miércoles, 31 diciembre, 2025

España indignada: Casado no ha hecho una sola propuesta decente

Cada día que pasa de reclusión las personas de este país llamado España, que son más inteligentes que su propia clase dirigente, se van percatando de la forma de actuación zafia, mezquina y divisora de la derecha patria. Obviando que esa es la actitud normal de la extrema derecha, pues viven siempre en el fango y gracias a la basura informativa, cualquier persona con dos dedos de frente analiza que la oposición, en concreto su principal partido, es una rémora para el país. Ni una sola propuesta decente y encaminada a dar solución a los distintos escenarios críticos que tiene España frente a sí. Si se piensa que el Gobierno lo está haciendo rematadamente mal, lo lógico, lo racional, lo patriótico sería ofrecer de verdad una alternativa con propuestas asentadas en la realidad de la situación, no los habituales mantras de partido inscrito en la política espectáculo.

La utilización del calificativo decente es oportuna pues alguna propuesta sí han hecho. Una lamentable, sociópata y genocida en los tiempos que corren: proponer el despido gratuito y completamente libre de cortapisas para solucionar la crisis económica. A ello súmenle el mantra perenne en sus bocas de la bajada de impuestos que ha tenido contestación por parte de Emiliano García-Page: “No somos tontos. Sabemos que si se pide el aumento del gasto y el recorte de los ingresos no hay de dónde sacar el dinero”. No ha pensado el manchego que está hablando con una caterva de ignorantes que piensa que el dinero brota de algún lado que desconocen y que está siempre ahí. Teniendo en cuenta que el dinero actualmente no está apoyado en nada físico (como un patrón oro, por ejemplo), que son simples bytes de los Bancos Centrales porque así lo ha provocado la clase dominante internacional, normal que piensen que el dinero mana del cielo o de las rocas y que se pueden bajar los impuestos porque siempre habrá más dinero. Esto también lo piensan algunos economistas de un lado y otro del espectro político… por cierto.

Indignación, por tanto, en la ciudadanía española, la cual queda aterrada ante un partido que no hace más que criticar al gobierno, con razón o sin ella, pero no aporta ni una alternativa real, tangible, oportuna o con visos de probabilidad al desarrollo de la crisis en sus diversos aspectos. Ladraron cual perros financieros cuando se pensaba en aplicar un estado de alarma que parase toda actividad económica no necesaria. Ahora gimen cual perros con los rabos entre las patas porque igual se está abriendo demasiado pronto. Se quejaban de que el Gobierno apoyase a la patronal mediante ERTEs y a los autónomos mediante un subsidio por cese de actividad porque era poco y ahora se vuelve a plantear la vuelta a la normalidad económica poco a poco lamentan que no se dé más dinero a la clase dominante, no vaya a ser que pierdan un ínfima parte de sus portentosas ganancias acumuladas. El caso es protestar y no proponer algo con lo que poder comparar la acción, buena o mala, del Gobierno estatal.

Sí se sabe que Pablo Casado ha aprendido a sumar. Antes se tenían ciertas dudas porque nunca ha quedado claro que sacase sus estudios por sí solo. Sabe sumar pero con dificultades ya que en sus sumas tan sólo tienen cabida los muertos de/por/con coronavirus. Ni las personas que sanan entran en sus cálculos, ni las infectadas, ni ninguna otra suma que pueda poner en aprietos su capacidad de almacenaje mental. Casado tan sólo tiene en su mente los números de muertos, da igual que sean de ETA o de coronavirus, que pueden ser utilizados para arrojar al contrario. Aquellos muertos de residencias entregadas a amigos en comunidades gobernadas por el PP no existen. Aquellos muertos de la hepatitis C tampoco son recordados. Sólo las cifras “arrojables”. De ahí que no falte el día en que no vaya narrando la cantidad de muertos que lleva España y la necesidad de portar todo el mundo el luto. Por cierto, una forma autoritaria de imponer un rasgo cultural que igual no todo el mundo comparte (la corbata negra, por ejemplo). Puede haber personas que el luto no lo quieran mostrar o hacerlo de forma distinta a como él quiere imponer. Más allá de esto también cabe recordarle, pues se duda que tenga esa capacidad de pensar en las cosas, que el luto oficial es lógico establecerlo el día que dejen de fallecer masivamente personas (porque morirán por culpa del COVID-19 bastantes a lo largo de los años), cuando haya desreclusión y se pueda hacer público el duelo de las instituciones del Estado. Arriar las banderas a media asta ahora que nadie lo puede ver, ni puede sentirse identificado con ese símbolo visual, carece de toda lógica. Salvo para los necrófilos de la derecha que piensan que con sólo una bandera se resuelven todos los problemas.

Peor aún que no ofrecer propuestas alternativas, algo propio en una democracia parlamentaria sana (por mucho que la Brunete mediática hable y no pare de ella) y lo que en realidad sirve a la población para valorar si el Gobierno lo hace mal, es enrarecer el ambiente mientras las personas están recluidas. Lanzan miles de mensajes hirientes, bulos y maledicencias en redes sociales o mediante los medios de comunicación cavernarios contra el Gobierno, sabiendo que ni se ha propuesto alternativa, ni que lo que se dice es cierto. Saben, porque se lo han dicho sus asesores no porque ellos lo hayan pensado por sí mismos, que de esta forma personas recluidas cuando salgan a la calle irán desinformadas y cabreadas porque no han podido experimentar por sí mismos lo verídico o no de esos mensajes. Así Teodoro “Aceituno” García-Egea puede hablar libremente de atentado contra la libertad de expresión por parte del Gobierno y de limitación de la libertad política pues sabe que existe una limitación informativa y sensorial-racional. Se quejan de que Pedro Sánchez tiene cerrado el Congreso (y eso que ha acudido varios miércoles a pasar control y aprobar decretos de emergencia), pero oculta que Isabel Díaz Ayuso, por ejemplo, lleva sin pasar control, sin actividad en la Asamblea desde hace un mes y medio. Como las personas están recluidas y sólo buscan la información del Gobierno del Estado, no prestan atención al cierre político que está perpetrando la derecha y, de esta forma, mostrando un desprecio mayúsculo a la democracia.

Se sienten cómodos en el guerracivilismo, en el enfrentamiento entre bandos, en la bronca permanente por esa es su inmanencia, junto a hacer todo lo que pida la clase dominante. No les importa dividir a la sociedad pues son felices en el escombro social. La derecha en España vive del antagonismo porque se saben carentes de capacidad intelectual suficiente para debatir en los distintos planos de la vida. No es que la izquierda, al menos la política, sea un grupo de sabios. No lo es, hay muchas deficiencias, pero no es el páramo intelectual, de mínima cultura, de la derecha española. No pensando en España (que es lo mínimo para ser un político decente) sólo les queda la división. España es un significante vacío para la derecha, el cual utilizan para señalar al enemigo, sin preocuparse de las españolas y los españoles. Por eso no proponen nada. Porque no les importa nada salvo servir a los intereses de la clase dominante. De ahí que sus propuestas sean el despido gratuito y bajar impuestos… a los demás que les den. Normal que hay indignación, por mucho que lo tapen en sus medios de comunicación.

Bulo de la derecha: Redondo intriga contra Sánchez para poner a Robles

Debe ser producto de la reclusión pandémica, porque no se explica la cantidad de bulos que la derecha o la extrema derecha sacan todos los días. Lo grave es cuando esos bulos o las falsificaciones de la realidad surgen de los periódicos habituales, como las barrabasadas diarias de Eduardo Inda y los edecanes de Francisco Rosell, cuando no él mismo, en El Mundo. Esos son peligrosos porque esos medios tienen aún una pátina de autoridad recibida del resto de medios de comunicación que cumplen con la mínima ética periodística. Luego están los bulos de personas, que han sido partícipes del mundo de la política o del periodismo, que alentados por la reclusión buscan un protagonismo personal, cariño humano o colocarse en alguno de los panfletos habituales (OkDiario, por ejemplo) o las televisiones de la carnaza. La caterva mediática es generosa con quienes alientan las posiciones de los mandamases, por muy extrañas que sean sus exposiciones o mentiras.

