lunes, 19 mayo, 2025

Nostalgia de futuro o cómo lo venidero genera muchas dudas

El ser humano está a muy pocos pasos de convertir en realidad el deseo de la Modernidad, “ser como dioses”. El avance tecnocientífico está llegando a la posibilidad de erradicar la muerte por vejez de nuestras vidas. Ser inmortales está a la vuelta de la esquina. O eso es al menos lo que nos cuentan los científicos y los pensadores que están detrás de las corrientes transhumanistas y posthumanistas. Ambas tienen una base común pero enfocan sus objetivos desde premisas un tanto diferentes. En breve, unos no tienen reparos en admitir con Fiodor Dostoievski aquello de “Si Dios no existe todo está permitido”; otros tienen algún reparo más.

El transhumanismo está pasando casi desapercibido entre la gran mayoría de la población, a la que tienen entretenida con gadgets electrónicos y con filosofías de la apariencia, pero en el ámbito del pensamiento, sin ser una cuestión de primer orden, sí hay un debate continuado desde que comenzaron, allá por los años 1970s, los primeros. Si el ser humano es capaz de llegar a la inmortalidad, vía tecnocientífica, ¿sería realmente humano? ¿Sería realmente deseable? ¿Sería generalizado? ¿Sería ético traspasar las líneas de la propia naturaleza?

De todo ello nos habla Roberto Esteban Duque en su libro Nostalgia de futuro (Ediciones Encuentro). El autor traza un resumen profundo y exhaustivo de lo que significa el transhumanismo. Muestra los no-límites de algunos autores y corrientes científicas y las reservas que tienen otros pensadores pero siempre encaminados a la revolución en el ser humano mismo. También confronta, desde la ética, las posibilidades de llegar y traspasar ese límite de lo humano para convertir al ser en algo diferente. Un cyborg o una máquina donde se ha conseguido incorporar el saber humano y que pueda actuar mediante algoritmos.

Como el autor hace en el texto ¿sería humano lo que saldría de ese avance tecnocientífico? Cabe, desde la racionalidad, dudar de su humanidad en sí. Carecería de la naturaleza humana para ser simplemente un engendro electrónico con apariencia de ser humano o ni eso. Otro de los problemas que no se han planteado los “flipados” del avance científico es si acabaría por realizarse una eugenesia positiva, sin descartar la negativa. O si ese avance técnico alcanzaría a toda la humanidad. La historia ha demostrado que algunos avances científicos sólo han sido aprovechados por quienes han podido pagárselos.

Éticamente la dignidad de la persona ¿en qué punto quedaría? Porque no se está hablando de avances médicos que vayan erradicando enfermedades, sino en procesos genéticos que provoquen directamente la inmortalidad –es evidente que la muerte por causas no naturales queda incontrolada–. En este sentido, y sin necesidad de recurrir a postulados religiosos –y eso que el escritor es sacerdote y doctor en Teología–, ¿es ético vivir para siempre y romper con la propia naturaleza? A todo el mundo le gustaría vivir cuanto más mejor pero tener conciencia de que se va a vivir para siempre y que solamente un accidente o la eutanasia-suicidio sean la salida ¿qué tipo de reacción provocaría en el ser humano? Y si al final ¿todo lo decidiera una máquina?

Todas estas preguntas, o parecidas, obtienen respuesta en el interesante ensayo del autor conquense. El abanico de posibilidades que abre el futuro transhumanista y/o posthumanista tienen en el texto una duda metódica que ayuda a comprender de qué se está hablando. Sin necesidad de recurrir a la doctrina de la Iglesia (que algunos tendrán ese perjuicio), ni a los Evangelios, el párroco de Villar de Olalla nos acaba introduciendo en la complejidad del debate ético y científico. Un poder humano que podría acabar con el propio ser humano o, cuando menos, con una gran parte de la humanidad, aquella que las élites que controlan el proceso puedan decidir que sobran. La ética debe dar la batalla y poner coto a ese “todo está permitido” del escritor ruso. Y el libro de Duque es un punto de partida.

República Dominicana baja el índice de hambre, según la FAO

Como resultado de las crisis internacionales se han agudizados problemas mundiales existentes antes de la pandemia y de la guerra de Ucrania. El costo de la vida se ha incrementado de tal manera que muchos no pueden suplir por sí solo los derechos fundamentales del ser humano: vivienda, salud, alimentación… esta última ocasionando el aumento de los niveles del hambre.

Según Marcela Villarreal, directora de la División de Alianzas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la República Dominicana es uno de los países que logró disminuir el índice de hambre, a pesar de haberse elevado a nivel mundial y en Latinoamérica.

De 8.3% en 2018 (periodo precrisis) a 6.7% en 2021 (periodo en crisis), ha sido el nivel de diminución que ha marcado el hambre en el país caribeño. Así lo indicó, también, Rodrigo Castañeda, representante de la FAO en la República Dominicana. Este hecho no se debe a cuestión de suerte, sino al trabajo persistente y dedicado que realizan las autoridades dominicanas en favor de combatir los efectos que significan dificultad para el pueblo dominicano en general. Esto lo corrobora Castañeda al atribuir este éxito a que, “Hay mayor disponibilidad de alimentos para la población, lo que corresponde a una buena gestión del Estado y de los sectores productivos, específicamente de los productores”.

A pesar de los resultados que marca la República Dominicana se debe seguir trabajando para lograr que estas cifras sigan descendiendo. Los retos siguen siendo fuertes, debido al clima de incertidumbre que se vive actualmente a nivel internacional, pero de igual manera existen herramientas que pueden contribuir a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que se encuentran en estado de vulnerabilidad ante esta situación.

