miércoles, 27 agosto, 2025

Gil Marín es el único culpable, no consuman otras cosas

Comenzaba la mañana de ayer con esa risa nerviosa que acontece antes de que ocurra algo. Los aficionados del Atlético de Madrid estaban intranquilos ante el último día de fichajes. Unos pensando en si se iban Herrera, Vitolo o Lemar; otros tratando de hacer el rompecabezas del encuadre para la llegada de Torreira, quien había pasado el reconocimiento médico el fin de semana con autorización del Arsenal. Los más veteranos esperando la famosa “heitingada” del dúo dirigente porque flotaba en el ambiente que un verano sin traspasos era bien raro. En el histórico Vicente Caderón solía ser comidilla de los aficionados contar la leyenda sobre la comisión que iba a la buchaca de la familia Gil con cada traspaso. Unos días era para la señora Marín, otros para la sociedad de los hermanos Gil Marín. También se contaban lo de los pagos en pisos a través de Gilmar… Leyendas urbanas al fin y al cabo pero que vuelven a aparecer en los tiempos de fichajes y ventas.

Lo que ya era risa floja al ver que Miguel Ángel Gil iba a llevar al Atlético a un nuevo ridículo mundial al no poder inscribir a Torreira ya que ninguno de los jugadores que querían echar del equipo aceptaba salir, pasó a ser un sudor frío cuando Charles Watts confirmaba desde Gran Bretaña que el Arsenal pagaría la cláusula de 50 millones de euros del centrocampista Thomas. Un jugador al que han querido renovar a precio de saldo y que el equipo gunner va aquilatar de millones (hasta 14 millones al año, no se sabe si limpios o con impuestos). No será porque aficionados y cuerpo técnico no hayan avisado que el cantero, en estos momentos, es fundamental. Pero ya es conocido cómo se funciona en el palco del Metropolitano, no hay cláusula sino Precios de Venta al Público y cualquier día podía llegar alguien y pagar ese precio. Ha pasado con todos los jugadores que últimamente han abandonado el club siendo titulares o casi (Griezmann, Lucas, Rodri…).

El problema no es que un equipo pague una cláusula sino que no haya nada previsto cuando todas las señales indican que se sabía de sobra que podría suceder. El entrenador Cholo Simeone, que está con los jugadores todos los días, ya se barruntó que algo podría pasar en la rueda de prensa post-partido cuando advirtió que esperaba que no sucediera nada malo respecto a los fichajes. Y si el entrenador se lo olía, los dirigentes lo tenían que saber, más cuando se ha estado negociando con el mismo club la cesión de un jugador e, incluso, que otro rojiblanco tomase el camino a Londres. Seguramente, puestos a imaginar, Simeone advirtió a los propietarios (aunque no pusieran una peseta para serlo) y estos le dijeron que era imposible, que nadie iba a pagar los 50 millones. Es más, Enrique Cerezo, palillo en boca y brandy en la mano, se expresaría en términos similares a: “¡Ca Hombre! Ya les hemos dicho que cláusula o nada y están tiesos”. Pues buscando en la hucha los ingleses han encontrado esa moneda, como cuando de chavales se encontraba la que hacía falta para los cromos, que faltaba para pagar la cláusula.

O realmente lo sabían en los despachos del Metropolitano y era algo acordado mientras se cerraba la cesión del uruguayo Torreira esperando cerrar otras operaciones para fichar a algún jugador de la cuerda de Mendes –paso obligatorio para todo director deportivo que esté en el Atlético de Gil y Cerezo-, o alguna cesión rara de las que tienen acostumbrada a la parroquia atlética. Al fracasar la colocación de diversos jugadores todo el castillo de naipes sobre el que está construida la gestión de Gil y Cerezo se acabó cayendo y provocando la heitingada del año. Antes solían salir jugadores que no contaban y habían fracasado claramente, con lo de Thomas la tropelía del dúo de la usurpación alcanza la cumbre de las fechorías futbolísticas –a la altura del rivaldazo-. Ahora los amanuenses al dictado del palco ya están culpando al jugador –nada nuevo, con Carrasco hasta escribieron que se llevaba fatal con Simeone-, al entrenador –que si no estaba contento con el trato, que si no le iba a poner de titular-, al Arsenal –que si traicionó la palabra dada-, pero jamás dirán que la culpa está en el lugar donde están los males del equipo desde hace 33 años.

¿Significa esto librar de cierta culpa al jugador? Podría haber sido más claro, si es que no la ha sido tal y como se puede suponer, pero si usted en su trabajo está ganando 2.500 euros y ve como otros compañeros están levantándose 6.000 euros por no cumplir, por escaquearse, por pedir bajas por enfermedad constantemente y encima le alaban. Y en estas llega otra empresa que le ofrece 7.000 euros limpios por hacer lo que hacía y además le van a reconocer, aunque sea medianamente sus méritos, seguramente tardaría menos que Thomas en salir escopetado. Y eso no es culpa de usted, sino de sus jefes que no han sabido valorar su labor debidamente en comparación con otros compañeros que aportan menos al equipo. En el caso del Atlético eso es lo que ha hecho Gil Marín con el jugador africano. Ahora vienen las supuestas prisas, los miedos y el alto consumo de bebidas espirituosas y canapés de los amanuenses para desviar la atención. Que no se llega a la lista Forbes de los más ricos de España nutriendo de buenos jugadores al equipo.

Tras el juego de trilerismo del fichaje de Suárez, no a cambio de Costa como se presuponía sino de Morata, el equipo vuelve a estar cogido con alfileres. Lo que viene siendo habitual desde que comenzó a obrar milagros el Cholo Simeone. Jugador que despunta, jugador que acaba saliendo por el PVP establecido por Gil y Cerezo. A cambio acaban trayendo jugadores decadentes, rodillas raras, futuribles y algo medianamente bueno para ilusionar a los más jóvenes rojiblancos. Pero quienes llevan aguantando 33 años de gilismo saben perfectamente que, más allá del negocio que es el fútbol en general, el otro negocio está en el palco. El jeque mochilo sabe lo que se hace mientras inexplicablemente aumenta la deuda de la SAD pese a que se vende hasta el alma y el escudo para pagarla. Algunas personas culparán a Andrea Berta, que algunas ha pifiado, pero hay que decir claramente que tiene las manos atadas desde el palco que acaba “dirigiendo” las opciones de fichajes, de mercados y de gastos. Sólo cuando llegue algún empresario con ganas –no un Peter Lim de la vida, para que se entienda- el Atlético de Madrid será un equipo serio. Mientras a vivir en el milagro permanente de Simeone, con sus errores y sus aciertos, mientras otros juegan al FIFA Manager y hacen caso a los mandangas del “fúrgol internasional” que ven estrellas en verdaderas medianías. La culpa de toda esta vergüenza: Gil Marín.

¿Existe la crítica literaria en España?

Después de un fin de semana cualquier buen aficionado a los libros –del estilo que más prefieran- habrá podido leer en los distintos diarios los culturales. En ellos habrá encontrado literatura, poesía, ensayo, nuevas traducciones, entrevistas con autores, etcétera, pero ¿habrá encontrado crítica literaria? ¿Sabrá qué libro comprar o cuál desechar en base a un análisis somero del texto que se presenta? ¿Tendrá ánimos con este o aquel libro a causa de la buena impresión que le pueda haber causado? ¿Hasta qué punto las editoriales, especialmente los dos grandes grupos, condicionan lo que se publica y las entrevistas que se “deben” realizar?

Hace algún tiempo el editor Pere Sureda, de Navona, habló sobre la inexistencia de una verdadera crítica literaria. Si leen, da igual Zenda Libros o los culturales diversos, lo que se expresa en esas página encontraran mucha exposición de lo que el libro es, sin más. Eso cuando no se hace directamente un corta y pega de lo que haya enviado la editorial en el correo electrónico o, los más afortunados, el libro en papel. En muchos casos es completamente incuestionable que no se han leído los libros, como mucho una visión en diagonal para saber sobre qué trata, más un vistazo a la Wikipedia para intentar contextualizar al autor o autora, y a publicar. Si se percatan todos los artículos son loas sobre el texto, al fin y al cabo se deben vender los libros, y poco análisis y crítica. Existen excepciones, extrañas, en las que el articulista intenta ir un poco más allá pero se sigue en la loa de la obra. Esperar encontrar a un Gilbert Keith Chesterton despellejando una obra de George Bernard Shaw con ironía y calidad es utópico. Manda el dinero.

