Uno, como doctor en Ciencias Políticas y Sociología, mira siempre a los colegas de profesión en todo lo que escriben o hablan con cierta frecuencia y más en período electoral. A excepción de Juan Carlos Girauta, que ni poso de Ciencia, ni de Política, del resto de los compañeros y compañeras espera uno algún tipo de intervención más o menos diferente a la mediocridad habitual de las columnas y opiniones de periodistas o doxósofos al servicio de quien les paga.

Uno mira con envidia a historiadores, a filólogos y otros doctos escribanos de los medios cuando exponen sus ideas, sobre diversos temas, desde esa autoridad que concede el conocer el tema del que trata. También los colegas que se han dedicado a las Relaciones Internacionales producen esa bella envidia. Ahora bien cuando uno lee o escucha a los que están más metidos en el fregado político del día a día, le entran ganas de esconder el título para que no le añadan a la lista de muchos de estos analistas. Si uno ha estudiado con cierto provecho la licenciatura (incluso el grado de cuatro años de todo y nada a la vez), tiene ciertas querencias que deberían quedar reflejadas en las intervenciones.

Ayer mismo, con respecto a las elecciones gallegas, la vergüenza era uno de los síntomas al leer columnas o escuchar algunos análisis bastante poco científicos y muy politizados o acomodados a la-teoría-que-se-me-ha-ocurrido-a-mí. Bastaba con echar un vistazo a los datos que se poseen para ver que, por ejemplo, el PSdeG no ha sufrido mucho más al sanchismo de lo que ya venía siendo normal, ser tercero. Desde Emilio Pérez Touriño y Pachi Vázquez siempre han quedado terceros con cada vez menos votos (por cierto la caída de 2016 provocó el camino a la dimisión de Pedro Sánchez I). No superan los 300.000 votos desde hace años. Es un dato indicativo y que nadie se ha tomado la molestia de mirar. Mejor decir que culpa todo de Sánchez por su deriva estatal.

Y la deriva estatal puede servir para explicar ¿qué cantidad de voto? No lo saben porque no tienen datos. Sí hay otro tipo de datos cualitativos que pueden explicar mejor ese discurrir horrible del PSdeG. Lo primero que ha sido un candidato elegido a dedo y con una forzada dimisión del anterior secretario general al que no se ha concedido ni una segunda oportunidad de presentarse. A eso hay que sumarle todas las broncas permanentes que existen dentro del propio partido en las cuatro regiones y todo por un cargo, un pesebre y hablando poco, muy poco de lo gallego. Estos datos igual aportan algo de claridad al voto, pero para ello hay que informarse mínimamente de lo que sucede en aquellas tierras.

También cabe la posibilidad del voto dual, en unas elecciones al BNG y en otras al PSOE. Es de suponer que existan estudios electorales que analicen esta posible situación. Si no existen es mejor ni plantear el tema aunque se tenga la intuición de que ello sucede, más si se une a la podredumbre a la que ha llevado el partido en Galicia Pedro Sánchez. Mejor dicho, más que Sánchez sus amigos gallegos, algunos de los cuales no están metidos directamente en la política pero sí en cierta consultora. Con investigar un poco se sabe esto.

Otro dato, importante, al que nadie ha prestado atención es la bajada en el número de electores en casi medio millón entre una elección y otra. Esa cantidad para dos millones y medio de electores supone un porcentaje bastante amplio. Bien por fallecimiento o por emigración, han desaparecido medio millón de electores que podrían haber cambiado significativamente el resultado. Antes de hablar de bancarrotas y hundimientos, igual hay que mirar los datos. Eso al menos se enseñaba en las facultades antes. Ahora igual están con los penes lesbianos o las doscientas metodologías (intuyo que ahora son muy metodólogos). Antes la parte científica se cuidaba.

Si se miran los análisis sobre el PP ya la cosa es para asustarse. Que si ha ganado el pacto del Majestic, que si se consolida el liderazgo de Alberto Núñez Feijoo (como si haber logrado gobernar en otras autonomías no hace ni un año fuese un demérito), que si donde hay un regionalismo marcado no entra Vox (como la Comunidad valenciana) y todo sin analizar mínimamente las estructuras sociopolíticas de Galicia (o de cualquier otro sitio, que esto es generalizado). O lo que es lo mismo aplicando una mentalidad, no se puede hablar de metodología, estatal a una contienda regional. Cualquiera que no viva en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia… conoce perfectamente esas estructuras intermedias, esas instituciones sociopolíticas que actúan conformando mentalidades y predisposición al voto.

En un análisis gallego debería haberse hablado de todas estas cuestiones. No puede ser que un/a urbanita, que busca la parte pecuniaria de todo esto —que le llame Ferreras o Griso, Herrera o Barceló, El País o El Mundo…—, acabe dando lecciones sobre un mundo que desconoce por mucho que haya ido a comer a Cambados una vez. Por eso no pueden explicar lo que sucede en Castilla-La Mancha o Murcia. No está dentro del cuadro mental que se han elaborado para escribir su columnas partidistas/ideológicas, para hablar en sus programas —donde cualquier análisis sesudo es excluido no vaya a ser que les estalle el cerebro a televidentes o demás doxósofos—, no encaja con la Ciencia Política porque el título no encaja con lo que hacen. Van llenos de prejuicios a todos esos programas.

Es complejo escribir o hablar todos los días sobre la realidad política, estas columnas son reflejo de esa dificultad pues hay más errores que aciertos, pero también hay que saber callarse cuando no se tiene idea de lo que sucede. No todos los politólogos saben sobre elecciones, no todos saben sobre teoría política, no todos saben sobre administración pública —qué poco se contacta con estos analistas que tanto saben—, no todos saben sobre relaciones internacionales, no todos tienen capacidad para el análisis político, no todos leen o hacen doctorados, por tanto… igual es mejor perder quinientos euros un día y no dejar mal al resto de compañeros que sí son profesionales o lo intentan. Y estos han estudiado algo sobre el tema, imaginen el resto cómo son.

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