La democracia liberal representativa tiene entre su valores, cuando menos, la posibilidad del consenso, mediante el debate, para la obtención de bien común. ¿Qué es el bien común? Nada y todo. Nada porque no está predefinido pues se encuentra vinculado al contexto histórico y las posibilidades que permite ese mismo contexto. Todo porque es el ideal de cualquier tipo de gobierno que sea virtuoso. Entre medias de los extremos (el relativismo y el absoluto) se encuentra que debería buscar y lograr la clase política.

Cada grupo, facción u oligarquía tiene su propia idea del bien común. Unos dirán que lo principal es que cualquier política que se implemente (así como el marco jurídico) vaya en la dirección de situar la dignidad humana en el centro. Otros pensarán que el bien común es la mejora constante de la acumulación de riquezas mediante un elevado crecimiento económico sin importar otras consecuencias. Aquellos opinarán que el bien común es aquello que quiere la mayoría sin más. Quedarán quienes piensen que es una mezcla de todo lo anterior –también habrá quienes crean que eso del bien común no existe (nihilismo)-. Un bien común que sea humano próspero y con amplio consenso.

La democracia liberal representativa, en principio, permitiría ese bien común. Unas veces acostándose hacia la dignidad, otras hacia lo económico, en ocasiones imponiendo la mayoría simple, en ocasiones logrando el consenso de las facciones políticas y sociales. Este es el ideal democrático en el sistema actual, cuestión distinta es si cumple con las expectativas.

¿El no mandato imperativo o mis testículos?

Bajo este marco es sobre el que hay que valorar la posición de Carlos García Adanero y Sergio Sayas. Ni ha existido tamayazo, ni transfuguismo, ni son seres despreciables (al menos por las razones que aportan los demás), ni han mostrado valentía. Como poco han mostrado ser poco demócratas. Al igual que tantos otros que pululan por los parlamentos.

La decisión de saltarse la “disciplina de voto” del partido es correcta siempre y cuando las razones caminen junto al bien común. Incluso votar por motivos de conciencia, que no es lo que aquí se ha producido, tampoco es antidemocrático pues se defiende algún aspecto del bien común. Así sea una mujer del PP votando en favor de la legislación de igualdad efectiva; así sea una diputada del PSOE votando contra la ley queer o Loretta. Lo de los diputados de Unión del Pueblo Navarro (UPN) parece que se aleja de ese marco ideal para incrustarse en el politiqueo (ese que parió a Yolanda Díaz y del que hoy reniega de boquilla), en la disputa agonal y las tripas.

Vivir en una guerra permanente sin ética

Es propio de estos tiempos oscuros que cualquier político se oponga a los proyectos de “los otros” por el simple hecho de ser de “los otros”. Ningún análisis coherente. Mucha verborrea. Ningún intento de negociación (fíjense lo que ocurre con el CGPJ). Ninguna racionalidad o empatía. Vísceras y memes como fórmula de hacer política. Normal que es desapego ciudadano aumente en todo lugar. Y no es cuestión de pasión al afirmar el propio proyecto, eso no es malo en sí, sino de oponerse a toda política planteada por el otro por el mero hecho de ser visto como enemigo. Pasa en todos los partidos aunque, últimamente, más en unos que en otros. Pasión convertida en visceralidad.

Algunos grupos que han votado en contra de la reforma laboral han aducido que su voto tomaba ese camino en base a la dignidad de la clase trabajadora. En algún caso no les importó matar trabajadores, por lo que se sabe que es un brindis al sol para sus cosas regionales. El PP se ha negado porque la “suya” le parecía mejor, aunque ésta cuente con el apoyo de la CEOE y los hombres de negro de la UE. Ni dignidad humana, ni prosperidad, ni nada. Porque retoca la suya. Vox se ha negado por no se sabe bien qué, aunque leyendo su programa económico se entiende que cualquier regulación laboral les parezca mal. Ahora bien ¿por qué se han negado los diputados de UPN frente a la posición de su propio partido?

Votar contra el otro por ser el otro

Han votado contra Pedro Sánchez. Para que no salga reforzado en esta votación. En otras palabras para que su “enemigo” se fastidie. Ni por defender mejores derechos de la clase trabajadora (o peores que igual son muy esclavistas). Ni por defender una mayor prosperidad. Ni por mejorar su región (el chalaneo de la dirección de su partido). Ni por una decisión que tuviese el bien común, distinto y debatible, en perspectiva. No. Ha sido un “que se joda Sánchez”. Lo terrible de todo esto es que lo dicen abiertamente y se lo jalean aquellos que luego van dando lecciones de democracia, en otros partidos o en los medios de comunicación.

Que Sánchez tenga como “socios preferentes” a los etarras, pese a haber dicho por activa que no pactaría nunca con ellos, puede convertir en miserable a Sánchez  pero ¿qué culpa tiene la clase trabajadora de ello? Paradójicamente Adanero y Sayas han acabado votando junto a los etarras. ¿Hicieron algo para evitar que Sánchez tuviese que votar junto a los etarras al comenzar la legislatura? No. Por ello cabe preguntarse si no hubiese sido un buen momento para hacer mella en esos apoyos y mejorar la calidad democrática. Parece que para estos seres no cabe mirar por el bien común de España. Sólo tienen la obsesión de negarse a apoyar lo que proponga Sánchez, sea lo que sea. Beneficie o no a todos los españoles.

Es este aspecto de la política que implementan Adanero y Sayas la que da asco. Ni les han pagado, ni nada por el estilo. Ya estaban ellos solos convencidos de su voto negativo porque no piensan racionalmente (ni de forma estratégica), ni en favor del bien común. De hecho igual ni conocen el texto de la reforma porque les daba igual. De lo laboral, de la dignidad de las personas, no han dicho nada en las entrevistas o en sus redes sociales. Sólo la política de vísceras, de sinsorgos, de todo aquello que no representa el pueblo español. La política no es la guerra por otros medios, el problema es que con personajes sin ética, sin estética y sin valores (no sólo ellos dos) aparece la bazofia.

Lo curioso es que Sayas todavía se queja de que no se decir que son tránsfugas porque tienen criterio propio. ¿Qué criterio? ¿Qué se jodan los demás? ¿Qué no tienen ningún pensamiento sobre el bien común y se vota visceralmente? ¿Ven por qué ese tipo de política da asco? Se hacen los dignos por su miserable falta de escrúpulos democráticos. Él y todos los que votan de la misma manera en el parlamento están pisoteando los valores democráticos. El día que haya un debate real en España no se  va a creer… veremos si la prensa lo transmite o acaba quejándose por no tener suficiente espectáculo. Porque no se olviden, parte de esta política agonal es culpa de la prensa que azuza el conflicto. Si actuasen de acuerdo a sus principios tendrían que señalar a tantos…

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