Como método de seguir mejorando las cifras, la Villarreal manifestó: “Hay que darles apoyo en la preparación de la tierra, apoyo en la siembra, apoyo en maquinaria, apoyo del Banco Agrícola, apoyo para recuperarse del COVID, sobre todo a los agricultores familiares”. Estas son medidas que ha venido implementado el presidente Luis Abinader desde hace un tiempo, en consideración a las preocupaciones que había manifestado la FAO sobre la amenaza de hambruna.

En noviembre del 2021, el gobierno dominicano anunció el programa de arado gratuito de 700.000 tareas, que consistía en ayudar a preparar la tierra a los productores que no podían económicamente realizar este proceso. Esta medida del gobierno de Abinader representó un ahorro de 450 millones de pesos (8.001,422 dólares) a esos agricultores.

En mayo del presente año el presidente Luis Abinader dio a conocer el programa Siembra RD, fundamentado en la producción local de alimentos, plan que tenía como fin garantizar la seguridad alimenticia del país quisqueyano. Como herramienta para conseguir el objetivo anhelado se incluyó en ese momento una contribución inicial de 500 millones de pesos (8.890,469) a tasa de 6% anual mediante el Banco Agrícola para mejorar la ganadería de carne y sostener el subsidio a los fertilizantes por 1.275 millones de pesos (US$22,670,697).

Otro acto ya implementado en el país, que consiste en lo que manifestó Villarreal: la entrega que hizo el gobierno de Abinader, en noviembre del pasado año, de 235 unidades de maquinarias y equipos agrícolas al Ministerio de Agricultura con inversión de 415 millones de pesos (US$7,379,089).

Estas evidencias reflejan que el presidente Luis Abinader no se queda esperando que pase la tempestad para empezar a trabajar, sino que en medio de la turbulencia busca soluciones basadas en su conocimiento y tomando en cuenta las recomendaciones que se puedan convertir en soluciones.

Estas cifras y este trabajo de la Administración Abinader vienen impulsadas por un nuevo estilo de gobernar que está colocando a República Dominicana en una situación de ejemplo mundial de gestión. Ya en el mes de julio, la FAO indicó que los datos del país caribeño sólo podían ser explicados «por el paquete de medidas que el gobierno [de Luis Abinader] desplegó para la contención de las familias ante la pandemia, como la ampliación de cobertura del programa Supérate, aumento de la producción de los alimentos de la canasta básica, apoyo a la siembra directa, tasa cero y otras».  Esto supone «un logro significativo para el país ante la situación actual de crisis alimentaria mundial».

El esfuerzo que está haciendo la administración Abinader es ingente para que la crisis global no tenga un impacto directo en la ciudadanía y que el crecimiento económico sí tenga un efecto en el pueblo. Pero este es el nuevo modelo de gobierno que el presidente dominicano aplica que está basado en la máxima de que el Estado está al servicio de todos y cada uno de los ciudadanos dominicanos. No se puede permitir que los buenos datos macroeconómicos no tengan una traducción en el incremento del bienestar de la ciudadanía. Para eso está un presidente, no para trasladar la banda en actos vacíos de efectividad y plenos de populismo. Ese no es el estilo Abinader. No lo ha sido desde agosto de 2020 ni lo será en el futuro.  

Sentir los sacramentos más allá del ritual

Ha querido el destino que la reseña del libro del cardenal Robert Sarah se publique tras el fallecimiento de Benedicto XVI. No creyendo que el Espíritu Santo haya tenido algo que ver, sino que es producto de la mera casualidad –aunque vaya usted a saber–, el Catecismo de la vida espiritual, editado por Palabra, tiene cierto aroma ratzingeriano en algunos pasajes. Un libro en el que el cardenal guineano ha querido profundizar en los sacramentos de la fe católica. Un intento de explicar a católicos (y no católicos) el verdadero sentido espiritual de aquellos más allá del mero componente ritual. En suma, evitar el ritualismo vacío.

Nada más comenzar el texto Sarah pide que, para comprender, interiorizar y vivir la fe y sus sacramentos, los católicos deben acercarse al desierto. Que asuman la experiencia de la pobreza, la renuncia, la soledad y la lucha contra uno mismo y Satanás, de igual forma que Jesús hizo tras ser bautizado y cada vez que oraba. Se trata de intentar alcanzar una experiencia mística porque “únicamente un corazón inmenso y vacío como un desierto es capaz de acoger y albergar la Palabra de vida”. Hoy son muchas las alternativas a la introspección que se ofrecen desde los medios de comunicación o elementos tecnológicos para llenar los corazones y las almas de futilidades. El creyente debería quitarse de encima, dice el cardenal, el poder embaucador de ese progreso tecnológico que esclaviza, primero, y convierte en víctima, después, al ser humano.

En muchas ocasiones los fieles caen presos de las fauces amenazantes del progreso tecnológico y la ideología a él adosada, en buena medida por la carencias de los sacerdotes y los obispos. Cuando, prosigue Sarah, se pide el alimento del alma los clérigos de toda condición se dedican a los discursos sociopolíticos, los derechos postmodernos o cualquier otra novedad del mercado social. De ahí que entienda que este Catecismo sobre los sacramentos, aunque no solamente sobre ellos, hará mucho bien a laicos y seglares, pues hay que evitar que el catolicismo se convierta en una religión a la carta (guiño a Benedicto XVI). Bastante enfadado se encuentra el cardenal ya con que dentro del catolicismo se considere a la propia religión como una más, en igualdad, entre otras y no como aquella que realmente es poseedora de la Verdad.