Ayer Carles Enric, periodista cercano al ámbito de Inda, lanzó uno de esos bulos que corren por las redes sumando “me gustas” y “compartidos” contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Miles de retuits y likes hasta que bloqueó él mismo su propia cuenta en Twitter. ¿Cuál fue la ocurrencia de este tipo que dice tener muchos contactos de su etapa periodística? Nada más y nada menos que una conspiración en palacio, en concreto en el Palacio de la Moncloa, para acabar con Sánchez, con el gobierno socialcomunista y acabar dentro de seis o doce meses en nuevas elecciones generales. En el ínterin habría un Gobierno de concentración, o al menos apoyado por la derecha y una parte del PSOE, con Margarita Robles al mando. El muñidor de tal estrategia de “salvación nacional” sería el Mazarino patrio, Iván Redondo, el asesor personal del presidente del Gobierno y superjefazo de Moncloa. ¿Cómo se han quedado? Es de suponer que muertos de risa o sorprendidos con la inventiva del personaje y la capacidad de tragarse cualquier estupidez de una cantidad enorme de españoles y españolas. Eso si se hace un uso racional de la mente. Si no es el caso igual hasta está dudando de que existe esa posibilidad.

Mensaje de Carles Enric en Twitter

Enric, que estúpido no es y sabe que está mintiendo y le podrían denunciar, lo lanza como posibilidad si hubiese el respaldo de 30 diputados del PSOE, más la suma de PP, Ciudadanos, Vox y el PNV (que nadie sabe qué pinta aquí porque el resto de partidos sumarían 181 diputados). La ministra Robles estaría encantada de ello y no pondría impedimentos a ser ella la presidenta. Todo por salvar la patria ¿de quién?, ¿de qué? Del malvado dúo Sánchez-Iglesias. Redondo ya habría comenzado a contactar con diputadas y diputados del PSOE para lograr ese cambio de posición a la espera de que se muevan los barones de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía (se siente Lambán a usted no le tienen en cuenta). De esta forma Pablo Casado y Santiago Abascal, a los que tachan de mingasfrías, darían el paso último para presentar la moción de censura y deponer a la bravas al gobierno socialcomunista. Ni Sánchez, ni Pablo Iglesias un minuto más en Moncloa porque no dejan de pelearse y de llevar a España a altas cotas de muertes y destrucción vienen a decir en sus mensajes.

Imaginen que fuese realidad que Redondo está conspirando contra su propio jefe pues está enfadado porque le han apartado, ¡albricias!, de la gestión de la desescalada de la reclusión. Imaginen que Robles también quiere, pues no siendo militante del PSOE y conocido su gran ego ve una oportunidad de pasar a la historia de España como la salvadora. Imaginen que es real todo… ¿no ven algunos fallos en toda la trama? Primero si Iván Redondo llama a algún diputado o a algún barón, especialmente al extremeño, lo normal es que le manden donde ustedes imaginan. Y un minuto después llamen al presidente y le cuenten la conspiración. Es más, Redondo cae bastante mal entre las gentes del PSOE salvo los dos o tres arribistas conocidos que sólo buscan los suyo. Los barones incluso se podría decir que le tienen asco. Robles sólo es apreciada por una minoría de palmeros del PSOE y no siendo militante ningún diputado apoyaría su candidatura, máxime si se pretende hacer caer al secretario general del propio partido.

La verdad es que hay que ser muy estúpido y carente de neuronas para tragarse tal bulo que carece de total fundamento respecto al apoyo de cualquier militante, tenga el cargo que tenga, del PSOE contra “su” Gobierno. Incluso, Enric parece no haber usado mucho la materia gris para además escribir “Confirmado Moncloa”. Este ser igual ha escuchado o leído a Inda y demás Brunete mediática que hay movimientos para derrocar al Gobierno o para echar a Pablo Iglesias. Sí que hay esos movimientos… en la oposición y en la prensa de derechas como se viene contando en estas páginas. Incluso en la clase dominante no verían mal, desde hace tiempo, una Gran Coalición PSOE-PP. Pero de ahí a que el camarlengo monclovita se lance a acabar con su jefe junto a Robles y pensar que la militancia de PSOE y Podemos les van a permitir residir en España (ni en Portugal) de los gorrazos que les iban a dar, es elevar la imaginación hasta el nivel de la idiotez supina. Causa gracia, pero lo terrible es que hay muchas personas que creen estas cosas ya que no piensan, actúan cual oveja en rebaño que camina al matadero. También hay ese tipo de seres en la izquierda sí, pero la cantidad de interacciones del mensaje de personas no de izquierdas dan para pensar que el cretinismo está más extendido de lo que se pensaba.

La derecha incita al levantamiento social violento

Desde que comenzó la reclusión pandémica lleva la derecha (que es como dios una y trina: partidos, prensa y capital) intentando acabar con el Gobierno por cualquier vía posible. Legítima, ilegítima e incluso ilegal si hiciese falta. Desde el partido neofascista ya llamaron a un levantamiento militar y la toma de La Moncloa para situar si hiciese falta a Felipe González al frente de un Gobierno de Concentración. Lo normal en mentes atrapadas en el autoritarismo y el doctrinarismo religioso más vil e infecto. Desde el PP, según el día, se pide la dimisión, echar a Podemos y formar un Gobierno de Gran Coalición, o simplemente guillotinar en plaza pública a Pedro Sánchez. Desde la clase dominante se ha dado barra libre a la inventiva de cada aparato para que tomen la estrategia que se desee siempre y cuando suponga un beneficio para las cuentas de resultados y la acumulación capitalista. En la prensa, como han podido comprobar, hay de todo, desde la petición de encarcelamientos masivos (no, a Isabel Díaz Ayuso no le piden cárcel por el genocidio en las residencias de ancianos madrileñas) o los bulos más demoníacos que se les ocurren.

Ahora la moda es provocar un levantamiento violento de la sociedad civil contra el Gobierno. No en este mismo momento porque las personas están recluidas y presas del miedo a contagiarse, pero en cuanto se abra esa posibilidad deberían como buenos españoles acudir en masa y violentamente a manifestarse contra el Gobierno “socialcomunista” y derrocarle. No tienen más obsesión que esa en la derecha. Sibilinamente, por ejemplo, Carlos Herrera hacía una comparación sobre la actitud que supuestamente tomó la izquierda cuando sucedió el caso del ébola. Compara decenas de personas que acudieron a manifestarse contra el sacrificio de un perro, a la necesidad de acudir a las sedes de los partidos para hacer claudicar la democracia. Los sospechosos habituales como Javier Negre o Carlos Cuesta, fascistas aupados por las sectas católicas, piden cárcel, persecución y ajusticiamiento día sí, día también. Lo curioso es que, como en tiempos remotos, vuelven a utilizar la democracia como cortapisa de la instauración de un régimen autoritario donde la izquierda sólo tendría derecho a ser oposición, con suerte.

Todo es parte de una táctica no muy bien diseñada pero que ejecutan en coordinación todos los medios de la derecha (incluido El País). Por una estúpida pregunta del CIS sobre bulos e información veraz han creado, o intentan crear mejor dicho, un estado de opinión sobre un supuesto ataque a la libertad de expresión y de información. O lo que es lo mismo, un ataque contra los medios de esa caverna mediática que, paradójicamente, publica lo que desea (aunque sea mezquino y deleznable), se inventan noticias o hacen uso del autoritarismo ideológico (o se piensa como ellos o se está equivocado y por ello se pierde el derecho a opinar). Lanzan la mentira de que el Gobierno quiere callarles para generar en la opinión recluida y pública la sensación de que se está montando una dictadura bolivariana o comunista. Esto lo habrán leído una y mil veces. Mienten a sabiendas acogiéndose a la libertad de expresión que dicen no existe pero esto les importa poco. Cabría recordar al liberal que más defendió el derecho a la libertad de expresión, léase John Stuart Mill, quien defendía que toda opinión era válida siempre y cuando siguiese un procedimiento racional o procurase la mayor felicidad posible. En contra, si esa opinión o forma de actuar atentase contra la propia persona o el resto de las personas cabría conminarle a rectificar o castigar. Especialmente si eran mentiras sin sustento. Hoy a uno de los padres del liberalismo le metería la derecha en la cárcel (vía ley mordaza seguramente) y le acusarían de comunista.