Algún despelleje se ha visto en las letras españolas aunque más bien producto de la enemistad entre autores que por cuestiones literarias. El miedo a decir este libro no es recomendable, con buenas formas, parece un tabú en los culturales. Se puede decir “la intrascendencia de los personajes”, “la falta de ritmo de la historia que se narra” o “la presuntuosidad del autor” como mecanismos de esa no recomendación. O directamente, no compren el libro porque es malo, tedioso y quien lo ha escrito no merece una segunda oportunidad. Sin duda en la crítica hay un sesgo subjetivo, pero es que en la actualidad parece que todos los libros son maravillosos y no, no todos lo son. Varios casos como ejemplo. El “supuesto” ensayo La España vacía de Sergio del Molino es un bodrio que llegó a lo alto en las listas de ventas por ese elogio entre compañeros y la fuerza de ciertos grupos empresariales. El último libro de Bernard-Henri Levy sobre la pandemia (Este virus que nos vuelve locos), autor al que han entrevistado en todos los medios, es peor que una redacción de chavales de 14 años para la asignatura de literatura. Falto de profundidad y con todo el ego que puede acumular en páginas y páginas Levy –que es bastante-. Tampoco es que el libro sobre la pandemia de Slavoj Zizek sea mucho mejor (Pandemia), pero al menos no le han dado tanto bombo. ¿Han leído algo así en los medios culturales? No.

El problema es que si se hace verdadera crítica –para elogiar o para censurar- las invitaciones a eventos cesan; la publicidad no se abona y acaba el articulista en la calle; no te publicarán a ti en esa editorial y como la mayoría de “culturetas” tienen aspiraciones a novelistas o lo son pues existe, quieren que no, ese auto-veto crítico. Mejor no decir nada porque te irá mal en esa industria. Y luego están los grupos de amiguetes que se lisonjean constantemente y hacen gala de ello, estableciendo hasta un tipo de mafia de la crítica literaria pues están colocados en los medios más influyentes. Si criticas alguna de sus obras, así sean realmente un peñazo insoportable, el trabajo es seguro que escaseara en tu vida. Aunque la presión de los grandes grupos editoriales –que suelen ser también distribuidores- no se debe dejar de lado. Hay mucho dinero en juego en publicidad. Por tanto, aunque alguien tuviese la tentación de hacer verdadera crítica la estructura literaria se lo impedirá por activa o pasiva. Un ejemplo, esta misma semana han concedido el premio nacional de periodismo cultural (entregado a Sergio Vila-Sanjuán), el cual debería haber sido entregado a las distintas personas que ejercen como relaciones públicas en las editoriales.

Y no piensen que eso sucede con la literatura, especialmente con la novela, porque es parte de todo el entramado. Incluyendo los ensayos –cuando realmente lo son y no acaban colando refritos de artículos de periódico, irreflexiones y demás paja- que se supone es un mundo literario donde caben más críticas o más seriedad analítica. Comenzando que ponen a cualquiera, sin instrumentos personales de análisis –que no tienen por qué tenerlos, cabe advertir-, se sigue la misma lógica editorial. Alabar lo que publican los dos grandes grupos editoriales más algún título que agrade o haya llegado a la redacción. Un ejemplo de hace dos años. Gareth Stedman Jones publicó un ensayo sobre la vida y obra de Karl Marx, aprovechando efemérides de su nacimiento, de casi mil páginas. Publicada por una de las editoriales que se dedican a estos libros y que se sitúa dentro de los grupos que dominan, fue felicitada por personas de todo tipo y condición. Hay que dudar que lo leyesen realmente porque es una obra, como se contó en estas páginas, que hace un gran recorrido por el mundo de las ideas que rodean a Marx pero sin realmente hablar de Marx y sus vicisitudes personales e intelectuales. Aquí se dijo claramente que era “una estafa literaria” ¿publicaron eso los culturales? No. No se atrevieron. Y así con textos y textos alabados y glorificados pero vacuos en realidad.

Al final la crítica, subjetiva sin duda, se produce en blogs de personas lectoras, en los hilos de calificación de las diversas tiendas on-line o en simples mensajes en las distintas redes sociales. Muchas personas bibliófilas acaban utilizando los culturales, cuando los utilizan, para ver las novedades, pero acaban caminando por otros parajes en busca de inspiración para determinar qué libro comprar. Y, no hay que olvidar nunca, a los libreros y las libreras que ejercen con pasión su profesión sabiendo recomendar a cada persona aquello que puede gustarle o puede impactarle. Esas pequeñas librerías que acaban siendo el refugio de los amantes de los libros en busca de la última joya que disfrutar. Esas personas que quitan de la cabeza el último bodrio del autor muy vendido pero poco leído y comprendido para señalar a esa autora japonesa que acabará por enganchar al lector. En España no hay crítica de ningún tipo, existe amiguismo, peloteo o copia y pega, pero poco más. El dinero manda y no la calidad. Pese a ello hay magníficos editores que se la siguen jugando día a día y que suelen anteponer la calidad literaria al nombre de un autor. Entre otras cosas porque igual no les llega el dinero para la compra de derechos, aunque en realidad es porque son tan apasionados de los libros como quienes los compran. Disfruten de los libros siempre aunque no haya crítica que les ayude a definirse en la compra.

Bicho malo nunca muere, gana elecciones

Según cuentan los medios de comunicación de Estados Unidos, que con salvedades tienen la misma fiabilidad que los españoles, que el presidente del imperio está muy malo de salud a causa del coronavirus. Un estado, explican, de máxima gravedad que podría ir a peor (muerte) o a mejor (no muerte) en las próximas cuarentaiocho horas. Siendo quien es el personaje infectado, sabiendo que vive para y por la política espectáculo ¿hay que creer estos datos “alarmantes”? No sería la primera vez que se llevan por delante a un presidente de la república, ni sería tampoco la primera vez que lo que no mata engorda. El bicho malo nunca muere y puede ganar elecciones. Por tanto ¿estamos ante una nueva ficción en la carrera televisiva de Donald Trump o realmente está al borde de la muerte?

Realmente, ante la grave situación que existe en España debería dar un poco igual que se muera o no ese señor. Como, además, tiene puestos aranceles a los productos agrícolas españoles –por ser de mejor calidad y más baratos que los propios- también pueden pensar “¡Que se joda!”. Lo malo es que al ser la cabeza visible del imperio comercial y militar del occidente –del mundo ya no se puede decir eso con tanta alegría-, nos van a vender la telenovela de sus obras y milagros como si importase a las españolas y españoles. El entreguismo al imperio es enorme entre la intelectualidad española y los medios de comunicación, incluyendo algunos a los que les gusta situarse como progres. Alabarán al presidente del imperio si sobrevive, incluyendo capacidades divinas para la supervivencia, y si fallece mostrarán su pesar y algunos hasta pondrán crespones negros. En todo esto la clase política será más lambiscona que nunca.

Puede que esté enfermo y puede que sea un elemento de manipulación para vencer en las próximas elecciones presidenciales. “El hombre que acabó con el virus” y estupideces por el estilo, tan propias de la vida espectáculo estadounidense, coparán las revistas, periódicos, radios y televisiones aupándole a su segundo mandato al frente del imperio occidental. Si fallece, o le fallecen –nunca hay que descartar una buena conspiración-, su vicepresidente del ticket electoral, Mike Pence, tendrá el recorrido hecho. Con llorar a moco tendido durante los debates –si es que se acaban celebrando después del fallecimiento-, con montar el show Trump, ante unos electores cándidos, tendrá la victoria asegurada. Joe Biden, que tampoco es que sea un santo, debería inventarse alguna enfermedad o ataque terrorista ante lo que se le viene encima.

La duda es más que razonable tratándose de un populista y showman como Trump. De todas formas esto, según la mentalidad estadounidense actual, le ayudará pase lo que pase. Curioso es ver cómo las cosas han cambiado en apenas unos años. Cuando Franklin Delano Roosevelt se encontraba ya postrado en su silla de ruedas –en la conferencia de Yalta se le ve sentado junto a Churchill y Stalin para despistar-, se intentaba ocultar la enfermedad de la polio para que su imagen no se viese dañada, más cuando se presentó y ganó por cuarta vez las elecciones en 1944 (en plena II Guerra Mundial). Ahora, bien al contrario, sufrir algún tipo de enfermedad –los atentados siempre han sumado por esa aureola de inmortalidad- o de padecimiento suma más. Ahora se quieren dirigentes que lloren, que enfermen, que sean más humanos que los humanos, que sean estúpidos incluso, siempre y cuando puedan venderse en la política espectáculo. Algo así huele que están haciendo con Trump. Otrora tendría las elecciones perdidas –más si tomase lejía como recomendaba-, hoy en día puede ser su pasaporte a la reelección. Malo para Europa y para España.