Cada uno de los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia y Reconciliación, Unción de los Enfermos, Orden Sagrado y Matrimonio) tiene su propio capítulo donde el cardenal Sarah va explicando el significado de cada uno desde el punto de vista de la espiritualidad. Hay muy poco del simbolismo ritual, salvo en la Eucaristía, como se verá, y mucho de lo que se debe enseñar a los católicos sobre el porqué de cada uno de ellos. Todos los sacramentos trascienden en realidad el ritual y necesitan de una reflexión e introspección profunda de cada uno.

Respecto a la Eucaristía sí hace alguna reflexión al propio rito, porque entiende el cardenal que se ha llevado demasiado lejos el pluralismo que propició el Concilio Vaticano II. Como otros teólogos, cree que se está perdiendo el sentido sacro de la presencia de Jesucristo en las misas. Existe demasiado espectáculo, demasiado ruido de la asamblea, demasiado gustarse de los oficiantes en algunas ocasiones y muy poca teología y enseñanza. Como afirma en el texto, la Palabra es fundamental: “En un mundo como el nuestro, que ha perdido todas sus referencias, la Palabra de Dios es una brújula que señala a nuestra existencia la buena dirección, es el dique capaz de frenar la decadencia moral y social”.

Insiste también en la necesidad de la Penitencia y la Reconciliación. Son ya muy pocos los fieles que se confiesan y menos aún los sacerdotes que están prestos a estar en el confesionario el tiempo que haga falta. Critica el cardenal que a los clérigos pareciese que les moleste este sacramento. Que necesiten estar a otras cosas de la parroquia o personales, cuando el sentido del pecado es fundamental, más en estas sociedades asentadas en las “estructuras del pecado”. “Reconciliarse con Dios no puede ser una actitud pasada de moda e inútil, sino un acto restaurador, recreador, regenerador”, afirma Sarah.

En el capítulo final el cardenal Sarah viene a hacer un resumen más enfocado en el contexto exterior a la Iglesia (aunque en el texto va ofreciendo algunas pinceladas en relación a los sacramentos). Se muestra triste por la pérdida de capacidad de la Iglesia de ser un elemento para la transmisión de los valores. En muchas ocasiones pareciera que es una ONG u organización filantrópica, cuando es mucho más pero no mucho menos. Esto es, ni puede quedarse solamente en los valores, ni puede ser sólo filantrópica, debe actuar en ambos sentidos, porque de quedarse en uno solo acabará atrapada en los salones de las élites de distinto pelaje. Más si esos valores son acordes a los manifestados por esas élites. La Fe debe ser expresada en toda su veracidad guste o no guste y se debe actuar, especialmente en favor de los pobres, se moleste o no.

“No recurramos a Cristo en apoyo de nuestras ideas personales o de nuestra postura política e ideológica, tratando el Evangelio como una recopilación de citas que respaldan nuestras tesis preferidas” expresa el cardenal. Tampoco adquirir esta o aquella virtud sino convertirse en alter Christus. El libro es una petición para que los católicos, todos, tengan una mayor vida espiritual en lo interior y lo exterior. Orar más. Actuar mejor. Librarse del yugo de una sociedad que acaba midiendo a las personas por lo que tienen antes que por lo que son. Un catecismo que seguramente sirva como camino a muchos católicos. Un libro para todo aquel que quiera entender los sacramentos. Un libro que ayudará a muchos sacerdotes cuando se encuentren atascados en sus meditaciones y sus sermones.

Luis Abinader, el economista oportuno en otros sectores

El desorden territorial es una de las causas que suman a los problemas que afectan en cierta medida a los pueblos. En las zonas urbanas por citar un caso, cuando no existe una coherencia y un control en las construcciones tienden a general caos tanto en el transporte, como en la contaminación ambiental, inclusive en ocasiones, en la vida recreativa a la intemperie.

En el ámbito rural, por ejemplo, puede significar un problema para la agricultura, la preservación de los recursos naturales que en ocasiones pueden ser deteriorados para dar paso a construcciones que solo pueden contribuir en lo económico, pero que pueden dejar a un lado la vida digna que merece toda población.

En la estructura territorial al igual que todo en la vida, se necesita de organización para lograr buenos resultados. El presidente Luis Abinader esto lo tiene claro, por eso ha promulgado en la República Dominicana la Ley núm. 368-22, de Ordenamiento Territorial, Uso de Suelos y Asentamientos Humanos.

Desde hace décadas en el país caribeño con relación a los asentamientos humanos, no existe una colocación planificada, a tal punto que en la actualidad todavía miles de personas viven en terrenos que no cuentan con títulos de propiedad, situación que el mandatario dominicano ha ido resolviendo, al proporcionarles sus referidos documentos.

La mencionada Ley busca terminar con esta práctica, ya que cuando los asentamientos se hacen de manera no organizada las consecuencias no siempre tienden a ser las mejores. Con relación a esto, la norma establecida determina que los asentamientos humanos solo podrán efectuarse en terrenos titulados, donde la pauta del uso del suelo lo apruebe. De no cumplir con lo establecido la Ley dota de autoridad a los gobiernos municipales de poder castigar el incumplimiento.

Este principio al igual que otros, ante su aplicación y la obtención de efectos, necesita tiempo. Toda transformación verdadera conlleva consigo una línea temporal. Unos que otros ofrecen resultados a corto plazo, pero otros necesitan de periodos más extensos.

