase José María Aznar y Esperanza Aguirre.

Al final no es más que el enfagamiento que hunos y hotros están generando adrede. Les interesa el enfangamiento porque carecen por completo de programa político, más allá de cuatro cosas para dogmáticos, y, lo que es más preocupante para los españoles, de visión política. No hay fundamento —por mucho que llore Sánchez diciendo que tiene una visión progresista del mundo ¿la tiene? Porque nadie la conoce—, sustancia, ética, carácter, comprensión, diálogo (salvo para subirse el sueldo), intento de comprender al otro… No hay nada en la política, por eso recurren a lo que haga falta para desprestigiar al otro y vencer por abandono antes que por ofrecer al personal algo. No se trata de votar a favor de sino en contra de. Sánchez lo ha venido haciendo desde es secretario general del PSOE, los demás también.

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