Les gusta hablar de muertos, enseñarlos a diario y regodearse en las miles de muertes no por una cuestión doliente, sino para calentar los ánimos de las personas que al estar confinadas han perdido contacto con la realidad y sólo se alimentan de las noticias que se les ofrecen y muestran. De esta forma, más el añadido anterior de la acción dictatorial del Gobierno, calientan a las personas que van acumulando rabia. Y esa rabia debe explotar en algún momento. Van soltando bilis en las redes sociales pero desde la derecha se espera y desea que al acabar la reclusión estalle todo en una orgía de violencia contra el Gobierno. Crear caldo de cultivo porque comprueban que la unidad de la izquierda es sólida, cuando menos en sus bases, y que sus dirigentes no están calando entre la población para darle un vuelco democrático. Hay que hacer caer al Gobierno por todas las fórmulas posibles y con la mayor represión posible. Vuelta al guerracivilismo porque lo llevan en la sangre. Son incapaces de pensar una España ideológicamente diversa pero unida en un futuro común. Sólo si esa España es gobernada por los suyos, por ellos mismos, es buena, mientras tanto hay que luchar con todas las fuerzas del mundo contra el Gobierno, aunque éste esté aplicando medidas bastantes más suaves que las de liberales franceses y conservadores alemanes (que sí están nacionalizando). Todo les da igual porque, desde que se formó el Gobierno de coalición, no quieren que avance pues de terminar la legislatura se habrá quebrado el mito de la desunión de la izquierda y ese miedo ancestral inoculado por siglos de ideología dominante contra algo que se medianamente radical. La caterva de derechas es así, antes cuando aparentaban ser democráticos y ahora que se les ve el pelaje pardo.

La derecha consigue lo imposible: unir a la izquierda

Han tenido que pasar más de doscientos años casi para que la parte más cainita del espectro político acabe haciendo piña. En España son bien conocidas las batallas entre anarquistas y socialistas, primero, y entre éstos y los comunistas después en pos de la mejor fórmula para la revolución. En la izquierda actualmente se pueden encontrar desde liberales con un alma social hasta anarquistas pasando por populistas, socialistas, socialdemócratas, comunistas, trotskistas, amargados y de más tribus postmodernas que se han acercado en busca de cariño político. En la derecha son menos cainitas y por eso sólo hay tradicionalistas (cuatro), conservadores, neofascistas y neoliberales que, en el momento de mojarse, en el momento de la dicotomía electiva, siempre, siempre votan juntos y actúan de manera conjunta. Así pasó en el aquelarre de la plaza de Colón. En la izquierda, ni en los momentos delicados (recuérdense aquellos debates de los años 1920s sobre la conveniencia o no de la unión orgánica entre socialistas y comunistas contra el fascismo), ha habido un acuerdo como el que se está logrando en la actualidad, el cual es mucho más patente entre las bases que entre las cúpulas.

Seguramente nadie de las mil tribus de la izquierda negará que siempre ha habido recelos con el partido de al lado. Cuando se unió Podemos a IU muchas personas, en ambas organizaciones, se quejaron y expresaron su desacuerdo porque aquella alianza seguramente no sumaría. No sumó, en efecto. IU ha desaparecido prácticamente. Pero hoy en día esas dudas se han ido disipando. Lo mismo se puede decir entre las broncas y maledicencias dichas desde el PSOE a Podemos y desde Podemos hacia el PSOE. Era el plato principal de toda la caverna mediática hasta hace no mucho tiempo. De hecho siguen alimentando la discusión pero, hoy en día, son esfuerzos completamente estériles y quedan en el lado del bulo, la mala leche y la estrategia para derribar al Gobierno. Peleas, como ha habido en todos los gobiernos democráticos, siempre las habrá. O es que ya no se acuerdan de los navajazos personales y mediáticos de Soraya Sáenz de Santamaría contra aquellos que no le gustaban. Como bien acertó a calificar José Manuel García Margallo, era como la novela de Agatha Christie “Diez negritos” donde según avanzaba la trama va muriendo uno de los diez personajes. Para la gente de Podemos Pedro Sánchez es un flojo y un liberal y para la gente del PSOE Pablo Iglesias es un “posturitas” que sólo quiere aparentar. Nadie en su fuero interno negará eso. Cómo será la cosa que la derecha política y mediática ha conseguido que esos pensamientos pierdan presencia en las mentes para luchar todas las personas en unión.

Cuando Pablo Casado amenaza con el despido gratuito, normal que una a los bandos principales. Cuando Santiago Abascal embiste y dice mu (lo que viene a ser siempre que habla), se une la izquierda. Cuando Inés Arrimadas…, perdón Ciudadanos no existe en sí. Cuando desde El Mundo se recurre a la casquería más extrema, la izquierda toma consciencia de lo que se juega. Cuando ABC insinua que los muertos deben computarse al Gobierno, la izquierda unida saca las garras para luchar. Cuando se juntan periodistas neofascista como Javier Negre o Carlos Cuesta para inventarse noticias y lanzar un discurso antidemocrático, la izquierda sabe que algo malo quieren para la clase trabajadora y responde. Cuando José María Aznar y Ana Botín aparecen a la vez con un discurso común, la izquierda se echa a temblar y canta el Bella Ciao. Cuando se criminaliza a las mujeres en un ataque contra el sujeto de transformación, la izquierda dice “vosotros machistas sois los terroristas”. Cuando la derecha brama en todos los frentes es porque su discurso del odio, sus intentos de golpe de Estado, su ansia por evitar cualquier avance social no están penetrando en la población de izquierdas. Y esto es porque esos mismos discursos, ataques y ofensas han generado una unión extraña en el ethos político español.

Que en España está la derecha más cavernícola y autoritaria de Europa lo saben hasta el Washington. Ni sufragando los gastos y dándoles toda la cobertura mediática posible al trifachito han conseguido derrotar a la izquierda. Y bien que podían haber aprovechado las malas relaciones entre los principales partidos. Pero engarzadas sus mentes en discursos carentes de profundidad; tratando a los españoles como, perdonen la expresión, gilipollas; creyendo que con sus bulos y titulares iban a conseguir derribar al Gobierno y destruir la izquierda, la realidad es que han conseguido todo lo contrario. Claro que existen disputas entre Iglesias y Nadia Calviño, la segunda es la mujer de negro de la Troika, pero también se las tuvo tiesas con algún ministro del PSOE antes. Calviño es el garbanzo negro que debe aguantar el Gobierno para evitar que el IV Reich, antes conocido como Unión Europea, asfixie y acorrale a España. Al menos mientras se sea miembro de ese Imperio alemán que gobierna Europa. Se asume y se pelea dentro del consejo de ministros. ¿Importa a las gentes de izquierdas? No. Es como el caso de Alberto Garzón, se le tiene para figurar y para que le den todos los palos a él, bien por ineptitud (no controlar los precios siendo ministro de Consumo está enfadando bastante a los propios), bien porque es el más débil y sacrificable. Se sabe en PSOE y Podemos y se tolera.

La unión existente en las bases de la izquierda, aunque siempre hay personas que con más o menos razón, blanden algún tipo de queja racional e ideológica bastante acertada, impide que ciertas descoordinaciones ministeriales que antes servirían para generar una batalla sangrienta, hoy sean vistas como producto de la presión a la que es sometido el Consejo de Ministros. Ciertas peleas por la visibilidad de todos los partidos del Gobierno, mientras que la derecha dice que es producto del entreguismo de Sánchez a Iglesias, desde la izquierda se entiende que son repartos de funciones lógicos para que los dos partidos tengan un futuro común. Y así será. La caída no será de Podemos o el PSOE, ni de Sánchez o Iglesias a futuro, será de ambas partes. Lo mismo ocurre con la victoria, será de ambas partes y recogerán los frutos a futuro. Todo esto que la derecha exagera; todo esto que la derecha quiere hacer ver como crisis tras crisis interna, a la izquierda le da lo mismo. Mientras vean que la derecha ataca sin piedad y buscando un sistema de estado de excepción permanente y encarcelamiento de los dirigentes del Gobierno, todo esto pasa a un segundo o tercer plano de las anécdotas.