En este caso por ejemplo no representa resultados de la noche a la mañana, ya que, no es cuestión de magia y quien diga todo lo contrario se basa en el populismo. Se necesita de análisis, planificación y ejecución. Lo que si es cierto es que el paso que ha dado el mandatario dominicano constituye un éxito para el futuro de la Republica Dominicana. Esta acción demuestra el compromiso de Abinader con su pueblo, ya que desde el 2010 estaba pendiente de que se cumpla esta Ley, según un mandato del artículo 194 de la Constitución de la República.

Este estatuto representa una diversidad de beneficios que sin duda aportarán con la obtención de objetivos para el progreso del país en distintas áreas. “Esta disposición normativa regula el uso de suelo y crea las herramientas jurídico-administrativas para la formulación de planes de ordenamiento territorial a nivel nacional, regional y municipal, los cuales deberán ir cónsonos con intereses medioambientales, culturales y de desarrollo sostenible”.

¡Así se hace patria!

Cojan palomitas que esto se anima

Para cualquier persona que trabaje en el ámbito periodístico lo que se viene produciendo tras el fallecimiento de Benedicto XVI es sumamente jugoso. Sin necesidad de caer en el puro morbo –igual por eso mismo los medios televisivos y masivos no prestan tanta atención–, lo cierto es que el viento de los puñales que se están lanzando podría ser una nueva fuente de energía alternativa. Como toda organización que se precie, la Iglesia católica tiene en su interior oligarquías que no quieren dejar en monipodio y grupos que quieren convertirse en oligarquía. De todo ello cabe un análisis sociopolítico que se están perdiendo los medios.

Hace unos días ya que se advirtió que la batalla entre “conservadores” y “progresistas” estaba comenzando. Hoy, y los próximos días, ya está comenzando a intensificarse. Según van pasando los días del luto por el pontífice emérito, las partes en conflicto –que parecen obviar que el sillón de Pedro está ocupado, o por eso mismo– van lanzando indirectas que cada vez lo son menos. Es paradójico que algún intelectual de izquierdas, de los pocos preocupados por el diálogo Iglesia-agnosticismo/Fe-Razón, hayan escrito obituarios donde, desde la discrepancia, hacen elogios del finado. Por ejemplo, Antonio García-Santesmases ha valorado el haber tenido un tan inteligente contrincante. Mientras teólogos, presbíteros, cardenales y periódicos católicos andan a la gresca sin guardarse nada.

Conservadores

El obispo Athanasius Schneider ha lanzado una pequeña andanada contra Francisco I al reivindicar que “el acto mayor y más benéfico de su pontificado [de Benedicto XVI] fue el Motu Proprio Summorum Pontificum con la plena restauración de la liturgia latina en toda su expresión”. Benedicto XVI siempre explicó que no había oposición del Concilio Vaticano II a que se celebrase el culto por ese método, aunque no debía ser el único. Con el motu proprio lo único que hizo fue darle una pátina de legitimidad, en especial, para evitar ciertos cismas à la Lefebvre y para atraer a personas de otras confesiones. Como hizo con los ordinariatos anglocatólicos. Sin embargo, Francisco I revocó aquella posibilidad en Traditionis Custodes, algo que también ha afeado el secretario del emérito Georg Gänswein.

Monseñor Schneider no sólo se queda en la misa pre-conciliar sino que avisa que en la actualidad se asiste en “la vida de la Iglesia a un proceso de dilución de la fe católica y de su adaptación al espíritu de los herejes, incrédulos y apóstatas por medio del engañoso y eufónico nombre de la sinodalidad y por medio del abuso de la institución canónica del sínodo”. Todo un ataque a la línea de flotación de ciertos grupos progresistas que vienen aprovechando el Sínodo de Francisco para pedir hasta lo queer.

Progresistas

Los más progresistas de la Iglesia tampoco están callados sino que se aferran a alguna teoría de la conspiración contra Francisco. Ahora que Benedicto XVI, quien ejercía de freno a los más ultramontanos, ya no está, la posibilidad de acabar con el pontificado de Francisco está más cerca. No dudan en señalar a los cardenales Robert Sarah, Raymond L. Burke, Walter Brandmüeller, Antonio María Rouco Varela o Carlo María Viganò, con el añadido del obispo vengativo Gänswein, como cismáticos y ejecutores de una conspiración contra el actual pontífice. Es cierto que en el pasado fueron bastante batalladores pero ya ha advertido el cardenal Chistoph Schönborn que de dimisión o cese de Francisco nada de nada.

Según parece en esta conspiración estarían clásicos como el Opus Dei, la Orden de Malta o Comunión y Liberación. Extraño lo del último movimiento, entre otras cosas, porque aceptaron el Tu est Petrus cuando Francisco intervino Memores Domini (mujeres de la asociación han cuidado de Benedicto en su retiro) y obligó a Julián Carrón a dimitir como jefe de CL. El actual dirigente máximo, Davide Prosperi, ha hecho un elogioso artículo en recuerdo del finado (“Un verdadero gigante de la fe” ha dicho) sin ningún doble sentido ni nada. Tampoco se ve a Angelo Scola (otro eminente teólogo) o Carlos Osoro, por citar a cardenales, metidos en refriegas palaciegas. Como ayer se expresó, Massimo Camisasca incluso denunció movimientos dentro de la propia Iglesia contra Benedicto cuando vivía.

Vayan preparando las palomitas porque en todos estos movimientos hay mucho que analizar a futuro. Dan Brown tendría para un nuevo libro y Francis Ford Coppola para una película. A veces la realidad supera con mucho a la ficción.

La preservación del medioambiente es prioridad del gobierno del presidente Luis Abinader

El medioambiente debe ser cuidado para la existencia de todos los seres vivos como el corazón para cada ser humano. La biodiversidad se debe proteger como una de las cuestiones más importante del mundo. A pesar de los esfuerzos que se están realizando, no se ha detenido su deterioro, por esta razón se hace más necesario tomar medidas firmes.

