martes, 30 diciembre, 2025

Revertianos, apocados y partidistas

En la presunta batalla que se ha desatado, al menos así lo cuentan los medios de desinformación de masas, existe un debate entre presuntos equidistantes y presuntos partidistas. Un debate que se ha extendido a personajes de la farándula, de la literatura, del periodismo, de las ciencias sociales, etcétera como si aquello fuese el no-va-más de lo intelectual. Sin embargo, por su posición en los medios de comunicación –con su repercusión en redes sociales- y la difusión que hacen del supuesto y, como se verá, estéril debate acaba impregnando a buena parte de la sociedad.

El problema es que se parte de un error analítico grave. Los que son equidistantes ¿respecto a qué lo son? ¿Los son en todos los casos? Los que son partidistas ¿realmente qué es lo que defienden o a quién defienden? Como ven existe una complejidad detrás del argumento simplista que utilizan la mayoría de todólogos, doxósofos y columnistas de medio pelo. Se puede tener equidistancia respecto a una pelea partidista pero, a contrario sensu, ser partidista de una posición ideológica. Se puede ser partidista de partido político pero equidistante de una lucha social. A fin de comprender el meollo del supuesto debate nada mejor que dividir de manera analítica a los grupos en disputa en apocados, revertianos o partidistas a fin de descubrir si ese “intento de realidad” que nos presentan es válido e, incluso, real.

Comenzando por los apocados, se puede decir que son personas que nunca se mojan en nada. Pueden votar o no, pero son personas que siempre evitan cualquier tipo de conflicto y que se muestran totalmente pasivos respecto a la política (prefieren dedicar sus neuronas a otros temas). Son como el escribiente Bartleby –el famoso personaje del cuento de Herman Melville– que prefieren no hacer nada más allá de lo “obligatorio” mientras su vida discurre sin más sobresaltos. En realidad su toma de postura es no tener una postura definida y definitiva.

Luego están los revertianos, por Arturo Pérez Reverte, que son esas personas que siempre se quejan de todo, que no son ni de izquierdas ni de derechas, pero son molestas hasta el extremo. Su no posicionamiento o falsa equidistancia al final acaba siendo un posicionamiento hacia cierto idealismo peligroso. Cuando el escritor cartagenero dice que la actual clase política carece de inteligencia (en el sentido intelectual), de poso, de grandeur realmente se posiciona en favor de un tipo ideal de político muy cercano al platonismo. ¿Qué significa esto? Que sólo aquellos que cumplen los requisitos y el porte carismático de estos profetas son bienvenidos. El problema es que en numerosas ocasiones esos seres tocados por el espíritu de la historia acaban estableciendo regímenes dictatoriales. Añádase que, curiosamente, las características de ese ser carismático las acaban definiendo tres o cuatro personajes, no es algo en lo que las masas –nótese que este tipo de personas hablan de las masas despectivamente siempre- participen. Los equidistantes revertianos son una especie de seres de luz que todo lo saben, aunque en realidad son ignorantes de la propia vida.

Por último están la categoría de los partidistas que tiene diversas subdivisiones. Hay partidistas que lo son de parte de una celebridad/personaje con el que están a muerte. Pase lo que pase les ciega el fanatismo por esa persona sobre la que acaban proyectando sus ilusiones, sus pulsiones sexuales o el deseo de venganza. En este sentido quienes esto leen reconocerán a muchas personas que son sanchistas, iglesistas, casadistas (de este menos es verdad), felipistas, etcétera. Es el fenómeno fan (como hace años con Los Pecos, Hombres G y demás grupos del estilo) donde se ha constituido una masa cerrada, por seguir la terminología de Elías Canetti, de fanáticos que son completamente intransigentes respecto a todo lo que rodee a su ídolo. Idola theatri (que diría Francis Bacon) han existido toda la vida aunque en tiempos de la sociedad del espectáculo son más frecuentes.

Luego están aquellas personas que son partidistas de un partido político y lo defienden frente a los partidos que confrontan con el suyo. Son personas más moderadas que las anteriores en general e, incluso, cuando tienen una asentada ideología no tienen reparos en criticar a sus propios dirigentes. Tienden a moverse entre el fanatismo del contexto –en el momento en que se hacen masa- y la inteligencia del día a día. Son más propensos a ver en las prácticas, como sucede con la siguiente categoría, lo importante del devenir político, obviando un tanto –todo lo que dejan- los juegos de espejos de los medios de incomunicación y las redes sociales. Son muy de agit-prop pero sin perder el sentido crítico. Y, por último, los partidistas de una parte de la sociedad, sean de asociacionismo, sean de postura ideológica, sean de postura religiosa. Como las dos subdivisiones anteriores existen personas más fanáticas, más militantes y gentes que intentan vivir de la causa que defienden.

Para los revertianos los apocados son una masa de borregos que no alcanzan a admirar la verdad, que está en otro lado, y los partidistas son unos meapilas iletrados incapaces de desprenderse de sus prejuicios ideológicos en pos de la verdadera virtud. Todos son estúpidos, incultos y deben quedar excluidos de los puestos de prestigio. Porque, al final del camino, los revertianos no ponen en duda jamás el sistema –da igual el sistema que sea- sino que señalan a los demás para situarse ellos en donde llega el dinero. Pérez Reverte cada vez que publica una novela de aventuras acaba intentando gestionar alguna polémica que le haga vender muchos libros. Y el resto de revertianos acaban mostrando la patita en situaciones similares. “Los políticos son todos muy malos y compren este libro donde explico por qué” podría ser el lema de estos supuestos equidistantes. Al contrario que el escribiente Bartleby, esta gente siempre da codazos, pescozones y empujones para estar siempre con el poder. En realidad se parecen más a Eichmann, el jefe de los transportes a los campos de exterminio nazis. Perfeccionistas de los dictados de la clase dominante que señalan a todos los demás para…, para que todo cambie sin que cambie nada. Por tanto, se califican de equidistantes pero toman parte. ¡Vaya si toman parte!

La necesidad de una Huelga General en Madrid

Pasar, dejar pasar.

El acontecimiento.

Dejar pasar.

Las luchas que no se dieron nunca volverán.

Pasar, dejar pasar.

El acontecimiento.

Dejar pasar.

Sin la práctica cotidiana no hay nada que ganar.

Pasar, dejar pasar.

Otro acontecimiento que por el retrete se va.

Tras este malísimo homenaje a la recién premiada con el premio Nobel de Literatura, la poetisa Louise Glück, nada mejor que volver la vista a la cruda realidad de las batallas estériles, de las peleas pueriles y el mundo de la partitocracia. Mientras miles de personas caen enfermas cada día, unos cuantos millones viven en un sinvivir por la peligrosidad del virus y, esperemos, las menos buscan ya entre sus pertenencias las monedas del barquero la judicatura ejecuta de manera perfecta la cláusula de la clase social. Entre otras cuestiones porque desde el gobierno clasista de la Comunidad de Madrid se había dejado todo dispuesto para que pudiese colarse el juez y derribar todo intento de establecer medidas sanitarias justas e imparciales. En el otro lado del escenario el ministro de Sanidad, Salvador Illa, aparece con cara de… (pongan el término que prefieran aunque sale de dentro decir gilipollas), sin explicarse por qué se han rechazado las medidas propuestas. Ya se advirtió al ministro que con sociópatas no se puede tratar, ahora cabrá añadir -algo que si fuese socialista y no socialdemócrata sabría- que en medio de una lucha de clases, la clase dominante actúa como tal.

Hoy, mañana o pasado verán cómo políticos, cronistas de lo evanescente, amanuenses y todólogos con “sentido de clase” hablan y no paran sobre medidas clasistas, sobre si los barrios de clase trabajadora sí pueden ver limitadas sus vidas y demás peroratas de “izquierdista de manual”. Como en el malísimo intento de poema del comienzo, las batallas que no se dieron nunca volverán, ni se podrán ganar tras la derrota. Retorcer la realidad lo harán porque de eso viven todólogos y políticos, pero por mucho que se empecinen lo que pudo ser ya no será. La batalla se tenía que haber dado en su momento cuando se reprimió con saña a la clase trabajadora, pero decidieron, medrosos, echarse para atrás. Hoy un juez y una presidenta de Comunidad se han reído de ellos en su propia cara. Se indignarán pero nada harán porque al final la pusilanimidad aflora por todos sus poros… y por sus bolsillos porque se han construido una imagen de revolucionarios, de izquierdistas, de “comefascistas” que queda en nada cuando hay que afrontar una lucha que puede privarles de sus lugares de “privilegio”. ¡Haciendo la revolución no se venden libros!