En defensa de la izquierda reaccionaria

Ya que la vanguardia del (ponga aquí su movimiento preferido por minoritario que sea) califica a la izquierda “de toda la vida” de izquierda reaccionaria, se tomará este calificativo para hacer una breve defensa de la izquierda que en verdad acaba transformando lo poco que dejan de la estructura sistémica. Las batallas culturales que se libran en cierta parte del sistema, lo ideológico-cultural, en modo alguno acaban cambiado la estructura fundamental. Bien al contrario sirven para dotar a este de nuevos océanos azules a los que extender el fetichismo de la mercancía, o lo que es similar, nuevos lugares donde mercantilizar relaciones sociales identitarias. Batallas de diversos colores, como se verá, que ni raspan la reproducción de las relaciones sistémicas pero acaban subyugando a la clase trabajadora.

Dicen los postmodernos o “hizquierda berdadera” que la izquierda reaccionaria no asume que la vida es compleja. Paradojas del destino es la crítica contraria a la que hacía allá por los años 1960s y 1970s donde a esa izquierda clásica, en virtud del simplismo mecanicista, se le acusaba de teoricista, de compleja, de anticuada –en esto siguen igual-; una izquierda que no admitía que el mundo cambiaba gracias a los cambios en la superestructura. La “revolución cultural” de los maoístas ganó adeptos por todo el mundo sin tener en cuenta que eran maoístas… hasta que llegaron los postestructuralistas, los postmodernos, la izquierda new-age, los nazbols y demás especies que dejan a la socialdemocracia sueca en la extrema izquierda en estos momentos.

La izquierda reaccionaria no entiende la complejidad de la vida social pero tiene claro que hay distintas luchas en diversos espacios de producción (político, social, cultural, ideológico, religioso, económico, etc.) que se pueden o no articular en un sentido transformador. Cuestión bien distinta es que se recurra a cierto maniqueísmo para poder comunicar de manera sencilla a personas que, por las condiciones de vida a las que se ver arrastrada por las relaciones de producción (en general, porque la izquierda reaccionaria sabe que hay distintas áreas de producción simbólicas), tienen la conciencia de su situación social pero no manejan el conocimiento complejo del todo social. Esto es reaccionario mientras que vivir en el mundo de las identidades polimorfas, de la subjetividad completa, del idealismo acientífico y empirista, o del discurso vaciado para que los significantes, sin significado, puedan ser utilizados en aras de la demagogia de la política espectáculo, es progre. Antes que hablar de las condiciones de vida de la mayoría de las personas, es mejor hablar de series de televisión de plataformas de pago que no hacen sino ideologizar constantemente a las masas… Bueno a aquellas masas que tienen acceso a esas plataformas (objetos de deseo o de distinción en la actualidad).

A eso súmenle el progreso tecnológico, eco-friendly eso sí, que ha acabado por aceptar que una persona debe tener un teléfono incorporado durante la práctica totalidad del día. Un control que ni un régimen soviético –al menos como lo vende la izquierda posmoderna y la carcunda- al que se obliga socialmente. Una administración pública que obliga a los administrados a estar conectados digitalmente (con la firma digital, por ejemplo, para numerosos trámites que no se pueden realizar de otra forma) sin tener en cuenta la capacidad económica de la persona para tener un móvil, un portátil, una conexión digital en condiciones, etcétera. Se asume, ideológicamente, que los administrados deben tener todo eso mientras se olvida que no existe obligación de tenerlo. Esto es aplaudido por la izquierda postmoderna como signo de progreso. Y qué decir de los coches eléctricos, los monopatines eléctricos, las bicicletas eléctrica y demás medios eco-friendly que no son más que producto del deseo de una pequeña burguesía ¿ecosocialista? Pongamos que ustedes se compran un coche eléctrico. Además de pagar bastantes miles de euros más que el mismo modelo en gasolina ¿dónde lo van a enchufar? Se presupone que las personas tienen casas con garaje privado donde colocar el aparato de recarga… ¿quién tiene esas casas?

La izquierda reaccionaria no abjura del ecologismo pero no pretende que le cuelen por la puerta de atrás los deseos pequeño-burgueses de cuatro o cinco iluminados. Es más, de un exceso de productivismo en el siglo XX, buena parte de la izquierda reaccionaria ha virado hacia una producción, desde luego más local, y menos excesiva. Una producción adecuada a las necesidades reales de las personas, lo primero. A la izquierda postmoderna, empero, les encantan todos los cachivaches y cuanto más modernos –de ciertas marcas además- y más diferenciales mejor. Porque la identidad se construye con aparatejos, plataformas digitales y batucadas –que será por conservar algo medio tribal- y no con práctica política y social. Así se construyen los distintos sujetos del deseo, de la esquizofrenia capitalista y del esencialismo. Porque ahora los postmodernos generan sujetos ¿revolucionarios? allá por donde pasan. Si se encuentran a una persona negra ya la estarán haciendo sujeto revolucionario por racializada, colonizada y genérica. Por clase social no. Esa persona al final acaba diciendo “suélteme el brazo señora” y votando a la derecha. Y todo porque los postmodernos no entendieron aquello de que el discurso genera el sujeto.

Los postmodernos hablan y hablan y hablan y hablan para construir sujetos allá por donde pasan o residen. Creen que la mera enunciación ya crea el ser… La izquierda reaccionaria no, sabe perfectamente que son las prácticas, las luchas las que permiten que el discurso acabe conformando el sujeto. El acontecimiento acaba generando el sujeto de transformación (dice por ejemplo Alain Badiou) y los postmodernos buscan acontecimientos por todos lados. Si les escuchan y leen atentamente verán que todo es histórico, algo nuevo, algo sorprendente y a los cinco minutos, si es que existía, acaban por destruir la lucha o colonizando la práctica que podría generar ese sujeto. Son únicos y únicas para destruir prácticas transformadoras… Sin práctica o lucha no hay discurso que pueda articular un sujeto de transformación por eso la izquierda reaccionaria siempre reclama no sólo a la clase trabajadora sino su lucha. Que exista autonomía relativa en las distintas áreas del sistema no quiere decir que teoría y praxis sean separadas. La teoría siempre está junto a la lucha, de hecho en muchas ocasiones detrás de la lucha. Esto es reaccionario frente al esencialismo de lo superestructural y el individualismo metodológico de la postmodernidad.

Y como no pueden dejar de colonizar luchas que generan sujetos de transformación ahora califican a las feministas de reaccionarias también. Y todo porque defienden el sujeto mujer como impermeable frente a las diversas majaderías del psicoanálisis lacaniano que tienen como teoría postmoderna. Mujeres que, desde su lucha y práctica cotidiana, han ido construyendo una teoría de la liberación de la opresión ahora son calificadas de reaccionarias por personas que estaban sentadas en su casa y han decidido que su teoría forjada en el mundo de las ideas –por no decir las pajas mentales- es mejor para la lucha feminista. Si se fijan para argumentar los postmodernos, además de elocuciones complejas, acaban referenciando todo en butleriano, foucaultiano, derriniano, laclauniano, mouffiano… Todo el posestructuralismo de lo superestructural es recitado para atacar a los reaccionarios… sin percatarse que todos esos autores y autoras comenzaron a escribir esos posicionamientos ideológicos justo cuando caminaban hacia la derecha ideológica. Ahora los traidores a la izquierda son considerados epígonos de la revolución…