En el caso de la República Dominicana, el tema del medioambiente y la preservación de especies se ha convertido en prioridad para la gestión de gobierno del presidente Luis Abinader. ¿Qué medidas ha apoyado el mandatario dominicano que sustenten esta afirmación? Son múltiples, las cuales ya han sido dadas a conocer, pero se dedicarán estos párrafos a continuación para plasmar algunas.

Una de las iniciativas tomadas por el Jefe de Estado dominicano es la denominada “Rescate Rosado”, una campaña fundamentada en la conservación de flamencos del Caribe, que consiste en la detener la captura y posesión ilegal del ave y devolver a la vida silvestre las que están cautivas.

Otra medida importante es la recuperación de la especie en extinción, Orquídea “Cacatica” (Tolumnia henekekii). Cabe resaltar, tal y como publicó Diario16, que la reinstauración de esta es la primera que se realiza en 10 años.

El rechazo a la caza de ballenas para alimentación, para mitigar los efectos de una posible crisis alimentaria en el mundo, fue la decisión de República Dominicana en la 68ª Reunión de la Comisión Ballenera Internacional. Un hecho más que demuestra la sensibilidad del actual gobierno dominicano con la biodiversidad.

Como otra prevención al deterioro del medioambiente, el presidente Abinader ha sido participe de la implementación del «Interceptor 004», iniciativa multisectorial que busca articular a todos los actores que trabajan en favor de la reducción del consumo, la eliminación de los plásticos y residuos de los ríos de la República Dominicana con una visión de desarrollo sostenible.

El Primer Foro de Carbono, celebrado en abril del 2022, que sentó las bases para la búsqueda del reporte voluntario de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), es otra muestra de que el gobierno de Luis Abinader ha centrado la atención en esta cuestión desde sus inicios.

Además de lo anterior, el presidente dominicano, aprobó la Ley de Residuos Sólidos, la cual no sólo beneficia al medioambiente, sino a la calidad de vida de las personas. La puesta en marcha de una estrategia para la restauración y reforestación ecológica en cuatro áreas fundamentales: plantaciones de mangles en la ruta de huracanes en el sur, la reforestación en la zona fronteriza desde Elías Piña hasta Restauración, la plantación de árboles en áreas protegidas y la previsión del fomento de 8.900 empleos verdes para que los ríos dominicanos tengan la debida protección y sostenibilidad, son otras de las tantas acciones medioambientales que ha ejecutado el mandatario dominicano.

La practicas del gobierno no se limitan a los hechos antes mencionados, sino que además el Ministerio de Medioambiente y Recursos Naturales, durante estos últimos dos meses sembró en las zonas costeras del país, más de 120.000 plantas con el objetivo de lograr su protección. “En el período enero-diciembre 2022 fueron plantados 98.000 mangles, dentro del Programa de Restauración Costera de las especies Mangle Rojo, Mangle Blanco y Mangle Negro, así como 33.225 otras plantas costeras, en una superficie de 181.550 metros cuadrados”.

El presidente Luis Abinader con un nuevo estilo de gobernar, va por más en su política medioambiental, que al final tiene como único resultado “más vida para los seres vivos”.

El secretario de Benedicto XVI “cantará la Traviata”

Los enemigos de Benedicto XVI no han tenido ningún reparo en atacar al papa emérito en el momento en que ya no podrá defenderse. Ya estaban envalentonados, como se contó ayer, desde que Francisco I –siguiendo la línea marcada por su antecesor, todo cabe decirlo– comenzó con la limpieza de la casa de los católicos. Aprovechando que estaba recluido en el monasterio Mater Ecclesiae, intentaron ajustar cuentas sabiendo que ya no respondería por su compromiso de guardar silencio. Se creen vencedores de un juego de poder que, para su desgracia, no está ni en su fase primera.

El secretario de Benedicto XVI desde 1996, Georg Gänswein, ha advertido que en este mismo enero se publicará, primero en Italia, un libro donde se espera que “cante la Traviata”. En algunas entrevistas a distintos medios italianos o católicos, el secretario ha venido, desde hace tiempo, señalando cómo alrededor del hoy fallecido pontífice se han contado muchas mentiras de forma interesada. Por ello, en el libro piensa contar toda la verdad. Ese “el diablo ha actuado contra Benedicto XVI”, que han publicado los diarios generalistas, tendrá cara en breve.

Es muy posible que el obispo alemán deje de ser prefecto-secretario de la Casa Pontificia, cargo que casi no desempeñaba por estar al lado del emérito, pero seguramente parte de la Curia va a llevarse su parte. Cuentan los que conocen las interioridades del Vaticano, que Gänswein ha tenido que luchar bravamente para que a Benedicto XVI se le otorgase la pompa que todo pontífice recibe. Parece ser que no estaban muy por la labor de prestarle un último adiós digno de cualquier sucesor de san Pedro. Así se las gastan en Roma.

El libro contará, tal y como ha revelado la editorial, la verdad sobre las “miserables calumnias y las oscuras maniobras que han tratado en vano de arrojar sombras sobre el magisterio y las acciones” de Benedicto XVI. La facción “progresista” ya acusa al secretario alemán de pretender interferir en el pontificado de Francisco I, cuando seguramente quienes salgan marcados sean otros o muchos. Progresistas, conservadores y ultramontanos. La eliminación de la misa tradicional por parte del actual pontífice les causó tristeza a Benedicto, y así lo contó no hace mucho Gänswein. Pero más allá de eso y algún que otro aspecto menor, no se espera que dirija sus críticas al actual pontífice.

