Nadie en España va a dar un golpe de Estado, al menos en su sentido más clásico. Ni desde el Gobierno, ni desde los aparatos de seguridad, ni desde la oposición. Todos esos discursos sobre la repetición de lo acontecido en 1936 no son más que una farsa propia de la política espectáculo. Una hipérbole, en un lado y el otro, sobre algo que no ocurrirá pero que sirve para los fines propios de cada grupo político. Bien para ocultar miserias propias, bien para ocultar lo que se mueve tras el cortinaje del teatro. En ese contexto se logra envilecer al personal para que lo emotivo actúe, para que el inconsciente domine todo el yo y así tener entretenidas a las masas con la proyección del día, de la semana o de la legislatura. Lo material, lo dialéctico, lo sustancial, lo fundamental, lo racional queda arrinconado de la visión de las personas y prevalece lo ficticio que es tomado como realidad y como Verdad absoluta. De hecho la algarada en redes sociales y en la todología contra los supuestos equidistantes esta semana es fiel reflejo de esa exacerbación de la pulsión teatral de la política actual. Unas llamando terroristas a los otros y los otros llamando golpistas a las unas. No es juego sucio sino mero teatro que sirve para vender periódicos, afirmar las identidades partidistas y permite desviar la atención.
Resulta que se aprueba el Ingreso Mínimo Vital, la “paguita” que tan poco ha gustado en la derecha política, aunque sí tiene el visto bueno de la patronal, y todo el mundo dedicado, salvo excepciones, a la algarada sobre fantasmagorías. Y es que esos fantasmas mueven lo emotivo y ocultan la realidad. Si hay que recurrir al IMV, una medida paliativa sin duda, es porque el sistema capitalista es débil y se encuentra boqueando. Las causas del porqué se ocultan en el fragor de la batalla estéril, desde la derecha porque no es bueno que se señale al gran culpable (no, no es causa del coronavirus, algo que lo único que ha hecho es acelerar su puesta en marcha), desde la izquierda porque ya tiene su cuota social del año cumplida. En todos los casos hay que hacer publicidad a favor o en contra porque así lo manda el contexto teatral, mientras por el camino se pierden los detalles fundamentales de la trama. Una medida de justicia social contra la pobreza extrema de la clase trabajadora que queda arrinconada en el fragor de la batalla por el supuesto relato ganador. Esa cadena de equivalencias de significantes vacíos tan del gusto del populismo (de izquierdas y derechas) que señala a la izquierda como autoritaria y a la derecha como amante de la libertad y viceversa cuando lo afirman desde el otro lado. Y sobre esto, el supuesto carácter autoritario de la izquierda y la derecha hay que hablar hoy, siempre teniendo en cuenta someramente el contexto teatral.
Desde mucho antes de la pandemia, incluso desde antes de la formación del Gobierno de coalición, llevan en los medios de derechas (casi todos) hablando del peligro de reversión de la democracia hacia marcos dictatoriales. No han dejado de hablar de ello día tras día, turnándose los todólogos en sus columnas diarias o en sus tertulias de la chabacanería (¡cómo se echan de menos tertulias tipo La Clave!) en señalar los peligros involucionistas que este gobierno socialcomunista está provocando. Llevan a España hacia las dictaduras sudamericanas o hacia el totalitarismo soviético dicen y no paran esas mentes privilegiadas. Ayer mismo Bieito Rubido, que se ha autoproclamado el defensor máximo de la libertad en España, dándose de codazos por ello con Francisco Rosell, Jorge Bustos y “el condenas”, señalaba como comunista, y por tanto dictador, a Pablo Iglesias. Un autoritario que se ha erigido en alma única de Podemos impidiendo debate y alternativa alguna. También en otros artículos ha dicho lo mismo de Pedro Sánchez, autoritario por socialista. Y es que para Rubido y toda la derecha socialismo y comunismo son sinónimos de dictadura, no como el liberalismo que dicen defender. Aunque la realidad es que no tienen ni idea de liberalismo y sí mucho de neoliberalismo autoritario tipo Hayek.
¿Cuál es el argumento para señalar a Sánchez e Iglesias? Que tienen a sus partidos callados, sin debate y sin oposición. Tiene razón, más en el segundo caso que en el primero (hay mucho militante socialista esperando el momento de decirle cuatro cosas a la Ejecutiva, pero no hacen por ahora para que se beneficie la derecha inútil), pero claro como el PP, Ciudadanos o Vox son un páramo de libertad y debate con el que comparar… ¡Ah! ¡Que no lo son! Tiene narices que Rubido y demás siervos que escriben columnas señalen la paja en el otro ojo y callen la viga en el propio. Peor es que engañen de esa forma ocultando que la terrible Ley de hierro de las oligarquías sea en realidad la causa independientemente de la ideología que se profese. Siempre existe la tendencia a oligarquizarse en cualquier organización política y social. Es un hecho, pero puestos a hablar de oligarquías podrían hablar de la inexistencia de democracia alguna en Vox, de los dedazos en el PP (por una vez han hecho algo así como elecciones y fue para evitar que Soraya Sáenz de Santamaría fuese presidenta) o de las votaciones prefabricadas en Ciudadanos. Tan autoritarios como los otros o tan oligárquicos habría que decir para ser más justos. Lo curioso es que cuando hay debate en el seno de la izquierda (en la derecha es inexistente porque las órdenes les llegan de la patronal y la iglesia) esos mismos adalides de la libertad dicen que con esa división no se puede gobernar y cuando se es tan oligárquico como en la derecha que son autoritarios. Hipocresía y mala leche porque no es que defiendan la libertad (realmente es la impunidad), es que defienden una ideología contra viento y marea mintiendo porque lo que tienen reprimido es el autoritarismo.
