Es sumamente irónico que cualquier político haga reclamaciones a la libertad de prensa. Todos, y cuando se dice todos es todos, desean tener a la prensa bajo su cobijo. No puede ser más que otro signo de la típica hipocresía de la clase política. Y esto es asi, lo diga Agamenón (Sánchez) o su porquero (Ayuso). La paranoia periodística de Pedro Sánchez o la no implicación de Isabel Díaz Ayuso son mentira. Ambos quieren lo mismo, que la prensa esté de su lado y para ello recurren a las armas que tienen a su alcance, léase dinero o legislación. Pero ¿existe prensa libre?

Responder a esa pregunta necesita que cualquier lector comprenda como funciona el sistema empresarial de la prensa. En muchas ocasiones no llegan a captar que, al final, se ofrece lo que se demanda, más en esta época digital. Hay dos tipos de mecanismos que coartan la libertad de la prensa: los prejuicios y la financiación. Tal vez en algún recóndito lugar o al comienzo de los tiempos hubo periódicos que se dedicaban a mostrar la realidad tal cual, pero esto no ha sido así siempre. Los medios de comunicación siempre han tenido prejuicios, de clase o ideológicos. Periódicos aristocráticos, burgueses, obreros, liberales, conservadores, católicos, agnósticos, etc., siempre han existido. Esos prejuicios han marcado las tendencias de los medios de comunicación coartando, en cierto modo, la libertad. El grito de Emile Zola en su Yo acuso es un paradigma de esos prejuicios periodísticos.

Evidentemente, dentro de esos prejuicios los medios de comunicación han intentado estar lo más próximos a la verdad, a la realidad, que han podido. Sin descartar que, sabiendo de su influencia, hayan ido pervirtiendo sus informaciones para pasar de la verdad a lo que les gustaría que fuese la realidad. Eso se mantiene en la actualidad aunque multiplicado por cien y muy influenciado por la gran cortapisa de la financiación.

Si ustedes se piensan que los medios de comunicación se nutren de un señor que no hace más que poner dinero o las suscripciones, están más que equivocados. Ningún medio en España tiene las suficientes suscripciones para sobrevivir. Como antes no vendían todos los periódicos en papel necesarios para financiar toda la empresa. Hay que recurrir a los diversos tipos de publicidad. Como los anuncios cortos y los locales casi han desaparecido del mapa, solo queda el reparto de publicidad digital y la subvención pública mediante diversos encajes (cultura, directa, eventos…).

El mercado de la publicidad está prácticamente acaparado por Google. Cuando ustedes ven espacios que cambian de publicidad en cualquier medio, apuesten a que son anuncios de esa empresa que acaba abonando en relación a las visitas. Luego están agencias de anuncios o grandes empresas que gestionan más anuncios fijos. Lo normal es que se establezca un mínimo de visitas y/o usuarios únicos para el acceso a ese tipo de financiación. Por lo tanto, en el mundo digital lo importante son las visitas. Y las visitas las eligen los lectores. Evidentemente, los medios de comunicación recurren a los titulares impactantes para tener más visitas, pero eso también es consecuencia del poco interés de los lectores por ir más allá de un titular. O también, si lo prefieren, si ya te han engañado una vez ¿para qué caes una segunda?

Existe un toma y daca entre lectores y medios y entre distintos medios en competencia entre sí para captar un mercado limitado. Los prejuicios de los que se ha hablado anteriormente siguen estando ahí y existen medios más conservadores o más progresistas. Ayer mismo indicaba un lector de esta columna que no se tratasen ciertos temas, la respuesta fue sencilla, si cuando se han publicado no lo lee nadie ¿para qué insistir en esos temas que no importan y hacen jugarse el puesto de trabajo? Al final unos y otros van a lo fácil, los temas que pueden generar visitas y fidelizar lectores.