No será el único que piensa hablar. Massimo Camisasca, de quien se ha comentado un libro en estas mismas páginas y obispo emérito de Reggio Emilia, ha denunciado sin rubor que ha existido una trama contra el Papa emérito dentro de la propia Iglesia. Señaló a los sectores liberales de la propia casa, en clara connivencia con algunos actores de la sociedad civil. Como les contábamos ayer, la batalla por debajo de los pies de Francisco está en auge ahora que Benedicto se encuentra en los brazos del creador.

La plataforma feminista PFRG presenta queja ante la Valedora do Pobo por la censura de un acto feminista

“No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”. Esta famosa cita de Evelyn Beatrice Hall, erróneamente atribuida a Voltaire, se refiere al derecho a expresar una opinión, aunque sea incómoda, como ingrediente esencial de una sociedad libre.

Lamentablemente, ese  derecho a que se refiere la cita, la libertad para discrepar públicamente, el debate, están siendo amordazados por una nueva forma de censura, la ofensa.

El significado bíblico de ofensa se refiere a una falta, pecado, traición o transgresión, como negar a Jesucristo o exclamar atributos negativos de él, es decir, atentar contra la fe de otros.

Así, la ofensa no es otra cosa que el desagrado que producen opiniones discrepantes que no validan o cuestionan determinado credo.

¿Qué pasa cuando esa incómoda discrepancia está basada en hechos y datos objetivos?Pues que si éstos son incómodos al dogma, han de ser silenciados a través de la censura.

Cuando en 2015 se aprobó la conocida como “Ley Mordaza” muchos se sintieron espantados ante las consecuencias que tendría sobre el derecho a la libre expresión, siendo tildada por los defensores de la democracia como un atentado contra las libertades públicas.

Casi ocho años y un cambio de gobierno después, la peligrosa mordaza legal mantiene toda su vigencia, a pesar del espanto producido entonces entre los demócratas que ahora gobiernan. Pero, lejos de avanzar en la reconquista de este derecho exceptuado a través de esa ley, se han creado nuevas excepciones, también ley mediante, justificadas por la ofensa que puedan inferir sobre determinados colectivos ver cuestionadas sus respectivas creencias.

Entonces, si determinadas opiniones gozan  de la protección legal frente a otras que pueden no solo ser silenciadas, sino además sancionadas, estamos, de facto, ante la prohibición legal del debate, la imposición del pensamiento único y una confesión impuesta a todo el Estado.

El gran éxito de los que consideran molesto el ejercicio de esas libertades, ahora democráticamente “exceptuadas”, ha sido convencer a una buena parte de la población de que eso es progresismo, justicia y prevención democrática. De ese modo, la pocos molesta que cada vez sean más los espacios, privados y públicos, en los que se ejerza de manera arbitraria la suspensión de ese derecho, en nombre de la temida ofensa.

Durante el pasado mes de noviembre el Ayuntamiento de Santiago comunicó a la Asociación de Mulleres Abolicionistas Galegas la suspensión de la autorización inicialmente concedida para la presentación de un libro de Alicia Miyares titulado “Delirio y Misoginia Trans: Del Sujeto Transgénero al Transhumanismo” en uno de los espacios dedicados al uso de la ciudadanía.

La razón aducida para esa cancelación fue que “con el contenido y el discurso que se promovería con esta actividad se inferiría un agravio hacia el colectivo LGBTIQA+, en especial hacia las personas no binarias y trans” es decir, una ofensa.

Lo cierto es que ese discurso no se ha llegado a producir, por lo que esa censura está basada en suposiciones y prejuicios de los gestores de lo público. Sí es verdad que la obra a la que se refería la autorización sostiene una postura crítica con la elevación del género a categoría jurídica protegida, en tanto que este es definido por el propio Convenio de Estambul como los “papeles, comportamientos, actividades y atribuciones socialmente construidos que una sociedad concreta considera propios de mujeres o de hombres”, siendo éste sobre el que se sustenta la desigualdad sistémica y la posición dominante del hombre sobre la mujer.

Ese acto fue suspendido por ser incómodo a las creencias de cierto colectivo que considera que el género, es decir, el ejercicio de esos roles, es lo que nos convierte en hombres o mujeres, perpetuando ideas estereotípicas y sexistas contrarias al pensamiento feminista.

Decía que se nos había concedido autorización de uso de uno de los espacios destinados a la ciudadanía y colectivos, pero no se trata de cualquier espacio. Se trata del único espacio municipal “que tiene como objetivo la puesta en marcha de acciones dirigidas al empoderamiento de las mujeres” tal y como se recoge en su discurso inaugural.

Debemos, entonces, entender que el empoderamiento de las mujeres tiene su límite allí donde se encuentre la ofensa del colectivoLGBTIQA+ o el celo de los gestores del espacio público por evitarla, evidenciando, una vez más, que los derechos de las mujeres están subordinados a los intereses de otros.

Estamos seguras de que la responsable del área de Cultura, la Concejala Mercedes Rosón, cree estar defendiendo el discurso correcto y los intereses que considera más lícitos, pero esto no deja de ser una apreciación personal. Si un gestor de lo público puede vetar el acceso a una dependencia municipal por una discrepancia ideológica, por muy convencido que esté de tener la razón, ¿cuál es el límite de esa potestad? ¿Podrá vetar el acceso a los espacios públicos a la militancia de otras formaciones políticas, a creyentes de otras confesiones religiosas, a quienes cuestionen su gestión?