Ante la guerra civil que están planteando desde el trifachito y los medios afines (casi todos), el Gobierno está actuando en beneficio de todos. Cuando la prudencia indicaría un periodo más largo para salir de la reclusión, se ha accedido a salvar en parte el tejido empresarial y se les van a dar unos buenos millones. Se ha claudicado en este aspecto a cambio de otras cuestiones más sociales como rentas mínimas o subsidios diversos. Aunque esto último tampoco les parece bien a los neofascistas porque quieren a la gente pasando calamidades, que estallen en revueltas sociales y así poder acabar con el Gobierno y les aúpen a ellos en una dictablanda. Todo esto no lo han podido hacer por esa unión. Molesta al facherío ver cómo socialdemócratas declarados aplauden las intervenciones de Yolanda Díaz; cómo podemitas alaban las respuestas de José Luis Ábalos; o cómo todos defienden al ministro de Sanidad que se está llevando la peor parte. Incluso todas las personas “socialcomunistas” critican el neoliberalismo de Calviño o las ocurrencias inoportunas de Garzón. Los dicterios quedan reservados al trifachito y la Brunete mediática. De ahí que sólo el enterramiento en vida de la ciudadanía española, retirando cualquier ayuda social, es la única estrategia que manejan los muy mucho patriotas. Quieren muertos y supermercados invadidos. Quieren la vuelta al cainismo de la izquierda, pero ahora no, ahora parecen luchar todos juntos y fraternos. No sólo hay una pandemia y una crisis en juego, también se está peleando un modo de vida donde la libertad, la igualdad y la fraternidad sean los ejes clave. Unión hace tiempo imposible, hoy efectiva contra el trifachito y su política genocida.

El PP propone el despido libre para salir de la crisis

Tras las propuestas milagrosas de arriar las banderas a media asta, tres días de luto oficial y que Pedro Sánchez se ponga una corbata negra para aparentar ser un doliente más, el PP de Pablo Casado ha sacado el colmillo neoliberal, oportunista y malicioso para ofrecernos a pinceladas su verdadera estrategia para salir de la crisis. La propuesta estrella no es novedosa ya que llevan tiempo queriendo aplicarla pero no han podido por mucha ley mordaza que legislaron. Para todo aquel español o aquella española que no lo sepa, la crisis económica provocada por la pandemia se arreglará con la instauración del despido libre. Sí, sin ningún tipo de tapujos la mejor manera de reflotar la economía capitalista es que el empresario pueda despedir libremente sin ningún tipo de contraprestación.

Pablo Casado fue claro y nadie parece haberle prestado atención. Para el sinsorgo popular lo necesario en estos momentos es “un plan para bajar costes fiscales, laborales y burocráticos”. Los costes burocráticos son culpa del PP que no hizo nada, pero dejando esta estupidez de lado hay que centrarse en el resto de la frase. “Bajar los costes laborales” traducido del neoliberal al idioma que hablan todas las personas es despedir de forma gratuita porque esos son los costes laborales existentes ya que el IRPF o la Seguridad Social serían gastos fiscales que, de todas formas, son abonados en nombre del trabajador. Cuando alguien dice que hay que bajar la carga de la Seguridad Social a los empresarios está mintiendo porque significa bajar la carga al trabajador por la labor realizada. Por ello lo que preocupa a Casado es que la clase empresarial no puede despedir alegremente. En estos momentos, de manera coyuntural, lo que ha hecho el Gobierno ha sido elevar el coste de despido, eso que llaman prohibir el despido no es tal, y el PP no sólo quiere quitar esa medida coyuntural sino que pretende colar de rondón el despido libre y gratuito o casi. Incluso pretenden que no se pague ni IRPF, ni Seguridad Social durante un tiempo lo que provocaría a corto plazo vaciar la hucha de las pensiones y que la prestación por desempleo deba abonarse mediante créditos. Una idea para destruir las finanzas del Estado que no debe haber pensado muy bien.

Pensar, lo que se dice pensar, lo han hecho otros por la cúpula del actual PP. De hecho desde FAES José María Aznar ha enviado las directrices económicas, como hizo con las políticas y que ya se contó en exclusiva en estas misma páginas. Ayer mismo el Grupo de análisis de FAES publicó el artículo titulado “Empleo y empresa; a tiempo de evitar lo peor”. En el mismo afirman los seres pensantes que “debemos alimentar dicha recuperación sobre la base de reformas estructurales que dinamicen los mercados de bienes y servicios, mantengan e incluso incrementen nuestro modelo de flexiseguridad laboral adaptándolo a la economía digital, y potencien nuestra competitividad internacional. Reformas que llevan muchos años ausentes en España, bien por falta de voluntad, bien por ausencia de una mayoría que las respalde”. Ahí lo tienen en negrita y mediante un eufemismo, incrementar el modelo de flexiseguridad laboral, o lo que es lo mismo en román paladino: flexibilizar el mercado de trabajo hasta que la clase trabajadora carezca de derecho alguno. Esto es lo que propone el PP para todas esas personas que se están batiendo el cobre para que esto salga adelante. Por suerte no han llegado a pedir la vuelta a la esclavitud o pagar por trabajar, pero déjenles unos días que buscarán algún eufemismo para ello.

Eso sí en contrapartida se hacen los “bolivarianos” y piden algún tipo de dinero para que la clase trabajadora pueda gastar tras salir de la reclusión: “Es urgente facilitar ayudas directas a las empresas que les permita mantener el tejido productivo y el empleo, y rentas urgentes y suficientes a los trabajadores para poder hacer frente a sus gastos, e incentivar o al menos no penalizar la demanda de consumo e inversión sobre la que ayudar a la recuperación de la actividad económica”. Eso sí, primero el dinero a las empresas. Claro que no se sabe qué tipo de tejido productivo hay que mantener si España es incapaz de fabricar unas simples mascarillas, unas batas sanitarias o equipos de respiración. Dinero para no penalizar el consumo ¿e inversión? ¿De verdad piensan que algún español que  haya visto mermados sus ingresos en estos tiempos de coronavirus piensa en invertir? Siempre a lo suyo y no crean que es renta, que vayan ustedes a saber de qué tipo es y a quién llegará, sino inversión económica y sociopolítica. Como dicen en el texto se supone que es para que la gente gaste y la economía retome el pulso económico, pero en realidad es un mecanismo de protección. Tras ver que el capitalismo/neoliberalismo es incapaz de asegurar elementos tan sencillos como material de protección, como es incapaz de asegurar la vida a las personas cuando llega una pandemia, las personas han tomado conciencia, aunque sea de manera espontánea y mínima, de que esto no puede seguir bajo ese patrón de acción. A ello súmenle la porquería de sistema económico que no puede parar un simple mes sin hundirse estrepitosamente (porque todo es dinero ficticio en gran medida). Así la clase dominante la ha visto venir y para evitar movilizaciones generales y que las personas piensen en un cambio estructural hacia otra dirección (Alemania tiene el Estado de bienestar más potente, a costa eso sí del resto de países europeos, no se dejen engañar por los neoliberales) ofrecen una paga. Piensan que mientras ustedes vuelven a gastar en las tontadas que hoy se han visto como innecesarias en gran medida, ellos se evitan que miren hacia su poder social y político.

Lo más gracioso es que el PP propone una gran bajada de impuestos, Casado no sabe decir otra cosa, pero no explican de dónde van a sacar el dinero para pagar a los empresarios y a las personas sin hipotecarlas nuevamente. No lo han dicho porque saben que sin impuestos, incluso subiéndoselos a los tenedores del capital y rentas altas, no hay forma de aplicar esas medidas. Siguen en el hijoputismo neoliberal que dice Jesús Ausín y van con las luces largas siempre puestas. Les importa poco o nada las personas, aunque ahora hagan necrofilia, y sí mucho las cuentas de resultados de algunos. Incluso les parece bien que buena parte del pequeño comercio, los agricultores y otros actores productivos desaparezcan para que así entren en escenas las grandes multinacionales. Proponen el despido libre, la bajada de impuestos a los ricos y que eso, como la salvación del sistema financiero, lo pague la clase trabajadora con más austericidio. La cantidad de muertes por coronavirus tienen como principal eje la destrucción de la sanidad pública que las políticas del PP han provocado, pero eso no les importa. Como dijo aquella diputada del PP “¡Que se jodan!”. Ahora pretenden seguir por esa vía de salvamento de los grandes capitales y de pauperización del resto. Lo del despido libre es tan sólo la punta del iceberg.

El Covid-19 como síntoma de la incertidumbre neoliberal

Recluida en sus casas, con el ánimo de la vecindad en cada aplauso vespertino, las  vigilancias de otros que gritan desde los balcones, o miran raro a quienes no llevan guantes y mascarillas en la cola de los autoservicios… La población vive con la incertidumbre como certidumbre, mientras cada día se afianza el estado de alerta. El cual la sitúa más cerca del estado de sitio que dé la vuelta a las rutinas anteriores. Aquellas que no regresarán cuando termine el confinamiento.