Isabel Death Ayuso, más bien sus asesores, han demostrado que conocen mejor que el Gobierno y los amanuenses los entresijos del sistema. Saben engañar para ponérselas como a Fernando VII a la judicatura. Tienen los mismos intereses, no sólo de clase en sí, sino políticos, culturales y económicos. Un acontecimiento perdido cuando las masas estaban dispuestas a dar la batalla en toda la Comunidad de Madrid pero que los expertos revolucionarios e izquierdistas atemperaron y dejaron en nada como en otras ocasiones. ¿No se han dado cuenta que salvo dos o tres columnistas despistados ya nadie de la caverna habla de golpe de Estado, de involución, etc., respecto al Gobierno? Han verificado que son mansos y que en la lucha buscan no salir de sus zonas de confort. Los partidos de la oposición en Madrid sacarán muchos memes y comunicados llenos de furia cuya tinta acabará borrada por lágrimas de risa de sus oponentes. Papeles que se los llevará el viento y acabarán en el vertedero de oportunidades perdidas. Y van…

Lo que sí daría miedo a la clase dominante sería una Huelga General, de momento, en la Comunidad de Madrid. Sólo entran en pánico cuando es su bolsillo el que sufre. Cuando es su posición la que se ve enfrentada. Cuando todo su universo simbólico deja de estar tapado por el telón de la opereta política. Y una huelga general indefinida les asustaría bastante más que dos tuits de un cargo político muy enfadado. Y quien dice huelga general, dice cualquier otro mecanismo de combate que realmente les haga entrar en razón. Porque si algo ha demostrado la historia es que la clase dominante y sus partidos (de derecha a izquierda) sólo recapacitan cuando se levantan las masas de las clases subalternas. Y fíjense que personal para apoyar esa huelga hay de sobra: sanitarios; trabajadores en precario de todas las ramas productivas; trabajadores amargados y explotados por el teletrabajo; trabajadores de los servicios que se exponen sin derecho alguno al virus todos los días; trabajadores que van hacinados en los vagones del metro; trabajadores a los que privan del tiempo libre mientras ven cómo en la acera de enfrente se toman cervezas por clasismo; personas que ven cómo fallece un familiar porque en los centros de salud no les cogen el teléfono; maestros, profesores y estudiantes que tienen miedo a entrar en clase (por el virus o la pulmonía); autónomos a los que esta crisis les ha hecho ver que los políticos sólo piensan en los grandes empresarios; y así hasta sumar a casi todas las clases productivas.

Una buena huelga con sus cortes de carreteras, con las televisiones fundidas a negro, demostrando que ante medidas de corte clasista hay una clase trabajadora, con sus fracciones y sus contradicciones internas, que está ahí, presente, dispuesta a la batalla. Enterraron el 15-M utilizando la misma táctica que con mayo del 68, igual porque los protagonistas se querían dejar lisonjear. Lo que se cuece hoy en día es más que una protesta de febril de entrada en la madurez, es una lucha por la vida en muchos de sus aspectos (vitales, económicos, sociales y políticos). Y sólo cuando la clase dominante vea que sus privilegios se ven realmente disputados reaccionarán o se los llevará la historia por delante. Cuando mañana no puedan tomar café, cuando no puedan llevar a sus hijos al colegio, cuando sientan el miedo a perder en sus carnes, entonces y sólo entonces se podrá hablar de aprovechar el acontecimiento. Están tan envalentonados que no dudan en pisotear al de abajo, en quitarle los paupérrimos derechos que había logrado con sangre y lucha.

El problema ¿quién decide dar fuerza a esa lucha ya que sujeto de acción existe? ¿Los partidos políticos? Quia, están a lo suyo. A sus cosas de políticos profesionales más pendientes de lo inmediato mediático que de la realidad de la lucha. ¿Los sindicatos? Igual alguna esperanza podría haber pero caben dudas. Están ante una gran oportunidad e igual podrían aprovecharla. ¿El movimiento asociativo? Posiblemente. Especialmente aquellas que no son garrapatas de las subvenciones y servicios del Estado. El problema, de verdad, es que todas las organizaciones de distinto tipo que deberían llevar años luchando en el día a día, dejaron de hacerlo en busca de lo meramente institucional-mediático. La no imbricación con las clases subalternas; la carencia de una cultura de izquierdas; la inexistencia de una lucha en la teoría asumiendo toda la ideología dominante como verdadera; la desvertebración y aislamiento de las distintas fracciones de la clase trabajadora… son todas ellas causas de haberse rendido a la clase dominante. Mientras se vivía bien todo eran risas, gracietas y memes, hoy, cuando no sólo la vida, sino la misma forma de existencia está puesta en entredicho, no hay nada cuando debería haber todo. Otro acontecimiento que se deja pasar…

Althusser desnuda a Garzón

Los restos de lo que en su día fue el Partido han decidido hacerse el harakiri total mediante su incorporación total y completa a Unidas Podemos. Así lo han comunicado a las masas… Sí, lo han comunicado a las masas, cuestión bien distinta es que éstas estaban a otra cosa. Hacer desaparecer Izquierda Unida y el PCE -¿son hoy algo distintos salvo por los grupúsculos que tienen para aparentar otra cosa?- en la práctica pero conservar los nombres para poder medrar. Eso sí, todo con la pretensión de lograr la Unidad Popular que sirva para acabar con el “régimen del 78”. No con el capitalismo, lo normal en un partido que se autodefine como marxista-leninista, sino con el régimen del 78 para instalar ¿el qué? ¿Una república burguesa? No se sabe porque desde que Alberto Garzón asumió la coordinación en IU y Enrique Santiago la secretaría general del PCE están instalados en la “operación mágica”.

No es algo nuevo en la historia de los partidos comunistas de Europa. A cada paso, como les sucedió a los socialdemócratas, que se iba dando por el camino quedaba la democracia interna, los ideales, la ideología, la teoría, los conceptos clave… para confluir en una argamasa de significantes sin significado. En algunos casos plenos de simbolismo pero putrefactos por la práctica en sí. Esto mismo sucedió años ha en Francia. Un contexto, por tanto, parecido pero no igual debido a la relación de fuerzas en las luchas (imperialista, económica, ideológica…). En esa situación Louis Althusser se enfrentó a la dirigencia del PCF no sólo por el abandono del concepto de “dictadura del proletariado”, no sólo por esa Unión de la Izquierda (que acabaría con la victoria de François Mitterrand), sino también por la posición del partido respecto a la unión y las consecuencias en todos los planos. Hoy esas palabras del filósofo francés toman plena actualidad y provocan la desnudez de Garzón, principalmente, y de Santiago, más toda la élite dirigente de lo que un día fue el Partido. Desnudez, todo sea dicho de paso, que siguen sin ver los propios dirigentes como le sucedía al emperador. Normal que hayan salido destacados militantes dándose de baja y quejándose, como el escritor Jon E. Illescas, o pretendiendo revertir el proceso sacando a la actual dirigencia como la del histórico José Antonio García Rubio.

¿Análisis? ¿Qué análisis?

Decía Althusser, recurriendo a los clásicos, que “la esencia viva del marxismo es el análisis concreto de la situación concreta”. Gracias a ello se podrá hallar la realidad a través de los elementos imbricados en la complejidad de las relaciones de clase, para así determinar la línea a seguir para alcanzar los objetivos de la lucha (LQNPD p. 77). En IU las cosas son complejas porque sí y si a alguien se le ocurre preguntar por el análisis de esa complejidad o bien le dicen que no entendería (vía clasista-derechista), o bien le dicen que no se puede explicar en cinco minutos (vía no-tengo-ni-idea-de-lo-que-digo). Cuando llaman reaccionarios a los críticos de la izquierda, en general y a los de IU en particular, olvidan que ya uno de los pensadores marxistas más importantes hablaba de complejidad… complejidad que había que analizar. Garzón tanto tiempo repensando y sólo ha sabido decir que la clase trabajadora no vota en su mayoría a IU, algo que se sabe desde hace décadas. ¿Ha hecho algo para revertir la situación? En la letanía se oye la estridulación de los grillos. Bien al contrario han inventado una teoría, recurriendo a toda la sociología y economía de la clase dominante, para explicar todo. Cuando no recurren a teorías por encargo, algo que criticaba el filósofo francés: “Concebir el análisis concreto como explicación de la teoría equivale, a menos de ser distraído, a meterse de lleno en callejones políticos sin salida, más graves todavía que los efectos de la fabricación de una ‘teoría’ por encargo” (LQNPD p. 77). Como el análisis debe ser concreto, es necesario ver qué dicen en el comunicado.

En términos generales el mismo está lleno de contradicciones, las cuales en muchas ocasiones se producen en el mismo párrafo como pedir a la militancia comunista participar activamente en IU, aunque sea para superarla y “desbordarla”. Así que ¿piden más participación para acabar con IU definitivamente? ¿Quieren entretener a la militancia en acciones estériles y mientras la dirección a lo suyo?  No, quieren centralizar más la actividad de IU para controlarla desde arriba (eliminar las asambleas de sector) y quitarse de encima, agárrense fuerte que vienen curvas, “los conflictos internos por las cuotas de poder institucional que somos capaces de arrancar a través de los procesos electorales”. Los que matan, pisan y expulsan para ocupar cuotas de poder quieren eliminar los conflictos internos. En realidad quieren eliminar la contradicción entre el discurso democrático y la actividad elitista. De hecho quieren eliminar todas las contradicciones en el seno de IU. Los mismos que han caído en el electoralismo y la rutina, lo que provoca la desafección y el vaciado de la organización, ahora quieren, utilizando un falso análisis práctico, no hacer electoralismo, ni caer en la rutina sino integrarse en otra organización ¿para?