Y claro, hablando de identidades, los postmodernos abrazan con fe ferviente las identidades nacionales. Cualquier región o pueblo que tenga alguna característica específica (cultural, lingüística…) es potencialmente una nación. Paradójicamente no existe nación sin nacionalistas, esto es, sin práctica nacionalista -¿por qué piensan que aumentaron los nacionalistas en Cataluña y ahora temen que bajen al detenerse la práctica?-. Pues los postmodernos ven en cualquier reivindicación, algunas incluso de clase, como práctica nacionalistas. El mejor ejemplo es lo que pretenden algunas mentes en Andalucía. Ver en unas relaciones de producción y de reproducción del sistema capitalista español, esto es, que Andalucía sea un “lugar barato”, un indicio de explotación identitaria, un mecanismo de racismo cultural… Y luego que si los reaccionarios están en la izquierda tradicional. Cuando lo que había de reaccionario en la izquierda, su conexión con el nacionalismo –no con el sentimiento patriótico o lugareño-, está siendo eliminada (se habla de pueblos oprimidos mucho más que naciones oprimidas), ahora llegan los postmodernos y se hacen internacionalismos del nacionalismo burgués. En general se hacen de todo lo burgués, bien es cierto, pero también en aquello que supone la completa disolución de los vínculos de clase que permiten la única lucha que ha conseguido mejorar la vida de las personas bajo el capitalismo. Por todo ello no cabe más que defender a la izquierda reaccionaria (reformista o revolucionaria) ya que, al menos, tiene los pies en el suelo. La verdadera izquierda polimorfa y polisentimental leyó a Gramsci y no lo entendió. Leyó a Marx y se quedó en la tercera página –utilizan un listado de citas para todo del alemán-. Pero a Laclau, Zizek, Mouffe, Butler, Derrida, Byung Chul-Han y demás postmodernos se los han leído a todos. Así tienen esas cabezas. Normal que Carlos Fernández Lliria los asimile a los maos chiflados de los años 1960s y 1970s, esos que tomaron las calles de París para acabar postulándose como filósofos de la derecha. Al menos aquellos lograron la liberación sexual, hoy estamos ante la represión sexual de la venta de bebés, de la obligación de acostarse con mujeres con pene… Igual, sólo igual, parecen más reaccionarios todos estos, con el añadido que son fieles perros de compañía del capitalismo. Porque al final, aunque sea en última instancia, lo mollar está en la estructura del sistema. Justo esa parte que jamás citan, ni quieren tocar. Es más, la izquierda postmoderna hasta compite con la derecha para ver quién es mejor gestor del sistema. Ahora hasta mandan a la policía a cargar contra la clase trabajadora. Casi mejor ser reaccionario o reaccionaria ¿o no?

¿Por qué tenemos que seguir aguantando a Rivera?

No ha sido presidente del Gobierno. No ha sido presidente de comunidad autónoma alguna. No ha sido alcalde de ciudad con algo de importancia. No ha sido ministro destacado. No ha sido, ni es, una persona que destaque por sus labores intelectuales o artísticas. No ha sido, por no ser, ni el principal jefe de la oposición en España. Entonces ¿por qué los españoles tienen que seguir aguantando a Albert Rivera en los medios de comunicación? ¿No le parece bastante suplicio a los responsables de los distintos medios haberlo tenido día sí, día también durante casi cuatro años? La venta de un libro no es suficiente para tener al pueblo a semejante suplicio. Muchas personas, con buen verso y buena pluma, publican libros semanalmente y no acuden a los platós televisivos, ni les conceden artículos destacados en la prensa (a veces ni en la parte cultural)… ¿Por qué con este tipo sí?

Si se hace una valoración racional Rivera debería haber sido denostado por los medios de comunicación, especialmente los cavernarios. Dijo que él tenía la suerte de poder volver a un trabajo cuando dejase –se le olvidó pensar que de mala forma- la política. No volvió a su trabajo de chupatintas vendedor de preferenciales en Caixabank sino que utilizó una puerta giratoria para irse a un destacado despacho de abogados donde, como se puede suponer, le han contratado no por su inteligencia, ni por sus conocimientos, sino por su popularidad y contactos. Cabe recordar que Rivera fue durante un tiempo el niño mimado de la clase dominante, del capital financiero, del capital energético, de las fracciones más potentes de quienes mandan de verdad. Hasta le llevaron a una reunión del Club Bilderberg –de la que cuentan que se quedaron pasmados los poderosos ante tal incompetente-. Puerta giratoria para quien si se subiese a su ego y se cayese se mataría con total seguridad.

Tampoco han valorado que, tal vez, la situación en España, a nivel institucional, sería muy diferente si no se hubiese puesto a poner vetos al PSOE de Pedro Sánchez, si no hubiese pensado que él valía más que el resto de partidos y candidatos de la derecha, si no hubiese creído que España se arrojaría en sus brazos y le llevaría hasta la Moncloa para que dirigiese al país hacia el destino inmanente que le corresponde –como piensan todos los de derechas hasta que recuerdan que hay que posibilitar la acumulación de cuatro o cinco empresarios menesterosos-, si no hubiese sido tan prepotente y engreído, hoy podría ser vicepresidente primero del Gobierno. ¿Creen que Sánchez, por mucho que las supuestas bases del PSOE gritasen aquello de “con Rivera no” –las bases del PSOE estaban en los colegios electorales contabilizando votos-, no hubiese aceptado un gobierno de coalición de 180 diputados? Quien piense que no lo habría aceptado es que no recuerda que Podemos no le dejaba dormir y hoy está formando gobierno en comandita. Pero Rivera se negó en redondo y hoy institucionalmente –la renovación del CGPJ, la actuación contra la pandemia, etc.- España está peor porque no existe una mayoría sólida en el parlamento.

En aquellos tiempos demostró que esa España, esa nación que no se le caía de la boca, le importaba poco o nada. Nacionalista sí, hasta que el ego y el mal cálculo electoral le podían. Los medios de cualquier país del entorno europeo jamás permitirían a un tipejo así aparecer en los medios de comunicación después de la que ha hecho. Con la excepción de que sea un intelectual, un artista o un empresario de éxito. Ninguna de esas tres cosas ha sido o es Rivera. Y según cuentan, además, se permite mentir en el libro que es causa de la gira actual por todos los medios. Lo de las mentiras no es nuevo porque toda su carrera política a nivel estatal se cimentó en la mentira, en el populismo del sistema, en la levedad del ser. No sólo no quiso dotar de estabilidad a España sino que se dedicó a alimentar al fascismo político. Todas sus bravatas de acudir a buscar que le pegasen, le tirasen una piedra y a llamar al alzamiento nacional fueron el perfecto fermento para la llegada de los fascistas a la política española. Una llegada a la que no puso reparo alguno sino que tardó menos de tres segundos en aliarse con ellos en gobiernos menores. También es cierto que Rivera siempre tuvo un tufo joseantoniano que se podía oler a distancia.

Antes de hundirse en las elecciones ya le habían buscado sustituta (aquí se contó en primicia) y en cuanto obvió el llamamiento de la clase dominante su suerte estaba echada. Desde luego no le iban a dejar tirado después de haber sido el pelele de la patronal pero esto de que vuelvan a sacarlo en las tertulias y en los papeles es cometer un martirio innecesario con los españoles. El libro no se va a vender porque a nadie le interesa lo que pueda decir Rivera, salvo la cosa del colorín y a quienes les gusta el chismorreo no suelen comprar libros (de políticos al menos). Y si no se vende es culpa de la editorial que ha permitido que lo escribiese, pero ese pecado no es compartido con toda la sociedad (editorial Planeta por si quieren enviar sus quejas a los culpables). Las andanzas de Rivera no ocuparán ni una nota al pie de página de la historia de España, así que se ruega a los medios que no vuelvan a molestar de esta forma. Bastante hay con aguantar a Pablo Casado, Isabel Death Ayuso, Santiago Abascal y algunos otros de la izquierda nacionalista o populista como para soportar el espectro de un verdadero inútil que se pensó que realmente era el elegido por el pueblo sin percatarse que, como sucede en otros ámbitos –especialmente el artístico-, fue un producto de marketing de la sociedad del espectáculo. En su caso sin llegar a ser un one hit wonder, porque ni logró un éxito que destacar.

Illa no ha entendido que con sociópatas no se puede dialogar

Debería estar entrenado de tantos años bregando con gentes del nacionalismo catalán para lo que supone plantear cualquier tipo de diálogo y acuerdo con Isabel Death Ayuso (o sus edecanes). Salvador Illa debe entender que con sociópatas, por no decir psicópatas, no se puede dialogar. Hay que aplicarles un tratamiento para su enfermedad o, en caso de no tener el coraje suficiente, dejarles a su suerte hasta que fenezcan. El diálogo por el diálogo no es un bien social en sí mismo. Carece de todo sentido cuando la otra parte no tiene intención más que de aparentar, de teatralizar la política, de sacar rédito político incluso caminando sobre cadáveres como vienen haciendo en la Comunidad de Madrid. De ahí que cualquier acuerdo que se contraiga con las gentes del PP, personas sin honra como vienen demostrando, sea papel mojado aunque se esté jugando con la vida de personas.