Los estados occidentales saldrán de la catástrofe con roles más protagónicos que antes de la crisis sanitaria. Aunque ello no excluye en absoluto la posibilidad de interpretaciones autoritarias que a fuerza de golpes causen el retorno al redil individualista. A falta de sutileza, represión para agriar más todavía el rostro de los liberales. El húngaro Viktor Orban ha dado muestra de ello al aprovechar la pandemia para avanzar en su proyecto autoritario, bajo el consentimiento de las derechas europeas.

Laval y Dardot recuerdan el éxito que tuvieron los gobiernos occidentales al usar la libertad como condición de posibilidad. Siendo capaces de jugar con el espacio tomado como libre por cada individuo para el sometimiento voluntario de cada hombre y mujer a la norma.

En las últimas décadas pese a que las legislaciones no hayan ido en beneficio de la mayoría social, ni ampliado las libertades y derechos, es innegable la tendencia al régimen disciplinario interno también en los tiempos del Covid-19.

En España cada mediodía un técnico y los altos funcionarios militares y policiales nos indican cómo comportarnos. Cada cual lo interioriza a su manera y actúa con sentido común. Hay individuos presos del miedo. Otros deseosos de volver a escuchar: “Quieto todo el mundo”. Existen seres que sin rubor jalean desde los balcones los excesos de algunos policías. También otra parte de la vecindad, la misma que cada tarde aplaude a quienes se la juegan contra el Coronavirus, señala y difunde a quienes bajo la consigna de salvar la patria: abusan de su poder.

En ese río revuelto, la extrema derecha española pone especial empeño en pescar. Al igual que la derecha extrema no oculta su ansia de vivir en un estado de excepción dirigido por un gobierno más punitivo – por ellos -, y de concentración. A veces lo llaman gobierno de unidad nacional, recurriendo a esas dos sacrosantas palabras bajo las que se ha justificado lo injustificable como bien se apunta en el libro Neofascismo, la bestia neoliberal.

Agitar la bandera española emociona a los herederos del nacional catolicismo y confunde a quienes quedaron encandilados con el régimen del 78. Hasta en sectores progresistas renace el mito de aquellos tiempos en los que Carrillo y Fraga “apartaban sus diferencias para acordar con Adolfo Suárez políticas de Estado”. Presentan a Felipe González desdibujado en el relato, y quitan a Juan Carlos de Borbón y Jordi Pujol con el fin de construir una fábula útil para unos Pactos de la Moncloa 2.0.

A diferencia de entonces, las expectativas se hallan más bajas que a la salida del franquismo  y la derecha extrema y la extrema derecha se conforman con sacar réditos de esta crisis a corto plazo. No les importa que la competencia por el voto más intolerante desemboque en lo que Boaventura de Sousa define como una sociedad políticamente democrática, pero socialmente fascista.

Cuando termine el estado de alerta: verdes, naranjas y azules reinterpretarán el chovinismo del bienestar a la española. Este al fin y al cabo se basa en excluir a una parte de nuestra sociedad de las ayudas sociales, “porque no hay para todos”.

Mujeres y ancianos como despojos del neoliberalismo

Si los machotes dan las pautas de comportamiento en esta crisis,  las mujeres cargan sobre sus espaldas los cuidados. De sus vientres salen los seres humanos, a sus brazos se aferra la sociedad cuando las vidas peligran. Tras el encierro masivo, no se debe alargar el momento de darle la vuelta al relato, y más que aplaudir a heroínas en tiempos de epidemia: toca reconocer públicamente la feminización de la pobreza, la precariedad femenina, y todas las formas de violencia. En definitiva, poner la vida en el centro.

El feminismo causa dolores de cabeza a aquellos que bendicen el supremacismo patriarcal. Por eso culpan de todos los males de la pandemia al 8M, porque al fin y al cabo son las mujeres quienes  abrieron la caja de Pandora que cuestiona el patriarcado.

El neoliberalismo precariza a las mujeres y convierte a la población anciana en meros despojos.

Hacer negocio con lo público lleva a mercadear con la existencia y desaparición de los seres humanos. Coherentemente con la doctrina de la Escuela de Chicago, tener la hoja de vida más digna no libra a las personas más mayores de convertirse en deshechos.

Para muestras los fallecimientos y formas de morir durante la pandemia de los supervivientes de la gripe de 1918, la guerra, la posguerra, y la dictadura. Las políticas contra lo público no perdonan a quienes lucharon por la democracia y construyeron las sociedades de bienestar en Europa.

El neoliberalismo batalla también contra la memoria. El constitucionalismo social basado en el pacto capital-trabajo que emergió tras la Segunda Guerra Mundial, aun siendo muy favorable a una de las partes favoreció grandes mejoras para las clases populares occidentales. Eso sí, al coste elevado de aparcar las utopías y renunciar a vías subversivas. Se solidificaron los pilares que lo sostenían: trabajo, ciudadanía y democracia.

Después de tres décadas de neoliberalismo salvaje dichas columnas han menguado, prevalece el orden de la mano invisible del mercado, aquella que acompaña un puño también invisible como afirmó Thomas Friedmann.

El consenso de Bruselas alteró ligeramente relato sobre las bondades del neoliberalismo, y causó mucho dolor a quienes creyeron en el pacto social. Sobre todo en la Europa de Cervantes, la filosofía griega, del renacimiento Italiano, y del fado. Calificados por los poderes del Norte como PIGS,  quienes ocupan los vagones de la cola del club de los países ricos del continente una vez más no encuentran solidaridad en el reparto.

Llegado a este punto, queda  empalizar con los rostros de las cajeras, cuidadoras, sanitarias, limpiadoras, enfermeras, ancianos y madres. Cruzar las miradas. Tejer redes. A los amantes del culto a la individualidad triunfante que encarna Amancio Ortega, siempre les quedara aplaudir al empresario cuando cumpla años. Al resto, de momento todas las tardes que dure la crisis sanitaria tomar los balcones y ventanas a las 20:00 horas.

La humanidad corre el riesgo de sufrir globalmente el apartheid del desastre del que advirtió  Naomi Klein en la Doctrina del Shock. Superada la epidemia del Covid-19, la sociedad más concienciada se enfrentará al reto de impedir que la supervivencia no la determine la clase social, ni la billetera. Sobran precedentes de análisis y escasean los manuales, pero la oportunidad existe.

Casado, el presidente de la infamia

Está el pobre Pablo Casado buscando todos los días que le hagan caso, pensando que en realidad él es el presidente autoproclamado de España al estilo Guaidó. Todo ello porque le han dicho tres amigos, dos directores de medios de comunicación y un señor de Murcia que tiene empaque de hombre de Estado. Y como se lo ha creído se salta el confinamiento todos los días (no, los políticos salvo actividad parlamentaria no tienen bula para saltárselo como ha hecho Mariano Rajoy), se pasea por hospitales improvisados y no besa cadáveres porque no le dejan pasar a los tanatorios y cementerios. Buscando ser presidente en realidad se ha ganado el título de presidente sí, pero de la infamia. Ni legal, ni legítimamente es presidente del Gobierno y como supuesto jefe de la oposición lo único que se le recuerda es una necrofilia apestosa y una completa carencia del mínimo de dignidad humana. Está demostrando ser hasta mala persona, de ahí que le encaje el título (honorífico no se lo vaya a creer de verdad) de presidente de la infamia… de todas las Españas y el Imperio además.

Ni un solo día ha tenido Casado una palabra de ánimo, una frase en positivo, es más, todos los días no hace más que sacar su mensaje en twitter hablando del aumento del número de muertos y otras estadísticas sobre España como el mayor país con más muertos por cada millón de habitantes. Se regodea en lo malo, en la perversidad, en todo aquello que no sirve sino para alimentar el lado oscuro de cada ser humano. No es que sea cainita, esa marca de Caín ya la lleva, sino que la utilización espuria de la mortandad (cuando todo el mundo sabe que fuera de España e Italia no se están contando todos los muertos, vamos que están haciendo trampas) para poder auparse al poder no se le ocurriría ni a un antecesor suyo en la derecha latina como Benito Mussolini. Ayer mismo, visitando el hospital de campaña en IFEMA, dijo lo siguiente: “En España ya han muerto 18.000 personas por culpa del coronavirus. No son curvas que aplanar, ni picos que pasar, ni simples estadísticas. Son vidas truncadas y familias rotas. Son historias que merecen ser contadas y homenajeadas”. Muy positivo y necrofilia en estado puro y, como se podía esperar, culpa del Gobierno de Pedro Sánchez. Salvo las personas que se recuperan que son gracias a presidentas como Díaz Ayuso.