“La lucha política es (aunque no sólo) la lucha por la transformación del Estado y si no nos tomamos en serio nuestro papel político en las instituciones estaremos haciendo trampa o auto-derrotándonos, siendo un paso necesario en ese sentido el exigir el cumplimiento íntegro del título VII de la Constitución” dicen en el comunicado haciendo apología de lo que históricamente se ha llamado derechismo o reformismo. Como decía Althusser “uno no combate, pues, por hacer inscribir nuevos derechos conquistados por la fuerza, en el código burgués” (LVN p. 199). El comunismo no pretende transformar el Estado sino tomarlo para acabar con él: “Romper el aparato del Estado burgués significa encontrar cada vez, para cada aparato o para cada rama de un aparato, la forma justa de esa ruptura y realizarla concretamente en el aparato burgués mismo” (LVN p. 153). Nada de reformismo sino ruptura porque hay que destruir “esa capacidad de adaptación y de integración” de Estado burgués (LVN p. 154). Y todo porque desde la dirigencia del PCE/IU están imaginando, “repensando” en términos garzonistas, lucha de clases, no la viven, no la practican y por ello lo único que puede esperarse de su acción “son reformas del Estado y de la sociedad burguesa” por lo que la acción del partido y el sindicato quedarán atrapada en el mero reformismo (LVN p. 170).

La no-relación de fuerzas.

En el comunicado de prensa se insiste en la convergencia política de todos aquellos que “se proponen la ruptura con el régimen del 78 para conseguir la mayor unidad popular posible”. En este momento cabe preguntar a los pensadores o repensadores del PCE/IU ¿en qué momento han olvidado la relación de fuerzas? Primero, respecto a la sociedad en sí que parece no está muy dispuesta a hacer caer el régimen del 78. Por mucha imaginación que le echen y mucho voluntarismo ni está, ni se le espera. Las masas actualmente están más preocupadas de cuestiones materiales no de disputas que al final llevan al gatopardismo. Segundo, respecto a Podemos ¿han valorado la relación de fuerzas? No es lo mismo entrar a formar parte de un nuevo proyecto en igualdad de condiciones que de forma subordinada, que es lo que aceptarán en Podemos, no se engañen. En Podemos quieren las sedes de IU/PCE si hay alguien dentro y acatan lo que mantiene su dirección perfecto, sino no interesa. La unidad popular no es una confluencia desde la base sino “una política de unidad entre formaciones políticas, gestionada por sus direcciones respectivas” (LQNPD p. 53). Lo mismo que le pasó al PCF con el PSF y que tanto irritó a ciertos intelectuales como Althusser o Étienne Balibar. Lo mismo que viene sucediendo en la actualidad pero de forma donde les aseguren cargos a los que ya tienen cargos. De ahí que aplique la máxima de Lenin: “Es más grave no reconocer un error que haberlo cometido”. Garzón y Santiago siguen en el error.

No se crean que todo es organización, que casi sí, sino que abren las puertas para que “quepan todos los actores que se reclamen de izquierdas y suscriban un programa de garantía de los derechos de los trabajadores frente a las políticas neoliberales”. Hasta el PSOE firmaría ese programa tan mínimo. Realmente no se quedan en eso sino que van más allá: “Para forzar la ruptura democrática y abrir un proceso constituyente, se necesita la más amplia convergencia social, política y cultural que tenga una clara y unitaria referencia institucional basada en alianzas estables y organizadas democráticamente”. Y hasta el día de hoy, con esa propuesta, han llegado todos en comandita hasta… ¡el 12%! Igual, sólo igual, no es ese el camino que la clase trabajadora desea en este momento, en este contexto de la lucha de clases en todos los niveles. Un proceso constituyente ¿para qué? Como decía Althusser “desear la victoria de la izquierda sin querer darse los medios necesarios para ello es una ecuación irresoluble” (LQNPD p. 44). Y el medio, como ya se ha podido comprobar, no es lo que han venido haciendo ni en IU, ni en Podemos, ni en el PCE, que más bien han estado enfrascados en los “fenómenos que aparecen en los márgenes de las relaciones de clase” (LQNPD p. 48). Las cosas de la diversidad vamos. Aquí se produce el milagro de las transubstanciación nuevamente la voluntad del pueblo acaba transformándose en la voluntad de la dirección del movimiento que acaba siendo su único intérprete (LQNPD p. 64).

Decía el viejo filósofo que a “un partido se le juzga, en primer lugar, por su capacidad de estar atento a las necesidades e iniciativas de las masas populares” (LQNPD p. 88) pues en la tradición de la teoría marxista “ni la unidad del Partido, ni el propio Partido constituyen un fin en sí mismo. El Partido es la organización provisional de la lucha de la clase obrera” (LQNPD p. 72). Lo demás es abandonarse a la espontaneidad y al populismo y perder de vista el combate diario, que no son sino las diferentes prácticas de lucha de la clase trabajadora (LVN p. 220). En términos generales se puede decir que desbordar IU supone contar con IU como facción dentro de Podemos para así optar a los diversos cargos. Nada de una unidad popular, sino hacer de agentes subalternos de la actual cúpula de Podemos en una clara rendición de los postulados marxistas que dicen defender. En todo el texto de la confluencia ni un análisis del contexto real, nada. Todo idealismo para llevarse unas sedes mantenidas y sufragadas con años de lucha y sangre a otra organización. Porque ni los militantes les valen en realidad. Están haciendo una campaña de incorporación a IU para poder mostrar ante el gran jefe Iglesias Turrión una cantidad de militantes y convencerle de que les trate bien. Luego, como si se borran todos. De hecho, con la gran mayoría de los pocos que quedan deseando están que abandonen.

En el modelo populista-del pluralismo mágico de los pueblos -algo que atenta contra el internacionalismo proletario del marxismo, como recuerda Althusser (LVN p. 221) y cualquier que haya leído algo más que las encíclicas papales- realmente tener bases no interesa, son molestas, les da por pensar, incluso por analizar las contradicciones de las distintas luchas y acaban comprendiendo mejor la complejidad del sistema que las propias clases dirigentes. Han idealizado una lucha que no tiene apoyo sin los instrumentos necesarios para combatir y luchar. Piensan que con los medios de comunicación es suficiente sin percatarse que no dejan de ser aparatos ideológicos de la clase dominante y que cerrarán el grifo en cuanto dejen de ser útiles a la reproducción de la ideología dominante. Así están las cosas y un autor que lleva décadas fallecido les acaba pintando la cara.

Post Scriptum. Las abreviaturas corresponden a los siguientes libros que Louis Althusser dedicó al tema concreto del partido político.

Lo que no puede durar en el Partido Comunista Francés, Siglo XXI.

Las vacas negras, Akal.

Hundimiento de Casado y techo de Sánchez en las encuestas

Durante el pasado fin de semana y el comienzo de esta misma semana diversos medios de comunicación han presentado sus encuestas mensuales. A la espera de lo que diga el CIS con sus datos en bruto, sin filtrar, y que cada vez menos personas creen hay dos tendencias claras: una, la bajada constante de los apoyos al PP y el techo al que parece haber llegado el PSOE. Mientras un partido baja, el otro no alcanza a superar el ±28%. Hay que introducir una contextualización clara, son encuestas realizadas para medios de la derecha por lo que no cabe trastrocamiento ideológico alguno. Así viene pensando la población y así se ve reflejado.

En el caso del PP de Pablo Casado el declive comienza a mostrarse. Tras una subida, provocada por toda la campaña que hubo durante el confinamiento pandémico, sus alagaras contra un supuesto camino hacia un sistema totalitario y las mentiras continuamente publicadas, permitió a los peperos aumentar la expectativas de voto. Falsa ilusión cuando la realidad era bien distinta. La contingencia del momento pudo hacerles ver que estaban caminando por el camino correcto pero, elecciones gallegas y vascas mediante, la realidad social, como el río, acaba tomando su cauce de nuevo. Por muchos muretes que se quieran poner el agua siempre vuelve a su curso y acaba arrastrando todo lo que se pone por delante. Ensoberbecido por esas encuestas, Casado se lanzó a una campaña de mentiras, de abruptos mensajes, de bronca sin sentido y de negación de la renovación del CGPJ. Esto, unido a los nuevos casos sangrantes de corrupción de su partido y la mala gestión de, principalmente, la Comunidad de Madrid, han provocado la caída en las encuestas.