Como con el PP, salvo que esté en el gobierno, no cabe ningún tipo de pacto –salvo aquel al que le hayan obligado sus superiores de la patronal-, Illa y el presidente Pedro Sánchez deberían tener claro cuando menos que o mano dura, o dejar al albur a la Comunidad de Madrid. Las estupideces del camarlengo monclovita de intentar ganar el relato cuando cada día mueren centenares de personas no caben ya. Actuación política dentro de las posibilidades que la legislación permite. Las cuales, por cierto, no son demasiadas salvo recurrir a la excepción. Y recurrir a la excepción (estado de alarma, porque la aplicación del art. 155 de la CE encaja con más dificultad que el otro) supone tomar una decisión. No mañana sino hoy mismo. O se actúa con contundencia en favor de la vida de las personas, o se retira todo apoyo y que el gobierno de la Comunidad de Madrid –donde Ciudadanos tiene tanta culpa como el PP, aunque sea por cagados y cuñados- y se diga con total claridad. “No vamos a prestar ningún apoyo al gobierno madrileño porque ni tienen palabra, ni utilizan los fondos en favor de lo sanitario, ni son mínimamente leales con su propia población” deberían exponer en rueda de prensa. Las estupideces de Teodoro García Egea y Death Ayuso sobre España y Madrid, Madrid y España, el AVE, el Aeropuerto Adolfo Suárez no deben distraer de la toma de decisiones. O respetan los acuerdos, o no habrá más apoyo de ningún tipo.

Esto no es nuevo. Los criados a los pechos corruptos de Esperanza Aguirre llevan años utilizando las grandes frases e incumpliendo todas las normas de diálogo, democráticas y sociales. Desprecio e insultos a la oposición. Criminalización de las respuestas sociales. Dumping fiscal para hacerse con todas las centrales de empresas (cuyas fábricas no se movían) y exigencia de centralización de las dotaciones infraestructurales. Todo debía pasar por y en Madrid, incluso unos Juegos Olímpicos que jamás se celebrarían pero que supusieron miles de millones de gasto. Surgida de ese contexto mental y político, es normal que hoy la inepta presidenta madrileña acuerde ayer una cuestión para hoy abandonarla pues no hay lealtad alguna, sino teatralización y entrega a ciertos poderes económicos. La creación de bantustanes pandémicos mostraba bien a las claras que no hay criterios sanitarios sino económicos detrás de toda la acción del gobierno madrileño. Ante eso el gobierno de España, que ha intentado dialogar y acordar un sinnúmero de ocasiones, debería haber aprendido y no volver a hacerlo.

Illa, por mucho que guste su actitud meliflua, no ha entendido que para enfrentarse a los sapos de la charca de Aguirre y José María Aznar sólo hay un camino, decisión. Por mucho que aparezca en los medios diciendo que las normas hay que cumplirlas, a la dirigencia madrileña eso le trae al pairo. Quieren una intervención para acusar al gobierno de totalitario, para acusarles de antidemócratas, para que toda la prensa cavernícola tenga carnaza diaria y excusas para habar de dictadura bolivariana y confabulación judeo-masónica comunista. Si esperan Illa o el camarlengo monclovita que la prensa les dé la razón, aunque la tuviesen, es que no han entendido nada. La prensa va a apoyar siempre, y cuando se dice siempre es siempre, a los partidos de la derecha hagan lo que hagan. Así se lleven miles de millones de euros en los bolsillos a sus casas. Por tanto, si interviene debe saber que le acusarán de todo. Y si no lo hace también e incluso le demandarán por negligencia.

Debe, sabiendo que le van a poner a caer de un burro, ser consciente que ha de tomar una decisión. Y esa decisión que se tome deberá ser firme y sin remilgos. Si se interviene Madrid hay que hacerlo sin ser pusilánime ni gazmoño. Se interviene, se da una rueda de prensa con toda la dureza del mundo y se señalan todas las traiciones de la cúpula dirigente de la Comunidad de Madrid. Con datos, con mensajes, con todo lo que se tenga a mano. Total la prensa cavernícola se lo reprochará haga lo que haga. Y si no se interviene, se explica la decisión y las consecuencias de ello, esencialmente las económicas. Ya que el pérfido Pablo Casado se ha reunido con los embajadores de la UE para señalar el gasto de los fondos europeos por parte del Gobierno, nada mejor que decirle “como no tenemos ninguna seguridad de que lo van a gastar en lo necesario, no verán ni un solo euro”. Se corta el grifo, el flujo de caja y que aguanten lo que puedan.

Cuando los muertos rebosen en las morgues y tanatorios las personas deberán ser conscientes de que todo es culpa de los verdaderos sociópatas que gobiernan Madrid. Que la culpa es de aquellas personas que actúan en base a criterios crematísticos y dispensando a sus zonas de votos (o sus territorios de vida) de las mismas restricciones que los demás. Que los muertos hay que cargárselos a quienes no han querido tomar medidas sanitarias y mienten día tras día en los datos sanitarios para evitar el escándalo. Que todas las personas que no tengan medicinas o asistencia médica sepan que es para que empresarios como el viudo con gafas se forren con hospitales, con servicios de limpieza o telefónicos (que no funcionan) con costes por encima de lo razonable.

Se tome la decisión que se tome, con valentía ya que hay vidas en juego, hay que dejar claro que con sociópatas, con psicópatas del dinero, con esquizofrénicos del capital, no se puede dialogar. No hay diálogo con quien tiene los oídos tapados. No hay diálogo con quien carece de cerebro para asumir el significado del pacto o el acuerdo. No hay diálogo con quien te quiere apuñalar por la espalda. Y el ministro Illa ya ha puesto muchas veces la espalda en juego. Desde ya hay que decidir con todas las consecuencias. Sin pensar en las estupideces del relato cuando hay millones de vidas en juego.

Casado es un felón

Felón. Traidor. Pérfido. Canalla. Falso. Todos estos sinónimos se le pueden aplicar, sin asomo de insulto, al presidente del Partido Popular. Que por su cuenta y riesgo, Pablo Casado decida reunirse con los embajadores de la Unión Europea para decirles que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez se va a gastar de mala forma los dineros del IV Reich, es una felonía. Y el que comete felonía es un felón. Y un malnacido cuando no hace más que darse golpes de pecho supuestamente patrióticos y llora por las esquinas proclamando lo que le duele España. Ni le duele la patria, ni piensa en el pueblo, es un lambiscón de la clase dominante y del monarca –aunque a este último no dudaría en asesinarle si con ello salvase su cara y los dineros de la clase dominante-.

En una situación pandémica, donde los gobiernos del PP están destacando por su promiscuidad con las empresas sanitarias y de servicios sociales, eliminando toda probidad en la gestión, tener la osadía tan sólo de reunir a los embajadores de los países europeos para impedir, de una u otra forma, que el dinero sirva para destinarse a salvar vidas, a dotar de fuerza económica a las empresas que más lo necesitan (Pymes), a proporcionar los medios sanitarios suficientes, es felonía y carencia absoluta de ética y moral. Casado sólo piensa en llenar los bolsillos del viudo con gafas y empresarios de ese estilo, más todos aquellos que son generosos donantes de su partido. El resto de la población no importa que perezca, especialmente si son de barrios populosos de clase trabajadora. Ya que no le votan al menos disminuir las fuerzas del contrincante. Hasta el momento sólo se le ha escuchado al estólido presidente pepero pedir el despido gratuito, bajar los impuestos a las grandes empresas y fortunas –como ha hecho Isabel Death Ayuso en Madrid- y que el resto de los dineros vayan a las empresas que a él le parezca bien.

También ha pedido un IVA super-reducido en Canarias (donde no hay IVA), ha sacado de las votaciones democráticas a Alberto Garzón (o bien Málaga no lo considera circunscripción, o bien piensa que no son españoles quienes le votan) y demás estupideces que no hacen sino demostrar que jamás en su vida ha estudiado y que los títulos son completamente regalados. A esto estaban los españoles acostumbrados. Si el presidente del PP es inculto, lambiscón y nesciente se asume como un mal menor pues ya le cambiarán –ninguna encuesta muestra que vaya a ganar elecciones-. El problema es que por puro egoísmo de partido, por pura mezquindad personal, por ser un engreído que no aguanta que otros manden y que el pueblo español no le haga caso a ÉL –cree firmemente que es el elegido-, piensa traicionar a España frente a los demás países europeos. Por mal que llegue a hacerlo el gobierno, ya tiene a una mujer de negro del Reich como Nadia Calviño para controlar todo, es indigno que antes de actuar ya se intente impedir que el dinero europeo llegue a las arcas de la Hacienda española. Egoísmo personal y de partido sin pensar por un momento en el devenir de España. Es egoísmo porque no se le ha escuchado explicar ¿dónde están los miles de millones que se han entregado a IDA para sanitarios, rastreadores y demás cuestiones principales que no han visto los madrileños?