Como se explicó el otro día en estas mismas páginas, la intención de Casado no es que los enfermos se recuperen, ni que los sanitarios tengan equipos adecuados (en Madrid la escabechina es trágica y gobierna el PP), ni nada que tenga que ver con la salud. Su intención es derrocar al Gobierno en un momento pandémico como el que se está viviendo. Por ello recurre a los bulos, las mentiras, las inquinas y las maledicencias que componen la infamia del personaje. No vean en este tipo de mensajes, rebuscados en lo más hondo de los contenedores de la basura humana, un error de un día, los lleva sosteniendo día tras día desde que lanzó el primero. La infamia es así de persistente en el presidente del PP… bueno, en todo su partido con raras excepciones. No es algo producto de la incapacidad mental del que habla, ese mismo que usa gafas para leer en el parlamento pero no para un libro, sino que todo es producto de una estrategia diseña en la factoría de José María Aznar como se desveló ayer aquí. El acoso y derribo no se hace en base a las malas acciones, que las hay, del Gobierno, sino mediante al aprovechamiento de una coyuntura excepcional para dar un golpe de Estado blando, mediático y convertir España en un permanente estado de excepción.

Por si no piensan que esto es una campaña donde los poderes fácticos están detrás, sólo hay que ver la última frase del mensaje que transmitió ayer Casado: “Urge un plan de choque para bajar costes fiscales, laborales y burocráticos”. Una frasecita suelta que parece estar incardinada en un programa ambicioso de reformas pero que no deja de ser el eslogan de la clase dominante: ricos sin impuestos, despido libre y reducción de las trabas a la explotación y el saqueo empresarial (de grandes empresarios). Dice justo eso cuando se está comprobando que haber entregado hospitales a Florentino Pérez, por ejemplo, ha supuesto un mayor gasto sanitario pero unas condiciones peores en recursos humanos y materiales. Y todo porque ese aumento del gasto que tanto cacarean en realidad se va en pagar sobrecostes para que los poderosos llenen sus cuentas de resultados a costa de la sociedad. Casado no está pensando en sacar a España del pozo pandémico y económico, sino de sumirlo en lo peor de un neoliberalismo, o hijoputismo, con despidos libres y eliminación de impuestos para quienes más tienen, no quienes más producen como se ha comprobado en esta crisis. Sí, mal que le pese a Casado y sus corifeos, la clase trabajadora es la que está sacando esto adelante. Por ello, para evitar que tome consciencia de su papel fundamental en la sociedad, sale Casado a destruir los derechos bien ganados.

Tiene bien ganado el título (honorífico) de presidente de la infamia. Primero por querer utilizar los muertos de todos para evitar exponerse políticamente con propuestas alternativas sobre la base de la materialidad que se vive (tonterías como pagas extra no son más que populismo barato). Y segundo porque la utilización de esos muertos de forma miserable esconde realmente asestar una puñalada a la clase trabajadora y entregar lo poco o mucho que quede a la clase dominante. No trabaja para España y la bandera se la pasa por las posaderas porque sólo le importa el realidad los intereses de aquellos que le pueden salvar las posaderas… no vaya a ser que decidan poner al alcalde de Madrid en su lugar como ya se rumorea en el todo Madrid.

El trilerismo de Ayuso y la eficacia de Page y Puig

Es obvio que la prensa estatal al tener en su mayoría sus centrales en la Comunidad de Madrid da mayor cabida en sus noticias a lo que en ella sucede. Centralismo periodístico que también tiene su compensación al llenarse las cuentas corrientes con millones aportados por los distintos organismos, sea Ayuntamiento de Madrid, sea Comunidad. No sólo la famosa Brunete Mediática creada a partir de la generosidad con el dinero de los madrileños de Esperanza Aguirre, sino todos los medios “madrileños”. Esa sobreabundancia de información sobre Madrid comporta, en términos informativos, que se sobrevalore lo que hacen unos y se menoscabe lo que hacen en la periferia. Con el tema catalán se ha empezado a conocer, tampoco mucho más, lo que hacen allí, pero si se pregunta a cualquier persona de a pie es posible que conozca más de lo que sucede en el centro neurálgico del Estado a lo que acontece en su propia autonomía. Eso mismo está pasando ahora con el tema del coronavirus. Parece que sólo Madrid hace cosas o protesta, cuando la realidad es que la actuación de la presidenta madrileña es más bien propia del trilerismo que de la eficacia política.

La presidenta Isabel Díaz Ayuso, que está siendo utilizada como ariete contra el Gobierno de Pedro Sánchez, está siempre presente en los medios de comunciación de la derecha como ejemplo de gestión, algo que no gustará a Juan Manuel Moreno Bonilla, Alfonso Fernández Mañueco o Alberto Núñez Feijóo que mal que bien también están presidiendo comunidades autónomas. Pareciera que sólo lo que hace la “iluminada” de Madrid hiciese cosas y todas bien. Los “sobrecogedores” periodistas y medios de la ínclita presidenta no paran en lanzar loas y halagos a una gestión que, según ellos y ellas, no tiene parangón en la historia. Para desgracia de los millones de madrileños eso es cierto, sólo hay que preguntar al personal sanitario lo bien que han llevado las semanas de exceso de trabajo en condiciones infames, mientras desde el aparta-hotel en el que estaba recluida Díaz Ayuso se vendía que habían gastado cincuenta millones de euros en material que nunca llegaba y que cuando ha llegado igual ya no hace falta. Habrán visto a la presidenta ir a recoger toneladas de material mientras los demás presidentes autonómicos estaban debatiendo con el presidente del Gobierno cuestiones importantes como mejorar la coordinación. Eso sí, los medios que reciben luego las dádivas de la Comunidad diciendo que fue la única que presentó batalla a Sánchez. Mentira en realidad pero que queda muy bien para tapar las miserias de la gestión de Díaz Ayuso.

Si han visto las redes de militantes del PP, se decía que había llegado el avión de carga más grande con ciento y pico toneladas. Más allá de que el Boing que citaban no tiene mayor capacidad que algún Airbus y algún Antonov, por cierto el primero fabricado parcialmente en España y el otro de origen ruso (soviético), todo se tiene que magnificar para ocultar las cifras de muertes en las residencias de ancianos o, en general, en toda la comunidad autónoma. Curiosamente desde la derecha (El Mundo) hicieron el reportaje en el cual se culpaba a Díaz Ayuso de haber extendido el coronavirus en Castilla-La Mancha al haber cerrado las universidades y haber permitido la vuelta de los estudiantes a sus lugares de origen. Otra falla en su gestión que ahora están intentando tapar con mucha publicidad, con mucho humo, porque al carecer de capacidad ejecutiva e intelectual la presidenta sólo queda la publicidad. La compran aquellos medios que tienen intereses económicos en ello o simplemente para contraponer al presidente del Gobierno porque el sinsorgo Pablo Casado no sabe ni dónde está. En esa pelea de trileros mediáticos se oculta que hay presidentes de comunidad autónoma que están gestionando mejor y con bastantes menos aspavientos.

Sin esconder sus críticas al Gobierno por algunas actuaciones erráticas, como ejemplo de gestión eficaz ante unas cifras graves, Emiliano García-Page y Ximo Puig han conseguido material para su personal sanitario sin subirse a aviones, sin vender motos y, dentro del mercado persa que se ha convertido el mundo, con la celeridad y calidad mínima. En el caso del primero le ha costado una campaña, alentada desde el PP, desde el propio TSJCLM buscando muertos por coronavirus hasta debajo de las piedras cuando la realidad es que ha sido la primera Comunidad Autónoma que incluía en los partes de defunción “por posible COVID-19” desde casi el principio al ser casi imposible hacer autopsias a todos los cadáveres. Campaña que se ha vuelto contra las comunidades gobernadas por el PP porque distintos decanos de los jueces han tomado ejemplo en plan justiciero, nunca mejor dicho. Esa orden se dio desde el SECAM casi al comienzo del aumento de las muertes y ante el abrumador exceso de pruebas RCP en los distintos laboratorios que imposibilitaba en algunos casos hacérselas a todas las personas. Algo que con las pruebas rápidas que obtuvo hace unas semanas el gobierno castellano-manchego se ha ido solventando. De hecho, el mayor número de casos de contagio y muertes verificadas por coronavirus en Castilla-La Mancha se debe a esa gestión eficaz en dotar de instrumentos al personal sanitario. Sin duda ha habido algún error, pero antes que en Madrid se han tenido los respiradores necesarios y las pruebas rápidas. En comparación con Madrid que las va a utilizar ahora de forma masiva.