Advertía ayer el inteligente politólogo de la derecha Jorge Vilches que el PP no podía moderarse, no podía dejar sus principios arrumbados, no podía ser “ni chicha, ni limoná”, en este contexto actual. No sólo por los supuestos tejemanejes del gobierno “socialcomunista” (retórica propia de la derecha) sino por las presiones de la extrema derecha cavernícola o el populismo del sistema. Algo cierto hay en ello, no perder los posicionamientos ideológicos del partido, pero le faltaba añadir que con esos mimbres poco más se puede hacer. Saben, son conscientes los que piensan en el PP, que hoy en día hay una lucha de clases en la teoría y tienen miedo a perderla. No es que la esté protagonizando la izquierda organizada en realidad, pero sí intelectuales en medios de comunicación minoritarios (pero con muchas visitas), redes sociales y activismo en las calles. Saben que la lucha en la teoría la tienen medio ganada porque nadie pone en cuestión el sistema en sí, pero la batalla del día a día está por disputar pues la realidad pandémica ha hecho abrir los ojos a muchas personas. Súmenle a todo esto que lo que pierde el PP acaba en manos de la extrema derecha y eso impide que se vuelva a la “casa común de la derecha”.

El techo electoral de Sánchez.

En el otro lado del bipartidismo se sitúa Pedro Sánchez y el PSOE que ha edificado a imagen y semejanza. Un Sánchez que sigue estancado en el ±28% del voto estimado y real y se muestra incapaz de romper ese techo. Ni recoge voto de personas desafectas a Podemos, ni de desafectos de IU, ni de los supuestos votantes moderados que habrían optado por Ciudadanos en otras elecciones. Trasvases puntuales existen entre todas las formaciones pero el PSOE no consigue pasar del límite que le permitiría vislumbrar un gobierno en solitario con alianzas puntuales, algo que siempre ha sido lo deseado por el presidente del gobierno. El PSOE está apoyado por los fieles de años y poco más.

La errática estrategia del camarlengo monclovita, Iván Redondo, de estar apelando continuamente a los sentimientos, a lo irracional, a la emotividad como un populista cualquiera no a sus frutos. El sentimentalismo electoralista vale para momentos puntuales no para llevar cuatro años con él. Mucho juego simbólico, mucha declaración de intenciones pero a un partido de gobierno se le pide, se le exige, que gobierne, que lo haga bien y que en esa gestión aplique los principios que dice defender. Estar todo el día con “somos la izquierda”, “que viene la ultraderecha”, “los malos son los otros” y demás clichés que viene usando Redondo no funciona. A la vista están las encuestas y nada hace por cambiar, entre otras cuestiones porque, por mucho autobombo que se dé, no sabe lo que es el PSOE y lo que representa en el inconsciente colectivo de España.

Al contrario que el PP no es un problema de personas, aunque todo es mejorable a nivel partido especialmente, ni un problema ideológico, sino un error de comunicación tras otro que no le sirve para captar por su izquierda o por su derecha. Se ha estancado y el problema es si sabe salir de ahí o viven en la comodidad del gobierno y los cargos adyacentes. Pueden argumentar que la prensa es muy dura y está en batalla constante, a lo que se puede responder ¿y cuándo ha sido diferente respecto al PSOE? A Felipe González, a Joaquín Almunia, a José Luis Rodríguez, a Alfredo Pérez Rubalcaba, a Sánchez I o a Sánchez II les han dado estopa todos los días, nada nuevo bajo el sol de la prensa española. Lo que no se puede estar es en la constante contradicción entre las palabras y la praxis. Además de abandonar toda práctica del propio partido que respalda al gobierno. Hoy el PSOE no existe y por ahí vienen muchos de los males que provocan no subir en las encuestas.

Ambos partidos tienen suerte que a sus lados no hay rivales de verdad, al menos por la derecha de momento. Unidas Podemos no pasará del 12% si no es que baja un poco más por el desgaste del gobierno, más cuando haya cambio y algunos de los rostros actuales pasen a mejor vida. Vox podría ocupar el puesto del PP siempre y cuando hubiese una debacle/batalla interna de/en los peperos y Ciudadanos captase a cierto elector moderado. Si Casado insiste en agitar el nogal de iniquidad, de la estulticia, de la traición, del irracionalismo, las nueces se las comerán otros. Justamente aquellos que viven felices bajo contexto de agitación. Tener principios y defenderlos con toda la radicalidad posible no es incompatible con tener visión de Estado, algo que hoy en día escasea por la calle Génova.

Esta suerte de no contar con partidos ampliamente implantados en el territorio español, de tener a extremistas a los lados y un partido moderado que no se sabe si va o viene lleno de contradicciones es lo que ha salvado a los dos grandes partidos del bipartidismo… pero nada, ni nadie puede estar seguro de que las tornas no cambiarán. El PSOE necesita hacerse con un nutrido apoyo de los abstencionistas de izquierdas –ni Redondo, ni Ábalos, ni Cerdán saben cómo hacerlo pues lo han demostrado hasta el momento- y de personas más moderadas, y el PP necesita reencontrarse –igual echando a Casado ganaban mucho- ideológicamente y tener el valor de enfrentarse a la ultraderecha. Ahí va a estar el quid de las próximas elecciones que pueden ser en cualquier momento porque el gobierno está hilvanado, no cosido, y hay ganas de intentar mejorar. Desde luego nunca será antes de que pase la pandemia –ni Redondo se atrevería a ello porque es de suponer que tiene la inteligencia de saber que sería la muerte de su jefe-, pero en cuanto se haya controlado podría suceder. Por el camino el PP cae en las encuestas –y no parece que sacar a las momias de Aznar y Aguirre sea la mejor táctica- y el PSOE está estancado completamente.

Gil Marín es el único culpable, no consuman otras cosas

Comenzaba la mañana de ayer con esa risa nerviosa que acontece antes de que ocurra algo. Los aficionados del Atlético de Madrid estaban intranquilos ante el último día de fichajes. Unos pensando en si se iban Herrera, Vitolo o Lemar; otros tratando de hacer el rompecabezas del encuadre para la llegada de Torreira, quien había pasado el reconocimiento médico el fin de semana con autorización del Arsenal. Los más veteranos esperando la famosa “heitingada” del dúo dirigente porque flotaba en el ambiente que un verano sin traspasos era bien raro. En el histórico Vicente Caderón solía ser comidilla de los aficionados contar la leyenda sobre la comisión que iba a la buchaca de la familia Gil con cada traspaso. Unos días era para la señora Marín, otros para la sociedad de los hermanos Gil Marín. También se contaban lo de los pagos en pisos a través de Gilmar… Leyendas urbanas al fin y al cabo pero que vuelven a aparecer en los tiempos de fichajes y ventas.

Lo que ya era risa floja al ver que Miguel Ángel Gil iba a llevar al Atlético a un nuevo ridículo mundial al no poder inscribir a Torreira ya que ninguno de los jugadores que querían echar del equipo aceptaba salir, pasó a ser un sudor frío cuando Charles Watts confirmaba desde Gran Bretaña que el Arsenal pagaría la cláusula de 50 millones de euros del centrocampista Thomas. Un jugador al que han querido renovar a precio de saldo y que el equipo gunner va aquilatar de millones (hasta 14 millones al año, no se sabe si limpios o con impuestos). No será porque aficionados y cuerpo técnico no hayan avisado que el cantero, en estos momentos, es fundamental. Pero ya es conocido cómo se funciona en el palco del Metropolitano, no hay cláusula sino Precios de Venta al Público y cualquier día podía llegar alguien y pagar ese precio. Ha pasado con todos los jugadores que últimamente han abandonado el club siendo titulares o casi (Griezmann, Lucas, Rodri…).

El problema no es que un equipo pague una cláusula sino que no haya nada previsto cuando todas las señales indican que se sabía de sobra que podría suceder. El entrenador Cholo Simeone, que está con los jugadores todos los días, ya se barruntó que algo podría pasar en la rueda de prensa post-partido cuando advirtió que esperaba que no sucediera nada malo respecto a los fichajes. Y si el entrenador se lo olía, los dirigentes lo tenían que saber, más cuando se ha estado negociando con el mismo club la cesión de un jugador e, incluso, que otro rojiblanco tomase el camino a Londres. Seguramente, puestos a imaginar, Simeone advirtió a los propietarios (aunque no pusieran una peseta para serlo) y estos le dijeron que era imposible, que nadie iba a pagar los 50 millones. Es más, Enrique Cerezo, palillo en boca y brandy en la mano, se expresaría en términos similares a: “¡Ca Hombre! Ya les hemos dicho que cláusula o nada y están tiesos”. Pues buscando en la hucha los ingleses han encontrado esa moneda, como cuando de chavales se encontraba la que hacía falta para los cromos, que faltaba para pagar la cláusula.