Alta traición de la que tendrá la suerte de no pagar por ella. Si fuese el siglo XIX sin duda acabaría frente al pelotón de ejecución o sentado en el garrote vil (mucho más español). Hoy toda la prensa cavernaria alabará traicionar al gobierno legítimo de España. Y lo harán porque precisamente piensan que no es un gobierno legítimo sino totalitario -¡lo que hay que leer!- que hace las mismas cosas que hacía el PP de M. Rajoy, en economía especialmente, siendo esto lo que les molesta porque no han comenzado la revolución. Mientras entretienen a la población con macguffins sobre la república, sobre “hoy te intervengo, mañana no”, sobre la corrupción de Neurona, sobre los peligros de los socialcomunistas, realmente la continuidad del sistema es lo que prima en todos los gobiernos de cualquier color. La diferencia, que es sustancial y determinante, está en entregar ese dinero con control a lo público, o a las empresas que realmente lo necesitan (especialmente las pequeñas y medianas que aún subsisten). Casado quiere que ese dinero vaya casi en su totalidad a manos privadas, sean las empresas de servicios del viudo con gafas (11 millones de euros por un hospital que se dejó de utilizar pero se siguió pagando y que ahora se reconstruirá previo paso por caja), sean los colegios privados y concertados, sean las empresas de suministros, sean empresas de amigos que estaban mal financieramente antes de la pandemia… a otras manos pero no a la inversión pública.

Felonía por egoísmo personal pensando que sacará algún rédito electoral. Felonía para entregar el dinero de la UE a la fracción de la clase dominante a la que se deben en el PP. Felonía para no tener que renovar el CGPJ y quedar en minoría pues tiene numerosos casos de corrupción el PP y no quiere que avancen más. Felonía por sus propios problemas psicológicos –ese sentimiento de inferioridad que le hace ser engreído-. Felonía porque quiere meter a España en guerras que son innecesarias. Felonía porque es tan estólido que es capaz de hundir a España por salvarse él solo.

También el gobierno debería mandar una carta a esas embajadas advirtiendo que ciertas actitudes suponen una molestia al gobierno. Y si no hay disculpas retirar embajadores de los países que ayuden a la traición del presidente pepero. ¡Basta ya de cachondeo y de esconderse detrás de una columna! Ante apoyos a traiciones a España, actitudes duras y enérgicas. Que una cosa es recibir la ayuda europea, porque ha sido desde Bruselas desde donde se ha dejado el sistema productivo tal y como está, y otra bien distinta es vivir genuflexos. Con la que está cayendo es ignominioso que embajadores, se supone que amigos, actúen de correveidiles de la oposición política. En privado pueden hablarlo y hasta encamarse si así lo desean. En acto público y publicado es traicionar al Gobierno por parte de estados extranjeros. Por menos de eso se han montado guerras en otros tiempos. Felón Casado y pérfidas las embajadas.

Pérez Reverte llama imbéciles a millones de españoles

No ha sido producto de un calentón en radio o redes sociales, bien al contrario el insulto ha sido producto de un escrito en prensa y por ende, se entiende como es normal, reflexionado. Para el escritor cartagenero hay millones de imbéciles en España, especialmente la clase política a la que dedica más epítetos. Ya sabe, usted que lee estos párrafos es imbécil y algo inculto según el saber de Arturo Pérez Reverte.

Lleva varias semanas promocionando el “majestuoso según él” libro de Edu Galán sobre las masas, las redes sociales y la victimización. Un libro que no sólo es de un amigo sino de la empresa en la que él publica sus propios libro. Un libro que recoge todos los saberes y expone la realidad como a “don Arturo” (que dicen sus seguidores) le hubiese gustado poder contar. Un libro contra el psicologismo de la izquierda escrito por un psicólogo de izquierdas. Bonita paradoja aunque para un admirador de la filosofía de Gustavo Bueno todo es posible. Unir nación con marxismo o criticar el psicologismo utilizando los instrumentos de la psicología. Desde luego si el miembro de la RAE pensaba hacerle una buena campaña de publicidad a su amigo está consiguiendo justo lo contrario.

El artículo “Ofendidos del mundo, uníos” es una pretendida crítica al exceso de victimización, “el infantilismo maniqueo, la fiebre neopuritana y políticamente correcta en que se sumen la democracia, la sociedad y la cultura occidentales”. No le gusta lo agónico de la política y la sociedad, esa división entre amigo y enemigo, lo cual es sumamente respetable y algo que puede no gustar a muchas personas. Como se comentó ayer en estas mismas páginas son muchos los que señalan a los otros de cometer esa lucha agónica y Pérez Reverte también lo hace. A más, a más, utiliza las palabras de Galán para criticar esos excesos de las redes sociales y de paso dar un palo a la izquierda (curioso que no se haga a la derecha que también es puritana, utiliza la guerra judicial para criminalizar, etcétera): “No soporto la estupidez buenista, que es de una maldad incalculable. Las redes sociales nos han dado la posibilidad de delatar, reforzar la ortodoxia y ser aplaudidos por ello. La izquierda es paternalista e infantil. Yo querría una izquierda inteligente, culta, retadora, alejada de esta izquierda psicologicista y boba”.

Esa frase requiere un pequeño análisis pues calificar de paternalista e infantil a la izquierda –además de no inteligente, ni culta-, así, en general, es bastante análisis de brochazo gordo. ¿Qué izquierda? Supongamos que la política. Igual es verdad que es bastante paternalista y muy infantilona en su gran mayoría. Supongamos que la intelectual. Aquí empieza a ser más complicado catalogar algo sin saber a quiénes consideran los autores de izquierdas porque articulistas los hay infatiloides, incultos y bastante paternalista –en el mal sentido de la palabra-. ¿Qué es ser culto para ellos? Es complicado que digan que la izquierda, la política por ejemplo, es inculta cuando tiene entre sus filas en el parlamento a personas como Manuel Cruz –de quien por cierto podrían leer su premiado libro La flecha (sin blanco) de la Historia donde habla de víctimas y victimarios-, Javier de Lucas o el ministro José Manuel Rodríguez Uribes. Igual no son cultos como les gusta a estas personas, que todo es posible.

El problema es el gregarismo que fomenta ¿sólo la izquierda? Decía Elías Canetti –¿se puede citar al premio nobel o no es demasiado culto para gusto del académico?- que las masas comenzaban siendo abiertas para una vez llegado al límite cerrarse (en el libro Masa y poder). Una vez cerrada la masa era como una sola persona que actuaba de forma irracional, infantil o asalvajada. Las redes sociales permiten sumar muchas personas a esas masas abiertas que tan pronto se cierran y descomponen, como se vuelven a abrir por otra causa. Para ello se utilizan los bots y los trolls controlados por este o aquel partido o grupo de presión, como en las masas abiertas se utilizaban a prensa, agitadores profesionales y gánsteres de lo político. Es el mismo mecanismo psicológico con medios diferentes. De hecho la crítica de Galán y Pérez Reverte se asemeja bastante a lo que expuso tiempo ha Gustave Le Bon en su Psychologie des foules (simpleza de la clase política, emotividad, falta de rigor, etc.). Nada nuevo bajo el sol. Pánico a las multitudes –Serge Moscovici escribió un magnífico tratado sobre el tema: La era de las multitudes– (habrá que obviar referencias bibliográficas que según los autores la izquierda no es culta), lógico, pero son los medios de comunicación (donde trabajan estas dos personas) los que fomentan esas masas abiertas/cerradas, esa victimización como juicio sin Justicia y que están controlados por la clase dominante. De hecho los mismos que pagan los royalties a Pérez Reverte manejan esas masas desde sus medios de comunicación (uno de los aparatos ideológicos). Son los medios de comunicación los que han acabado transformando el ámbito político y los que permiten populismos e infantilismos varios. Es el sistema en sí… pero de eso no hablará el académico ¿Por qué?