El lunes 2 de enero varias representantes de la AMAG se dirigieron al registro de la Valeduría do Pobo para dejar constancia de estos hechos y solicitar la intervención de la Valedora ante una evidente vulneración del derecho recogido en el artículo 20 de la Constitución Española, el derecho a “expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción… sin que el ejercicio de estos derechos pueda restringirse mediante ningún tipo de censura previa”.

Nuestra preocupación no se limita a un acto, ya irrecuperable, o a las pérdidas concretas que nuestra asociación haya podido sufrir, sino a la normalización de la arbitrariedad en la gestión de lo público, a la pérdida de calidad democrática en manos de gestores fanáticos que justifican el despotismo bajo el mantra de la ofensa.

Somos conscientes de lo improbable de que esta acción nos ofrezca algún resarcimiento o reparación, pero solo podemos arañar las paredes del sistema y esperar que, de vez en cuando, lo improbable sea posible.

La muerte de Benedicto XVI pretexto para la batalla por el poder

Desde, al menos, la muerte de Juan Pablo II existe una lucha soterrada en la curia romana por mantener ciertos privilegios, en realidad por mantener el poder, y también entre las distintas corrientes teológicas para ver cuál de ellas influye más en la curia y el pontífice. Se cuenta que Benedicto XVI renunció a la mitra de san Pedro por no encontrarse con la fuerza suficiente para romper con ciertas dinámicas de poder en la curia, si bien se bastaba para impedir ciertas posturas postmodernas en lo teológico y lo eclesiológico. La elección de Francisco I fue reñida y no hubo cierto acuerdo hasta que el cardenal Angelo Scola pidió a quienes le apoyaban que votasen por el argentino para no dilatar más la elección. Una buena muestra de esas batallas internas que no sólo han sido de poder sino también “ideológicas”.

Francisco ha venido moviendo las estructuras, que parecían pétreas, en la Ciudad del Vaticano. Cambios en los dicasterios. Modificaciones en las prelaturas. Nuevos estatutos para la dirección de órdenes, prelaturas y asociaciones. Un intento de democratización y de movilidad en los principales cargos directivos. En lo teológico ha movido a la Iglesia hacia la evangelización y la identidad con los pobres y parias del mundo, mucho más que las cuestiones más sociopolíticas de sus antecesores. Las diferencias no son tantas en realidad sino que se pone el acento más en ciertas partes de la teología y la eclesiología que en otras. Todo ello ha sido visto como un triunfo por las posturas más “progresistas” o como una afrenta por las posturas más “conservadoras”.

Ahora, con la muerte del Papa emérito, parece que ambas facciones han recrudecido sus enfrentamientos. Respecto al finado, salvo excepciones, casi todos los artículos han valorado su capacidad intelectual y ese intento de conciliar tradición y renovación (algo que es patente en sus numerosísimos escritos), pero por el lateral del cuerpo presente han salido los puñales filosos.

Los más “conservadores” se han lamentado porque con su muerte se habría perdido el último pilar de la tradición católica, el último resquicio por evitar que el relativismo y la postmodernidad invadan la doctrina. El katejón desaparecería con Benedicto XVI. Los “progresistas” han aprovechado esta muerte para incidir en sus propias posturas: que si permitir la comunión a los homosexuales y divorciados; que si la incorporación de la mujer al clero; que si concebir en celibato como opcional, etc. En general, llevar a la Iglesia a confluir con lo terrenal en todos los aspectos postmodernos.

En los próximos tiempos, más en esta época sinodal, la batalla será mucho más cruenta. Desde ciertos posicionamientos “conservadores” –esos que llaman comunista  al papa Francisco- sienten que están llamados a una lucha a muerte, si hiciera falta. Otros conservadores están más tranquilos, ejerciendo sus labores cotidianas y aceptando la infalibilidad papal (algo que criticó Hans Kung y por ello le quitaron la posibilidad de dar clases de Teología). Los sectores “progresistas” están también divididos entre quienes se mantienen en el posibilismo reformista (apoyando, por tanto, lo que viene haciendo el actual sucesor de san Pedro) y entre quienes (como ha demostrado el sínodo alemán) quieren hacer de la Iglesia una especie de protestantismo arco iris. Vayan preparando las palomitas.

¿Qué se puede aprender de Benedicto XVI?

Tras el fallecimiento de Benedicto XVI ha habido de todo, como en la viña del señor: loas exageradas, ponderaciones justas y mala baba. Se le ha querido catalogar de nazi (falso), se le ha acusado de imputado por encubridor de abusos a menores (falso, porque tan sólo había una denuncia civil en la que estaba dispuesto a testificar en juicio si la vida le daba para ello y contar que nada le llegó), se le ha acusado de haber perseguido a Hans Kung (falso, quien le retiró de la enseñanza teológica fue Pablo VI) y de haber actuado contra la Teología de la Liberación (cierto y se ha explicado profusamente). En términos generales, se le ha catalogado de reaccionario, pese a haber sido progresista en su juventud, un neorrancio avant la lettre.

Como un debate teologal profundo da para un ensayo y no un artículo, mejor buscar ciertos aspectos que se pueden aprender de su pensamiento con afán práctico. Del pensamiento de Joseph Ratzinger pueden aprender muchas personas sin llegar compartir su fe. No es necesario ser católico para poder discernir virtudes intelectuales que cualquiera puede aplicar a su acción política. Unos observarán y aprenderán que algunos elementos tradicionales no son males, especialmente si son centrales a la doctrinar que dicen defender; otros verán que la hipocresía con la que se mueven por la vida, por mucho que sientan a Dios en sus vidas, tampoco es acorde a la Doctrina.