O realmente lo sabían en los despachos del Metropolitano y era algo acordado mientras se cerraba la cesión del uruguayo Torreira esperando cerrar otras operaciones para fichar a algún jugador de la cuerda de Mendes –paso obligatorio para todo director deportivo que esté en el Atlético de Gil y Cerezo-, o alguna cesión rara de las que tienen acostumbrada a la parroquia atlética. Al fracasar la colocación de diversos jugadores todo el castillo de naipes sobre el que está construida la gestión de Gil y Cerezo se acabó cayendo y provocando la heitingada del año. Antes solían salir jugadores que no contaban y habían fracasado claramente, con lo de Thomas la tropelía del dúo de la usurpación alcanza la cumbre de las fechorías futbolísticas –a la altura del rivaldazo-. Ahora los amanuenses al dictado del palco ya están culpando al jugador –nada nuevo, con Carrasco hasta escribieron que se llevaba fatal con Simeone-, al entrenador –que si no estaba contento con el trato, que si no le iba a poner de titular-, al Arsenal –que si traicionó la palabra dada-, pero jamás dirán que la culpa está en el lugar donde están los males del equipo desde hace 33 años.

¿Significa esto librar de cierta culpa al jugador? Podría haber sido más claro, si es que no la ha sido tal y como se puede suponer, pero si usted en su trabajo está ganando 2.500 euros y ve como otros compañeros están levantándose 6.000 euros por no cumplir, por escaquearse, por pedir bajas por enfermedad constantemente y encima le alaban. Y en estas llega otra empresa que le ofrece 7.000 euros limpios por hacer lo que hacía y además le van a reconocer, aunque sea medianamente sus méritos, seguramente tardaría menos que Thomas en salir escopetado. Y eso no es culpa de usted, sino de sus jefes que no han sabido valorar su labor debidamente en comparación con otros compañeros que aportan menos al equipo. En el caso del Atlético eso es lo que ha hecho Gil Marín con el jugador africano. Ahora vienen las supuestas prisas, los miedos y el alto consumo de bebidas espirituosas y canapés de los amanuenses para desviar la atención. Que no se llega a la lista Forbes de los más ricos de España nutriendo de buenos jugadores al equipo.

Tras el juego de trilerismo del fichaje de Suárez, no a cambio de Costa como se presuponía sino de Morata, el equipo vuelve a estar cogido con alfileres. Lo que viene siendo habitual desde que comenzó a obrar milagros el Cholo Simeone. Jugador que despunta, jugador que acaba saliendo por el PVP establecido por Gil y Cerezo. A cambio acaban trayendo jugadores decadentes, rodillas raras, futuribles y algo medianamente bueno para ilusionar a los más jóvenes rojiblancos. Pero quienes llevan aguantando 33 años de gilismo saben perfectamente que, más allá del negocio que es el fútbol en general, el otro negocio está en el palco. El jeque mochilo sabe lo que se hace mientras inexplicablemente aumenta la deuda de la SAD pese a que se vende hasta el alma y el escudo para pagarla. Algunas personas culparán a Andrea Berta, que algunas ha pifiado, pero hay que decir claramente que tiene las manos atadas desde el palco que acaba “dirigiendo” las opciones de fichajes, de mercados y de gastos. Sólo cuando llegue algún empresario con ganas –no un Peter Lim de la vida, para que se entienda- el Atlético de Madrid será un equipo serio. Mientras a vivir en el milagro permanente de Simeone, con sus errores y sus aciertos, mientras otros juegan al FIFA Manager y hacen caso a los mandangas del “fúrgol internasional” que ven estrellas en verdaderas medianías. La culpa de toda esta vergüenza: Gil Marín.

¿Existe la crítica literaria en España?

Después de un fin de semana cualquier buen aficionado a los libros –del estilo que más prefieran- habrá podido leer en los distintos diarios los culturales. En ellos habrá encontrado literatura, poesía, ensayo, nuevas traducciones, entrevistas con autores, etcétera, pero ¿habrá encontrado crítica literaria? ¿Sabrá qué libro comprar o cuál desechar en base a un análisis somero del texto que se presenta? ¿Tendrá ánimos con este o aquel libro a causa de la buena impresión que le pueda haber causado? ¿Hasta qué punto las editoriales, especialmente los dos grandes grupos, condicionan lo que se publica y las entrevistas que se “deben” realizar?

Hace algún tiempo el editor Pere Sureda, de Navona, habló sobre la inexistencia de una verdadera crítica literaria. Si leen, da igual Zenda Libros o los culturales diversos, lo que se expresa en esas página encontraran mucha exposición de lo que el libro es, sin más. Eso cuando no se hace directamente un corta y pega de lo que haya enviado la editorial en el correo electrónico o, los más afortunados, el libro en papel. En muchos casos es completamente incuestionable que no se han leído los libros, como mucho una visión en diagonal para saber sobre qué trata, más un vistazo a la Wikipedia para intentar contextualizar al autor o autora, y a publicar. Si se percatan todos los artículos son loas sobre el texto, al fin y al cabo se deben vender los libros, y poco análisis y crítica. Existen excepciones, extrañas, en las que el articulista intenta ir un poco más allá pero se sigue en la loa de la obra. Esperar encontrar a un Gilbert Keith Chesterton despellejando una obra de George Bernard Shaw con ironía y calidad es utópico. Manda el dinero.

Algún despelleje se ha visto en las letras españolas aunque más bien producto de la enemistad entre autores que por cuestiones literarias. El miedo a decir este libro no es recomendable, con buenas formas, parece un tabú en los culturales. Se puede decir “la intrascendencia de los personajes”, “la falta de ritmo de la historia que se narra” o “la presuntuosidad del autor” como mecanismos de esa no recomendación. O directamente, no compren el libro porque es malo, tedioso y quien lo ha escrito no merece una segunda oportunidad. Sin duda en la crítica hay un sesgo subjetivo, pero es que en la actualidad parece que todos los libros son maravillosos y no, no todos lo son. Varios casos como ejemplo. El “supuesto” ensayo La España vacía de Sergio del Molino es un bodrio que llegó a lo alto en las listas de ventas por ese elogio entre compañeros y la fuerza de ciertos grupos empresariales. El último libro de Bernard-Henri Levy sobre la pandemia (Este virus que nos vuelve locos), autor al que han entrevistado en todos los medios, es peor que una redacción de chavales de 14 años para la asignatura de literatura. Falto de profundidad y con todo el ego que puede acumular en páginas y páginas Levy –que es bastante-. Tampoco es que el libro sobre la pandemia de Slavoj Zizek sea mucho mejor (Pandemia), pero al menos no le han dado tanto bombo. ¿Han leído algo así en los medios culturales? No.

El problema es que si se hace verdadera crítica –para elogiar o para censurar- las invitaciones a eventos cesan; la publicidad no se abona y acaba el articulista en la calle; no te publicarán a ti en esa editorial y como la mayoría de “culturetas” tienen aspiraciones a novelistas o lo son pues existe, quieren que no, ese auto-veto crítico. Mejor no decir nada porque te irá mal en esa industria. Y luego están los grupos de amiguetes que se lisonjean constantemente y hacen gala de ello, estableciendo hasta un tipo de mafia de la crítica literaria pues están colocados en los medios más influyentes. Si criticas alguna de sus obras, así sean realmente un peñazo insoportable, el trabajo es seguro que escaseara en tu vida. Aunque la presión de los grandes grupos editoriales –que suelen ser también distribuidores- no se debe dejar de lado. Hay mucho dinero en juego en publicidad. Por tanto, aunque alguien tuviese la tentación de hacer verdadera crítica la estructura literaria se lo impedirá por activa o pasiva. Un ejemplo, esta misma semana han concedido el premio nacional de periodismo cultural (entregado a Sergio Vila-Sanjuán), el cual debería haber sido entregado a las distintas personas que ejercen como relaciones públicas en las editoriales.

Y no piensen que eso sucede con la literatura, especialmente con la novela, porque es parte de todo el entramado. Incluyendo los ensayos –cuando realmente lo son y no acaban colando refritos de artículos de periódico, irreflexiones y demás paja- que se supone es un mundo literario donde caben más críticas o más seriedad analítica. Comenzando que ponen a cualquiera, sin instrumentos personales de análisis –que no tienen por qué tenerlos, cabe advertir-, se sigue la misma lógica editorial. Alabar lo que publican los dos grandes grupos editoriales más algún título que agrade o haya llegado a la redacción. Un ejemplo de hace dos años. Gareth Stedman Jones publicó un ensayo sobre la vida y obra de Karl Marx, aprovechando efemérides de su nacimiento, de casi mil páginas. Publicada por una de las editoriales que se dedican a estos libros y que se sitúa dentro de los grupos que dominan, fue felicitada por personas de todo tipo y condición. Hay que dudar que lo leyesen realmente porque es una obra, como se contó en estas páginas, que hace un gran recorrido por el mundo de las ideas que rodean a Marx pero sin realmente hablar de Marx y sus vicisitudes personales e intelectuales. Aquí se dijo claramente que era “una estafa literaria” ¿publicaron eso los culturales? No. No se atrevieron. Y así con textos y textos alabados y glorificados pero vacuos en realidad.