Porque sus tiros van hacia la Universidad, por ejemplo, lugar donde “la represión contra los espíritus libres es implacable”. “Las universidades, antaño motor del pensamiento, se han convertido en sanedrines de corrección política donde se reemplaza la razón por la emoción y el debate por la ignorancia, con alumnos felices de cantar a coro y profesores acojonados o cómplices” ha dejado por escrito. O bien no conoce las universidades, o bien no conoce a los profesores universitarios y habla vagamente. Que una cosa es que a un profesor se le expediente por decir que hay razas superiores –excepto en Catalunya- y otra que la libertad de Cátedra haya sido derogada. En las Universidades españolas, al menos en las públicas, se sigue formando de la mejor forma a las personas que allí acuden. Igual Pérez Reverte quiere ser catedrático universitario y como no le dejan se ha enfadado.

¿Cuál es el resumen que hace de ello el escritor? “En realidad siempre hubo dictadores –obispos, ayatolás, espadones–, pero antes lo eran tras imponerse con las armas, la religión o el dinero. Ahora lo hacen con los votos de una sociedad que los aplaude y apoya. Pobre de quien se atreva a contradecirlos; a no ofenderse como es la nueva obligación. Tenemos, a fin de cuentas, los amos que deseamos tener: fanáticos y oportunistas respaldados por el pensamiento infantil de millones de imbéciles”. Antes de analizar el texto en negrita, es curioso que hable de dictadores y coloque a religiosos y militares y olvide a los monarcas y aristócratas que han sido muchos más que los otros. Se podría admitir que la clase política actual no es la mejor que hayan visto los ojos de los españoles, pero de ahí a señalar que hay una dictadura hay un tramo largo. Igual a Pérez Reverte no le gusta la democracia de partidos, prefiere la democracia donde están representados los organismos vertebradores del pueblo. Igual sí, pero ya conocemos ciertos mecanismos lingüísticos que llamaban democracia orgánica a otra cosa. Bien dictaduras del superhombre, bien aristocracias.

Existe una falacia en el argumento del académico (y de Galán en cierto modo). Toman la parte por el todo, como estos son los amos es porque gustan. El sistema -¡vaya vuelve a aparecer!- es una democracia de partidos y por tanto las personas eligen representantes de las distintas opciones que se presentan. Para cambiar ese mecanismo habría que exponer qué alternativa se presenta y tener en cuenta el contexto actual. No se puede llamar infantiles e imbéciles a millones de personas que carecen de otra opción que elegir dentro del marco establecido. Quien deposita su voto, que puede hacerlo hasta con la nariz tapada o por mera rutina, no es imbécil y mucho menos infantil a priori. Y como no conoce a todos los españoles, calificarles de imbéciles e infantiles no es más que parte de cierto engreimiento o soberbia intelectual. Tampoco existe como en el Ensayo sobre la lucidez de José Saramago un voto en blanco que invalide elecciones o ponga en cuestión el sistema y la clase política. Esto lo sabe Pérez Reverte pero le es más cómodo llamar imbéciles a quienes votan. Igual estos amos no son los que gustan, pero son los que se permite tener. Tampoco se ve en el cartagenero una apuesta por la revolución, más bien al contrario. Le gusta la equidistancia elitista de criticar pero sin aportar soluciones reflexionadas según el entorno.

Hay en el ambiente de su artículo cierto tufillo aristocrático, elitista. Lo digital ha abierto la puerta a muchas personas para realizar críticas frente a lo apacible de la crítica controlada anterior y esto parece molestar al escritor. Sigue existiendo una izquierda culta, respondona y nada infantil. El buenismo, del que los Nuevos Filósofos franceses son los padres, no surge en sí como una demanda izquierdista, el puritanismo tiene más que ver con fórmulas de teología política calvinista-protestante (vean lo que sucede en los países donde esas escisiones cristianas son preponderantes y verán críticas por nimiedades), pero hay que señalar a la izquierda que está más acostumbrada a la crítica y olvidar a la derecha. Descontextualizando todo, evidentemente. Las personas son imbéciles porque votan lo que votan y no lo que algunos dicen que habría que votar. ¿Quiénes son esos algunos? Los intelectuales amigos de Pérez Reverte. La élite que todo lo sabe y que tiene la auctoritas para fijar la diferencia entre culto e inculto, entre inteligente y mediocre, entre ser puro e impuro… Si es que deberían gobernar, como en la república platónica, los sabios autoelegidos y autorreferenciales. A malas, una aristocracia elegida pero con las características que digan quienes se invisten de sabios. Más bien la aristocracia de los todólogos y los doxósofos porque siempre critican, nunca ofrecen alternativas y se permiten el lujo de decir lo que hay que leer para entrar en lo cánones de lo culto o no. Igual la misantropía de Pérez Reverte le impide contextualizar para no insultar. O se la suda todo mientras le sirva para rellenar su ego. Al final le va a pasar como cuentan los argentinos que se suicidan, subiéndose a su ego.

El error Vallín (o cómo funciona la ideología dominante)

No tomen este artículo como un ataque directo contra el periodista Pedro Vallín. En este caso no es más que un elemento simbólico que sirve para describir hasta qué punto la ideología dominante, en su fracción progresista, está plenamente asentada hasta en aquellos lugares donde no muchas personas no sospechan. Es Vallín de los pocos periodistas que se salvan de la mediocridad existente en España. No sólo cultiva el espíritu (su pasión por el cine es conocida) sino que intenta dentro de sus posibilidades cultivar el intelecto. No el típico adorador de periodistas que sólo lee a periodistas creando un círculo infernal de la mediocridad intelectual, va un paso más allá. Es junto a Juan Soto Ivars y Víctor Lenore –incluso se podría añadir a Daniel Bernabé– parte de los “Nuevos Culturetas”, una especie de remedo de los Nuevos Filósofos (ya saben Bernard Henri-Levy, Alain Finkelkraut…) a la española y con similares consecuencias intelectuales. En general no la tomen con Vallín pero sí es necesario analizar alguna muestra de lo que expresa.

Como pueden apreciar en el mensaje anterior, Vallín se posiciona contra una supuesta izquierda reaccionaria de la siguiente forma: “La nostalgia reaccionaria que anida en la izquierda se resume fácil: «Quiero que el mundo sea simple, como antes, con categorías que entiendo, como ‘obrero’, ‘mujer’, ‘soberanía’; aceptar la complejidad creciente de las sociedades humanas es ser cómplice del neoliberalismo»”. Este discurso no es nuevo, es común entre cierta progresía desde la caída del muro de Berlín de forma clara y entre las diversas ramas del liberalismo desde mucho antes. Ninguno de los grandes pensadores de la izquierda marxista o postmarxista (por utilizar la categoría académica para los neomarxistas) ha pensado y expuesto que la realidad sea simple. Quienes simplificaron la realidad social, en concreto, fueron los autores socialdemócratas hasta casi los años 1970s. Mientras tanto esos que son calificados de reaccionarios sabían de sobra que, en última instancia (asumiendo la complejidad de esta instancia), la influencia del sistema productivo en las relaciones sociales iba más allá de estructura y superestructura, de la existencia de dos clases sociales y demás dualismos que, curiosamente sí mantienen algunos progresistas.

Respecto al tema de la complejidad de las sociedades, es un tema recurrente del pensamiento liberal –los “verdaderos” progresistas como se suelen definir- desde, al menos, Max Weber (1921). El autor alemán ya advertía que las sociedades modernas eran bastante complejas pues la existencia e interacción de diversas esferas de acción especializadas impedían la existencia de un punto central de unión y, por ende, de organización de todas ellas. A más, a más, a finales de los años 1960s y durante buena parte de las dos siguientes décadas la Teoría de Sistemas de Niklas Luhmann explicó la creciente complejidad del sistema social con diferentes sistemas (o subsistemas) autorreferenciales que progresaban gracias a la autopóiesis. Dicho de otra forma, la complejidad es autorreferencial y genera sus propios modos de desarrollo o decrepitud pero siempre con la base de la diferencia (véase su libro Complejidad y Modernidad: de la unidad a la diferencia, Editorial Trotta). Lo fundamental de ese megasistema complejo es la comunicación (lo único que llegó a acordar en su famoso pleito con Jürgen Habermas). Por tanto, lo de sociedades complejas no es novedoso es parte del desarrollo de la Modernidad y es algo a lo que han enfrentado numerosos pensadores que ahora son vistos como “reaccionarios”. Pobre Nicos Poulantzas que ayudó a desenmarañar lo que era el Estado desde una visión marxista. Pobre Perry Anderson que ha intentado descubrir la complicación social del capitalismo tardío… y así con tantos otros, incluyendo a Frederic Jameson y su desmontaje de la postmodernidad.