El presidente Ximo Puig “ha recibido” nueve aviones con material, incluso compartiendo canal de distribución con la Comunidad de Madrid (¿recuerdan aquel avión que decían que era todo madrileño pero no?), y no se le ha ocurrido irse a hacer fotos con sonrisas. Al contrario, lo primero es salvar vidas y gestionar con eficacia las compras y la realización de pruebas (más la investigación en los buenos centros que tienen en esa comunidad). Intentando en todo momento que el personal sanitario no acabe infectado por esa sobreexposición que tiene. En Madrid el personal sanitario ha estado buena parte del tiempo sin material y cayendo como moscas sin que la presidenta haya dicho esta boca es mía. Lo negativo siempre lo esconden para, como si viviese rodeada de unicornios rosas siempre, mostrar otra realidad. Luego acusan de actos performativos al presidente Sánchez pero en Madrid son los primero en eso y lanzar bilis. Lo mismo se podría decir de Adrián Barbón, presidente del Principado de Asturias. Pero lo que se hace en Madrid es trilerismo antes que gestión y siguen en eso porque saben que, por culpa de estar la sanidad en estado lamentable, la reacción no ha podido ser óptima en circunstancias pandémicas.

El Covid-19 como síntoma de la incertidumbre neoliberal

Recluida en sus casas, con el ánimo de la vecindad en cada aplauso vespertino, las  vigilancias de otros que gritan desde los balcones, o miran raro a quienes no llevan guantes y mascarillas en la cola de los autoservicios… La población vive con la incertidumbre como certidumbre, mientras cada día se afianza el estado de alerta. El cual la sitúa más cerca del estado de sitio que dé la vuelta a las rutinas anteriores. Aquellas que no regresarán cuando termine el confinamiento.

Los estados occidentales saldrán de la catástrofe con roles más protagónicos que antes de la crisis sanitaria. Aunque ello no excluye en absoluto la posibilidad de interpretaciones autoritarias que a fuerza de golpes causen el retorno al redil individualista. A falta de sutileza, represión para agriar más todavía el rostro de los liberales. El húngaro Viktor Orban ha dado muestra de ello al aprovechar la pandemia para avanzar en su proyecto autoritario, bajo el consentimiento de las derechas europeas.

Laval y Dardot recuerdan el éxito que tuvieron los gobiernos occidentales al usar la libertad como condición de posibilidad. Siendo capaces de jugar con el espacio tomado como libre por cada individuo para el sometimiento voluntario de cada hombre y mujer a la norma.

En las últimas décadas pese a que las legislaciones no hayan ido en beneficio de la mayoría social, ni ampliado las libertades y derechos, es innegable la tendencia al régimen disciplinario interno también en los tiempos del Covid-19.

En España cada mediodía un técnico y los altos funcionarios militares y policiales nos indican cómo comportarnos. Cada cual lo interioriza a su manera y actúa con sentido común. Hay individuos presos del miedo. Otros deseosos de volver a escuchar: “Quieto todo el mundo”. Existen seres que sin rubor jalean desde los balcones los excesos de algunos policías. También otra parte de la vecindad, la misma que cada tarde aplaude a quienes se la juegan contra el Coronavirus, señala y difunde a quienes bajo la consigna de salvar la patria: abusan de su poder.

En ese río revuelto, la extrema derecha española pone especial empeño en pescar. Al igual que la derecha extrema no oculta su ansia de vivir en un estado de excepción dirigido por un gobierno más punitivo – por ellos -, y de concentración. A veces lo llaman gobierno de unidad nacional, recurriendo a esas dos sacrosantas palabras bajo las que se ha justificado lo injustificable como bien se apunta en el libro Neofascismo, la bestia neoliberal.

Agitar la bandera española emociona a los herederos del nacional catolicismo y confunde a quienes quedaron encandilados con el régimen del 78. Hasta en sectores progresistas renace el mito de aquellos tiempos en los que Carrillo y Fraga “apartaban sus diferencias para acordar con Adolfo Suárez políticas de Estado”. Presentan a Felipe González desdibujado en el relato, y quitan a Juan Carlos de Borbón y Jordi Pujol con el fin de construir una fábula útil para unos Pactos de la Moncloa 2.0.

A diferencia de entonces, las expectativas se hallan más bajas que a la salida del franquismo  y la derecha extrema y la extrema derecha se conforman con sacar réditos de esta crisis a corto plazo. No les importa que la competencia por el voto más intolerante desemboque en lo que Boaventura de Sousa define como una sociedad políticamente democrática, pero socialmente fascista.

Cuando termine el estado de alerta: verdes, naranjas y azules reinterpretarán el chovinismo del bienestar a la española. Este al fin y al cabo se basa en excluir a una parte de nuestra sociedad de las ayudas sociales, “porque no hay para todos”.

Mujeres y ancianos como despojos del neoliberalismo

Si los machotes dan las pautas de comportamiento en esta crisis,  las mujeres cargan sobre sus espaldas los cuidados. De sus vientres salen los seres humanos, a sus brazos se aferra la sociedad cuando las vidas peligran. Tras el encierro masivo, no se debe alargar el momento de darle la vuelta al relato, y más que aplaudir a heroínas en tiempos de epidemia: toca reconocer públicamente la feminización de la pobreza, la precariedad femenina, y todas las formas de violencia. En definitiva, poner la vida en el centro.

El feminismo causa dolores de cabeza a aquellos que bendicen el supremacismo patriarcal. Por eso culpan de todos los males de la pandemia al 8M, porque al fin y al cabo son las mujeres quienes  abrieron la caja de Pandora que cuestiona el patriarcado.

El neoliberalismo precariza a las mujeres y convierte a la población anciana en meros despojos.

Hacer negocio con lo público lleva a mercadear con la existencia y desaparición de los seres humanos. Coherentemente con la doctrina de la Escuela de Chicago, tener la hoja de vida más digna no libra a las personas más mayores de convertirse en deshechos.

Para muestras los fallecimientos y formas de morir durante la pandemia de los supervivientes de la gripe de 1918, la guerra, la posguerra, y la dictadura. Las políticas contra lo público no perdonan a quienes lucharon por la democracia y construyeron las sociedades de bienestar en Europa.

El neoliberalismo batalla también contra la memoria. El constitucionalismo social basado en el pacto capital-trabajo que emergió tras la Segunda Guerra Mundial, aun siendo muy favorable a una de las partes favoreció grandes mejoras para las clases populares occidentales. Eso sí, al coste elevado de aparcar las utopías y renunciar a vías subversivas. Se solidificaron los pilares que lo sostenían: trabajo, ciudadanía y democracia.

Después de tres décadas de neoliberalismo salvaje dichas columnas han menguado, prevalece el orden de la mano invisible del mercado, aquella que acompaña un puño también invisible como afirmó Thomas Friedmann.

El consenso de Bruselas alteró ligeramente relato sobre las bondades del neoliberalismo, y causó mucho dolor a quienes creyeron en el pacto social. Sobre todo en la Europa de Cervantes, la filosofía griega, del renacimiento Italiano, y del fado. Calificados por los poderes del Norte como PIGS,  quienes ocupan los vagones de la cola del club de los países ricos del continente una vez más no encuentran solidaridad en el reparto.

Llegado a este punto, queda  empalizar con los rostros de las cajeras, cuidadoras, sanitarias, limpiadoras, enfermeras, ancianos y madres. Cruzar las miradas. Tejer redes. A los amantes del culto a la individualidad triunfante que encarna Amancio Ortega, siempre les quedara aplaudir al empresario cuando cumpla años. Al resto, de momento todas las tardes que dure la crisis sanitaria tomar los balcones y ventanas a las 20:00 horas.

La humanidad corre el riesgo de sufrir globalmente el apartheid del desastre del que advirtió  Naomi Klein en la Doctrina del Shock. Superada la epidemia del Covid-19, la sociedad más concienciada se enfrentará al reto de impedir que la supervivencia no la determine la clase social, ni la billetera. Sobran precedentes de análisis y escasean los manuales, pero la oportunidad existe.