Al final la crítica, subjetiva sin duda, se produce en blogs de personas lectoras, en los hilos de calificación de las diversas tiendas on-line o en simples mensajes en las distintas redes sociales. Muchas personas bibliófilas acaban utilizando los culturales, cuando los utilizan, para ver las novedades, pero acaban caminando por otros parajes en busca de inspiración para determinar qué libro comprar. Y, no hay que olvidar nunca, a los libreros y las libreras que ejercen con pasión su profesión sabiendo recomendar a cada persona aquello que puede gustarle o puede impactarle. Esas pequeñas librerías que acaban siendo el refugio de los amantes de los libros en busca de la última joya que disfrutar. Esas personas que quitan de la cabeza el último bodrio del autor muy vendido pero poco leído y comprendido para señalar a esa autora japonesa que acabará por enganchar al lector. En España no hay crítica de ningún tipo, existe amiguismo, peloteo o copia y pega, pero poco más. El dinero manda y no la calidad. Pese a ello hay magníficos editores que se la siguen jugando día a día y que suelen anteponer la calidad literaria al nombre de un autor. Entre otras cosas porque igual no les llega el dinero para la compra de derechos, aunque en realidad es porque son tan apasionados de los libros como quienes los compran. Disfruten de los libros siempre aunque no haya crítica que les ayude a definirse en la compra.

Bicho malo nunca muere, gana elecciones

Según cuentan los medios de comunicación de Estados Unidos, que con salvedades tienen la misma fiabilidad que los españoles, que el presidente del imperio está muy malo de salud a causa del coronavirus. Un estado, explican, de máxima gravedad que podría ir a peor (muerte) o a mejor (no muerte) en las próximas cuarentaiocho horas. Siendo quien es el personaje infectado, sabiendo que vive para y por la política espectáculo ¿hay que creer estos datos “alarmantes”? No sería la primera vez que se llevan por delante a un presidente de la república, ni sería tampoco la primera vez que lo que no mata engorda. El bicho malo nunca muere y puede ganar elecciones. Por tanto ¿estamos ante una nueva ficción en la carrera televisiva de Donald Trump o realmente está al borde de la muerte?

Realmente, ante la grave situación que existe en España debería dar un poco igual que se muera o no ese señor. Como, además, tiene puestos aranceles a los productos agrícolas españoles –por ser de mejor calidad y más baratos que los propios- también pueden pensar “¡Que se joda!”. Lo malo es que al ser la cabeza visible del imperio comercial y militar del occidente –del mundo ya no se puede decir eso con tanta alegría-, nos van a vender la telenovela de sus obras y milagros como si importase a las españolas y españoles. El entreguismo al imperio es enorme entre la intelectualidad española y los medios de comunicación, incluyendo algunos a los que les gusta situarse como progres. Alabarán al presidente del imperio si sobrevive, incluyendo capacidades divinas para la supervivencia, y si fallece mostrarán su pesar y algunos hasta pondrán crespones negros. En todo esto la clase política será más lambiscona que nunca.

Puede que esté enfermo y puede que sea un elemento de manipulación para vencer en las próximas elecciones presidenciales. “El hombre que acabó con el virus” y estupideces por el estilo, tan propias de la vida espectáculo estadounidense, coparán las revistas, periódicos, radios y televisiones aupándole a su segundo mandato al frente del imperio occidental. Si fallece, o le fallecen –nunca hay que descartar una buena conspiración-, su vicepresidente del ticket electoral, Mike Pence, tendrá el recorrido hecho. Con llorar a moco tendido durante los debates –si es que se acaban celebrando después del fallecimiento-, con montar el show Trump, ante unos electores cándidos, tendrá la victoria asegurada. Joe Biden, que tampoco es que sea un santo, debería inventarse alguna enfermedad o ataque terrorista ante lo que se le viene encima.

La duda es más que razonable tratándose de un populista y showman como Trump. De todas formas esto, según la mentalidad estadounidense actual, le ayudará pase lo que pase. Curioso es ver cómo las cosas han cambiado en apenas unos años. Cuando Franklin Delano Roosevelt se encontraba ya postrado en su silla de ruedas –en la conferencia de Yalta se le ve sentado junto a Churchill y Stalin para despistar-, se intentaba ocultar la enfermedad de la polio para que su imagen no se viese dañada, más cuando se presentó y ganó por cuarta vez las elecciones en 1944 (en plena II Guerra Mundial). Ahora, bien al contrario, sufrir algún tipo de enfermedad –los atentados siempre han sumado por esa aureola de inmortalidad- o de padecimiento suma más. Ahora se quieren dirigentes que lloren, que enfermen, que sean más humanos que los humanos, que sean estúpidos incluso, siempre y cuando puedan venderse en la política espectáculo. Algo así huele que están haciendo con Trump. Otrora tendría las elecciones perdidas –más si tomase lejía como recomendaba-, hoy en día puede ser su pasaporte a la reelección. Malo para Europa y para España.

En defensa de la izquierda reaccionaria

Ya que la vanguardia del (ponga aquí su movimiento preferido por minoritario que sea) califica a la izquierda “de toda la vida” de izquierda reaccionaria, se tomará este calificativo para hacer una breve defensa de la izquierda que en verdad acaba transformando lo poco que dejan de la estructura sistémica. Las batallas culturales que se libran en cierta parte del sistema, lo ideológico-cultural, en modo alguno acaban cambiado la estructura fundamental. Bien al contrario sirven para dotar a este de nuevos océanos azules a los que extender el fetichismo de la mercancía, o lo que es similar, nuevos lugares donde mercantilizar relaciones sociales identitarias. Batallas de diversos colores, como se verá, que ni raspan la reproducción de las relaciones sistémicas pero acaban subyugando a la clase trabajadora.

Dicen los postmodernos o “hizquierda berdadera” que la izquierda reaccionaria no asume que la vida es compleja. Paradojas del destino es la crítica contraria a la que hacía allá por los años 1960s y 1970s donde a esa izquierda clásica, en virtud del simplismo mecanicista, se le acusaba de teoricista, de compleja, de anticuada –en esto siguen igual-; una izquierda que no admitía que el mundo cambiaba gracias a los cambios en la superestructura. La “revolución cultural” de los maoístas ganó adeptos por todo el mundo sin tener en cuenta que eran maoístas… hasta que llegaron los postestructuralistas, los postmodernos, la izquierda new-age, los nazbols y demás especies que dejan a la socialdemocracia sueca en la extrema izquierda en estos momentos.

La izquierda reaccionaria no entiende la complejidad de la vida social pero tiene claro que hay distintas luchas en diversos espacios de producción (político, social, cultural, ideológico, religioso, económico, etc.) que se pueden o no articular en un sentido transformador. Cuestión bien distinta es que se recurra a cierto maniqueísmo para poder comunicar de manera sencilla a personas que, por las condiciones de vida a las que se ver arrastrada por las relaciones de producción (en general, porque la izquierda reaccionaria sabe que hay distintas áreas de producción simbólicas), tienen la conciencia de su situación social pero no manejan el conocimiento complejo del todo social. Esto es reaccionario mientras que vivir en el mundo de las identidades polimorfas, de la subjetividad completa, del idealismo acientífico y empirista, o del discurso vaciado para que los significantes, sin significado, puedan ser utilizados en aras de la demagogia de la política espectáculo, es progre. Antes que hablar de las condiciones de vida de la mayoría de las personas, es mejor hablar de series de televisión de plataformas de pago que no hacen sino ideologizar constantemente a las masas… Bueno a aquellas masas que tienen acceso a esas plataformas (objetos de deseo o de distinción en la actualidad).

A eso súmenle el progreso tecnológico, eco-friendly eso sí, que ha acabado por aceptar que una persona debe tener un teléfono incorporado durante la práctica totalidad del día. Un control que ni un régimen soviético –al menos como lo vende la izquierda posmoderna y la carcunda- al que se obliga socialmente. Una administración pública que obliga a los administrados a estar conectados digitalmente (con la firma digital, por ejemplo, para numerosos trámites que no se pueden realizar de otra forma) sin tener en cuenta la capacidad económica de la persona para tener un móvil, un portátil, una conexión digital en condiciones, etcétera. Se asume, ideológicamente, que los administrados deben tener todo eso mientras se olvida que no existe obligación de tenerlo. Esto es aplaudido por la izquierda postmoderna como signo de progreso. Y qué decir de los coches eléctricos, los monopatines eléctricos, las bicicletas eléctrica y demás medios eco-friendly que no son más que producto del deseo de una pequeña burguesía ¿ecosocialista? Pongamos que ustedes se compran un coche eléctrico. Además de pagar bastantes miles de euros más que el mismo modelo en gasolina ¿dónde lo van a enchufar? Se presupone que las personas tienen casas con garaje privado donde colocar el aparato de recarga… ¿quién tiene esas casas?

