El libro que hoy se presenta en estas páginas supone un enorme esfuerzo de investigación. Yolanda Morató ha conseguido con Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (1940-1944) algo poco usual, que la primera edición no llegue casi a salir de la imprenta y hay necesidad de una segunda edición en poco menos de dos semanas. El editor de Renacimiento estará sumamente contento, pero podía ser previsible pues el fenómeno “Chaves Nogales” atrae y mucho.

El libro, como se dijo, es una enorme investigación que permite conocer que Manuel Chaves Nogales no salió de la Francia ocupada por los nazis en el barco que normalmente se había dicho. Bien al contrario, navegó por el canal de la Mancha en el mercante Nariva, el cual arribó a las costas galesas. De ahí se trasladó a Londres para ponerse al servicio del gobierno británico a través de su antiguo empleador, la agencia de noticias Havas. Agencia que cambió de nombre a causa de la nacionalización del gobierno colaboracionista. La AFI sería en destino del periodista sevillano y no una agencia propia como falsamente se había contado.

Desde su residencia en Fleet street, en unos apartamentos, escribiría buena parte de los mandados del gobierno vía BBC, vía AFI que se distribuyeron por todo el mundo hispánico. Lo mismo hicieron otros exiliados. Todo el mundo se puso a las manos de la propaganda de guerra que estableció el gobierno de Winston Churchill. No podía dejarse creer que el nazi-fascismo podía vencer, que la contienda no iba tan bien como se pensaba (para conocer lo sucedido en el bando soviético se recomienda este artículo), que los ánimos tenían que estar en alto todo el tiempo.

Así Morató desmitifica ciertas historias que se han contado sobre la liberalidad del gobierno británico en esos tiempos. No hace mucho Cayetana Álvarez de Toledo decía, durante el encierro pandémico, que ni en guerra se había cerrado el parlamento británico. Cierto pero lo que no contaba es lo que la escritora sí cuenta en el libro, que la censura se impuso a todo y a todos. De esto, apunta con acierto Morató, sacaría George Orwell material suficiente para escribir su novela 1984.

En 1940, la censura ya lo monopolizaba todo. De hecho, era prácticamente imposible escuchar la colaboración de alguien que tuviera cualquier tipo de vínculo con el pacifismo, el comunismo o el fascismo. Tampoco se emitían piezas musicales de compositores alemanes, austriacos o italianos, con la excusa de que los radioyentes no se sentirían cómodos con la presencia de obras de autoría enemiga” (p. 93).

El libro hace un breve pero intenso recorrido por las formas de distribución de la propaganda gracias a la BBC y las agencias de prensa. En ellas había espías y agentes dobles, como pueden presumir, y personal dedicado día y noche a escribir, dictar, mecanografiar, poner voz a todos los artículos que se distribuían por todo el mundo. Nombres como los de Emery Reves, Rachel Gayman, Ernie Pyle, Madeleine Henrey, Gwyn Barker, Ilsa Barea, Paul-Louis Bret, Roderik Jones, Deric Pearson, las agencias AFI, APP, Reuters, irán pasando por delante de los ojos de los lectores.

Verán, también, un listado con los casi quinientos artículos que escribió Chaves Nogales y la última entrevista que concedió a Murilo Marroquim. ¿Qué hizo esos años el periodistas sevillano? Se supone que escribir como si no hubiese un mañana. ¿Con quién se veía? Se supone que con gente de aquí y de allá. ¿Qué se puede sacar en conclusión de los artículos publicados por él? Ni idea. Y todo porque el libro es magnífico (realmente, no vean sarcasmo en ello) para conocer el funcionamiento de la propaganda de guerra encargada a los exiliados, pero sobre Chaves Nogales dice poco o nada.

Ni un análisis de los artículos publicados. Ni alguna anécdota con los demás exiliados. Ni si tuvo miedo al espionaje que funcionaba en aquel lugar. Nada de nada. Si el título habla de años perdidos, desde luego no se han encontrado a día de hoy. Es un libro que gustará mucho a periodistas (normal que hayan tenido esas críticas tan formidables), a historiadores de este tipo de acontecimientos, pero si usted quiere saber algo sobre Chaves Nogales no es su libro, salvo dos o tres cosillas que no ocupan más de tres páginas.

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