Que los partidos políticos son cualquier cosa menos democráticos y propicios al debate, algo que se ha acentuado mucho más en la política espectáculo, es sabido y no tiene nada que ver con la ideología que se dice profesar. Pero ya que se está hablando de ideología ¿por qué ese empeño en asimilar el socialismo y el comunismo a una dictadura? Por la URSS. Pues muy democrática no era eso es cierto, como no lo era la dictadura fascista española apoyada por las “democracias libres”, o la dictadura chilena, o la argentina, o la venezolana, o la brasileña, o la saudí, o la marroquí… Porque los liberales otra cosa no, pero apoyando dictaduras son los primeros. Otro argumento que suelen utilizar, este le han recuperado en los últimos tiempos después de haberlo olvidado, es señalar que el socialismo y el comunismo quieren la dictadura del proletariado. “¡Ven hablan de dictadura!”, exclaman señalando con el dedo acusador. El 98% de los que utilizan el concepto no saben ni de qué están hablando. Y muchos menos han leído o pensado sobre el término y su contraposición a la dictadura burguesa o capitalista (que es la que se vive en estos momentos). Que lean a Étienne Balibar y se dejen de tontadas. Que en ese tipo de debates se necesitan personas de normal para arriba.
Lo más sorprendente es que se dice que Sánchez es socialista, que Iglesias es comunista-populista y que Garzón es comunista. Y lo dicen con seriedad y sin soltar una carcajada. ¿Lo son? No, pero bien que lo explotan como si fuese malo. Por cierto, fueron socialistas y comunistas los que derrotaron al fascismo la última vez. Han sido socialistas y comunistas los que han conseguido derechos sociales y justicia social para todas las personas, esos derechos que disfrutan hasta los de derechas (¡increíble!) como la sanidad pública. Han sido socialistas y comunistas los que hicieron que en España haya una constitución que ha durado 41 años. O ¿es que Santiago Carrillo no era comunista? Eurocomunista y con menos vínculos soviéticos, vínculos que sí mantenía Alfonso Guerra, por cierto, al que ahora las derechas catalogan como gran defensor de la democracia. Si leyesen los panfletos de FAES se reirían. La parte panfletaria es la que leen los directores de periódicos antes de escribir sus editoriales y columnas. Pues bien, en esa parte dicen que Alberto Garzón es comunista porque ha escrito un libro que dice que lo es. Lo primero que tendrían que haber hecho es haberlo leído para valorar si es comunismo lo que allí se encuentra o es una recolección de lo que han dicho otros autores y un final socialdemócrata como mucho del propio Garzón. El logroñés-malagueño sólo tiene la retórica de algún concepto marxista y poco más. Sólo con ver su actuación dentro del Gobierno (cuando habla, que le dejan poco como reconocen desde dentro) queda demostrado que no tiene nada de comunista. Claro que para las gentes de derechas cualquiera que piense un poco y les lleve la contraria ya es socialcomunista. Porque los autoritarios son ellos realmente.
Tienen reprimido ese instinto autoritario, esa pulsión a imponer todo lo que quieran, que acaban proyectando en el Otro ese autoritarismo. De ahí que les guste tanto decir que los demás son autoritarios. Es pura proyección de eso reprimido. Lo proyectan en el otro para criticarlo e intentar acabar con eso que no reconocen pero que saben que está ahí dentro. Lo proyectan para intentar convencerse de que los demás también son autoritarios y por tanto cuando utilizan la palabra libertad, concepto bastardo donde los haya por cierto, ese significante es contrario. Y en realidad no es libertad sino impunidad lo que siempre piden, que es otra cosa. No creen en la sociedad, como si fuese una especie de dios y no una realidad, pero quieren tenerla callada, reprimida y controlada. Libertad/impunidad para dominar deberían decir realmente. Y señalan como autoritarios a los otros para poder ser ellos mismos autoritarios. Como los socialcomunistas son terroristas y autoritarios, nosotros, los buenos, los de derechas, podemos instaurar un estado de excepción permanente. ¿Cómo? Mediante leyes, mediante recortes de derechos, mediante precarización, mediante política espectáculo, mediante la inyección de numerosos deseos en el inconsciente, todos deseos inicuos para el sistema. O preparando el terreno con acusaciones de autoritarismo, con demandas que utilizan para señalar al contrario, con algaradas, con demagogia, con muchos millones en las cuentas de los medios que alguien paga. ¿Quién? La clase dominante mediante publicidad. Teatro y mascaradas para dar un golpe blando, que no es sino hacer caer a los gobiernos que no gustan por medios aparentemente democráticos. El gobierno no es socialcomunista, lo que no está tan claro es que las derechas sean tan democráticas como dicen. Desde luego los medios cada día menos porque no les interesa la verdad, o lo real, incluso bajo el tamiz ideológico que deseen, sino instaurar un estado de excepción donde cualquier atisbo de pensamiento crítico es perseguido y demonizado. Señalan a Sánchez e Iglesias como socialcomunistas porque temen en realidad que acaben apareciendo los socialistas y los comunistas de verdad y les den un susto gordo. ¿Entienden por qué siguen señalando al marxismo como epistemología maldita aun cuando ya casi nadie es marxista? Porque saben que ahí está el método que les desenmascara. En el resto de cosas nada más que proyección de los propios deseos reprimidos proyectados en el otro. Vamos el hitlerito interno reprimido.