La izquierda reaccionaria no abjura del ecologismo pero no pretende que le cuelen por la puerta de atrás los deseos pequeño-burgueses de cuatro o cinco iluminados. Es más, de un exceso de productivismo en el siglo XX, buena parte de la izquierda reaccionaria ha virado hacia una producción, desde luego más local, y menos excesiva. Una producción adecuada a las necesidades reales de las personas, lo primero. A la izquierda postmoderna, empero, les encantan todos los cachivaches y cuanto más modernos –de ciertas marcas además- y más diferenciales mejor. Porque la identidad se construye con aparatejos, plataformas digitales y batucadas –que será por conservar algo medio tribal- y no con práctica política y social. Así se construyen los distintos sujetos del deseo, de la esquizofrenia capitalista y del esencialismo. Porque ahora los postmodernos generan sujetos ¿revolucionarios? allá por donde pasan. Si se encuentran a una persona negra ya la estarán haciendo sujeto revolucionario por racializada, colonizada y genérica. Por clase social no. Esa persona al final acaba diciendo “suélteme el brazo señora” y votando a la derecha. Y todo porque los postmodernos no entendieron aquello de que el discurso genera el sujeto.

Los postmodernos hablan y hablan y hablan y hablan para construir sujetos allá por donde pasan o residen. Creen que la mera enunciación ya crea el ser… La izquierda reaccionaria no, sabe perfectamente que son las prácticas, las luchas las que permiten que el discurso acabe conformando el sujeto. El acontecimiento acaba generando el sujeto de transformación (dice por ejemplo Alain Badiou) y los postmodernos buscan acontecimientos por todos lados. Si les escuchan y leen atentamente verán que todo es histórico, algo nuevo, algo sorprendente y a los cinco minutos, si es que existía, acaban por destruir la lucha o colonizando la práctica que podría generar ese sujeto. Son únicos y únicas para destruir prácticas transformadoras… Sin práctica o lucha no hay discurso que pueda articular un sujeto de transformación por eso la izquierda reaccionaria siempre reclama no sólo a la clase trabajadora sino su lucha. Que exista autonomía relativa en las distintas áreas del sistema no quiere decir que teoría y praxis sean separadas. La teoría siempre está junto a la lucha, de hecho en muchas ocasiones detrás de la lucha. Esto es reaccionario frente al esencialismo de lo superestructural y el individualismo metodológico de la postmodernidad.

Y como no pueden dejar de colonizar luchas que generan sujetos de transformación ahora califican a las feministas de reaccionarias también. Y todo porque defienden el sujeto mujer como impermeable frente a las diversas majaderías del psicoanálisis lacaniano que tienen como teoría postmoderna. Mujeres que, desde su lucha y práctica cotidiana, han ido construyendo una teoría de la liberación de la opresión ahora son calificadas de reaccionarias por personas que estaban sentadas en su casa y han decidido que su teoría forjada en el mundo de las ideas –por no decir las pajas mentales- es mejor para la lucha feminista. Si se fijan para argumentar los postmodernos, además de elocuciones complejas, acaban referenciando todo en butleriano, foucaultiano, derriniano, laclauniano, mouffiano… Todo el posestructuralismo de lo superestructural es recitado para atacar a los reaccionarios… sin percatarse que todos esos autores y autoras comenzaron a escribir esos posicionamientos ideológicos justo cuando caminaban hacia la derecha ideológica. Ahora los traidores a la izquierda son considerados epígonos de la revolución…

Y claro, hablando de identidades, los postmodernos abrazan con fe ferviente las identidades nacionales. Cualquier región o pueblo que tenga alguna característica específica (cultural, lingüística…) es potencialmente una nación. Paradójicamente no existe nación sin nacionalistas, esto es, sin práctica nacionalista -¿por qué piensan que aumentaron los nacionalistas en Cataluña y ahora temen que bajen al detenerse la práctica?-. Pues los postmodernos ven en cualquier reivindicación, algunas incluso de clase, como práctica nacionalistas. El mejor ejemplo es lo que pretenden algunas mentes en Andalucía. Ver en unas relaciones de producción y de reproducción del sistema capitalista español, esto es, que Andalucía sea un “lugar barato”, un indicio de explotación identitaria, un mecanismo de racismo cultural… Y luego que si los reaccionarios están en la izquierda tradicional. Cuando lo que había de reaccionario en la izquierda, su conexión con el nacionalismo –no con el sentimiento patriótico o lugareño-, está siendo eliminada (se habla de pueblos oprimidos mucho más que naciones oprimidas), ahora llegan los postmodernos y se hacen internacionalismos del nacionalismo burgués. En general se hacen de todo lo burgués, bien es cierto, pero también en aquello que supone la completa disolución de los vínculos de clase que permiten la única lucha que ha conseguido mejorar la vida de las personas bajo el capitalismo. Por todo ello no cabe más que defender a la izquierda reaccionaria (reformista o revolucionaria) ya que, al menos, tiene los pies en el suelo. La verdadera izquierda polimorfa y polisentimental leyó a Gramsci y no lo entendió. Leyó a Marx y se quedó en la tercera página –utilizan un listado de citas para todo del alemán-. Pero a Laclau, Zizek, Mouffe, Butler, Derrida, Byung Chul-Han y demás postmodernos se los han leído a todos. Así tienen esas cabezas. Normal que Carlos Fernández Lliria los asimile a los maos chiflados de los años 1960s y 1970s, esos que tomaron las calles de París para acabar postulándose como filósofos de la derecha. Al menos aquellos lograron la liberación sexual, hoy estamos ante la represión sexual de la venta de bebés, de la obligación de acostarse con mujeres con pene… Igual, sólo igual, parecen más reaccionarios todos estos, con el añadido que son fieles perros de compañía del capitalismo. Porque al final, aunque sea en última instancia, lo mollar está en la estructura del sistema. Justo esa parte que jamás citan, ni quieren tocar. Es más, la izquierda postmoderna hasta compite con la derecha para ver quién es mejor gestor del sistema. Ahora hasta mandan a la policía a cargar contra la clase trabajadora. Casi mejor ser reaccionario o reaccionaria ¿o no?

¿Por qué tenemos que seguir aguantando a Rivera?

No ha sido presidente del Gobierno. No ha sido presidente de comunidad autónoma alguna. No ha sido alcalde de ciudad con algo de importancia. No ha sido ministro destacado. No ha sido, ni es, una persona que destaque por sus labores intelectuales o artísticas. No ha sido, por no ser, ni el principal jefe de la oposición en España. Entonces ¿por qué los españoles tienen que seguir aguantando a Albert Rivera en los medios de comunicación? ¿No le parece bastante suplicio a los responsables de los distintos medios haberlo tenido día sí, día también durante casi cuatro años? La venta de un libro no es suficiente para tener al pueblo a semejante suplicio. Muchas personas, con buen verso y buena pluma, publican libros semanalmente y no acuden a los platós televisivos, ni les conceden artículos destacados en la prensa (a veces ni en la parte cultural)… ¿Por qué con este tipo sí?

Si se hace una valoración racional Rivera debería haber sido denostado por los medios de comunicación, especialmente los cavernarios. Dijo que él tenía la suerte de poder volver a un trabajo cuando dejase –se le olvidó pensar que de mala forma- la política. No volvió a su trabajo de chupatintas vendedor de preferenciales en Caixabank sino que utilizó una puerta giratoria para irse a un destacado despacho de abogados donde, como se puede suponer, le han contratado no por su inteligencia, ni por sus conocimientos, sino por su popularidad y contactos. Cabe recordar que Rivera fue durante un tiempo el niño mimado de la clase dominante, del capital financiero, del capital energético, de las fracciones más potentes de quienes mandan de verdad. Hasta le llevaron a una reunión del Club Bilderberg –de la que cuentan que se quedaron pasmados los poderosos ante tal incompetente-. Puerta giratoria para quien si se subiese a su ego y se cayese se mataría con total seguridad.

Tampoco han valorado que, tal vez, la situación en España, a nivel institucional, sería muy diferente si no se hubiese puesto a poner vetos al PSOE de Pedro Sánchez, si no hubiese pensado que él valía más que el resto de partidos y candidatos de la derecha, si no hubiese creído que España se arrojaría en sus brazos y le llevaría hasta la Moncloa para que dirigiese al país hacia el destino inmanente que le corresponde –como piensan todos los de derechas hasta que recuerdan que hay que posibilitar la acumulación de cuatro o cinco empresarios menesterosos-, si no hubiese sido tan prepotente y engreído, hoy podría ser vicepresidente primero del Gobierno. ¿Creen que Sánchez, por mucho que las supuestas bases del PSOE gritasen aquello de “con Rivera no” –las bases del PSOE estaban en los colegios electorales contabilizando votos-, no hubiese aceptado un gobierno de coalición de 180 diputados? Quien piense que no lo habría aceptado es que no recuerda que Podemos no le dejaba dormir y hoy está formando gobierno en comandita. Pero Rivera se negó en redondo y hoy institucionalmente –la renovación del CGPJ, la actuación contra la pandemia, etc.- España está peor porque no existe una mayoría sólida en el parlamento.