Libertad

Ratzinger siempre se preocupó por el tema de la libertad. Tanto la personal como la colectiva. Defendía que la libertad sin moral era mero libertinaje (contra el libertinaje escribió en muchas ocasiones) y la moral sin libertad era perniciosa. Esto aplicado al debate político atañe tanto a liberales como a “izquierdistas”. Entender que la libertad del yo es tan amplia como desee la persona, sin ningún tipo de límites, supone un extravío y un vaciamiento del sentido de la libertad. La moral ayuda a fijar los límites que hacen posible la convivencia en sociedad. Ese “nadie me puede decir cuántos vinos me puedo tomar antes de conducir” es libertinaje puro pues no tiene en consideración a los otros (los que pueden morir por ir bebido al volante). La existencia de virtudes éticas en cualquier sociedad permiten la unidad en la diversidad y evitan el relativismo. La persona posee una dignidad inalienable y sin moral esa dignidad es inexistente.

Luego están los que se inventan una moral que imponen por la fuerza, excluyendo cualquier tipo de veracidad de la misma, cancelando opiniones, expresiones o acciones. Son totalitarios del pensamiento, al cual recubren con una moralina que imponen como dogma, negando que pueda existir diversidad que no haya sido aprobada por ellos o ellas. Cualquier atentado contra la razón, que suele ser algo típico en la “izquierda” actual, acaba vendiéndose como un producto moral. Contra esto se pueden aprender en Benedicto XVI.

Caridad

Muchos han resaltado la importancia de la encíclica Deus caritas est de Benedicto XVI. Lo que no queda tan claro es que se haya comprendido en su completa profundidad. La caridad es un concepto clave en la teología, algo que en el proceso de secularización moderno se transformó en fraternidad (más o menos). Amor por el otro en correspondencia al amor que Dios tiene por cada una de las personas por igual. Entender la caridad como un mero donativo monetario, entregar una manta o un poco de comida es confundir la misericordia con el amor. Realmente en este tiempo, ni por la derecha, ni por la izquierda hay caridad/fraternidad porque no hay esa unión amorosa. Más viene existe misericordia de la peor, la que se hace desde una posición de superioridad virtuosa o poderosa.

Si se entiende al otro como un ser amado (no en el eros, basta con la filia), como alguien que es igual a mí, que me es fraterno, la perspectiva cambia radicalmente. Lo que se intenta no es ser misericordioso (algo que no es malo en sí, no vayan a creer) sino caritativo/fraternal. Se legisla en beneficio de todo el mundo porque, al final, somos hermanos (en la fe o en la mera humanidad), se busca el bien común. Que la casa de todos sea confortable y que no exista una diferenciación enorme de tal forma que se ponga a unos bajo la bota de los otros.  Esto no lo tiene en cuenta nadie. Se habla de las personas como meros datos estadísticos, como meros artificios materiales, como simples números que están ahí. Fíjense en la hipocresía cuando se habla de pobreza infantil como si no existiesen progenitores pobres. Ahí no hay amor, ni caridad, ni fraternidad.

Relativismo

Vivimos en la época del relativismo, producto del individualismo propio de la postmodernidad. Una secularización casi completa donde la esperanza y la trascendencia son imposibles. Cuando la Iglesia católica manifestaba su rechazo al marxismo era tanto por el excesivo materialismo como por la teología que presentaba. El tiempo le daría la razón en algunas cosas y menos en otras, como sucedió con el liberalismo cristiano u otras pretensiones de revisar la base fundamental de la doctrina católica.

Hoy en día existen mil liberalismo, dos mil socialismos y tres mil cristianismos. Esto le espantaba a Ratzinger como espanta a personas de derechas e izquierdas, las cuales ya no saben ni qué es la socialdemocracia, ni el liberalismo, ni el propio catolicismo. Respecto a esto último, la gran enseñanza de Benedicto fue volver a poner la Trinidad y la Liturgia en el centro de lo católico. Lo otro parece que no hay quien lo arregle. El socialismo no es que un colectivo pueda utilizar a mujeres para alquilar sus vientres y tener descendencia. El liberalismo no es que desde el Estado se salve a las empresas (grandes) que han cometido errores de gestión. Ni que el Estado sea el dios sobre el que gira la vida de las personas, en especial para lo malo.

Cuando las ideas no son claras; cuando la moral es cambiante; cuando cualquier ocurrencia de un departamento de una universidad californiana toma cuerpo de fe; cuando la historia es una carga que se tira a un lado del camino o se revisa para que encaje con las ocurrencias de presente; cuando lo que se quiere es un socialismo/liberalismo/catolicismo que encaje con las apetencias de cada individuo; cuando se quiere que todo sea líquido, la dictadura está más cerca de lo que se piensa. No sólo la dictadura política, sino la social, que es la que realmente preocupaba a Ratzinger.

Y ese relativismo, que acaba convirtiéndose en dictadura, impide la posibilidad de la esperanza. El progreso de los progresistas carece de esperanza, es pura materialidad y tecnociencia. No hay teleología posible y, por ende, se carece de toda capacidad de trascendencia. Ese aquí y ahora. Ese mostrarse al otro en una completa figuración alienante (como sucede en las redes sociales). Todo ello hace al ser humano menos humano. Para combatir todo ello pueden encontrar en el pensamiento de Ratzinger un camino o un pequeño rincón para la reflexión. Quienes estos días se han reído de quienes han dicho que ha sido un eminente pensador (como se sostuvo aquí) lo hacen bien desde la incultura (muy propia de las redes sociales y la época relativista), bien desde la mala leche o la campaña orquestada desde el lobby gay.