La “complejidad” como mecanismo de disolución de la ideología dominante, desde hace más de un siglo, frente a sujetos posibles de transformación como clase social, sexo, etcétera los cuales quedan escondidos, postergados y sin legitimidad de acción. Nada nuevo porque la clase dominante lleva intentando hacer eso desde siempre. Una clase dominante que está dividida en fracciones, con sus bajas y sus altas, como bien ha analizado y explicado la izquierda tradicional. Ese tipo de explicaciones no existen hoy en la izquierda progresista, todo es complejo y así se puede evitar el análisis. Una cosa es decir como Alain Badiou que el acontecimiento acaba propiciando el sujeto de cambio y otro negar que haya cambio posible debido a la complejidad. Hay que progresar en lo humano y lo tecnológico… no hay más dicen desde la izquierda progresista a la tradicional. Todo es muy complejo, como dicen ministras y ministros, mientras paradójicamente los que acaban pagando el plato son los mismos, la clase trabajadora -en sus distintas fracciones, como han analizado y explicado izquierdistas “reaccionarios” como Erik Olin Wright-. Luego la izquierda progresista del mundo acaba simplificando la política con el agonismo de Chantal Mouffe (la dialéctica amigo-enemigo de Carl Schmitt), el arriba-abajo, la casta-el pueblo y la petición de recuperar la soberanía. Porque es curioso que Vallín señale el concepto de soberanía como concepto práctico de la izquierda reaccionaria cuando, al menos desde Marx, se conoce que tal concepto (teológico-político, por cierto) no es sólido. Son los hijos progresistas del populismo y de la postmodernidad (Giorgio Agamben, su Homo Sacer y su estado de excepción permanente son un ejemplo claro) los que reclaman soberanía, los que reclaman tener ese poder de decisión libre. Es casi una loa a un intelectual orgánico del sistema como Francis Fukuyama.

El postmodernismo -ese que se caga en Godard y alaba la industria más ideológica como el cine estadounidense (Vallín ya dice que no hay que señalar como ideológico al cine estadounidense, aunque es cierta la tontería del cine europeo, que es tan ideológico en ocasiones que el otro)- apela a los sentimientos, no a racionalizaciones. Apela a lo que hay de humano en el ser humano –por cierto fueron los liberales los que pusieron en el centro del análisis al ser humano en la Ilustración-. Vamos lo mismo que decía allá por el siglo XVIII el moralista David Hume. Poca novedad de los postmodernos y eso que toda su planificación teórica se basa en la ideología dominante que niega cualquier tipo de escatología a los seres humanos pero sí vivir en la novedad constante. Como diría Hans Blumenberg en los años 1960s (tampoco es novedoso como ven) la deificación de la Modernidad es que lo nuevo brille más sin mirar atrás. ¿Les suena? Lo que nos vende la izquierda postmoderna es agotar la inmanencia en la presencia, en lo novedoso, en lo brilli-brilli para la valoración de todo. El triunfo de la estética a fin de cuentas. El capitalismo ha triunfado, asúmase, y hay que dejar fluir lo sentimental y construir desde ahí los derechos que hagan falta. Si el capitalismo genera esquizofrenia (al menos eso explicaba Gilles Deleuze y Felix Guattari, algo que les copia Byung Chul-Han) el sujeto no es en sí mismo unívoco sino polifónico con una pléyade de intensidades personales. De ahí que se pueda acabar con la mujer como concepto y sujeto (curioso que el hombre no entre en esa ecuación), se pueda acabar con la clase como concepto y sujeto (ahora los sujetos revolucionarios surgen de los sentimientos y las batukadas)… y quien enfrenta eso es reaccionario. Por el camino las personas se quedan sin sanidad, trabajo, derechos laborales…

Sin culpabilizar de casi todo lo anterior a Vallín queda claro que la ideología dominante está más extendida de lo que parece. La maleabilidad de la misma le permite sumar y sumar batallas culturales que acaba mercantilizando, sin dejar de lado la concesión de todos los derechos que hagan falta y no pongan en duda al propio sistema. La diversidad, cuyo padre es John Stuart Mill (otro del siglo XIX no de hace dos días), la complejidad, el empoderamiento, el emprendimiento, las plataformas, la novedad que más brilla, etcétera no hacen daño al sistema sino que le ayudan a disolver posibles luchas transformadoras. Realmente, como se ha visto, el discurso de la progresía molona es más reaccionario o más antiguo que el de la izquierda tradicional. Pero ya saben, no opinen, ni disientan que es todo muy complejo… Ya.

Gracias Nobita

Ni en sus mejores sueños los seguidores del Atlético de Madrid habrían soñado con un verdadero crack mundial. Al menos que fuese fichado por el dúo del expolio. Haberlos los ha habido porque se han hecho en las filas rojiblancas… y fueron vendidas sin llegar a los tres cuartos de hora. La llegada de Luis Suárez, por muy inquietante que la hayan vendido debido a su edad y prestaciones físicas (eso ocurre por creer al nacional-madridismo mediático) ha supuesto un punto ¿y seguido? del tipo de fichajes a que tienen acostumbrada a la hinchada rojiblanca. Así ha quedado demostrado en el primer partido, donde más allá de los goles, la presencia del delantero uruguayo ya ha marcado claramente lo que es un nueve de verdad.

Todo esto no hay que agradecérselo a los de palco en realidad, si acaso a la llamada de Diego Pablo Simeone, sino al presidente del FC Barcelona, Josep María Bartomeu, alías Nobita. Si no hubiese decidido acabar con el núcleo de jugadores que tantos títulos dieron al club blaugrana, es seguro que Suárez no habría llegado al Metropolitano. Si no hubiera querido aparentar que mandaba más que nadie, no habría llegado el uruguayo a vestir la elástica rojiblanca. Si no hubiera querido acabar con Messi pero sin librarse de Messi, la felicidad rojiblanca no sería la que es después del partido ante el Granada. A Nobita le sobraba una pieza que puede ser clave en el esquema del Atlético de Madrid y la ha regalado –los supuestos seis millones por condiciones son una bagatela ya- por fastidiar a su mejor jugador. De momento la victoria frente al Villarreal, que tampoco es que sea el Bayern de Múnich y siempre muy sobrevalorado, es un bálsamo entre la afición culé que pasó buena parte de la tarde mirando al Atleti de reojo y con un come-come dentro por lo que ya no tienen.

En las redes rojiblancas hasta han pedido que se ponga una placa del presidente blaugrana en el paseo de las leyendas. Desde luego ha hecho más que Thomas Lemar, quien de no salir, estaría a pocos partidos de estar también presente en la misma. No se engañen, todo es gracias a Bartomeu porque si fuese por el dúo calavera que dirige el Atlético hubiese salido Morata y habría llegado cualquier delantero de seis goles al año. Vendido eso sí por la prensa afín como si fuese el nuevo Pelé. Que también los columnistas rojiblancos tienen la enfermedad del nacional-madridismo de ver balones de oro por todas partes. Mañana venderán que gracias a Gil y Cerezo hay equipo para ganar todo –y eso que el propio entrenador ha dicho que nada de eso, que partido a partido- y tendrán entretenidos a los aficionados con posibles fichajes de relumbrón que sólo vendrán a costa de la heitingada de todos los años.

Mientras tanto, a disfrutar con el regalo de Nobita Bartomeu y a esperar que su amigo quiera unirse a él la temporada próxima. ¡Para una vez que se puede soñar algo bueno dejen a los atléticos tranquilos!  Ya hay entre la prensa supuestamente del Atleti a numerosos tiñosos, gafes y amargados. Especialmente cuando hay que meterse con el Cholo Simeone. Hoy callarán –igual no- escondidos detrás de la pantalla del ordenador o de las sartenes, pero seguro que tendrán a punto los cuchillos para clavarlos en cuanto puedan. Tienen intereses similares a cierta agencia y eso se reconcome por dentro mucho más que lo que pueden disfrutar de su equipo. Gracias Bartomeu por dejarles callados unos días. Por cierto, el Atlético desplegó un juego muy dinámico sin necesidad de músculo en su once inicial… ¿a cuántos metros ha defendido Suárez? Mamadores del régimen sin argumentos futbolísticos también. Por ello, además, gracias Bartomeu.