Que en esta columna se hagan cosas culturales los fines de semana solo obedece al empeño del autor porque tampoco es que lleguen a millones los lectores. Lo mismo se puede decir de esos tipos de trabajos en casi todos los medios, se tienen más por ofrecer más servicios que por lo que generan en términos pecuniarios. Y aunque la mayoría de digitales se ofrecen gratuitamente, detrás de esos signos que se leen hay una persona que tiene la mala costumbre de comer todos los días. Se han malacostumbrado los lectores a no pagar sin pensar que eso tiene consecuencias.

Todo esto quiere decir que, como es obligado llegar al máximo número de lectores, algunos temas quedan descartados u olvidados y se entra en la espiral de lo que quiera el público, por muy bazofia que sea. Ahí tienen los medios deportivos donde no se suele hablar de deporte sino de lo que demandan los dos equipos principales. Y como demandan basura, pues eso se ofrece. Lo anecdótico chusco. Eso mismo sucede con los medios generalistas, se acaba dando prioridad a la opinión, de cualquier indocumentado si atrae lectores, y lo amarillo-espectacular. ¿Se miente? No tanto como se quejan los políticos, pero sí se ofrecen informaciones que sobrepasan lo ético. Al menos lo ético de un ser racional y con principios.

Como con las visitas los medios llegan justos y, al final, hay que ofrecer beneficios a los accionistas o dueños, se debe recurrir a la subvención pública o la publicidad encubierta de ciertos empresarios. Ergo, se estará al servicio de esas administraciones y de los intereses de esos empresarios. No todos los artículos de publicidad encubierta implican que el empresario indique qué decir o hacer, pero sirven para coartar las posibles noticias sobre ese sector o ese señor. Ustedes habrán visto que Mercadona o Clece no están en todos los medios sino en algunos, justo donde nunca se critica a esas empresas y los empresarios que hay detrás. En algunos casos hasta se ofrece un dos por uno y se eleva a la grandiosidad al equipo futbolístico de ese empresario.

Lo mismo sucede con las subvenciones públicas. Si uno se mete con Bonilla, no cobra de Andalucía. Si se mete con Ayuso, no cobra de Madrid. Si los alaba cobra de unos y de otros. Les dirán que existen unos baremos para recibir publicidad, sí, existen, pero los extras de la publicidad institucional, donde está lo gordo, vienen de empresas públicas y/o productos de temporada/culturales. Los anuncios oficiales deben repartirse, los otros tienen detrás intereses políticos. Correos distribuye alegremente, como puede hacer cualquier ente autonómico. Sí, se compran voluntades. Además de las ayudas no materiales que se pueden recibir mediante entrevistas exclusivas, acceso o no a eventos, etcétera.

Luego dependerá del estómago de los directores y jefes de redacción. Y quien les ha visto comer y beber puede afirmar que tienen bastante aguante esos estómagos. Por lo tanto, libertad no hay. Cada cual dice que hay libertad porque publican lo que saben que les está permitido por quienes ponen el dinero. Pues estos últimos podrían decidir que ponen los huevos en otra cesta. También hay mafiosillos en la prensa que van amenazando a los políticos, pero suele ser más a escala local. Amenazan con campañas de descrédito si no les dan dinero. A nivel nacional es más complicado por hay una oferta suficiente de medios para elegir a quien dar y quien no.

Estos son los parámetros en los que se mueve la prensa. Se siguen diciendo vigilantes del poder o contrapoder, pero cada vez lo son menos. Por eso se ven cada día a lamesables o comealmejas que rinden tributo exagerado a los políticos sin pensar. Periodistas, columnistas, correveidiles y doxósofos que matan por ir a tertulias y tener columnas bien a la vista. Si no hacen esa prokynesis al poder no cobran. No son libres, ni racionales, están vendidos al poder. Al de hoy y al de mañana para poder seguir facturando. Por ello el llamado debate público está infectado de entregados al poder. No hay prensa libre, no se dejen engañar. Cuando Sánchez o Ayuso dicen luchar por una prensa libre solo hablan de prensa entregada a sus personas. Cuando algunos directores de periódico hablan de prensa libre saben que es prensa libre dentro de lo que les dejan. Ni más, ni menos.

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