Aznar y Botín intentan controlar el Gobierno

Como si todo se tratase de un mal sueño, en estos tiempos de reclusión por el coronavirus, los poderes fácticos y sus edecanes mediáticos y políticos siguen trabajando detrás del cortinaje del teatro político con la única intención de que sus intereses no se vean perjudicados. Por ello nada mejor que utilizar su potencia para controlar la acción de gobierno del presidente Pedro Sánchez desde un muy amplio espectro de posiciones de poder. Intento que en algunos casos surte sus frutos, como la vuelta al trabajo de las industrias no esenciales y la campaña en medios de comunicación para defenestrar al Gobierno que ya se contó en exclusiva en estas mismas páginas. En ello convergen dos actores muy relacionados con la fracción financiera una y con la debilitada fuerza imperial otro. Ana Botín (presidenta del banco de Santander) y José María Aznar (cabeza visible de numerosos lobbies estadounidenses y ex-presidente del Gobierno) juntos y no se sabe si revueltos coinciden en defender los intereses de la clase dominante desde dos flancos de la lucha distintos: el económico y el político-mediático.

Desde su retiro cobarde en Marbella, Aznar dirige y controla lo que le conviene a sus intereses en el plano político. Basta con una llamada al director de medio de comunicación amigo para que se cambie una portada o la orientación sobre lo que hay que incidir. Por suerte la mayoría de medios de comunicación de derechas son palmeros suyos y obedecen sin rechistar pues siempre hay pingües beneficios que obtener en forma de publicidad. A ello súmenle que Pablo Casado dice, hace y actúa según los dictámenes del ex-presidente. Como apunte de este control de la acción política del PP sólo hay que comparar un artículo publicado en FAES (la fundación de Aznar) donde el 4 de abril titularon su editorial “El peligro de un gobierno fallido”. Un mantra político que se ha instalado en el PP y en los medios de comunicación afines desde ese momento. De hecho, este domingo pasado, el propio Casado hablaba en esos mismos términos en una entrevista en ABC: “España tiene un gobierno fallido para gestionar esta crisis”.

Habrán escuchado y leído una y mil veces eso de Gobierno socialcomunista (aunque aquí se ha dicho por activa y pasiva que socialdemócrata en sus dos vertientes como mucho) y también habrán leído alabanzas en los últimos tiempos a los antiguos comunistas de la transición, incluso por parte de políticos del PP. Todo ello sale del editorial de FAES: “Ahora que se habla de unos nuevos pactos de la Moncloa conviene tener en cuenta lo que son y representarían alguno de los posibles interlocutores en esa mesa. Los comunistas presentes en el Gobierno español -y que nadie se escandalice porque alguno hasta ha escrito un libro explicando que, efectivamente, es comunista- si algo representan es la antítesis de lo que sus antecesores hicieron. Estos pactaron para hacer posible la Transición, la Constitución, la reconciliación. Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Irene Montero, Yolanda Díaz, Manuel Castells se integran en el relato destructivo que descalifica ese gran acuerdo que hizo posible la democracia y la prosperidad como nunca antes en España. Desde ese afán de ruptura, presentan a Santiago Carrillo como responsable de una traición imperdonable o, en el mejor de los casos, como un caso de cobardía senil ante el franquismo”. Nada es casualidad en el mundo de la derecha. No les gusta lo aleatorio y por ello siguen a pies juntillas las órdenes de su jefe supremo. En el caso del actual presidente del PP se suma un arrastrase insoportable para sus propios afiliados, la postración es tal que si en FAES avisan de que el estado de alarma es inconstitucional, Casado afirma en la anterior entrevista citada que “aun así no hemos enmendado los decretos porque no queremos avalar algo que ha desbordado el ámbito constitucional”. Normal que quieran meter en la cárcel al Gobierno como se ha desvelado en estas mismas páginas.

En esta batalla planteada desde dos frentes contra el Gobierno existen áreas de convergencia entre las tropas de uno y las de otra. Así, como ya denunciamos en este periódico en exclusiva, desde El País que está controlado por Botín ahora señalan a Pablo Iglesias como objetivo a derribar. Lo hacen mediante denuncia, con bastantes días de retraso respecto a nuestra información que es del 1 de abril, pero con la intención de poner en el foco del debate la idoneidad de su presencia y así terminar por cerrar el círculo abierto desde otros medios de comunicación o la fundación FAES (si recuperan la cita de más arriba se verá claramente la orden dada). La intención es superar ese supuesto “Gobierno fallido” mediante un gobierno de concentración o una Gran Coalición (esa misma que llevan esperando desde hace años en la clase dominante). De momento respetan a Sánchez, pero su cabeza es deseada en el patíbulo político. Se dice, a modo de excusa, que es para poder lograr esos Pactos del Coronavirus (llamarlos de La Moncloa es un insulto a la memoria aunque las intenciones sean las mismas), pero la realidad va más allá de unos simples pactos de reconstrucción. De hecho Casado ya ha advertido que hasta que lo alto de la pandemia no pase no hay nada que hacer a ese respecto. Quieren desgastar a esa parte del ejecutivo a fin de lograr que el grupo (se lo han inventado en los medios) de Calviño, Ábalos, Montero y Campo se hagan fuertes.

Salvar al gran capital lo principal.

En el plano económico también hay convergencia de intereses entre Botín y Aznar, lo que en el caso de la primera es más que evidente, incluso en el nivel de cobardía huyendo del centro de la pandemia. En Diario 16 se ha denunciado su mano larga en la vuelta al trabajo de millones de personas que se ha producido entre ayer y hoy. Una vuelta al tajo que más bien parecería un largo camino hacia el matadero por las estadísticas que muestran sobre la pandemia. Aquí se advirtió desde el primer momento que toda actuación, al final, estaría determinada por la voluntad de la clase dominante, incluso dejando por el camino a la pequeña burguesía (autónomos y pequeños agricultores). Y así está siendo el camino que han dictado Botín y Aznar o el IV Reich Alemán, eso que se llama Unión Europea. ¿Recuerdan la portada más mezquina de la historia que publicó ABC anteponiendo los intereses del Capital a la salvación de las personas? No es sino un aparato ideológico perfectamente engrasado a las órdenes del poder económico. Y esas órdenes llegan directamente o indirectamente, como suele hacer Aznar y sus filípicas en FAES.

¿Qué viene diciendo la CEOE o el PP en los últimos tiempos respecto al problema económico, FAES lo cuenta desde el 1 de abril: “En primer lugar, se ha de actuar sobre el mantenimiento del empleo, la capacidad productiva y la integridad del tejido industrial. Muchos gobiernos han adoptado ya medidas fiscales, laborales y regulatorias de amplio alcance persiguiendo con ello dos objetivos. El mantenimiento en primer lugar de la capacidad del sistema productivo y del empleo –todo el mundo podrá volver a su puesto de trabajo el día después– y la captura de proporciones amplias de demanda embalsada que, una vez superada la crisis sanitaria, deberían de permitir la recuperación a medio plazo de una parte importante del PIB y de la recaudación fiscal”. ¿Esto qué significa? Bajar impuestos a las empresas, eliminar cotizaciones (¿temporalmente o es un truco?) y abaratar el despido. ¿Qué viene diciendo Casado? Lo mismo que dicen en el texto de la fundación de Aznar. Una convergencia total de intereses, lo que deriva a una acción conjunta de clase dominante, aparatos ideológicos y partidos políticos. ¿Qué pidió el otro día en El País Botín? Que se vaya levantando la reclusión.

Difícil tarea está asumiendo el Gobierno soportando los brutales ataques de la clase dominante desde afuera y dentro del propio entramado gubernamental. Da igual si mueren mil o cien mil personas, son cifras que vienen bien para hacer necrofilia política y aparentar en la escena teatral que es la política de estos dirigentes actuales, lo importante es que España se mantenga en el eje estadounidense de la geopolítica internacional (por eso se ha rechazado la ayuda rusa, china o cubana); que siga siendo un perro obediente del poder continental (sentó muy mal la bravata que tuvo Sánchez contra los mandamases del estercolero que es la UE); que el gran capital no salga perjudicado (ahí tienen a la fracción servicios moviendo a la prensa amarilla); y que caiga el Gobierno actual, al menos en la composición que se tiene. Esto, que leído así parece una historia sin más, realmente es un golpe de Estado en España (otro más) para seguir con el estado de excepción perpetuo que quieren los poderosos sobre la población. Y en ello Botín y Aznar son aliados… como en otras tantas cosas más.