En aquellos tiempos demostró que esa España, esa nación que no se le caía de la boca, le importaba poco o nada. Nacionalista sí, hasta que el ego y el mal cálculo electoral le podían. Los medios de cualquier país del entorno europeo jamás permitirían a un tipejo así aparecer en los medios de comunicación después de la que ha hecho. Con la excepción de que sea un intelectual, un artista o un empresario de éxito. Ninguna de esas tres cosas ha sido o es Rivera. Y según cuentan, además, se permite mentir en el libro que es causa de la gira actual por todos los medios. Lo de las mentiras no es nuevo porque toda su carrera política a nivel estatal se cimentó en la mentira, en el populismo del sistema, en la levedad del ser. No sólo no quiso dotar de estabilidad a España sino que se dedicó a alimentar al fascismo político. Todas sus bravatas de acudir a buscar que le pegasen, le tirasen una piedra y a llamar al alzamiento nacional fueron el perfecto fermento para la llegada de los fascistas a la política española. Una llegada a la que no puso reparo alguno sino que tardó menos de tres segundos en aliarse con ellos en gobiernos menores. También es cierto que Rivera siempre tuvo un tufo joseantoniano que se podía oler a distancia.

Antes de hundirse en las elecciones ya le habían buscado sustituta (aquí se contó en primicia) y en cuanto obvió el llamamiento de la clase dominante su suerte estaba echada. Desde luego no le iban a dejar tirado después de haber sido el pelele de la patronal pero esto de que vuelvan a sacarlo en las tertulias y en los papeles es cometer un martirio innecesario con los españoles. El libro no se va a vender porque a nadie le interesa lo que pueda decir Rivera, salvo la cosa del colorín y a quienes les gusta el chismorreo no suelen comprar libros (de políticos al menos). Y si no se vende es culpa de la editorial que ha permitido que lo escribiese, pero ese pecado no es compartido con toda la sociedad (editorial Planeta por si quieren enviar sus quejas a los culpables). Las andanzas de Rivera no ocuparán ni una nota al pie de página de la historia de España, así que se ruega a los medios que no vuelvan a molestar de esta forma. Bastante hay con aguantar a Pablo Casado, Isabel Death Ayuso, Santiago Abascal y algunos otros de la izquierda nacionalista o populista como para soportar el espectro de un verdadero inútil que se pensó que realmente era el elegido por el pueblo sin percatarse que, como sucede en otros ámbitos –especialmente el artístico-, fue un producto de marketing de la sociedad del espectáculo. En su caso sin llegar a ser un one hit wonder, porque ni logró un éxito que destacar.

Illa no ha entendido que con sociópatas no se puede dialogar

Debería estar entrenado de tantos años bregando con gentes del nacionalismo catalán para lo que supone plantear cualquier tipo de diálogo y acuerdo con Isabel Death Ayuso (o sus edecanes). Salvador Illa debe entender que con sociópatas, por no decir psicópatas, no se puede dialogar. Hay que aplicarles un tratamiento para su enfermedad o, en caso de no tener el coraje suficiente, dejarles a su suerte hasta que fenezcan. El diálogo por el diálogo no es un bien social en sí mismo. Carece de todo sentido cuando la otra parte no tiene intención más que de aparentar, de teatralizar la política, de sacar rédito político incluso caminando sobre cadáveres como vienen haciendo en la Comunidad de Madrid. De ahí que cualquier acuerdo que se contraiga con las gentes del PP, personas sin honra como vienen demostrando, sea papel mojado aunque se esté jugando con la vida de personas.

Como con el PP, salvo que esté en el gobierno, no cabe ningún tipo de pacto –salvo aquel al que le hayan obligado sus superiores de la patronal-, Illa y el presidente Pedro Sánchez deberían tener claro cuando menos que o mano dura, o dejar al albur a la Comunidad de Madrid. Las estupideces del camarlengo monclovita de intentar ganar el relato cuando cada día mueren centenares de personas no caben ya. Actuación política dentro de las posibilidades que la legislación permite. Las cuales, por cierto, no son demasiadas salvo recurrir a la excepción. Y recurrir a la excepción (estado de alarma, porque la aplicación del art. 155 de la CE encaja con más dificultad que el otro) supone tomar una decisión. No mañana sino hoy mismo. O se actúa con contundencia en favor de la vida de las personas, o se retira todo apoyo y que el gobierno de la Comunidad de Madrid –donde Ciudadanos tiene tanta culpa como el PP, aunque sea por cagados y cuñados- y se diga con total claridad. “No vamos a prestar ningún apoyo al gobierno madrileño porque ni tienen palabra, ni utilizan los fondos en favor de lo sanitario, ni son mínimamente leales con su propia población” deberían exponer en rueda de prensa. Las estupideces de Teodoro García Egea y Death Ayuso sobre España y Madrid, Madrid y España, el AVE, el Aeropuerto Adolfo Suárez no deben distraer de la toma de decisiones. O respetan los acuerdos, o no habrá más apoyo de ningún tipo.

Esto no es nuevo. Los criados a los pechos corruptos de Esperanza Aguirre llevan años utilizando las grandes frases e incumpliendo todas las normas de diálogo, democráticas y sociales. Desprecio e insultos a la oposición. Criminalización de las respuestas sociales. Dumping fiscal para hacerse con todas las centrales de empresas (cuyas fábricas no se movían) y exigencia de centralización de las dotaciones infraestructurales. Todo debía pasar por y en Madrid, incluso unos Juegos Olímpicos que jamás se celebrarían pero que supusieron miles de millones de gasto. Surgida de ese contexto mental y político, es normal que hoy la inepta presidenta madrileña acuerde ayer una cuestión para hoy abandonarla pues no hay lealtad alguna, sino teatralización y entrega a ciertos poderes económicos. La creación de bantustanes pandémicos mostraba bien a las claras que no hay criterios sanitarios sino económicos detrás de toda la acción del gobierno madrileño. Ante eso el gobierno de España, que ha intentado dialogar y acordar un sinnúmero de ocasiones, debería haber aprendido y no volver a hacerlo.

Illa, por mucho que guste su actitud meliflua, no ha entendido que para enfrentarse a los sapos de la charca de Aguirre y José María Aznar sólo hay un camino, decisión. Por mucho que aparezca en los medios diciendo que las normas hay que cumplirlas, a la dirigencia madrileña eso le trae al pairo. Quieren una intervención para acusar al gobierno de totalitario, para acusarles de antidemócratas, para que toda la prensa cavernícola tenga carnaza diaria y excusas para habar de dictadura bolivariana y confabulación judeo-masónica comunista. Si esperan Illa o el camarlengo monclovita que la prensa les dé la razón, aunque la tuviesen, es que no han entendido nada. La prensa va a apoyar siempre, y cuando se dice siempre es siempre, a los partidos de la derecha hagan lo que hagan. Así se lleven miles de millones de euros en los bolsillos a sus casas. Por tanto, si interviene debe saber que le acusarán de todo. Y si no lo hace también e incluso le demandarán por negligencia.

Debe, sabiendo que le van a poner a caer de un burro, ser consciente que ha de tomar una decisión. Y esa decisión que se tome deberá ser firme y sin remilgos. Si se interviene Madrid hay que hacerlo sin ser pusilánime ni gazmoño. Se interviene, se da una rueda de prensa con toda la dureza del mundo y se señalan todas las traiciones de la cúpula dirigente de la Comunidad de Madrid. Con datos, con mensajes, con todo lo que se tenga a mano. Total la prensa cavernícola se lo reprochará haga lo que haga. Y si no se interviene, se explica la decisión y las consecuencias de ello, esencialmente las económicas. Ya que el pérfido Pablo Casado se ha reunido con los embajadores de la UE para señalar el gasto de los fondos europeos por parte del Gobierno, nada mejor que decirle “como no tenemos ninguna seguridad de que lo van a gastar en lo necesario, no verán ni un solo euro”. Se corta el grifo, el flujo de caja y que aguanten lo que puedan.

Cuando los muertos rebosen en las morgues y tanatorios las personas deberán ser conscientes de que todo es culpa de los verdaderos sociópatas que gobiernan Madrid. Que la culpa es de aquellas personas que actúan en base a criterios crematísticos y dispensando a sus zonas de votos (o sus territorios de vida) de las mismas restricciones que los demás. Que los muertos hay que cargárselos a quienes no han querido tomar medidas sanitarias y mienten día tras día en los datos sanitarios para evitar el escándalo. Que todas las personas que no tengan medicinas o asistencia médica sepan que es para que empresarios como el viudo con gafas se forren con hospitales, con servicios de limpieza o telefónicos (que no funcionan) con costes por encima de lo razonable.

Se tome la decisión que se tome, con valentía ya que hay vidas en juego, hay que dejar claro que con sociópatas, con psicópatas del dinero, con esquizofrénicos del capital, no se puede dialogar. No hay diálogo con quien tiene los oídos tapados. No hay diálogo con quien carece de cerebro para asumir el significado del pacto o el acuerdo. No hay diálogo con quien te quiere apuñalar por la espalda. Y el ministro Illa ya ha puesto muchas veces la espalda en juego. Desde ya hay que decidir con todas las consecuencias. Sin pensar en las estupideces del relato cuando hay millones de vidas en juego.