Fuente: Atlético de Madrid

Desde tiempos inmemoriales almogávares y vikingos han venido disputándose la hegemonía en España. Favores políticos en cantidad, da igual bajo el franquismo que con la democracia, ya fuese Gallardón o Pujol, que les permitió incluso acometer la aventura de dominar el mundo occidental del fútbol. Grandes duelos que los amanuenses narraban con mayor o menor épica según les fuese en la contienda. Eran estas tribus las que dominaban, con los almogávares captando aliados en toda la tierra hispánica, algo que molestaba a los vikingos porque siempre habían deseado no sólo ser hegemónicos sino totalitarios respecto a los aficionados. De hecho casi lo eran porque “en provincias” se era del equipo de la capital y del equipo vikingo (cosas de la propaganda).

En la ribera del Manzanares, en Madrid, había, empero, cierta tribu de indios que acometía contra los otros dos (como la había, al menos en lo referente a Copas, con los leones vascos –hermanos de sangre de los indios madrileños-), especialmente en los años 1970s, donde más cabelleras cortaron los hombres de negro. Con la llegada de Big Bear a la jefatura de la tribu rojiblanca comenzaron a verse como los indios simpáticos, que vencían en alguna batalla por error, como graciosas eran la tribu levantina del murciélago o la galaica. La gran disputa temporal era y debía seguir siendo la de almogávares y vikingos. Y lo consiguieron durante casi más de dos décadas. Pero algo estaba cambiando en la tribu rojiblanca.

Murió el gran oso, que ya se sabe había hecho alguna trampa para quedarse a perpetuidad la jefatura, y le sucedieron al frente de la misma Cherry Tree y Crooked Face. Que era el mismo perro con distinto collar. Hasta que llegó el gran guerrero que cambió todo. El Cholo ya había ayudado a conseguir una liga de jugador y siempre había contado con el favor de la tribu rojiblanca. Llegaba para llevar a esta tribu a no dejarse quitar por las buenas las tierras a manos de almogávares y/o vikingos. Llegó, vio y venció casi a la primera. Y parecía gracioso. Eran muy guerreros y hacían cosas feas en el terreno de juego decían las otras tribus, pero comenzó a meterles el miedo en el cuerpo. Les asustó en las guerras europeas y les ha obligado a competir como si fuese la vida en ello (¿acaso no es así?) en la contienda patria. Ya no sólo valía pelearse entre ellos un par de veces al año, mientras meaban en la cara de las demás tribus con goleadas escandalosas, ahora había que acertar no fuese a ser que la tribu rojiblanca les quitase de lo más alto del pedestal. Y ese tiempo parece llegar, lo cual obliga a los amanuenses de cada parte a no hacer más gracias sobre los indios sino que son declarados enemigos, no sólo de almogávares y vikingos, sino de España entera. Tienen miedo a perder aquella hegemonía que había contado con ayudas de todo tipo.

Estos miedos han sido bien aprovechados por algunos emprendedores para la fabricación y suministro de biberones

La tribu india ha ido quedándose con guerreros que no querían en aquellas tribus (Babyface, Fatman, el marido de Erika…) y que han resultado decisivos para vencer en diversas contiendas. En algún caso que otro mediante el mecanismo del DAO. Y todo porque almogávares y vikingos se jugaban todo a una carta, que en ambos casos no salió (el argento Messi y el galo Mbappé). Engañadas las bases de las tribus por los amanuenses al servicio del vikingo Flo y el almogávar La-Porta, han visto como los indios sumaban guerreros valerosos de otros lares. Ya no son el equipo gracioso, ahora es temido como sucesor, por eso no se duda en vender como competidora nata a la tribu hispalense, esa que llegó al fútbol antes del mismo Cronos. De hecho querían a esta tribu como aliada (que lo es en otros temas) de una Superliga a la que se vieron obligados a sumar a la tribu rojiblanca por presiones de las tribus británicas.

Se ha establecido una alianza contra natura, aunque entre los almogávares hay ciertas reticencias, donde se critica todo lo que pueda beneficiar a la tribu india comandada por el guerrero Cholo. Que si pausa de hidratación ilegal; que si mucho descuento (ignorando el aliado histórico de los vikingos que les deja peor a ellos la crítica por no saber ganar el partido que a los criticados); que si tiene el favor de los árbitros (el equipo que menos faltas hace y más amarillas recibe); que si juega mal; que si la abuela fuma, ¡ay mamá!… Lo mejor de todo es que almogávares y vikingos ven a Crooked Face como si fuera el Cid, ese guerrero que pactaba con un señor (Ceferin) o con una taifa (PSG). Esto lo llevan más clavado que la punta de una lanza. Por eso no les duele la alianza contra natura, ni dudan los amanuenses en buscar aliados en las demás tribus de La Liga para luchar contra los indios. Son alianzas trampa, como pueden suponer, pues lo que buscan es que todas esas tribus se bajen los pantalones frente a almogávares y vikingos pero que se partan el alma contra los indios.

También temen a las tribus británicas, pero como en la pérfida Albión ni leen a los amanuenses, les da igual; como temen a los herederos de los nibelungos. Eso sí, estos miedos han sido bien aprovechados por algunos emprendedores para la fabricación y suministro de biberones. Ya la temporada pasada los indios se quedaron sin existencias, pero para este año han contactado con industriales japoneses a fin de tener máquinas que produzcan miles de ellos y surtir a amanuenses vikingos (especialmente por ser los que más lloran) y almogávares. De las uniones contra natura no suele salir nada bueno para los contrayentes, pero eso es algo que no importa a los indios que son más de la gozadera. Ya saben que hay miedo, mucho miedo, demasiado miedo a su paso. Sudores fríos ante el posible sonido del cucú. Tensión por el sonido de esos biberones chocando. Pavor ante los cambios raros que funcionan. Y lo que más jode a vikingos y almogávares, el partido a partido. Por eso, Oporto.

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